19/09/17 (Parte 4)
Al llegar al nosocomio, don Leonardo solicitó atención inmediata para los tres, el doctor lo transfirió a urgencias para atender su herida en quirófano y nosotras nos quedamos con la enfermera quien lavó y desinfectó nuestros raspones, minutos después me tomaron un par de radiografías para descartar fracturas pues el dolor en mis rodillas para ese momento era insoportable, ni siquiera sé cómo me fue posible caminar durante la remoción de escombros del edificio.
—Tranquila, nena, tu mami ya no debe tardar —dijo Susy acariciando mi alborotado y empolvado cabello.
—Espero con ansias su llegada... —susurré con la mirada baja recargándome en el hombro de mi amiga.
—¿Sabes algo? Eres una heroína y me enorgullece ser tu mejor amiga... ¿sabes la cantidad de personas a las que le salvaste la vida? —comentó con una sonrisa melancólica.
—Lo sé... lo peor de todo esto es que no pude salvar a mi propio padre, será una culpa que llevaré conmigo toda la vida... —dije volviendo a romper en llanto.
—No digas eso, tú no tuviste la culpa de nada... sonará cruel y me duele tu pérdida desde lo más profundo de mi corazón tanto como a ti, pero... él así lo quiso... —dijo pausando por unos instantes. —Tienes que ser fuerte y mirar al futuro, nena, recuerda que nunca estarás sola, puedes contar con nosotros en todo momento —concluyó abrazándome.
Al cabo de algunos minutos don Leonardo salió del quirófano caminando por su propio pie y hablando por teléfono.
—Sí, amor, la niña está bien y me acabo de comunicar con Lena, me dice que todo está en orden, el arquitecto ya fue a revisar la casa, no sufrió daños mayores —comentó el hombre a la persona al otro lado de la línea.
—¡Es mi mamá! —exclamó Susy levantándose del asiento y corriendo para pedirle el teléfono a su papá.
Mi amiga tomó el celular y habló por varios minutos con su mamá, hubo momentos que las lágrimas se le salieron al platicarle todo lo ocurrido, yo ansiaba hacer lo mismo con la mía, pero en persona; pues pese al apoyo y protección de Susy y su papá, me sentía descobijada en uno de los momentos más difíciles de mi vida.
—¿Y vendrás en año nuevo, mami? —alcancé a escuchar que Susy le preguntaba a su mamá. No paso más de un segundo para que su expresión cambiara de forma radical como si el color hubiera vuelto a su semblante, para después brincar de alegría ante la sorpresa de todos los presentes en el lugar corriendo a abrazarme con júbilo.
Sin embargo, tuvo que recatarse un poco al estar en un hospital, así que tomó asiento gritando de emoción para sí misma, verla así me ponía feliz entre tanta tristeza que rodeaba el ambiente.
—Llegará la próxima semana y se quedará con nosotros definitivamente —susurraba Susy muy emocionada tapando el micrófono del celular. Al escuchar, don Leonardo pareció también estallar en júbilo dentro de él.
Los minutos pasaron, don Leonardo nos comentó que le habían hecho siete puntadas en su brazo y el doctor le mandó un tratamiento de una semana para evitar complicaciones en su herida. También dijo que la aseguradora ya había ido al lugar del siniestro para levantar la camioneta y sería cuestión de días para recuperar el vehículo, cosa que no le preocupaba en absoluto así no hubiera tenido remedio, como nos dijo, lo material va y viene. Lo que es un hecho es que la mamá de Susy volverá de los Estados Unidos en algunos días tal vez motivada por lo ocurrido, después de todo aquí están los suyos y ni todo el dinero del mundo puede sustituir el tener a su familia a su lado.
Eran poco más de las siete de la tarde cuando en la recepción alcancé a reconocer una voz.
—Ya se encuentran en la sala de espera, si gusta puede pasar a ver si son ellos —decía la empleada mientras una silueta femenina cruzaba el umbral.
—¡¡Mamita!! —exclamé levantándome del asiento y lanzándome a sus brazos bañada en llanto.
—¡¡Mi cielo!! ¿Cómo estás, mi niña?¿No te lastimaste? —dijo con lágrimas en sus ojos y acariciando mi rostro. —Lamento tanto no haber estado contigo en un momento tan angustiante, mi amor.
