45.- Te necesito amiga

Julieta estaba llorando. Se sentía muy mal al leer el último mensaje de Esteban. No entendía como después de todo ahora la estaba chantajeando. Timbro su iPhone y era Alejandra. Contestó de inmediato, ya que esperaba desahogarse.

—Jully ¿estás bien amiga?

—No. ¡Te necesito! Me siento muy mal.

—¿Dime donde te encuentras para ir contigo?

—Estoy en un hotel cerca del aeropuerto en Canadá. No me puedo ir de aquí. Mi prioridad es resolver varios asuntos antes de volver a casa, pero te necesito para poder hacer todos mis pendientes. Tengo que contarte muchas cosas que ni te imaginas. Por favor, ¿di que puedes venir acompañarme?

—Pequeña sabes que cuentas conmigo. En cuanto aplace todas mis citas y encuentre un vuelo disponible, llegaré contigo nena, ¿quieres que hablemos de lo que pasó con Esteban?

—No, ahorita no, cuando pueda contarte todo de frente.

—Te llamo mañana para decirte el día que llego ahí.

Julieta pidió una piza a la habitación, así como una malteada de chocolate. Hubiera preferido pedir helado. Debido a que siempre le pareció el bálsamo perfecto, que por lo general usaba cuando estaba deprimida. Inhaló aire profundo, se daba cuenta de que hasta eso se lo había dañado Esteban. Ahora cuando pensaba en nieve, recordaba que experimento el mejor sexo que tuvo a causa de este.

Por fortuna, en esos momentos ya no lloraba. De cierta forma comenzó a reconfortarse con la idea de que pronto tendría a su amiga a su lado, para ayudarle a sobrellevar sus penas. A pesar de todo, la desesperación la abordaba, en determinados momentos. La llenaba del impulso de ir al encuentro de Esteban. Solo quería que la abrasara y besara. Eso también se debía a que al permanecer a su lado la hacía experimentar que se encontraba muy protegida. Agitó su cabeza como si con eso pudiera borrar esos pensamientos tan descabellados.

Buscó sus gotas para dormir y se dio cuenta de que las había dejado en la casa de Esteban. Necesitaba realizar algo con el fin de evitar continuar pensando en él, debido a que ni la televisión. La música. Ni el estar caminando, la hacía tener paz. Fue a sacar de su mochila lo que había tomado de la oficina pequeña, para ver si pensando en la vida que tuvo cuando fue Alizeé podía hacerla olvidar y dejarse de cuestionar las decisiones que estaba eligiendo como Julieta.

Tomó las cartas de Dante y comenzó a leerlas. Todas le dieron la sensación de aliento y protección, así como de estar enamorada de las palabras que prodigaba Dante. Solo tuvo problemas con la última que le escribió. La leyó tres veces tratando de entender el trasfondo de esta.

La primera vez que lo hizo, se sintió de diversas formas: entusiasmada, enamorada, ilusionada, avergonzada. Solo que la sobrepasaba un sentimiento de pertenencia y paz.

La segunda vez que la leyó trató de ser objetiva, ya que al pesar de que intentaba percibir las cosas como Alizeé. No obstante, su cerebro y la madurez que tenía hasta ese día, al ser Julieta, le hacía ser prejuiciosa, detectando que algo no estaba bien con las emociones que le trasmitía esa carta en especial.

Volvió a leerla por tercera vez para desmenuzarla. Le interesaba captar el mensaje implícito, que al parecer no podía descubrir si se dejaba llevar por sus sentimientos.

Encerró con un lápiz que sacó de su mochila las partes que le brincaban. De nuevo intentó leerla como si la carta no fuera para ella. Tratando de no implicar los sentimientos que emergían por el que fue su esposo alguna vez. Quedo desolada al descubrir que, el tal Dante no quería Alizeé realmente. Al parecer solo la estaba utilizando para algo, pero no lograba descifrar que era ese algo, debido a lo escueto de la carta. No podía creer que le hablara así de sus padres. Los condenaba y hacía que Alizeé se avergonzara de ellos. Como si la chica fuera un sucio secreto. Sabía que era otra época, pero no era la edad media. Eran los años veinte y se suponía que debían de ser un poco más abiertos de pensamiento, como para que la condenaran por los errores de sus progenitores. Si tanto le avergonzaba a Dante los pecados de sus padres, porque se convirtió en amigo de Gilberto y sobre todo por qué acepto un compromiso arreglado con la hija de este. Al fin de cuentas, era un pastor respetado en una comunidad. Por lo que se preguntaba por qué no escogía una mujer nativa de ahí. Una que no lo avergonzara por su procedencia. Así no tendría que mantener un sucio secreto. Como él decía.

