18/09/17 (Parte 2)
El timbre que daba fin a la jornada sonó en punto de las dos de la tarde, en la butaca estaba la libreta de la clase que en teoría finalizó una hora atrás sin que yo me diera cuenta, mi cuerpo estaba ahí pero como lo dije, mi mente estaba perdida en una lluvia de ideas y emociones.
—¿Marifer?, es hora de irnos o no me digas que te quedarás ahí con cara de tonta como las dos horas anteriores —preguntó Susy al tiempo que guardaba sus cosas y se ponía de pie cargando su mochila.
—¡Oh! lo siento, Susy... claro, tu papá ya debe haber llegado, no quiero hacerlo esperar —dije guardando mi libreta que aún estaba abierta con la hoja en blanco, ni siquiera había tomado apuntes.
Salimos del salón y bajamos las escaleras camino a la salida del plantel. Al pasar junto a la dirección logré darme cuenta que Uriel estaba en la entrada de la oficina y la directora le daba una palmada en la espalda, pude imaginar que eso significaba el perdón de parte de la máxima autoridad para con mi ahora ex novio.
Siempre supe que la mujer era una buena persona pues incluso a mí me perdonó mi tercer falta por retardo la semana pasada, pero jamás creí que pasara por alto una falta disciplinaria como la que Uriel cometió esta mañana, creo saber y estoy casi segura por qué lo hizo.
Una vez ambos se despidieron, él volteo hacia el patio y alcanzó a verme, mas yo me hice la desentendida y continué hacia la puerta del plantel a paso moderado sin apartarme de Susy.
—¡Marifer! ¡Espera!, dame la oportunidad de explicarte, por favor... —dijo intentando alcanzarme al tiempo que tomé del brazo a Susy e hice que caminara aún más rápido saliendo de la escuela.
Ya estando afuera volteé para ambos lados esperando ver la camioneta de don Leonardo para emprender la graciosa huida y no verme en la penosa necesidad de hablar con Uriel al respecto de lo ocurrido apenas un par de horas atrás, pero el hombre aún no llegaba.
—Marifer... por favor te lo suplico, discúlpame por lo que pasó, no fue mi intención lastimarte, sería lo último que haria —dijo ya estando a mis espaldas. —Fui un idiota... —comentó tomándome del hombro.
—¿Acaso crees que una disculpa basta? —pregunté volteando para darle la cara con una expresión de molestia mezclada con sentimiento. —Cuando acepté ser tu novia, prometiste que cambiarías... por mí, y rompiste tu promesa —dije derramando un par de lágrimas al tiempo que el claxon de la camioneta sonaba. Uriel intentó acariciar mi mejilla en ese momento pero le retiré la mano de mi rostro dando la media vuelta y apresurándome a subir. Susy solo volteo a verlo y negó con la cabeza aún molesta por lo ocurrido para después abordar el vehículo y partir del lugar.
Mientras nos alejábamos vi como Uriel se sentaba en la banqueta y se llevaba las manos al rostro, eso me partió el corazón, ese corazón de papel que a veces intento hacer pasar por corazón de piedra. Yo hice lo mismo, sin embargo la diferencia era que yo tenía en ese momento alguien con quien desahogar mi llanto y él estaba solo, tan solo como un náufrago en una isla desierta. No puedo permitir que juegue conmigo después de que pasé por alto los prejuicios de mis padres para ayudarlo a salir de su depresión, solo con la premisa de que cambiaría su forma impulsiva de ser, él me falló y me lastimó física y moralmente, sin embargo creo que debo replantearme el asunto pues tengo claro que su situación es muy complicada, pero siento que me tomará tiempo.
En el trayecto don Leonardo nos preguntó qué había ocurrido pues me vio llorando y no sabíamos que contestar, para no entrar en detalles le dije que me había pegado en la rodilla por accidente y que estaba resintiendo mi lesión de la semana pasada.
Al llegar a la delegación bajamos de la camioneta ingresando al lugar, en la entrada estaba un hombre de traje el cual al momento se acercó a don Leonardo estrechándole la mano.
—¿Licenciado Renteria? —preguntó el papá de Susy.
