17/09/17 (Parte 1)
🎵TEMA MUSICAL🎵
LA QUE SE FUE (ELEFANTE)
El día de hoy comenzó por tercera vez consecutiva con una pesadilla que me despertaría una hora antes de lo planeado.
En esta ocasión solo escuchaba gritos y vi una multitud frente a mí, pero no logré identificar sus siluetas, yo estaba en lo que parecía ser un segundo piso y una marquesina sobre mí se partía quedando prendida solo de unas varillas, yo me aferraba a un barandal, de pronto escuché una voz que se me hizo familiar y vi que la silueta de un chico, al cual no logré identificar, abría los brazos. En ese instante y justo antes que las marquesina cayera sobre mí la multitud gritaba aterrada y yo me desvanecía.
Desperté sudando y respirando agitada, me incorporé y vi a mi mamá vistiéndose.
—¿Qué pasó, mi cielo? —preguntó acercándose rápido hacia mí y abrazándome mientras secaba el sudor de mi rostro con una toalla.
—Ya, ya es suficiente, ¡vámonos, mamá! —dije bajando de la cama y accionando al momento, quitándome la pijama y comenzando a vestirme sin perder un solo minuto.
—¿Qué fue lo que viste ahora? —preguntó mi mamá mientras se peinaba.
—Vi mucha gente gritando y una marquesina partiéndose y cayendo sobre mí, pero... Esta vez no era aquí, no pude identificar el lugar, pero había una explanada y yo me sostenía de un barandal en un segundo piso... —dije siendo interrumpida.
—Basta, mi cielo, no pienses más en eso, hablaré con tu tío Eugenio para que nos preste su casa del Pedregal, es de un solo piso y está prácticamente nueva, pero para eso debo ir a Morelia y hablar personalmente con él, sirve que si accede me dará las llaves y podremos estar tranquilas, cielo —comentó viendome a los ojos.
—Pero mi papá...
—Tu padre no lo sabrá por ahora, cuando esté en sus cinco sentidos regresaré a hablar con él y si acepta irá con nosotras, de lo contrario será su decisión quedarse aquí ¿Entiendes, amor? —susurró decidida a dar el paso, abrazándome. Jamás había visto esa determinación en su mirada.
Eran las ocho y media cuando estuvimos listas, los ronquidos de mi padre aún se escuchaban como la noche anterior, mi mamá salió primero cargando su maleta para asegurarse que él no estuviera en la sala. Me hizo una señal y fue entonces cuando tomé mi mochila guardando de último momento el diario el cual estaba sobre la mesita de trabajo. Jalé mi maleta y salí de la habitación con sigilo dando un último vistazo con algo de melancolía.
En un momento dudé, pero algo me hizo reconsiderar que estábamos haciendo lo correcto así que sin perder un minuto más caminamos por el pasillo pasando por el comedor, un escalofrío recorrió mi cuerpo al pasar por la sala donde está la foto familiar que nos tomamos cuando yo tenía cinco años, cuando todo era color de rosa, sentí que algo me quería obligar a convencer a mi padre de irse junto con nosotras, pero era tarde; la decisión estaba tomada y la razón me dictó que eso sería imposible, al menos por ahora.
Desde la puerta del departamento mi mamá me volvió a hacer una señal. Así fue como las dos salimos con nuestras maletas haciendo el menor ruido posible. Vimos hacia todos lados y no había nadie afuera de sus departamentos, bajamos las escaleras con cuidado hasta llegar a la entrada del edificio, la calle aún lucía semidesierta, solo algunas personas en la otra acera pasaban sin voltear hacia el edificio.
Eran cinco para las nueve cuando nos paramos junto a la banqueta, el auto del profesor Olvera seguía ahí, mas en las llantas tenia colocadas las famosas arañas. Solo fue cuestión de un par de minutos cuando vimos dando vuelta la camioneta de don Leonardo, Susy alcanzó a verme y levantó la mano saludando, yo solo sonreí y respondí el saludo.
Don Leonardo se estacionó frente al auto del profesor y en breve me acerqué a su ventanilla y este la bajó.
—Don Leonardo, buenos días, nos abriría de favor la cajuela para subir nuestras maletas —susurré colgándome del filo de la ventanilla. El hombre hizo una expresión de sorpresa al escuchar lo que le dije, pero luego de un par de segundos se bajó del vehículo y le ayudó a mi mamá a subir el equipaje.
