5.- El interés tiene pies

Julieta se bajó la mascarilla y habló con Ale.

—Valla, qué buena amiga tengo. Estoy en mi lecho de muerte y ella se enreda con mi médico.

Se rio con ganas. Se subió la mascarilla, ya que comenzaba a toser de nuevo por jalar aire por la boca para hablar.

—Corazón recuerda que yo no tengo un novio como el tuyo. Por lo que tú sabes bien que me encuentro a la caza de chicos guapos, preparados y que se vea que mueren por mí. Confía en mí. Hasta el momento Joel llena muy bien el perfil de mi prototipo. —Ale volteo pícaramente hacia ella. Con una sonrisa soñadora. —Pero basta de hablar de mi casi novio. Cuéntame, Jully. ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo? —Preguntó un tanto preocupada.

—Estoy mejor, gracias. Ahora lo que ocupo es que me ayudes a llamar a la empresa y pedirles a mis vigilantes que no comenten con nadie lo sucedido. Diles que mañana los quiero a partir de las doce del día en mi oficina para hablar con ellos. Por favor.

—Claro, señorita vicepresidente. Recuerde que el día de hoy soy su asistente designada.

Sonrió mientras le alborotaba el pelo a su amiga. Llamó a los guardias con el teléfono de Jully. Los pobres señores al escuchar las órdenes se preocuparon, ya que le habían comentado lo sucedido a su supervisor. Lo que ocasionó que este también fuera citado junto con los dos vigilantes. En cuánto finalizó la llamada, procedió a llenar el cuestionario del doctor papito ojos verdes.

Se terminó la solución del vaporizador. La enfermera se presentó a retirárselo. Ya se encontraba mejor. Solo faltaba que se acabara el suero que tenía en su brazo, para poder marcharse del hospital.

—Préstame mi celular Ale. Llamaré a Roberto. Necesito decirle que no lo veré hoy. Que será una noche de chicas y que no me espere. —Extendió la mano y recibió el aparato para poder realizar la llamada.

—No crees que sería mejor el que le dijeras la verdad. Recuerda que las relaciones tienen que estar fundadas en la confianza.

—Claro. Por eso quieres salir con el doctor papito de los ojos verdes. Desde que lo conociste no le has mentido ni una sola vez. ¿Verdad? —Giró hacia ella con las cejas levantadas. Retando a su amiga a que le debatiera su argumento.

—Opino que la nena está siendo un tanto grosera porque hablé con sinceridad. ¿Eso té incómodo? En cuanto a lo del doctor papito. Te prometo que aclararé la situación con él. Si mentí, fue para poder estar al pendiente de ti.

—Lo siento. Es solo que me molesta que me digas las cosas tan directas. Lo peor de todo es que tengas la razón. Odio tanta atención. Desearía poder ser normal, que la gente de mi alrededor no me mire con lástima cada vez que me hospitalizan. Sabes, cuando era más pequeña deseaba que existiera algún catéter que no se quitara de mi brazo para que no me picaran tanto. Lo siento. No me gusta hablar de esto y lo empiezo hacer. Ves, considero que no equivocaste tu camino en la vida. Eres un excelente psicoanalista. Me abro ante ti como si nada.

Julieta se limpió las lágrimas que descendían por su rostro, ya que no le gustaba mostrarse débil.

—Amiga, no te apenes. Eres humana, con sentimientos y vulnerable. Que yo sepa inmortal, no creo que seas. Al igual que todas las personas que te rodean, su existencia es frágil. Por lo que no tienes que sentirte diferente a los demás. No te preocupes, respecto al acuerdo que hicimos en mi camioneta. Pienso que ha llegado el momento de darte los pormenores de lo que se tratará. Como tu bien sabes me fui a estudiar un máster a Italia de psicología cognitiva en comunicación de la salud. Conocí a un compatriota llamado Esteban. No sabes qué hombre. Solo tenía un defecto, jamás sintió interés en mí. Se encontraba visitando a unos amigos en común. Él también es psicólogo. Tiene treinta y dos años y ya cuenta con un doctorado. El caso es que platicando con él. Me contó respecto a un máster que tomó en España de hipnosis regresiva enfocada en sanar enfermedades crónicas. Cuando profundizó en su explicación de su especialidad y de cómo funciona también para el asma. Pensé en ti. Sé que tú no crees en eso. Sin embargo, estudié ese máster los sábados en España, paralelo a mis materias. Y dado que me debes una. Tú serás el primer paciente al que cure.

Jully rio profusamente, ante lo contado por su amiga.

—Mira Ale, no confío en eso, pero acostumbró a cumplir mi palabra. Por lo que asistiré a las sesiones.

—Ahora, si no te molesta. Me prestas el teléfono para poder mentirle a Roberto y tener la tan esperada noche de chicas. —Extendió la mano. Recibió el celular y realizó la llamada.

Como a las cinco de la mañana pasó Joel a valorar el estado de Julieta. Se encontraba estable. Firmó su alta, y pidió hablar a solas con Alejandra.

—Mira es importante que tome sus medicamentos a las horas indicadas. O cuando presente una crisis. Sé que no es una niña, pero hay que estar al tanto de ella. —Extendió la mano entregándole la receta, donde se encontraban las indicaciones de las dosis del medicamento.

