Capitulo 7
Brown, ya listo y preparado, finalmente tomó la decisión de dirigirse a las coordenadas indicadas en la nota. Con todo su equipo en perfectas condiciones y su mente enfocada, salió de su casa justo al amanecer. El aire fresco de la mañana rozaba su rostro mientras emprendía lo que sabía sería una larga caminata de aproximadamente una hora. Cada paso que daba lo acercaba más al misterio que había estado rondando su mente durante los últimos días.
A medida que avanzaba por caminos irregulares y terrenos abandonados, Brown no podía evitar observar el entorno con atención. Sus años de entrenamiento en combate y su experiencia como mercenario le habían enseñado a no subestimar ningún detalle. Cada sonido, cada sombra, cada movimiento a su alrededor era cuidadosamente analizado. Aunque el trayecto parecía tranquilo, no dejaba de mantenerse alerta. Sabía que las apariencias engañaban y que cualquier situación, por más inofensiva que pareciera, podía convertirse en una amenaza en cuestión de segundos.
Después de caminar un buen tramo, comenzó a notar que el paisaje se volvía cada vez más desolado. Los árboles, que antes eran frondosos y llenos de vida, ahora parecían marchitos y secos, como si algo en el ambiente hubiera drenado toda su vitalidad. La tierra estaba agrietada, y el silencio era casi sepulcral, roto solo por el crujir de las hojas bajo sus botas. Todo aquello daba una sensación de inquietud, pero Brown, con su temple acostumbrado, continuó avanzando sin dudar.
Finalmente, llegó a las coordenadas indicadas en la nota. Lo que encontró frente a él fue un grupo de edificios en ruinas, estructuras que parecían haber sido abandonadas hacía décadas. Las paredes estaban parcialmente derrumbadas, cubiertas de grietas y con rastros de vegetación que se aferraba a los restos de cemento. Las ventanas, o lo que quedaba de ellas, eran agujeros oscuros que parecían observarlo en silencio, como si los edificios mismos lo estuvieran evaluando.
Brown se detuvo por un momento para analizar el lugar con cuidado. Su experiencia como mercenario le decía que lugares como este rara vez estaban tan vacíos como parecían. Las ruinas podían esconder trampas, enemigos o incluso cosas mucho más extrañas. Sacó un pequeño dispositivo de rastreo que llevaba consigo, uno que le permitía detectar energías mágicas, fluctuaciones de cosmos o rastros de ki divino en el área. Aunque no detectó nada anómalo de inmediato, sabía que no podía bajar la guardia.
Avanzó con pasos calculados, su mirada explorando cada rincón de las ruinas mientras sus sentidos permanecían alerta. Notó que, aunque el lugar parecía deshabitado, había signos de actividad reciente: huellas en el suelo polvoriento, marcas en las paredes que parecían haber sido hechas con cuchillas o armas mágicas, y algunos fragmentos de equipo que no parecían pertenecer a una época tan antigua como las ruinas mismas. Esto solo confirmó sus sospechas: no estaba solo.
A medida que se adentraba más en las ruinas, no pudo evitar sentir una ligera sensación de deja vu. Lugares como este siempre le recordaban misiones pasadas, situaciones donde lo inesperado era la norma. Su mente repasaba cada táctica aprendida, cada estrategia que podría necesitar en caso de que algo saliera mal. Aunque estaba acostumbrado a enfrentarse a lo desconocido, siempre había una pequeña parte de él que se preguntaba si esta vez sería diferente, si esta vez se encontraría con algo para lo que ni siquiera él estuviera preparado.
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De repente, algo captó su atención: un leve destello en el interior de uno de los edificios. No era un reflejo natural, sino algo que parecía provocado, como si alguien hubiera encendido una luz o dejado un objeto brillando intencionalmente. Brown se detuvo en seco, evaluando la situación. Sabía que esto podría ser una trampa, pero también sabía que no había venido hasta aquí para dar media vuelta.
Con movimientos cuidadosos, se acercó al edificio, asegurándose de mantener su energía en equilibrio. Podía sentir cómo su cosmos, su magia y su ki divino estaban listos para activarse en cualquier momento, como un río contenido detrás de una presa. Si algo o alguien intentaba atacarlo, respondería con toda su fuerza.
Al llegar a la entrada del edificio, una puerta parcialmente caída, Brown colocó una mano en su arma principal, listo para desenvainarla si era necesario. El interior del edificio estaba oscuro, pero su experiencia le permitía orientarse incluso en estas condiciones. Su mirada, afilada como un cuchillo, exploraba cada rincón en busca de algo que explicara el destello que había visto desde afuera.
Sin embargo, lo que más llamó su atención no fue lo que vio, sino lo que sintió: una presencia. No podía identificar exactamente de dónde provenía, pero estaba ahí, palpable en el aire, como una sombra que se movía justo fuera de su alcance. Brown sabía que algo o alguien lo estaba observando, y eso solo aumentaba su determinación.
Con una calma casi sobrenatural, continuó avanzando, consciente de que cada paso lo acercaba más al corazón del misterio. Sabía que este lugar, estas ruinas, eran mucho más que un simple punto de encuentro. Aquí había algo más grande en juego, algo que estaba a punto de revelarse. Lo único que quedaba por ver era si estaba preparado para enfrentarlo.
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Cuando Brown entró en una de las habitaciones de las ruinas, el aire cambió de inmediato. A pesar del deterioro evidente del lugar, esta sala en particular parecía haber sido preparada para un encuentro. Las paredes aún mostraban grietas y humedad, pero el suelo había sido limpiado recientemente, y en el centro de la habitación había una pequeña mesa de madera junto a dos sillas metálicas, que destacaban en contraste con el entorno abandonado.