Rendida por las emociones contradictorias. Se acostó en la cama con la carta entre sus manos.

Se puso a meditar sobre él, ¿por qué?, de todas sus dudas en cada una de las palabras escritas por parte de Dante. Hasta que sus pensamientos llegaron a un punto muerto. Donde en las últimas horas terminaba dirigiéndose siempre a Esteban. Al parecer ahora, sin siquiera quererlo, trabajaba inconscientemente en su contra. Tomaba partido en oposición de sus intereses, poniéndose del lado de Esteban. Se daba cuenta de que su subconsciente estaba haciendo por todos los medios, que buscara entre líneas cualquier la información que ponía frente a sus ojos. Se empeñaba en desmenuzar: desde motivos ocultos, desprecio, odio, vergüenza. O elucubraciones pendencieras por parte de Dante. Con la única finalidad de descartarlo como el amor de su vida y así poder correr por fin a los brazos traicioneros del hombre que anhelaba tener, aun en contra de la razón.

Se levantó molesta de la cama dando un brinco. Tomó la carta, arrugándola por completo. La arrojó al interior de su mochila. Sin ninguna consideración al frágil papel en el que estaba escrita. Enseguida agarró el nuevo diario de Alizeé. Las dudas la carcomían y quiso saber de dónde lo sacó Esteban. Tenía muchas hojas, pero solo estaba escrito hasta la mitad del pequeño libro forrado con piel. Lo abrió pasando sus hojas para constatar que fuera la misma letra del otro. Sin embargo, no creía que Esteban llegara tan bajo fabricando uno. No obstante, ya no sé podía fiar en nada con respecto a él.

La letra sí era de Alizeé. Le llamó la atención que este diario se hallaba escrito en dos idiomas.

La primera y más extensa era en francés, igual que en el que encontró enterrado en el masetero.

La segunda parte y más escueta, tanto hojas como escritura, estaba escrita en español. Eso se le hizo muy raro, pero sus razones, había tenido para hacerlo de esa manera. Se dirigió al inicio y comenzó a leer a pesar de que era de madrugada.

Julieta dejó de leer, debido a que se le hacía conocido el nombre de Allan. Algo en su interior le decía que era importante, pero no lo lograba ubicar en realidad. Sentía emoción y miedo al pronunciar el nombre de Allan Wodrich.

Tomó el lápiz y la libreta en la que había traducido poco a poco el otro diario. En la pasta dura escribió el nombre para no olvidarlo. Agregó un signo de interrogación al lado.

Continuó leyendo las páginas del diario por horas. Ya se hallaba por terminar la parte que se encontraba escrita en francés. Sus ojos se veían hinchados y cansados. Primero por llorar tanto y después por leer más de cien hojas sin parar. A pesar de que se encontraba nublado el cielo, los rayos del sol se colaban por la ventana anunciando un nuevo día. Aun cuando se forzó a leer todo ese tiempo con la esperanza de que su cuerpo sucumbiera al cansancio, nunca llegó el sueño. Le quedaba claro que tenía que descansar, ya que empezaba a sentirse mal por los estragos de no dormir, pero ni eso la ayudaba a conciliar el sueño.

Recordó lo sucedido después de partir de la casa de Esteban, cuando llegó al hotel en la madrugada del día anterior. Había llorado hasta quedarse dormida.

Durmió tanto, que su cuerpo no pudo seguir haciéndolo. Deducía que en estos momentos esa era la razón por la que no podía conciliar el sueño.

Observó la hora en su iPhone. El reloj marcaba las nueve de la mañana. Así que encendió la pantalla empotrada en la pared. Puso en Netflix su serie preferida del internado. Esperaba que al escuchar los capítulos que había disfrutado desde chica. Estaba segura de que si su mente le permitía despejarse, por fin, podría dormir un poco.

Cerro los ventanales con las pesadas cortinas para que no entrara la luz a la habitación. Se recostó en la cama y puso su brazo sobre sus ojos. Empezó a escuchar la serie y a imaginar las escenas que tanto había visto de adolescente, pero de repente dejo de oír lo que sucedía en el internado laguna negra. Comenzó a pensar en lo que alcanzó a leer del segundo diario.