—De acuerdo doctor. Me encargaré de que tome todo a sus horas.

Alejandra realizó un saludo militar. Dando a entender que acataría las órdenes del doctor al pie de la letra.

—Sabes me encantó conocerte. Sé que no fue el mejor momento para encontrarnos. Por otro lado, sería un tonto si no te pidiera el que salieras conmigo el domingo, que es mi día de descanso. ¿Cómo ves, te agrada la invitación?

—Me encanta el plan. Sin embargo, el que salgamos dependerá de ti. Tengo que confesarte algo. Te engañé toda la noche, no soy técnicamente hermana de Julieta. Soy su amiga. En mi defensa la conozco desde que nacimos. La quiero como si realmente fuera mi hermanita. —Alejandra se ruborizó de arriba abajo al confesar su parentesco.

—Guau, no lo puedo creer. Me dejaste impactado. Por un momento pensé que me dirías que eres casada. En cuanto a lo del engaño. No hubo tal, ya que desde que te vi entrar y llegaste a caja a entregar tu tarjeta de crédito. Sabía tu nombre. La opción de que fueran medias hermanas nunca la contemplé. Puesto que son completamente diferentes. Tú eres blanca, ojos aceitunados, cabello negro lacio, No gracias a un tinte por lo que puedo apreciar. Con una pequeña y sensual boca en forma de capullo. Mientras que Jully es bajita con un tono de piel tostado, ojos y pelo castaños y facciones diferentes a las tuyas. No es por nada, pero me atrevo adivinar que cuentan con la misma edad. ¿O no es cierto?

—Ahora la impactada soy yo. Creo que tengo ante mí a un fan de Sherlock Holmes.

Sonrió con astucia. Le dirigió la mirada que utilizaba para cautivar a los chicos guapos. Continúo hablando.

—Tus deducciones fueron correctas, tengo veinticinco años. Bueno, aclarados todos los puntos. Considero que tenemos concertada una cita para comer el domingo. Que te parece si definimos bien los detalles por teléfono. Jully debe de estar impaciente por marcharse de este lugar, ya que le dan alergia los hospitales. Si me disculpas voy a caja a pagar la factura antes de que mi amiga termine de vestirse.

—No es necesario. Ten tu tarjeta de crédito. La cuenta ya está liquidada. —Joel extendió la mano entregándole su plástico y sonrió con satisfacción por ver su cara de sorpresa.

—No inventes, ¿cómo piensas que aceptaré eso? Me imagino que es una cuenta elevada.

Alejandra tomó su tarjeta. Se dirigió al área de caja del hospital y se la entregó a la señorita para que se realizara el cargo. A la vez que negaba con la cabeza mirando a Joel.

—No importa Alejandra. No es nada. Créeme que ya está cubierta la cuenta y no hay qué hablar más del asunto. Creo que el tiempo nos ganó. Jully se dirige hacia nosotros.

Joel tocó el hombro de Ale para llamar su atención y hacerla voltear al pasillo por donde se dirigía a ellos su amiga. En el instante que llegó, ambos se quedaron callados.

—¿Todo listo, Ale?

—Bien señoritas. Me despido de ustedes, ya que mi guardia aún no termina.

Se inclinó despidiéndose de beso en la mejilla de cada una de ellas, como si se tratarán de viejos amigos. Se fue por el pasillo con rapidez.

En el instante en que se dio la media vuelta Joel. Alejandra tomó del brazo a Jully y habló con la encargada de caja.

—Señorita. Necesito pagarla cuenta de Julieta Altamirano Robledo, por favor.

—Lo siento. Ya fue liquidada por el doctor Joel Robles.

—No, eso no es correcto. Como vamos a permitir que la pague el pobre.

Comentaron Alejandra y Julieta al unísono en voz alta. Frente a la joven de la caja.

—Pues no es ningún pobre el doctor. Es dueño del hospital. Bueno, él y su familia.

Contestó la cajera a la defensiva, como si lo expresado por las muchachas fuera un insulto para Joel.

—Vaya. No creo que gane mucho dinero, si se la pasa pagando las cuentas de las pacientes con las que quiere salir. —Comentó Julieta en voz alta.

—Pues está muy equivocada señorita, ya que es la primera vez que el doctor hace algo parecido con alguna mujer. Y con sinceridad no estoy convencida de que desee salir con usted.

—En eso te concedo la razón. No se encuentra interesado en salir conmigo, pero sí con ella. Y como la cuenta fue pagada. No te quito más tu tiempo. Gracias y buenas noches.

Se giró Julieta jalando del brazo a su amiga para salir del hospital. Le molestó lo insolente que se portó la mujer de la clínica.

—¿Jully, no piensas que fuiste algo grosera con la chica?

—¿Y no te pareció un tanto descarada ella?

—Sí, pero es entendible. Aparentemente, le gusta mi doctor papito ojos verdes.

—¡Tu doctor papito! Eres rápida. ¿Ya te invitó a salir?

—Así es. Saldremos el domingo a comer y no le importó que le mintiera. En serio, me gusta mucho.

—Espero que sea el bueno, ya que te lo mereces.

—No es que esté en busca de marido. Lo que quiero es un hombre que me ame y al cual yo pueda amar. Tú sabes a lo que me refiero, o no.

—Sí. Creo.

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