—A sus órdenes, ¿es usted la persona que atestiguará a favor del ingeniero Olvera? —dijo el hombre de traje.
—En efecto, ya me comuniqué con los otros dos testigos, llegarán en cuestión de minutos —comentó don Leonardo mientras todos nos acercábamos
a una sala donde ya se reunían varias personas.
A los pocos minutos un par de oficiales escoltaban al profesor Olvera hacia aquella sala en donde se llevaría a cabo la audiencia. El licenciado Rentería portaba aquella carpeta que llevaba el profe el sábado que lo detuvieron, al igual que la portátil del mismo.
—Hoy a primera hora pusimos una contrademanda al señor Iturbe por omisión, la ley nos protege y tenemos las pruebas suficientes para ganar el caso, es por eso que se abrió una carpeta de investigación y fuimos citados a esta audiencia —comentó el abogado.
—La chica y su mamá me pusieron al tanto del suceso del sábado y los señores que citamos presenciaron el acontecimiento, ojalá todo resulte como esperamos —respondio don Leonardo en voz baja.
Un par de minutos después llegó la pareja y al vernos se acercaron al instante, el licenciado se alejó para caminar hacia el profesor Olvera y cruzar dos o tres palabras con él.
Ya pasaban de las tres de la tarde cuando desde las afueras de la sala se escuchaban los pasos de un bastón con lo cual al momento imaginé de quién se trataba. Don Camilo entró tranquilamente a la sala y traía un papel en la mano, detrás de él un hombre igual mayor el cual supuse sería su abogado, este caminó hacia el juez y le habló al oído.
Mientras todos los presentes se acomodaban en su lugar pude percatarme que el individuo que llegó con don Camilo sacaba algo de su saco y al dar la mano al juez se lo entregaba para después alejarse y posicionarse en el lugar que le correspondía.
La audiencia comenzó y el primero en hablar fue el juez presentando a las partes que estaban demandándose mutuamente por diferentes cargos.
—Hemos citado a ésta audiencia extraordinaria a la demanda impuesta contra el ingeniero Francisco Olvera por allanamiento de morada, pues hoy por la mañana el licenciado Rentería indicó tener pruebas levantando una contrademanda al señor Camilo Iturbe, espero las partes tengan las pruebas suficientes para respaldar su dicho —sentenció mirando con complicidad a don Camilo.
—Esto no me huele nada bien... —susurré al oído de Susy a lo que ella respondió frunciendo el ceño, al parecer ella también tenía una ligera sospecha y con lo que nos dijo la pareja ayer, las piezas parecían encajar.
El abogado de don Camilo dio su versión de los hechos la cual estaba deformada en su totalidad, dijo que el profesor entró al edificio, agredió a don Camilo con premeditación y cuando el inquilino quiso defenderlo lo empujó dando inicio a la riña, semejante mentiroso. En ese momento quise hablar, pero supe que no harían caso a una escuincla de catorce años, así que con el dolor de mi corazón tenía que dejar esto en manos de los adultos.
El licenciado Rentería refutó la versión del contrario pidiendo la palabra para los testigos, la pareja y don Leonardo apoyaron la moción, la pareja indico que ellos estuvieron ahí en el momento del suceso. El hombre declaró que todo fue provocado por una diferencia de opiniones entre vecinos en la cual el profesor se vio involucrado por la acción, mas sin embargo él iba en los mejores términos, partiendo de ahí el profe y su abogado sacaron el tema de los daños del edificio mostrando la carpeta con las pruebas que tenía el profesor, la impresión de las fotos que tomé, así como otros documentos que logré ver cuándo el juez los tomó en sus manos.
—Ingeniero Olvera, ¿se da cuenta de la gravedad de sus acusaciones?, si sus supuestas pruebas resultan falsas estaría agravando su condena por difamación —amenazó el juez.
Con esto quedaba claro que algo se traían entre manos y la situación se complicaría.
—Las pruebas con las que cuento son veraces y pueden mandar a analizarlas con expertos en la materia —respondió el profesor Olvera dando la indicación a su abogado para que mostrara al juez la portátil con el programa que revelaba la peligrosidad del edificio en cuestión.