Yo me subí a la camioneta con mi mochila al hombro sentándome junto a mi amiga la cual también parecía tener mil y un preguntas en la cabeza de las cuales solo hizo una.
—¿Qué hace el auto del profesor Olvera ahí estacionado? —preguntó mientras miraba las maletas sin entender lo que pasaba.
—Es una larga historia... por eso te dije que tengo muchas cosas que contarte —le dije frunciendo el ceño.
Vi que mi mamá le dijo algo a don Leonardo al oído y así ambos abordaron la camioneta. El hombre arrancó y raudo se alejó del edificio. En el camino Susy me veía como queriendo preguntarme todo a la vez, pero las palabras no salían de sus labios.
—El profesor Olvera está detenido —dije tras largos minutos de silencio.
—¿Qué? —preguntaron padre e hija al unisono.
—Sí, el dueño del edificio lo denunció cuando fue a querer hablar con él sobre la evacuación del lugar, se puso muy pesado y aunque el profe no opuso resistencia y mantuvo la cordura, lo entregó a los policías... no pudimos hacer nada para evitarlo —dije bajando la mirada.
—Pero eso no es justo, el profesor solo quería ayudar —dijo Susy muy preocupada y a la vez molesta por la noticia.
—Desafortunadamente la justicia es ciega, niñas, quien puede hace uso de sus propios medios contra todo aquel que se oponga a sus ideas —comentó don Leonardo viendo por el retrovisor. Ambas nos miramos meditando las palabras del hombre. El resto del camino todos fuimos en silencio, contemplando el paisaje urbano de esta mañana de domingo.
Cuando llegamos a la casa de Susy todos bajamos de la camioneta, don Leonardo nos invitó a pasar y de inmediato la empleada doméstica salió a atendernos con mucha amabilidad.
Sé que nunca habló de la mamá de Susy, el motivo es porque ella trabaja en el extranjero y solo viene a México durante las fiestas de fin de año, así que mi amiga y su papá viven solos y el señor contrató una empleada que les ayuda con las labores del hogar. Se llama Magdalena, pero todos le decimos Lena.
—Entonces... ¿Ya no vivirán en el edificio del señor Iturbe? —preguntó don Leonardo poniéndose cómodo mientras Lena servía unos vasos con agua de sabor.
—No... ya no, don Leonardo, con lo ocurrido el día de ayer me queda claro que los intentos por hacer cambiar a mi marido son en vano y no continuaré poniendo en riesgo la salud y estabilidad de mi hija solo porque Bernardo no quiere entrar en razón —respondió mi mamá.
—Admiro que hayan tomado la decisión y concuerdo que el bienestar de nuestras hijas es primordial —dijo el hombre con sinceridad.
Estuvimos conversando un buen rato con respecto a lo ocurrido el día de ayer y tanto mi amiga como su papá expresaron su apoyo incondicional para con nosotras. Mi mamá les dijo que viajaría hoy mismo a Michoacán para ver a mi tío Eugenio y volvería en cuanto tuviera en su poder las llaves de la casa del Pedregal.
—Te puedes quedar aquí el tiempo que sea necesario, Marifer, sirve que no faltas a la escuela y hacemos la tarea juntas los días que estés aquí —dijo Susy emocionada y volteando a ver a su papá como pidiéndole permiso para que me quedara con ellos.
—¡Por supuesto! ¡Faltaba más! Ya saben que esta es su casa —respondió don Leonardo. Susy y yo chocamos las palmas y mi mamá rió al vernos tan emocionadas.
—De acuerdo, pero solo será mientras tu tío nos hace favor de prestarnos las llaves de su casa o encontramos otro departamento para rentar ¿entendido, cielo? —dijo mi mamá.
—Sí, ma, no te preocupes —respondí contenta al saber que estaría al menos unos días con mi amiga.
Después de casi dos horas de charla sirvieron el almuerzo, comimos y poco después mi mamá se puso de pie para así comenzar a despedirse. Al cabo de unos minutos salimos de la casa, don Leonardo bajó mi maleta de la camioneta y Lena se encargó de meterla a la casa.
—Susy, debo ir a checar algunos asuntos a la oficina —dijo el hombre despidiéndose de su hija. —¿Gusta que la pase a dejar a la terminal? —preguntó a mi mamá.
—No se moleste, puedo tomar un taxi, no quiero interrumpir sus actividades —dijo mi mamá un tanto apenada.