—Sí, ma, nosotras estamos bien, estábamos aún en la escuela cuando empezó a temblar, nos evacuaron pero todo pasó muy rápido, los pasillos se cayeron... fue espantoso... —lloré recargándome en su pecho.
—¡Doña Isela! —dijo Susy acercándose a abrazar a mi mamá.
—¡Dios mío¡ ¡Pero gracias a Dios están bien, mis amores! —dijo acariciando el cabello de ambas.
Detrás de mi mamá estaba mi tío Eugenio quien al momento se acercó a saludar siendo don Leonardo el primero quien lo recibió con un fuerte abrazo.
—¿Y ahora que pasó con ese brazo, mi buen Leo? —preguntó dando una palmada en la espalda al papá de Susy. Ellos se conocen también de hace tiempo, y aunque no se frecuentan mucho pues mi tío vive en Michoacán, también se tienen gran estimación.
—Ya vez, cosas que pasan... qué le vamos hacer, por fortuna no pasó a mayores, es largo de contar, mi estimado... —dijo algo afligido.
—Gracias por cuidar a mi niña, don Leonardo, estoy en deuda con usted... no sé cómo pagarle... —dijo mi mamá levantando la mirada.
—No tiene nada que agradecer, sabe que puede contar con nosotros en todo momento —respondió el hombre estrechando la mano de mi mamá con una sonrisa en el rostro.
Al apartarme de su regazo pude percatarme que mi mamá buscaba con la mirada hacia todas partes, como esperando la presencia de alguien en especial. Susy y yo volteamos a vernos algo confundidas, pero tras un par de segundos pude imaginar cuál era su inquietud.
—¿Dónde está ese Berny?, tengo que hablar seriamente con él y creo que se me anda escondiendo... —comentaba mi tío tratando de amenizar la situación sin saber la fatal realidad. Don Leonardo frunció el ceño sin saber qué responder, Susy y yo también permanecimos en silencio por algunos instantes.
El hombre le hizo una señal a mi mamá y ella se apartó de nosotras caminando haciendo él.
—¿Y cómo les va en la escuela, muchachas? Cada vez más grandes... no cabe duda que el tiempo pasa volando —dijo tomándonos de los hombros.
—Bien... al menos hasta hace unas horas —respondió Susy en voz baja mientras mi tío nos alejaba algunos metros.
—Mira... te traje un disco original de Jesse&Joy... —dijo sacando de su chamarra el CD y entregándomelo en mis manos.
—¿Es en serio? ¡¡Es fantástico, gracias tío!! —dije abrazándolo y dándole un beso en la mejilla.
—Sabía que te gustaría, pensaba traerte una muñeca, pero me dije: «Marifer ya es toda una jovencita y me mandará por un tubo si le llevo un regalo así» —comentó riendo como solo él, a decir verdad es un hombre muy alegre y siempre se saca cualquier chascarrillo de la manga.
—Obvio... —respondí mientras Susy y yo reímos.
Nuestras risas fueron interrumpidas por el llanto de mi mamá, el cual alcancé a escuchar hasta donde nos encontrábamos, casi a un costado del acceso principal. Mi tío caminó hacia ellos y vi cuando se llevó las manos a la cabeza al escuchar la noticia.
Mi mamá lloraba desconsolada en el hombro de don Leonardo y tras unos segundos pasó a los brazos de mi tío el cual la acogió fraternalmente y lloró junto con ella.
—Vayamos a casa, Lena ya ha de tener lista la cena —dijo el papá de Susy tratando de sobreponerse al momento.
Corrí a abrazar a mi mamá y juntas caminamos hacia la salida, mientras la recepcionista nos despedía y todos salíamos juntos de las instalaciones. Eran alrededor de las ocho y cuarto de la noche y justo subiríamos al auto de mi tío cuando una camioneta con logos de una televisora se estacionaba y de esta bajaba corriendo una mujer. La acción nos llamó la atención así que nos detuvimos.
—¿Me permiten un momento por favor? —dijo aquella mujer la cual vestía un abrigo largo y portaba una bolsa de mano.
—Sí, señorita ¿qué desea? —respondió mi mamá secando sus lágrimas.
—¿Eres tú Marifer Robles? —preguntó ante la sorpresa de todos.