—Eso lo veremos en este momento, la policía cibernética analizará el programa informático y las fotografías serán estudiadas por expertos en materiales para comparar con los que el señor Camilo Iturbe ha comprobado fueron utilizados en la construcción del inmueble —dijo entregando las pruebas a un grupo de personas las cuales salieron de la sala, detrás de ellos salió el juez para volver cinco minutos después.
La sesión iba a un receso y nos daban un tiempo para ir a tomar un refrigerio, supongo en lo que estudiaban las pruebas. Don Leonardo nos llevó a Susy y a mí a comer a un restaurante ubicado al lado del juzgado, eran alrededor de las cinco de la tarde.
—¿Usted cree que exista alguna forma de ganarle a esa gente, don Leonardo? —pregunté mientras comía una pechuga empanizada, platillo que normalmente disfruto pero ahora solo ingería de forma automática sin dejar de pensar en todo lo que estaba ocurriendo.
—No podemos asegurar nada, Marifer, como les dije, la justicia es ciega y si este señor es lo que la gente comenta no duden que será muy complicado, pero haremos todo lo posible —respondió el hombre.
Los minutos pasaban, pero parecían horas. Faltaban cinco minutos para la media cuando sonó mi celular, lo saqué y pude percatarme que se trataba de Uriel, así que rechacé la llamada. Era el momento menos adecuado para escuchar sus excusas y disculpas, así mejor que no supiera dónde estábamos. Un par de minutos después sonó el teléfono de Susy, ella respondió antes que yo pudiera evitarlo.
—¿Bueno? —
—¡Susy!, ¿Cómo están? ¿Marifer está contigo? —Escuché a través del altavoz.
Rauda le hice una señal a Susy con las manos pidiéndole que no dijera que yo estaba ahí. Ella asintió con la cabeza.
—Hola, Uriel, bien gracias, pero no... Marifer no está, se fue... —pausó haciendo una señal para preguntarme a dónde podía decirle. —Acabamos de dejarla en la terminal, se fue a Michoacán y no sé cuándo volverá —concluyó sacándose la idea de la manga.
—¿A Michoacán? ¿La dejaron irse sola? —preguntó Uriel. En su voz se notaba angustia.
—Este... creo que su papá va también, no sé... mira, no es por ser grosera pero tengo que colgarte, nos vemos mañana en la escuela, bye —dijo cortando la llamada.
Susy me miró algo molesta porque la había hecho mentir, cosa que no va con ella, yo le sonreí como tratando de contentarla y después ambas reímos como las cómplices que siempre hemos sido.
Íbamos entrando de vuelta a los juzgados cuando alcancé a ver a Lorena bajando de un taxi, al verme me barrió de arriba a abajo con una sonrisa sarcástica.
La susodicha entró al lugar detrás de nosotros pero yo no le aparté la mirada. Susy me tomó del brazo, jalándome para que la siguiera.
Una vez sentados cada quien de vuelta en sus lugares, el grupo de expertos volvía también con un sobre en las manos el cual entregaban al juez junto con la portátil y los documentos del profesor.
—Orden en la sala, se reinicia la sesión —dictaba el juez haciendo que todos guardaran silencio.
—Me han sido entregados los análisis de las pruebas presentadas por el contrademandante, el ingeniero Francisco Olvera, con base en esto podrá o no proceder la investigación en contra del señor Camilo Iturbe, sin deslindar sus responsabilidades ante la demanda por allanamiento de morada que le fue impuesta —dijo abriendo el sobre y sacando varios documentos.
El hombre se ponía sus gafas y comenzaba a leer para sí, un silencio estremecía la sala, instantes después volvía a tomar la palabra.
—Según los resultados los materiales de construcción declarados por el señor Camilo Iturbe, no coinciden con las características presentadas en las imágenes proporcionadas por el contrademandante —dijo mostrando a todos los presentes la amplificación de las imágenes en un plano comparativo.
—Eso es mentira... Yo tomé esas fotos, esas fotos sí pertenecen al edificio de don Camilo —dije poniéndome de pie mientras los presentes comenzaban a murmurar.
