13/09/17 (Parte 1)
🎵 TEMA MUSICAL 🎵
CREO EN TI (REIK)
Después de una noche casi en vela en la que por mucho había dormido cuatro horas con la zozobra de lo que pudiera ocurrir, escuché la alarma y al momento desperté, mis sentidos se han vuelto más agudos últimamente.
Caminé hacia el baño y tan dormida iba que incluso olvidé la grieta del suelo que está bajo el tapete, me dispuse a meterme a duchar y antes de hacerlo me miré al espejo, tenía unas ojeras que parecían bolsas de basura, pero como fuera tenía el compromiso de no fallar una vez más.
Poco a poco, el agua que caía en mi rostro iba despertándome pero el cansancio era inevitable. Salí de la regadera y me alisté, al llegar al comedor mi mamá aún no estaba ahí, me cayó de raro, ella siempre sale de su cuarto antes que yo, supuse que igual y lo que conversamos ayer la había mantenido intranquila tanto como a mí e igualmente la había tenido despierta hasta la madrugada, así que saqué un plátano y me serví un vaso de leche para desayunar.
Mientras me lavaba los dientes escuché al fin la puerta de su cuarto, eran las seis y media.
—Mi niña es tan responsable, ya hasta desayuno solita —dijo acariciándome de la barbilla.
—Sí, ma, imaginé que estabas muy cansada así que no quise molestarte... ¿también te dormiste hasta tarde? —pregunté mientras ambas caminamos de vuelta al comedor.
—No es nada, cariño, solo tuve una mala noche... pero mira esas ojeras, te quedaste chateando hasta tarde con tus amigos, ¿verdad? —dijo viéndome a los ojos.
—No, mamá, para nada... es solo que... al rato te cuento, se me hace tarde —dije dándole rápido un beso en la mejilla y corriendo hacia la puerta del departamento, ella solo levantó la mano y me dio la bendición de lejos sin decir una sola palabra.
Justo bajaba las escaleras en mis fingidas prisas cuando en el segundo descanso me detuve a tomar un par de fotos con mi celular usando el flash de la cámara para captar las grietas formadas en las paredes del edificio, cuando escuché la puerta del departamento abrirse nuevamente guardé rápido mi teléfono y bajé rauda saliendo del edificio, mi mamá siempre sale atrás de mí para verme caminar en dirección a la escuela. Ella con el alma quisiera llevarme hasta las puertas del plantel, pero desde que entré a la secundaria le dije que ya me podía ir sola y que era justo que ella descansara de ese ir y venir por mí a la escuela, a lo que con algo de sentimiento, aceptó.
Una vez habiéndome alejado del edificio disminuí mi paso, era demasiado temprano a decir verdad, apenas faltaban quince para la hora y ya estaba a un par de calles de la escuela, así que no tenía caso que me presionara, en el trayecto tomé algunas fotos de otros edificios de la zona que también parecían afectados, el sol comenzaba a asomarse y el flash ya no era necesario, no me detuve a mirarlas pues ya habría tiempo para ello.
Llegué a la escuela y como si me viniera siguiendo Uriel entró detrás de mí. Faltaban apenas cinco para las siete, me abrazó por la espalda y me dio un beso en la mejilla.
—¡¡Amor!! ¡¡No seas menso, casi te suelto un puñetazo!!, si no fuera por tu loción hubiera pensado que eras otra persona —dije para después reír y saludarlo como de costumbre.
Caminamos hacia un lado de las jardineras mientras Servando solo nos observaba con coraje, de alguna forma se había enterado que la directora aprobaba nuestro noviazgo y él no podía decir ya nada al respecto.
—Vi que tomabas unas fotos en saliendo del edificio —aseguró hablando en voz baja.
—¿Me venías siguiendo? —pregunté.
—Te iba a hablar cuando diste vuelta hacia la avenida, pero decidí solo caminar atrás de ti sin que me vieras porque me dió curiosidad verte tomando fotos en la calle —comentó.
Antes de poder responder vi en el balcón a Susy haciéndome una señal, pues el maestro había llegado y si daban las siete cerraría la puerta dejándome afuera.
—Al rato te mando las fotos, tengo que irme —dije soltándome de él y corriendo para subir las escaleras.
Subía el último escalón cuando este se desmoronó, por suerte Susy aún se encontraba ahí y alcanzó a sostenerme de la mano jalando con fuerza, ambas caímos a un costado del salón. Al escuchar el golpe el profesor de álgebra salió y sin pensarlo ayudó a levantarnos, Uriel subía en ese momento también para dirigirse a su salón mas al ver la escena se acercó.