—S...sí —titubeé sin saber de qué se trataba.
—Tengo algo que te pertenece —dijo sacando de su bolso mi maltrecho diario y entregándolo en mis manos, por un momento me quedé fría y el resto con cara de desconcierto.
—Pero... —dije siendo interrumpida.
—Carolina Del Moral, a sus órdenes —dijo extendiendo la mano a lo cual mi mamá respondió el saludo de la misma forma. —Disculpen si los espanté y que los haya interrumpido en un momento tan difícil como este, sé que lo único que quieren ahora es descansar y lo comprendo... pero quería hacerte entrega de tu preciado manuscrito, sé cuánto significa para ti, en fin, ya habrá tiempo para platicar, te dejo mi número de teléfono, si tú así lo quieres desde este momento soy tu nueva amiga —concluyó dándole a mi mamá una tarjeta de presentación y guiñando el ojo para así volver a su camioneta y partir sin dar tiempo a que cualquiera de nosotros dijera algo más.
¿Quién era esa misteriosa mujer y cómo tenía mi diario en su poder? Ya no quería pensar más en ese momento, así que preferí quedarme con la duda, todos estaban igual o más intrigados que yo y se notaba en sus semblantes.
Una vez arriba del auto partimos con dirección a casa de Susy, al llegar Lena nos recibió y tras saludar y cruzar algunas palabras con mi tío abrió el garage para meter el vehículo. Entramos a la casa y vimos que todo estaba como en la mañana a excepción de algunos floreros que era casi seguro ya estuvieran en la basura hechos añicos, nada importante a decir verdad.
Cenamos como en familia mientras cada uno contó su experiencia de esta fatídica tarde, la abuelita de Susy llegó a los pocos minutos en un taxi y se unió a la pequeña reunión. Entre llanto, palabras de aliento y una que otra risa que se colaba en la conversación, pasaron alrededor de dos horas.
El reloj marcaba las diez y media cuando todos nos levantamos de la mesa, mi tío Eugenio al parecer ya había acordado con don Leonardo quedarse a dormir en su casa esta noche, después de todo era muy tarde para irnos a la casa del Pedregal con aquello de la inseguridad y peor aún para regresarse a Michoacán.
Cada quien se fue a sus respectivas habitaciones, don Leonardo acondicionó de forma provisional un cuarto que tiene vacío para mi mamá y mi tío, la abuelita de por sí tiene su habitación para cuando va de visita.
Susy y yo nos fuimos a su habitación y como de costumbre ella se durmió solo algunos instantes después de tocar la cama, hace unos minutos le mandé un mensaje a Uriel, creí que no lo contestaría, pero me llevé una grata sorpresa.
Marifer, 10:50 p. m.
Hola, Uriel... ¿Cómo estás? dudo poder dormir si no sé algo de ti, respóndeme en cuanto leas este mensaje.
A los cinco minutos sonó la notificación esperada.
Uriel, 10:55 p. m.
¡Mi niña! Esperaba tu mensaje, no quise molestarte antes pues creí que sería muy inoportuno, yo estoy bien, ya mañana por la tarde me dan de alta, no fue nada de gravedad, pero... ¿Cómo estás tú?¿Cómo está Susy?¿Cómo están tus papás?
Marifer, 10:56 p. m.
No sabes qué gusto me da saber que estás bien... temía que algo te pasara, ya perdí una parte de mi vida y no quiero perder a nadie más... tengo algo qué contarte, pero será mejor que lo haga mañana, espero me comprendas.
Uriel, 10:56 p. m
Entiendo, tómalo con calma, fue un día muy difícil para todos, yo también te tengo una noticia que sé que te dará mucho gusto, hace rato que me dijeron no me lo podía creer, pero creo será mejor que lo veas por ti misma... hablamos mañana, mi niña, si puedes ven a verme al hospital general a las dos de la tarde, besos.
Tras finalizar la conversación comencé a escribir estas memorias del peor de mis días en lo que queda de mi diario, solo le restan dos páginas en blanco las cuales me servirán para plasmar el cierre de este ciclo de mi vida ya que aún hay algunas cosas pendientes. Ahora intentaré dormir aunque pienso me será difícil, pero sé que desde el cielo él me cuida y jamás desearía verme sufrir por su ausencia.
Marifer.
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