—¡Silencio en la sala!, le pido al testigo del acusado exhorte a la menor a no intervenir —reprendió el juez.
Susy me jaló del suéter intentando calmarme para que volviera a mi lugar, así lo hice pues supe que mis argumentos les valdrían un soberano cacahuate. Me sentía impotente de no poder defender al profesor siendo que era yo quien sabía los antecedentes de los hechos desde sus inicios y hasta cierto punto me siento responsable por la situación.
—Esto es una violación a la libertad de expresión, señor juez —dijo don Leonardo en voz alta tomando la palabra tras la alegata del juez.
—Le pido de la manera más atenta no desvíe la atención, señor Torres, nadie solicitó su intervención, de lo contrario me veré obligado a pedirle que se retire —respondió el hombre con voz autoritaria.
Don Leonardo se notaba molesto, pero tuvo que acceder al mandato pues sabíamos que todo lo que dijéramos podía ser usado en nuestra contra y en lugar de ayudar terminaríamos hundiendo más al profesor Olvera, peor aún en el entendido que algo turbio parecía haber detrás de todo esto.
—Como les decía, se ha demostrado que las fotografías no pertenecen al inmueble en cuestión, en cuanto al programa informático la policía cibernética me ha entregado igualmente los resultados los cuales arrojan un posible hackeo del equipo que genera ubicaciones falsas por lo cual la contrademanda no puede proceder, por mientras el equipo será decomisado hasta que se dé la sentencia —indicó al momento que todos comenzaron a alegar al mismo tiempo generando una bulla global en la sala la cual pronto se convirtió en gritos e insultos.
Entre la confusión me percaté que Lorena sacó de su bolso un sobre con unos documentos los cuales entregó al juez quien golpeaba sobre su escritorio para calmar la bulla. Don Camilo sonreía en son de burla mirando al profesor Olvera quien solo movía la cabeza reprobando la situación y llevándose las manos al rostro pero manteniéndose al margen.
—¡Orden en la sala! ¡Orden o me veré obligado a suspender la audiencia! —dijo en voz alta golpeando reiteradamente sobre el escritorio. Después de algunos instantes la turba calló y todos volvían a sus lugares.
—Licenciado Rentería, ¿tiene algo que agregar a favor de su cliente? —cuestionó el juez.
—En base a derecho podemos solicitar una investigación a fondo en el domicilio en cuestión. En el caso de la demanda por allanamiento de morada ya dieron su testimonio nuestros testigos, es su palabra contra la nuestra y tengo entendido que tampoco puede proceder hasta que se presente alguien que haya presenciado los hechos por la parte demandante y esté facultado para declarar —respondió el abogado del docente.
La defensa de don Camilo solo observaba con cierta tranquilidad en su expresión mientras el juez parecía no poner mucha atención al licenciado Rentería y leía los documentos del sobre.
—En efecto, podemos solicitar una revisión a protección civil pero tomará tiempo, mientras tanto aquí tengo un contrato de remodelación firmado por el señor Camilo Iturbe y una constructora fechado por el mes de enero 2017, lo cual nos dice que es prácticamente imposible que el inmueble presente afectaciones —comentó el letrado mostrando el documento que tenía en sus manos.
—¿Algo más que agregar, Rentería? —decía sarcásticamente el abogado de don Camilo mientras este se notaba desconcertado y parecía haberse quedado sin argumentos.
La situación era difícil y ahora al parecer se había agravado, tengo catorce años, sí, pero no me chupo el dedo y hay varias cuestiones que no me cuadran. Después de un par de minutos el juez volvía a tomar la palabra.
—Póngase de pie el acusado —indicaba al tiempo que el profesor obedecía.
—¿Tiene usted algo más que decir? —cuestionó el juez.
—Por supuesto... —decía haciendo una pausa. —Mientras la corrupción impere en nuestra sociedad, los justos seguirán sufriendo las indolencias de un sistema decadente —concluía callando mientras los oficiales volvían a su lado y lo tomaban de ambos brazos para escoltarlo de vuelta a su celda, un silencio ensordecía el recinto y las palabras del docente parecían hacer eco en las paredes.
