Capitulo 5

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Años despues

Seis años han transcurrido desde los eventos que marcaron un antes y un después en la vida de Brown. Ahora, el territorio se encuentra bajo el yugo de tiranos y líderes corruptos que han sumido a la nación en el caos. Estas figuras de poder, cegadas por la ambición y el egoísmo, han permitido que los malhechores actúen con impunidad. Las leyes han perdido su valor y la justicia se ha convertido en una sombra olvidada, reemplazada por el beneficio personal y el tráfico de influencias.

La corrupción ha alcanzado niveles alarmantes, infectando todos los rincones del sistema político y económico. Mientras los líderes llenan sus bolsillos, el pueblo sufre las consecuencias: hambre, desempleo y una desesperación que se hace cada día más evidente. Las instituciones que alguna vez protegieron los derechos de los ciudadanos han sido reducidas a meras herramientas al servicio de los opresores.

El país, antaño próspero, ahora se tambalea al borde del abismo. Las calles, antes llenas de vida, están plagadas de crímenes y desesperación. El miedo y la desconfianza se han convertido en los sentimientos predominantes entre los ciudadanos. La economía está en ruinas, y cada día más familias caen en la pobreza extrema, atrapadas en un ciclo interminable de sufrimiento e incertidumbre.

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En medio de este sombrío panorama, Brown había encontrado una manera de sobrevivir: el trabajo de mercenario. Seis años habían pasado desde que el país se sumió en el caos, y su vida tomó un giro inesperado, uno que ni siquiera él había previsto. Lo que comenzó como una necesidad para adaptarse a las duras condiciones de un mundo gobernado por tiranos y corruptos, se transformó en una ocupación que lo definía.

Brown no era un mercenario común. Su entrenamiento formal lo colocaba en un nivel que pocos podían alcanzar. Se había graduado de la escuela militar con honores, donde desarrolló una disciplina férrea y una estrategia inquebrantable. Posteriormente, se especializó en academias dedicadas al aprendizaje del cosmos, la magia y el ki divino. En estas instituciones, dominó disciplinas que pocos siquiera comprendían. Aprendió a canalizar su cosmos para reforzar su resistencia física y mental, a manipular la magia con precisión quirúrgica, y a liberar el ki divino en ataques devastadores capaces de cambiar el curso de cualquier batalla.

Con estas habilidades, Brown no solo era un combatiente letal, sino también un estratega de élite. Durante su entrenamiento, había destacado por su capacidad para analizar a sus enemigos, anticiparse a sus movimientos y usar sus poderes de manera eficiente. Este conocimiento, junto con su experiencia en el campo, lo convirtió en uno de los mercenarios más solicitados del país. No había misión demasiado peligrosa, ni enemigo demasiado poderoso para él. Desde infiltraciones en fortalezas mágicamente protegidas hasta enfrentamientos con sectas que manipulaban fuerzas oscuras, Brown enfrentaba cada desafío con una precisión y frialdad impecables.

Sin embargo, la maestría y el respeto que había ganado en este oscuro mundo no le daban tranquilidad. En el fondo de su ser, sentía que algo estaba mal. Durante su formación, le habían inculcado que los poderes del cosmos, la magia y el ki divino debían usarse para proteger el equilibrio del mundo, no para fines egoístas o cuestionables. Pero en este mundo gobernado por la corrupción y el caos, esos ideales parecían utópicos. Brown justificaba sus acciones diciendo que simplemente estaba haciendo lo necesario para sobrevivir, pero cada vez que aceptaba un contrato, una punzada de culpa le recordaba que había traicionado los principios que alguna vez defendió.

Por las noches, cuando el bullicio de las ciudades o el silencio de los páramos le daba un respiro, se encontraba reflexionando sobre el camino que había tomado. Recordaba las enseñanzas de sus maestros, los ideales que lo habían impulsado a entrenar con tanto ahínco, y se preguntaba en qué momento todo eso se desmoronó. Miraba al cielo estrellado, sintiendo la inmensidad del cosmos que una vez lo inspiró, y ahora parecía ser un recordatorio constante de la línea que había cruzado.

