Capitulo 8

Ahora que Brown había aceptado la oferta de Salvatore, los dos formaron una alianza que parecía prometedora, pero también peligrosa. Durante las primeras reuniones, Brown comenzó a aprender más sobre su nuevo socio y las intrincadas redes de poder en las que este hombre estaba involucrado.

Salvatore no era cualquier tipo con dinero, era un personaje con un historial oscuro y conexiones poderosas. Era conocido por su astucia y su capacidad para adaptarse a cualquier situación, siempre encontrando la manera de salir beneficiado. Había amasado una fortuna considerable gracias a sus negocios, algunos legales, otros no tanto. Pero lo que más llamó la atención de Brown fue descubrir que Salvatore había sido un socio crucial del anterior alcalde, un hombre que había regido el país con mano de hierro y una corrupción tan descarada que hacía que los ciudadanos comunes se sintieran indefensos.

Ese alcalde, como cualquier persona con demasiado poder, no dudaba en pisotear a quienes se interponían en su camino. Usaba a sus aliados como herramientas para mantener el control, y Salvatore había sido una de esas herramientas clave. Era su estratega en las sombras, alguien que sabía cómo mover los hilos desde detrás del telón. Sin embargo, ni siquiera el poder y las redes de corrupción del alcalde fueron suficientes para protegerlo de un destino sangriento.

Brown escuchó con atención mientras Salvatore relataba la caída de su antiguo jefe. El grupo de asesinos, conocido por operar en las sombras y desmantelar a sus objetivos de manera meticulosa, había hecho lo impensable. Habían infiltrado las defensas del alcalde y lo eliminaron con una precisión escalofriante. Salvatore no se detuvo en los detalles morbosos, pero su expresión oscura y el tono en su voz dejaban claro que la muerte del alcalde no había sido rápida ni misericordiosa.

Para Salvatore, la caída del alcalde había sido un golpe personal y profesional. Había perdido a su socio más poderoso, una figura que le garantizaba inmunidad y recursos ilimitados. Ahora, con el alcalde fuera del tablero, Salvatore estaba decidido a vengarse. Pero no era solo por lealtad; detrás de sus intenciones también había un interés mucho más pragmático: la recompensa astronómica que ofrecían por las cabezas de los miembros de ese grupo de asesinos.

—Mira, Brown —dijo Salvatore mientras encendía un cigarro, dejando que el humo se alzara en espirales frente a su rostro—, no voy a mentirte. Esto no es solo por venganza. Claro que quiero que esos malditos paguen por lo que hicieron, pero también quiero mi parte del pastel. La recompensa que están ofreciendo por cada uno de ellos es suficiente para que nos retiremos de este juego de porquería.

Brown, sentado frente a él con los brazos cruzados, lo escuchaba en silencio. Su mirada fría y calculadora no mostraba ni aprobación ni rechazo, solo atención.

—¿Y qué pasa si nos encontramos con más de lo que podemos manejar? —preguntó Brown finalmente, su voz calmada pero con un matiz de escepticismo.

Salvatore sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

—Por eso estás aquí, amigo mío. Tú tienes las habilidades que necesito. Eres un hombre entrenado, experimentado, alguien que sabe lo que es sobrevivir en el infierno. Juntos podemos armar un equipo que pueda enfrentarse a esos desgraciados y salir victoriosos.

Aunque las palabras de Salvatore sonaban convincentes, Brown no podía ignorar el subtexto. Este hombre no era alguien que se dejara guiar por la lealtad o el honor; todo en él estaba calculado para maximizar sus beneficios. Aun así, la recompensa era tentadora, y Brown no tenía nada que perder.

Durante los días siguientes, Salvatore compartió con Brown información valiosa sobre el grupo de asesinos. Les llamaban "Los Silenciadores", un nombre que resonaba con temor entre aquellos que conocían sus hazañas. Eran expertos en eliminar a sus objetivos sin dejar rastro, y su red de contactos era tan extensa como letal. Salvatore había recopilado datos sobre sus posibles escondites, patrones de operación y métodos, aunque gran parte de esa información era especulativa.

—Estos tipos no son como los matones comunes con los que estás acostumbrado a lidiar —advirtió Salvatore en una de sus conversaciones—. Son un maldito ejército en las sombras. Cada movimiento que hagamos tiene que ser calculado al milímetro.

Brown asintió, entendiendo la gravedad de la situación. Aunque no lo dijo en voz alta, sabía que enfrentarse a un enemigo como este requeriría algo más que habilidades de combate; necesitarían astucia, planificación y una gran dosis de suerte.

Mientras tanto, Salvatore seguía mostrando su lado práctico. Había comenzado a preparar un arsenal para la misión, reuniendo armas, tecnología y recursos que serían cruciales en la cacería. Brown observaba todo con atención, evaluando cada detalle y asegurándose de que no quedaran cabos sueltos.

Aunque ahora trabajaban juntos, Brown mantenía cierta distancia emocional. Sabía que Salvatore era un hombre peligroso, no solo para sus enemigos, sino también para sus aliados. Si las cosas se complicaban, no le sorprendería que Salvatore lo sacrificara para salvar su propio pellejo.

La misión estaba a punto de comenzar, y con cada día que pasaba, Brown sentía cómo la tensión aumentaba. No solo enfrentaría a un enemigo implacable, sino que también tendría que vigilar su espalda constantemente, incluso con su supuesto "socio".