Mis rodillas sangraban por el fuerte golpe que me di en el filo de lo que había quedado del escalón. Susy se había llevado un fuerte golpe en la cabeza pues en el intento de sostenerme para que no rodara las escaleras, alcanzó a pegarse en la pared.
—Hay que llevarlas a la enfermería, muchacho, pronto...—dijo el profesor y sin pensarlo Uriel me tomó en sus brazos echándose mi mochila al hombro y el maestro cargó a Susy la cual parecía desmayarse.
A paso rápido pero con precaución ambos bajaron hasta la enfermería, yo no soportaba el dolor de mis rodillas pero me consolaba ver el rostro de mi novio el cual me cargaba como príncipe a su doncella. Lo sé, soy una ridícula.
Al entrar a la enfermería el maestro puso a Susy sobre la camilla y la enfermera quien iba llegando en ese momento, sacó un algodón y lo humedeció con un poco de alcohol para reanimarla tomándola por la nuca y desatando el chongo de su cabello. Uriel me sentó en una de las sillas y me besó en la frente.
—¿Pero qué fue lo que pasó? — me preguntó angustiado tomándome del rostro con delicadeza.
—No sé... El escalón se desmoronó y si no fuera por Susy, hubiera caído de las escaleras —dije intentando ponerme de pie para ir a ver a mi amiga.
—No, quédate ahí sentada, Susy estará bien no te preocupes, la enfermera curará tus rodillitas y todo volverá a la normalidad — dijo acariciando mi mejilla.
—Gracias por tu ayuda, muchacho, yo estaré al pendiente de las chicas, puedes ir a tomar tus clases, si te dice algo tu profesor dile que se comunique conmigo, yo le explicaré lo que pasó —comentó el maestro agradeciendo a Uriel su apoyo, aunque sé que él lo hubiera hecho aunque el profesor no se lo pidiera.
—No hay de que, profe, ellas son mis mejores amigas —dijo mi novio saliendo de la enfermería al tiempo que Susy parecía reaccionar de su desmayo.
—¿Qué pasó? —decía desorientada mirando hacia todos lados.
—Tuvimos un pequeño accidente en las escaleras, si no fuera por ti ahorita estaría muy seguramente camino al hospital —respondí cubriendo mis rodillas con una toalla para que mi amiga no viera la sangre y fuera a volverle el desmayo.
—Les hemos dicho hasta el cansancio que no corran en las escaleras, chicas, no soy un ogro para dejarlas afuera por un minuto que lleguen tarde, se los aseguro —. Siempre pensé que el profesor de álgebra era tan malhumorado como Servando, pero creo que lo juzgaba mal, tal vez solo es estricto en el desempeño de sus funciones.
—Ahora recuerdo, yo vi cuando el escalón se hizo polvo al momento que Marifer pisó, después solo recuerdo que la jalé de la mano y sentí un golpe, de ahí me desmaye —. Al escuchar esto el profesor y la enfermera voltearon a verse desconcertados. Ambos creyeron que solo se había tratado de un resbalón y que tal vez en las prisas había pisado mal, mas tanto Susy cómo yo, sabíamos lo que había ocurrido.
—Llamaremos a sus papás, para que vengan por ellas —dijo la enfermera mientras limpiaba la sangre de mis rodillas y aplicaba agua oxigenada para detener el sangrado, por un momento quise gritar, pero no quería parecer una niñita llorona después de que todo fue mi culpa.
—Coincido con usted, señorita, personalmente hablaré con la directora y los demás profesores para que quede asentado el incidente y sea justificada su falta, se las encargo, voy a la dirección —afirmó el maestro saliendo de la enfermería. Era cierto que me sería difícil caminar con las rodillas lastimadas, pero no quería perder más clases y tenía algo muy importante de que hablar con el profesor de física, así que una vez vendada la rodilla más lastimada me puse de pie, caminé de cojito y sosteniéndome de los muebles hacia donde reposaba mi amiga mientras la enfermera redactaba unos justificantes.
—¿Ya te sientes mejor, Susy? — pregunté acariciando su cabello el cual pocas veces veo suelto por la ridícula norma del plantel.
—Me duele mucho la cabeza y me siento mareada —dijo tocándose la frente y cerrando los ojos con un semblante de dolor.
—No te preocupes, tu papi vendrá por ti y te llevará a casa, yo me quedaré y en la tarde que te sientas mejor te devolveré el favor que me hiciste el otro día. Ya no sé ni cuántos favores te debo, amiga, a veces pienso que mi deuda contigo jamás podré pagarla —dije con una sonrisa abrazándola con ternura, me había salvado la vida o al menos de una aparatosa caída que me dejaría incapacitada por un buen tiempo.