Recordó la descripción de su boda, la cual se celebró en la iglesia en la que Dante fungía como clérigo. Se llevó a cabo en la fecha establecida. Los casó un amigo pastor de otro poblado. La ceremonia fue hermosa y toda la comunidad asistió a la boda, así como la familia de Dante. Fue entregada por el papá de su futuro esposo, el cual fue muy afectuoso. Pensó con dolor Alizeé, que su padre habría sido igual de cariñoso y tierno como su suegro.

Eso hizo que a Julieta se le empañaran los ojos, ya que sentía el dolor y las emociones que había plasmado en el diario. A la entrada de la iglesia, el joven Allan le entregó un ramo de flores frescas recién cortadas de la pradera. Se sintió enternecida por el gesto de su nuevo amigo. Él no lo sabía, pero ella así lo consideró, desde que él fuera el primero al que conociera del poblado. La siguiente página que escribió Alizeé fue varios meses después del matrimonio. A través del diario podía imaginar que platicaba con su madre. Se sentía muy vacía, ya que extrañaba a sus padres durante el día. Le pesaba que hubieran muerto, dejándola sola.

Expresaba constantemente que era feliz en su matrimonio, pero que sentía que faltaba algo en la relación, aun cuando su esposo le decía que era perfecto tal y como lo estaban viviendo. Le explicó que él tenía que seguir los dictados de Dios. Por lo tanto, no podía desobedecer lo que él mandaba. Ella estaba enamorada profundamente de Dante y lo seguiría hasta el fin del mundo si era necesario. Era su esposo y él también la amaba.

Cuando Julieta leyó eso, pensó que se hallaba escrito entre líneas algún mensaje oculto. Algo no se encontraba bien. Casi juraba que su presentimiento era correcto, ya que su cuerpo vibraba al haber leído eso una y otra vez. No obstante, ya no podía confiar en su juicio, porque estaba nublado y corrompido por el deseo que sentía por Esteban. Sabía que, había algo raro, por el hecho de que en el diario establecía que era feliz y que amaba profundamente a Dante. A pesar de que podía sentir el amor que él le prodigaba. El sentimiento estaba acompañado de una tristeza que la envolvía igual que un abandono. No entendía por qué lo percibía con una melancolía que la inundaba por completo. En lo escrito ponía que se sentía plena, pero ella, a pesar de no recordar todo lo que había vivido, sabía que no era feliz por completo. Julieta lo achacaba a que podría ser porque muy pocos pobladores hablaban el francés. Por lo que se encontraba aislada. Aun cuando de cierta forma se sentía acogida por la comunidad.

Cora la esposa del panadero la invitaba a sus reuniones de bordado. Acepto y se adaptaba bien al ritmo del grupo. Casi siempre se perdía entre la conversación de las mujeres, ya que sus pláticas eran en inglés. Solo Cora hablaba francés y a veces le traducía la charla de las señoras.

Alizeé le explicó a Dante, que Allan, se había ofrecido ayudarle aprender el inglés. Al enterarse le expreso un rotundo no. Le dio el argumento de que ella era una señora casada y que no se vería bien, que un joven tan apuesto pasara su tiempo libre junto a la esposa del pastor. Le prometió que él se encargaría de enseñarle en los ratos en que estuviera desocupado.

En hojas posteriores del diario, Julieta descubrió que Alizeé se quejaba de que Dante en casi un año de llegar al lugar. Solo tuvo la oportunidad de recibir dos clases por parte de su esposo. De las cuales no aprendió nada de inglés. Eso la hizo desistir de estudiar el idioma, ya que el pastor era un hombre muy ocupado por su feligresía. Le decía, que tenían que poner como prioridad el hacer salvos a todo su rebaño, y no distraerse con las banalidades del mundo.

Dante era muy inteligente, atento, generoso, amoroso con las palabras que le dedicaba a diario, pero solo le daba castos besos en su boca frente al pueblo. En todo lo demás era muy reservado y Alizeé nunca había tenido el valor de confrontarlo. Siempre escribía que un día sería valiente. Lo enfrentaría con los problemas y vicisitudes de su matrimonio, ya que ella se daba cuenta de que algo no estaba bien.

Julieta se quedó dormida profundamente, tratando de abrirse a los recuerdos y así poder descubrir por qué había algo que no cuadraba.

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