Con toda la información que había recibido, Brown comenzó a analizar cuidadosamente lo que necesitaría para enfrentar a "Los Silenciadores". Aunque había trabajado en misiones complejas antes, este desafío era diferente. Estos asesinos no eran criminales comunes, eran profesionales con un nivel de preparación que superaba lo habitual. Brown sabía que cualquier error podría costarle la vida, así que decidió enfocarse en lo que mejor conocía: su entrenamiento y las habilidades adquiridas en sus años de experiencia.

Se encerró en su habitación, apagando las luces y dejando que la penumbra lo envolviera mientras trazaba un plan en su mente. El primer paso sería aprovechar todo lo que había aprendido en las escuelas donde había entrenado. Su conocimiento en el manejo del cosmos, la magia y el ki divino no solo lo hacían un combatiente formidable, sino también un estratega implacable. Cada técnica que había perfeccionado, cada lección que había memorizado, ahora se presentaba como una herramienta en el arsenal que utilizaría contra los asesinos.

El cosmos sería su pilar principal. Sabía que dominar esta energía significaba controlar su entorno y usarlo a su favor. Recordó las lecciones de concentración y equilibrio, donde aprendió a canalizar su cosmos para aumentar su fuerza, velocidad y resistencia. Con este poder, podía romper barreras físicas y mentales que para otros serían imposibles de superar. Visualizó cómo usaría esta energía para anticipar los movimientos de los asesinos, contrarrestar sus ataques y crear oportunidades de contraataque.

Por otro lado, la magia le ofrecía un abanico de posibilidades. Recordó los hechizos que podía invocar para protegerse, atacar o incluso manipular a sus enemigos. La magia requería precisión y disciplina, algo que había cultivado durante años de estudio. Sabía que, en combate, un hechizo bien lanzado podría significar la diferencia entre la vida y la muerte. Consideró opciones como ilusiones para confundir a los asesinos, barreras mágicas para protegerse en caso de emboscadas, y ataques devastadores que podrían cambiar el curso de una batalla en cuestión de segundos.

Finalmente, el ki divino, la esencia que había entrenado durante años para perfeccionar su cuerpo y mente. Este poder no solo le daba una ventaja física, sino también espiritual. Sabía cómo canalizarlo en armas de energía, crear ataques a distancia o reforzar su cuerpo para soportar impactos que habrían sido letales para otros. La guadaña de ki divino, su arma preferida, sería clave en esta misión. Recordó cómo el filo de esta arma no solo cortaba lo físico, sino también lo espiritual, dejando a sus enemigos indefensos y sin posibilidad de recuperación.

Sin embargo, no solo pensaba en sus poderes y habilidades. Brown también sabía que necesitaría un plan logístico sólido. Los Silenciadores no eran enemigos que pudieran ser derrotados solo con fuerza bruta; requeriría información, recursos y preparación táctica. Decidió que, antes de lanzarse de lleno a la misión, debía entrenar aún más, afinar sus habilidades y asegurarse de que cada movimiento estuviera calculado.

Por eso, al día siguiente, salió temprano hacia las instalaciones de entrenamiento de la base. Allí se dedicó a perfeccionar sus técnicas, practicando combinaciones entre el cosmos, la magia y el ki divino. Trabajó incansablemente, moviéndose entre simulaciones de combate y ejercicios de resistencia. No dejó ningún aspecto sin pulir, desde la precisión de sus ataques hasta su velocidad para esquivar. Brown era meticuloso, asegurándose de que su cuerpo y mente estuvieran en sintonía perfecta.

Mientras entrenaba, su determinación se fortalecía. Pensaba en todo lo que estaba en juego: la recompensa, su reputación y, sobre todo, su propia supervivencia. Pero también había algo más profundo en su mente, una sensación de responsabilidad. Aunque no lo admitiera abiertamente, una parte de él veía esta misión como una oportunidad para redimirse. Sus años como mercenario lo habían llevado por caminos oscuros, y ahora, enfrentarse a estos asesinos era una forma de demostrar, al menos para sí mismo, que todavía podía luchar por algo más grande que él.

Por las noches, mientras revisaba los mapas y los informes que Salvatore le proporcionaba, Brown reflexionaba sobre su pasado. Sabía que había tomado decisiones cuestionables, pero no estaba dispuesto a dejar que esas decisiones definieran su futuro. Miró su espada, descansando en un rincón de la habitación, y murmuró para sí mismo:

—No fallaré.

Con cada día que pasaba, su resolución se volvía más firme. A pesar de las incertidumbres y los peligros que se avecinaban, Brown estaba listo. Estaba decidido a enfrentarse a Los Silenciadores con todo lo que tenía, confiando en que su entrenamiento, experiencia y habilidades serían suficientes para superar cualquier obstáculo. Sabía que no habría segundas oportunidades, pero estaba preparado para lo que fuera necesario.

El día de la misión se acercaba rápidamente, y Brown sentía que el peso de la responsabilidad recaía sobre sus hombros. Pero lejos de intimidarlo, ese peso lo motivaba. Había tomado una decisión, y estaba dispuesto a seguirla hasta el final, sin importar las consecuencias. La caza había comenzado, y Brown no tenía intención de ser la presa.

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Buenas gente aqui tiene el nuevo capitulo espero que les guste y les tengo una pequeña noticia: ¡Tengo un nuevo servidor de Discord!.

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Tiene nuevas cositas y es mas sencillo y para mi se siente mas fresco que el antiguo.

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