En ese momento sonó una notificación en mi celular, agarrándome de la camilla lo saqué de mi suéter y abrí el chat, era Uriel quien al parecer había enviado una foto adjunta al siguiente mensaje:
«Inclúyela en tus evidencias».
Descargué la foto y logré ver que se trataba del escalón desmoronado que minutos atrás nos había mandado a la enfermería a Susy y a mí. Lo que me cayó de raro fue el mensaje, me hacía pensar que mi novio de alguna forma se había enterado el tipo de fotos que estaba tomando y con qué fin lo hacía.
Después de un minuto guardé mi celular. Aún no quería hablarlo con nadie hasta consultar al profesor Olvera quien me diría si todos esos daños eran de peligro y qué medidas deberíamos tomar. Tal vez detrás de todo esto había gente que se hacia de oídos sordos o igual y yo, en mi ignorancia, exageraba la situación.
Al cabo de unos minutos la enfermera se acercó a nosotras y me entrego un par de muletas.
—Toma estas muletas, Marifer, te serán de utilidad en lo que recuperas el movimiento de tu rodilla, permítanme, voy a que me firme su salida la directora y en breve vuelvo para comunicarme con sus papás —dijo tomando en mano los documentos que había redactado para así caminar hacia la dirección.
—Señorita enfermera, espere... — dije acercándome a ella ya haciendo uso de las muletas. —Yo me quedaré a clases, no es necesario que asuste a mi mamá solo por un raspón en la rodilla.
—¿Solo un raspón?, pero si tus piernas venían bañadas en sangre, Marifer, y ni siquiera puedes flexionar la rodilla como para subir las escaleras —dijo la enfermera.
—Sí puedo flexionarla... Además puedo pedirle de favor a mi... amigo que me ayude a subir, pero por favor deje que me quede a clases, es más, si gusta yo misma hablo con la directora y le digo que estoy bien —dije recargandome en las muletas y juntando las manos, suplicando que me permitiera quedarme.
La enfermera sonrió y movió la cabeza aprobando lo último.
—Está bien, acompañame a la dirección —dijo caminando mientras yo la seguía. A decir verdad no es nuevo para mí el uso de muletas, sería largo contarlo todo pero puedo decir que cuando tenía ocho años me fracturé la pierna izquierda y tuve que usarlas por varios meses.
Solo había pasado un día y yo estaba de vuelta en la oficina de la directora como protagonista de otra escenita. A veces pienso que soy un dolor de cabeza para la pobre mujer que se esfuerza por no darme de baja, tiene una paciencia envidiable.
Al llegar a la dirección la primera en entrar fue la enfermera.
—Señorita directora, buenos días —saludó.
—Buenos días, Betty, milagro vernos tan temprano, ya me habló el profesor Zúñiga sobre el incidente ¿Te comunicaste con los padres de las chicas? —preguntó tomando los justificantes y plantando su firma como lo hace en las boletas de calificaciones.
—No, licenciada, aún no, esperaba su autorización para hacerlo.
—No hace falta que esperes mi autorización, bien sabes que ante todo la salud de nuestros estudiantes es primero, es más permíteme lo haré personalmente —dijo la directora tomando el teléfono. En ese momento me hice notar parándome a un lado de la enfermera.
—Señorita directora, buenos días ... yo me quedaré a clases no hace falta que llame a mi mamá, solo llame al papa de Susy para que venga por ella por favor, le duele mucho su cabeza —dije interrumpiendo su marcación.
—¡¡Marifer!! —exclamó. —Creí que estarías en la enfermería... pero cómo se te ocurre, sería irresponsable de mi parte permitirte que te quedes en esas condiciones —comentó mirándome y marcando nuevamente, enlazando una llamada.
—Señor Leonardo Torres, buenos días —dijo la mujer a lo que respire aliviada. Aún había tiempo de convencerla de no llamar a mi mamá.
La llamada duró no más de un minuto, a lo que el papá de Susy dijo de inmediato que llegaría a la brevedad.
—A ver, Marifer, ¿en verdad te sientes en condiciones de quedarte a clases? Dime la verdad —dijo mirándome a los ojos.
—¡Por supuesto!, además con estas muletas hasta podría correr por toda la escuela... No quiero faltar más a clases, le prometí que sería más responsable, ¿recuerda? —dije con una sonrisa intentando convencerla.
Ella rió.
—Está bien, concuerdo contigo, promesas son promesas y me da gusto que cumplas tu palabra, cualquiera en tu lugar se iría gustoso por tener mi permiso para ausentarse a clases. Como sea me aseguraré de que alguien te acompañe a tu salón y te deje hasta dentro —comentó dando su autorización, al parecer se había dado cuenta que lo mío no era tan grave.