Sentado tranquilamente en una de las sillas, un hombre lo esperaba. Su presencia era inconfundible: cabello de un color verde intenso, perfectamente peinado, y una camiseta polo blanca impecablemente cuidada que no correspondía al entorno ruinoso. Había algo en su postura relajada, en su manera de observar a Brown con una leve sonrisa, que transmitía confianza, pero también un aire de misterio.
Brown, acostumbrado a leer a las personas, no se dejó engañar por la aparente calma del hombre. Su entrenamiento y experiencia le decían que este tipo no estaba allí por casualidad y que probablemente era mucho más de lo que aparentaba. Sin embargo, en lugar de dejarse llevar por la incertidumbre, Brown avanzó con paso firme y decidido hacia el centro de la habitación.
—Ya estoy aquí —dijo Brown con voz firme, cruzando los brazos mientras miraba al hombre directamente a los ojos—. Ahora, ¿se puede saber por qué me quieres reclutar?
El hombre, lejos de mostrarse intimidado, se levantó con elegancia de su silla y se presentó.
—Me presento: soy Salvatore —dijo con un tono sereno y profesional, extendiendo su mano hacia Brown, quien no correspondió al gesto, manteniendo su postura fría y reservada. Salvatore no pareció ofenderse y simplemente bajó la mano, manteniendo su sonrisa tranquila—. Como mencioné en la nota, estoy aquí porque quiero contratarlo para una misión muy importante: cazar al famoso grupo de asesinos que ha estado causando estragos en los últimos meses.
Brown no respondió de inmediato. Su mirada penetrante se mantuvo fija en Salvatore, evaluando cada palabra, cada gesto. Sabía que las palabras podían ser una fachada, pero los movimientos y la actitud rara vez mentían. Salvatore parecía confiado, pero había algo más en él, algo que Brown aún no podía descifrar.
—¿Y por qué yo? —preguntó finalmente, con un tono que era mitad curiosidad, mitad desafío—. Hay muchos mercenarios por ahí. ¿Qué te hace pensar que soy el indicado?
Salvatore soltó una pequeña risa, como si hubiera esperado esa pregunta.
—Tus habilidades y destrezas hablan por sí solas, señor Brown —respondió, volviendo a sentarse con calma y señalándole la silla opuesta para que también tomara asiento—. He investigado sobre usted. Su experiencia en combate, su dominio del cosmos, la magia y el ki divino, y su capacidad para adaptarse a cualquier situación lo convierten en el candidato ideal para este trabajo. No solo necesito a alguien fuerte, sino a alguien inteligente y calculador. Y usted cumple con esos requisitos.
Brown permaneció de pie, ignorando la invitación a sentarse. No confiaba en Salvatore, y no tenía intención de bajar la guardia tan fácilmente.
—Hablemos de lo que realmente importa —dijo con voz seria—. ¿Cuál es la recompensa?
Salvatore asintió, como si entendiera perfectamente la prioridad de Brown.
—Por supuesto, vamos al grano —respondió, inclinándose ligeramente hacia adelante mientras mantenía su tono calmado—. La suma de dinero que estoy dispuesto a ofrecerle es de quinientos mil dólares en efectivo. Es más que suficiente para compensar el riesgo, ¿no le parece?
Brown levantó una ceja. Quinientos mil dólares no era una cantidad pequeña, y Salvatore lo sabía. Era una oferta tentadora, incluso para alguien como él, acostumbrado a misiones peligrosas. Sin embargo, Brown no era alguien que se dejara llevar únicamente por el dinero.
—Eso suena bien, pero todavía no confío en ti —respondió con franqueza, sus ojos entrecerrados mientras estudiaba la reacción de Salvatore—. ¿Qué garantía tengo de que esto no es una trampa?
Salvatore esbozó una sonrisa más amplia, como si hubiera anticipado esa duda.
—Entiendo sus reservas, señor Brown. Pero déjeme aclararle algo: yo no soy su enemigo. Estoy tan interesado como usted en acabar con esos asesinos. No solo por los daños que han causado, sino porque su existencia representa una amenaza para algo mucho más grande de lo que usted imagina. Y si le soy honesto, si yo quisiera tenderle una trampa, no estaría aquí solo, sentado frente a usted.
Brown se tomó un momento para procesar esas palabras. Había algo en el tono de Salvatore que lo hacía sonar convincente, pero Brown no bajaría la guardia tan fácilmente. Sin embargo, la idea de enfrentarse a esos asesinos y recibir medio millón de dólares por ello empezaba a parecerle una oferta que no podía ignorar.
—Está bien —dijo finalmente, rompiendo el silencio mientras avanzaba un paso hacia Salvatore—. Acepto tu oferta. Pero si descubro que me estás utilizando o que hay algo más detrás de esto, te arrepentirás.
Salvatore no perdió su sonrisa en ningún momento. Se levantó de su silla una vez más, estirando la mano para sellar el trato.
—Sabía que aceptaría, señor Brown. Es un placer trabajar con alguien como usted.
Brown no respondió, pero esta vez estrechó la mano de Salvatore, sellando así el acuerdo. Aunque las dudas seguían presentes en su mente, una cosa era segura: estaba a punto de embarcarse en una misión que cambiaría todo, una misión que lo pondría cara a cara con un peligro que ni siquiera él podía prever....
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