—De ninguna manera es molestia, la terminal de autobuses me queda de paso —respondió con amabilidad. Su oficina está ubicada a cinco minutos de Taxqueña que es la terminal donde normalmente tomamos el autobús para ir a Morelia, así que en realidad no le quitaría más de diez minutos.
Mi mamá aceptó el viaje con una sonrisa, antes de subir a la camioneta me miró a los ojos y me tomó de ambas manos.
—Quiero que me escuches bien, cariño, volveré lo más pronto posible, no le causes problemas a don Leonardo y sobre todo cuídate mucho —comentó mi mamá viéndome a los ojos.
—Ay, mamá... despreocúpate, ya te dije que no tengo cinco años y me puedo cuidar sola —dije chocada por el sermón que comenzaba a darme.
En ese momento un extraño presentimiento pasó por mi mente y me abracé a mi mamá con todas mis fuerzas, los tres se quedaron viendo entre sí pues mi acción no coincidía con lo que acababa de decir. Parecía más una niñita que no quiere entrar al kinder y se aferra a su mamá, que una chica de secundaria que «se puede cuidar sola», como dije airadamente.
Después de un par de minutos la solté e intenté ocultar mis lágrimas, cambiando rápido el semblante.
—Apurale, ma, no hagas esperar tanto a don Leonardo —dije sonriendo y dando un par de pasos hacia atrás tomando a Susy del hombro.
—Está bien, cielo, así me gusta, que sonrías, me voy más tranquila porque te dejo contenta y en buenas manos —dijo acercándose a nosotras y dándome un beso en la mejilla al igual que a Susy. Total, a lo más volvería mañana por la tarde así que no había razón de hacer tanto drama, pensé.
Al abordar la camioneta abrió la ventanilla y levantó la mano para despedirse.
—Estaré en casa de tu abuelita para esperar a tu tío Eugenio, te marco en la noche —dijo en voz alta mientras comenzaban a alejarse.
—Saludamelos mucho —respondí diciendo adiós. Lena nos tomo de los hombros y las tres entramos de vuelta a la casa.
Mientras hacíamos la tarea Susy y yo comentamos respecto al caso del profesor Olvera y coincidimos que era injusto que estuviera detenido, algo debíamos hacer para ayudarlo. Yo lo metí en este lío y yo debía sacarlo, no me podía quedar cruzada de brazos. Al poco rato llamamos a Uriel y le contamos lo ocurrido, él dijo que nos acompañaría a donde fuera necesario con tal de sacar al profe de semejante problemon.
Dos casos estaban sobre la mesa, el edificio seguía sin ser evacuado y por lo tanto la gente seguía en riesgo, entre ellos mi padre, por otro lado el profesor había sido detenido con argumentos falsos y sin cometer delito alguno.
Tal vez su único error fue entrar al edificio sin antes consultar al dueño, aunque a decir verdad pienso que el resultado hubiera sido el mismo de todas formas.
A la hora de la comida, don Leonardo volvió a casa y le comentamos lo que teníamos en mente, él dijo que si en verdad queríamos ayudar a resolver ambos problemas lo más prudente sería antes que nada conseguir testigos, él podía serlo sin problema pero no sería suficiente, así que la única opción sería hablar con los vecinos del edificio, en especial quienes presenciaron el suceso de ayer en la tarde para convercerlos de abandonar el lugar y de ser posible presentarse a declarar en contra de su arrendador y a favor del profesor Olvera. Tarea difícil, pero no imposible.
A las cinco de la tarde llegó Uriel y todos abordamos la camioneta para entrar en acción, las únicas pruebas que teníamos eran las fotos tomadas días atrás las cuales incluso estarían de más a ojos de los vecinos, así que nuestra única arma sería la persuasión.
Llegamos a las afueras del edificio y todo parecía como en la mañana que bajamos con nuestras maletas.
—Será mejor que te quedes aquí, papá, nosotros hablaremos con la gente, dudo que el señor pueda demandar a tres chicos de secundaria —dijo Susy bajando de la camioneta al tiempo que Uriel y yo hacíamos lo mismo.
Por algunos momentos dude en entrar, pero ya no era tiempo de retractarse, lo peor que podía pasar era que mi padre me viera, me diera un sermón de espanto y terminara dándome un par de cachetadas, nada que antes no hubiera pasado.
[...]
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