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— Amor, despierta —.

Sally susurró suavemente mientras sacudía el brazo de Sonic por tercera vez. Su única respuesta fue un gruñido de frustración. Sonic apenas abrió los ojos, deseando sumergirse nuevamente en el calor de su cama, donde las sábanas parecían abrazarlo como un refugio seguro. Las siete de la mañana no eran su momento favorito, menos después de los interminables días que habían drenado su energía. Ser rey, al parecer, no era tan libertador como lo imaginaba.

Con un suspiro cansado, Sonic se aferró a las sábanas, cubriéndose hasta la cabeza, tratando de crear una barrera contra la realidad. Pero la dulce voz de Sally lo seguía persiguiendo, junto con la luz del sol que se filtraba por las ventanas, rompiendo la paz de su momentáneo escape.

— Sonic, tienes que levantarte —. Esta vez, la voz de Sally sonó más firme, aunque aún conservaba esa dulzura natural. Con un toque más insistente en su hombro, intentaba sacarlo de su letargo.

Sonic soltó otro gruñido, sabiendo que no tenía más opción. Con un movimiento brusco, tiró las sábanas al suelo y se estiró, el cansancio aún pesando sobre sus hombros.

— Sé que estás agotado, yo también lo estoy, pero... sabes cómo son las cosas — dijo Sally con una sonrisa conciliadora.

— A veces desearía no ser rey — murmuró Sonic, más para sí mismo que para ella.

Sally dejó escapar una pequeña risa, acostumbrada a sus quejas. Ella entendía que la vida en el trono era todo menos fácil, pero también sabía que su deber era mantener la paz y el bienestar de su reino. Con una sonrisa tranquilizadora, tocó suavemente la mejilla de Sonic, guiando su mirada hacia ella. Le regaló un beso ligero, como si intentara disipar su frustración.

— No te preocupes, pronto tendrás tu merecido descanso — dijo mientras se levantaba de la cama y se dirigía al baño —. Recuerda, mañana es nuestro día libre — añadió, cerrando la puerta detrás de ella.

— Sí, claro... — murmuró Sonic antes de volver a hundirse en la cama.

Le gustaban los días libres, sí. Era el único momento en que podía escapar de las constantes reuniones y las demandas interminables de sus súbditos. Sin embargo, esos días también significaban pasar más tiempo con Sally. Aunque le tenía aprecio, cada vez que se volvía demasiado cariñosa, Sonic se sentía atrapado. Sonreía por cortesía, pero en su interior, se preguntaba cuánto tiempo más podría soportar este amor fingido.

Con un suspiro pesado, Sonic se levantó y se dirigió al baño. Nada mejor que una ducha caliente para despejar la mente. El agua acariciaba sus púas azuladas y, por un momento, la tensión en su cuerpo se desvanecía, como si el peso de la corona se deslizara por el desagüe. A veces, en esos momentos de tranquilidad, recordaba los días en que corría libre, sin responsabilidades, sin la pesada carga del deber real.

Se envolvió en su capa roja y se colocó su corona. Las ojeras bajo sus ojos delataban su agotamiento mientras salía de la habitación, saludando con una inclinación de cabeza a los sirvientes que pasaban. Aunque fingía normalidad, en el fondo sabía la verdad: no era feliz. Su vida como rey no era lo que esperaba, y la promesa de su madre, de que algún día encontraría el amor verdadero, parecía cada vez más lejana.

En su camino, una voz familiar lo detuvo.

— Hola, hijo —.

Sonic giró para encontrarse con su madre. La antigua reina lo abrazó brevemente, sonriendo con cariño.

— ¿Qué haces despierta tan temprano? — preguntó Sonic, tratando de ocultar su preocupación.

— Solo quería verte. Apenas tienes tiempo libre últimamente, y extraño a mi niño — dijo su madre con una sonrisa suave, tocando suavemente las ojeras de Sonic —. Además, mírate, estás agotado.

Sonic cerró los ojos, permitiendo que las manos de su madre lo confortaran, como cuando era niño. Por un momento, deseó volver a esa época, cuando la vida era más simple y no estaba atrapado en el peso de un amor impuesto por el trono.

— Deberías descansar más, hijo — murmuró su madre con una tristeza contenida.

Sonic tomó su mano y la besó suavemente, intentando calmar su preocupación.

— No te preocupes, madre. Sabes que ser rey no es fácil. Estoy bien, son solo ojeras — respondió con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Antes de que su madre pudiera replicar, un caballero apareció detrás de él.

— Mi señor —.

Sonic se giró, tratando de disimular la emoción que brotó en su pecho al ver a Shadow inclinarse con respeto. Maldita sea, no podía evitarlo. Lo amaba.

— ¿Qué sucede, Shadow? — preguntó, manteniendo la compostura.

— Hemos capturado a un espía de Cadbury cerca del castillo. Está en los calabozos, pero no ha dicho nada — informó Shadow, siempre tan directo, siempre tan formal.

Sonic asintió, tratando de ocultar el nerviosismo que sentía cada vez que sus ojos se encontraban con los de Shadow. Deseaba tanto poder tomar su mano, compartir con él sus pensamientos más íntimos, pero la corona siempre pesaba más.

— Te sigo — dijo Sonic, enderezándose antes de seguir a Shadow hacia la sala del consejo.

Al llegar, los caballeros se inclinaron en reverencia. Sonic levantó la mano para que se incorporaran, enfocando su atención en el mapa del reino mientras los informes seguían llegando. Pero su mente no podía dejar de vagar hacia Shadow, quien se mantenía estoico a su lado.

Después de despachar a los caballeros con órdenes claras, Shadow dio un paso al frente.

— Mi señor, me gustaría solicitar ser su guardia mañana. Con todo lo que está ocurriendo, no me parece adecuado que esté solo — dijo, arrodillándose con una velocidad que hizo latir el corazón de Sonic aún más rápido.

Sonic agradeció en silencio que Shadow no pudiera ver su expresión. Esa sonrisa tonta y enamorada que no podía contener.

— Está bien, Shadow — respondió, tratando de sonar firme, mientras sus ojos brillaban de emoción contenida.

Ambos intercambiaron una última mirada antes de que Sonic se girara, sintiendo que, por un instante, el peso de su corazón era un poco más ligero.

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