—Gracias de nuevo, licenciada, iré por mis cosas a la enfermería —comenté saliendo de la dirección.
—Te la encargo, Betty —dijo haciendo una señal a la enfermera para que estuviera al pendiente de mí.
Al volver a enfermería Susy ya estaba sentada aunque parecía desorientada, no era por demás, un golpe en la cabeza es muy peligroso, al menos eso siempre dice mi mamá.
Me despedí de mi amiga mientras la enfermera cargaba mi mochila y salíamos para dirigirnos a mi salón, íbamos en las escaleras cuando vi de lejos entrar al papá de Susy y a la directora recibirlo. Me sentí más tranquila al ver que mi amiga salia por su propio pie, su papá solo la tomaba de los hombros tal vez en caso que perdiera ella el equilibrio. Mientras tanto uno de mis compañeros bajaba a prisa con la mochila de mi amiga pasando junto a nosotras, y corría hasta la puerta del plantel para entregarle sus cosas, recordé que cuando Susy me habló desde el balcón seguramente ella tendría algunos minutos arriba y por tanto sus cosas estaban dentro del salón.
Cuando terminamos de subir las escaleras puse atención en el último escalón, me di cuenta que en efecto, había desaparecido y para ese momento intendencia ya había pasado a recoger los restos de concreto. La enfermera y yo pasamos con mucho cuidado terminando por llegar al pasillo. Desde ahí vi como a las afueras del plantel se alejaba la camioneta de don Leonardo con mi amiga a bordo, probablemente para llevarla al médico.
Betty me dejó hasta adentro del salón acercándose a hablar con la profesora de civismo para explicarle a grandes rasgos lo ocurrido durante los primeros instantes de la jornada, saliendo del salón un par de minutos después. Durante la clase de Civismo la profesora nos dio algunas indicaciones para la ceremonia a realizar el próximo lunes y me pidió le pasara el recado a Susy sobre lo que sería su participación, me dio un par de hojas con el discurso que mi amiga deberá aprenderse para ese día. En situaciones normales sería probable que se lo aprendiera en menos de una hora pero ahora con el golpe en la cabeza no sé si le será tan fácil, como sea estoy yo para ayudarle en lo que necesite.
Después de la clase de Civismo llegó la hora que tanto esperaba, el profesor Olvera entró con libros en mano y comenzó a dar su clase tradicional como si nada. Consigo llevaba su computadora portátil la cual solo carga algunas ocasiones y rara vez lo vemos encendiéndola durante la clase, solo cuando es muy necesario y requiere algún dato específico o pedir que llevemos a imprimir algo. Nos planteó algunos problemas acerca de aceleración y velocidad, mientras los resolvíamos me fijé que abría su computadora y miraba muy atento a la pantalla, su mirada era seria y parecía concentrado en algo importante, no como yo que cuando estoy sentada a una computadora o en mi mismo celular solo me estoy riendo como estúpida por lo que comparten mis amigos y compañeros. En fin, solo será cuestión de madurar.
Minutos después dijo que revisaríamos la actividad, se levantó y cerró su portátil. Luego de corregir nuestros errores escribiendo en el pizarrón las respuestas y el método para llegar a ellas, dictó algunos ejercicios de tarea dando por finalizada la clase. Era hora del receso y todos mis compañeros salieron sin que les dijera dos veces. Yo me quedé sentada, mi rodilla punzaba en momentos como para bajar y subir escaleras, pero no quise hacer drama. Era el momento que tanto esperaba así que guardé mi libreta y saqué mi celular.
—¿No saldrás a receso, Marifer? —preguntó el profesor extrañado al notar que no me moví de mi lugar.
—No, profe, mire como quedé, dudo que me sea posible subir y bajar las escaleras tantas veces así —dije mientras abría el chat con Uriel para escribir un mensaje.
—Ah, claro, Zúñiga me comentó del accidente que tuvieron Susy y tú en la mañana, por eso ya no pregunté por ella —contestó para después escribir unas notas en su agenda.
Marifer, 11:05 a.m.
Amor, hoy no saldré a almorzar contigo, espero me perdones, pero no quiero forzar mi rodilla, si me necesitas estoy en mi salón.
Escribí enviando el mensaje a mi novio el cual respondió al momento.
Uriel, 11:05 a.m.
Descuida, mi niña, si gustas nos vemos a la salida, iré personalmente por ti para ayudarte a bajar las escaleras.
Marifer, 11:06 a.m.
De acuerdo, nos vemos más tarde, besos.
Concluí cerrando el chat.
[...]
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