A pesar de ello, Brown no podía detenerse. Sabía que el camino de un mercenario era uno sin retorno. Cada contrato cumplido lo hundía más en este oscuro mundo, y cada día sentía que la posibilidad de redimirse se alejaba más. Se había vuelto parte del engranaje de un sistema corrupto, un engranaje eficiente, pero uno que no dejaba de rechinar en su conciencia.

Y aun así, en lo más profundo de su ser, una pequeña chispa de esperanza permanecía. Una voz apenas audible en medio del ruido de su vida, recordándole que, incluso en el caos más absoluto, podía encontrar un propósito. Brown continuaba adelante, un guerrero marcado por contradicciones: un maestro del cosmos, la magia y el ki divino que luchaba no solo contra enemigos externos, sino también contra sus propios demonios internos. Un hombre que había perdido su rumbo, pero que aún anhelaba encontrar el camino de regreso, aunque no supiera cómo ni cuándo sucedería.

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En los últimos meses, un manto de misterio y terror comenzó a envolver al país. Las desapariciones se habían vuelto frecuentes, casi cotidianas. Personas de todas las edades y estratos sociales simplemente dejaban de existir, desvaneciéndose sin dejar rastro. Aquellos que finalmente eran encontrados no regresaban con vida. Los cuerpos, hallados en condiciones macabras, reflejaban escenas de horror indescriptible que parecían el trabajo de mentes perturbadas. Nadie estaba a salvo, y el miedo empezaba a calar hondo en la población.

Los rumores se esparcían como un incendio descontrolado. Algunos hablaban de sectas oscuras que utilizaban magia prohibida para rituales sangrientos. Otros apuntaban a grupos organizados que manipulaban el cosmos para controlar a sus víctimas antes de acabar con ellas. Incluso hubo quienes juraban haber visto figuras envueltas en energía oscura, moviéndose entre las sombras como fantasmas. Pero, más allá de las especulaciones, la única certeza era que algo terrible estaba ocurriendo, y el número de víctimas seguía aumentando.

La policía, presionada por la creciente desesperación del pueblo, había intensificado sus investigaciones. Equipos especializados fueron movilizados, y se recurrió a expertos en magia y manejo del cosmos para intentar descifrar la naturaleza de estos crímenes. A pesar de sus esfuerzos, los avances eran lentos. Cada pista parecía desvanecerse, y los pocos rastros que encontraban los llevaban a callejones sin salida. La sensación de impotencia crecía, mientras las calles se llenaban de susurros sobre una mente maestra detrás de todo, alguien o algo con un propósito oscuro que iba más allá de lo comprensible.

En medio de este caos, Brown permanecía tranquilo, incluso indiferente. Sabía que los famosos asesinos que aterrorizaban al país no representaban una amenaza para él. Su confianza no era arrogancia, sino una certeza fundamentada en años de entrenamiento y experiencia. Brown conocía sus propias capacidades, y si bien había enfrentado amenazas sobrenaturales en el pasado, sabía que su dominio del ki divino, la magia y el cosmos lo colocaba en una posición superior.

Para él, estos rumores y asesinatos eran solo otra muestra del deterioro del país. Observaba desde la distancia cómo la gente entraba en pánico y cómo las autoridades luchaban contra un enemigo invisible, pero no sentía la necesidad de involucrarse. Su trabajo como mercenario lo mantenía ocupado, y aunque no le faltaban desafíos, enfrentarse a esta ola de crímenes no estaba en su lista de prioridades.

Aun así, en el fondo de su mente, una pequeña duda comenzaba a surgir. Brown no era ajeno a las fuerzas oscuras que podían surgir cuando se combinaban la magia y el cosmos, y aunque no lo admitiera, había algo en estos eventos que no terminaba de cuadrar. Algo que parecía más grande, más organizado, y más peligroso de lo que incluso él estaba dispuesto a admitir. Pero hasta que ese peligro no lo alcanzara directamente, Brown seguía adelante, confiado en que nadie, ni siquiera estos misteriosos asesinos, podía tocarlo.

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