—Vistos para sentencia, despejen la sala, la audiencia ha finalizado —decia el juez sin agregar nada más mientras la gente comenzaba a retirarse.
No pude evitar llorar al ver a los policías llevando esposado al profesor, nada se había solucionado, por el contrario ahora teníamos el agua hasta el cuello, pero por alguna razón no me arrepiento de haber dado a saber la verdad que todos los inquilinos callaban. Me abracé de Susy llorando recargada en ella y su papá nos tomó de los hombros mientras los tres salíamos del lugar.
En la salida volvíamos a toparnos con Lorena para mi mala suerte, esta se acercó y nos rodeó a mi amiga y a mí mientras don Leonardo se había adelantado para abrir las puertas de la camioneta.
—¿Lo ves, naca? —dijo pavoneándose mientras reía a carcajadas y se regodeaba. —Nosotros siempre ganamos, ¿qué te hizo pensar que una enana como tú y tu profesorcito barato podían contra los Iturbe? —decia para reír nuevamente.
Susy me sostuvo con fuerza pero ni por un momento intenté responder sus provocaciones, ya tenía suficientes problemas.
—El destino siempre pone las cosas en su lugar —Fue lo único que comenté para así ambas caminar hacia la camioneta y subir sin voltear atrás.
La pareja se acercó y logré percatarme que hablaban con don Leonardo el cual les abría las puertas y les ofreció llevarlos de vuelta al edificio, ellos comentaron que la mudanza debía ya estar esperando para partir.
Al llegar vimos que en efecto la mudanza terminaba de subir los muebles, yo no quise bajar para evitar un encuentro con mi padre, así que solo me despedí de ellos no sin antes agradecer su apoyo. Mientras ellos subían al camión, otro auto salía del estacionamiento del edificio y emparejaba el camión de mudanzas.
—Los Núñez y los Durán partieron hace una hora, ¿Don Camilo aún está en la delegación? —preguntó un hombre desde el auto.
—Ya debe venir en camino, evitemos cualquier altercado, es hora de irnos —respondía la pareja al tiempo que ambos vehículos partían en la misma dirección.
Tras presenciar esto don Leonardo arrancó también pero en dirección opuesta, antes de alejarnos alcancé a ver a una mujer con un par de niños de nos más de cinco años y un bebé en brazos sin nada más que una vieja maleta a cuestas saliendo del edificio y caminando hacia la avenida principal. Una sonrisa nostálgica se dibujó en mi rostro aún entre lágrimas al ver tan conmovedora escena, supe que no me había equivocado al alertar a los vecinos.
Lo que me dio risa fue el pensar en el chasco que se llevarían los Iturbe cuando vieran su edificio semideshabitado, Lorena se tragaría sus palabras. Como dice Susy, lo tenían bien merecido.
Al volver a la casa de Susy eran ya casi las siete y media de la tarde, apenas tiempo nos dio de hacer la tarea y cenar. Al cuarto para las diez, mientras nos alistábamos para acostarnos, me llegó un mensaje de Uriel, al escuchar la notificación abrí el chat y leí para mí.
Uriel, 9:45 p. m.
Espero seas feliz con la gente que no te lastima, perdón por no ser el chico que idealizabas. Gracias por los bellos momentos que pasamos juntos.
Un nudo se formó en mi garganta, pero me hice la fuerte y decidí no responder, antes debía organizar mis ideas para no decir algo que pudiera herirlo más de lo que ya estaba. Tal vez con el visto era suficiente. A los pocos minutos vi que Susy ya se había quedado dormida.
Preferí llamar a mi mamá y ella respondió al toque, le conté mi día, nuevamente omitiendo lo de Uriel y me desahogué con sus dulces palabras maternales, dijo que lo importante era que algo bueno salió de la charla con los vecinos y sentía mucho la situación del profesor, también dijo que si ella estuviera aquí lo apoyaría sin importar en qué topara.
Ahora iré a dormir pues mañana hay escuela y estoy exhausta, alguien toca el timbre, no tengo idea quién rayos podrá ser a estas horas de la noche, escucho la voz de Lena y la de un hombre afuera de la casa, tendré que asegurarme que todo esté bien.
Marifer.
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