Capítulo 4: Una larga noche de verano

Mientras caminaba hacia mi casa, pensaba en lo afortunadas que eran las personas que tenían autos, porque uno, no tenían que caminar largas calles hasta sus casas, y dos, no terminarían con los pies machacados como yo. El problema con no tener licencia de conducir y mucho menos un auto limitaba mis salidas a donde quiera que yo fuera. Era afortunada por tener un mejor amigo con auto, pero eso no siempre era lo mejor. Quería tener mi independencia también. Irme cuando quiera de algún lugar en el que no me sentía cómoda, como en este momento.

Arrastré los pies sobre el asfalto de la calle, mirando el GPS en mi celular. Faltaban aproximadamente veinte cuadras para llegar a mi casa y no estaba segura si llegaría. No quería molestar a mis padres pidiéndoles que me recogieran porque seguro estaban cuidando a mis hermanos. Así que seguí mi camino.

No había traído audífonos, por lo que los veinte minutos de caminata que me quedaban serían en completo silencio.

La calle estaba iluminada gracias a los faroles y a los autos con luces encendidas que pasaban cada cierto tiempo. Con la cabeza gacha y los pies adoloridos me detuve en una esquina para tomar un respiro. Esto de ser cero atlética hacía que me agotara mucho. Caminar, o cualquier otro esfuerzo físico, no era algo que hiciera, nunca. Así que mi estado físico era una mierda.

Apenas llegaría a mi casa, seguro lo haría con la boca abierta por el esfuerzo y sudando litros de agua por el calor veraniego. La brisa de la noche no hacía nada por refrescarme. ¿Lo peor de todo? No cargaba dinero conmigo por lo que no podía comprar nada para calmar mi sed.

Antes de poder continuar mi caminata escuché la bocina de un auto que me aturdió por un segundo. Di media vuelta para ver quien había sido el responsable de aquel ruido molesto y me encontré con los ojos marrones de Rhett que me miraban a través del parabrisas de su auto.

Quise continuar con mi camino, aun confundida con su presencia. ¿Acaso estaba pasando casualmente por aquí o me estaba siguiendo? De cualquier manera, no quería cruzar palabras con él así que continué caminando como si él no estuviera aquí. Pero conforme caminaba y cruzaba la calle, noté que me seguía a una velocidad lenta.

Me detuve abruptamente. ¿Acaso era esto una especie de seguimiento stalker? Porque estaba a dos segundos de tomar mi teléfono y llamar a 911. Con paso decidido avancé los pocos pasos que nos separaban y me agaché a la altura de la ventana abierta de su auto. La sonrisa socarrona que me tenía en el rostro me indicó que estaba divertido con esta situación.

—Eh, Cerecita, qué coincidencia.

—Coincidencia mi culo —dije con molestia. Mis ojos se entrecerraron ante su evidente alegría—. ¿Por qué me estás siguiendo?

Ninguno de los dos se preocupó por el tráfico, debido a que la calle era poco transitada y pocos autos pasaban por ahí.

—Solo pasaba por aquí y coincidentemente te vi. —Se encogió de hombros como si no fuera gran cosa—. Así que decidí seguirte para que llegaras bien a donde sea que vayas. Porque es obvio que no tienes quien te lleve. ¿Quieres que te dé un aventón?

Era todo un delito que Rhett Saunders se viera tan bien con la mano en el volante y el cabello despeinado y húmedo. Gracias al cielo llevaba puesta una camiseta que cubría sus pectorales, porque si fuera contrario el caso, ahora estuviera en el piso siendo un charco de baba. Ya sé que era Rhett Saunders, el chico más engreído y mujeriego de la secundaria, pero eso no significaba que era ciega. Por Dios, el chico se le acercaba mucho a uno.

—¿Tengo cara de no poder caminar a donde sea que vaya? —pregunté con voz afilada, debatiendo entre meterme al auto de Rhett Saunders y sufrir diez minutos de silencio mientras que mis piernas descansaban o continuar con mi camino y que mis pies siguieran sufriendo.

Creo que había hecho una elección incluso antes de que me replanteara la pregunta.

—Oye, no me importaría que fueras capaz de caminar diez kilómetros si te lo propusieras, pero pienso que no son horas de caminar sola por aquí. Además, estoy en auto, puedo llevarte a donde sea. Tómalo como un favor.

Me hice a la interesante, como si estuviera debatiendo en mi mente si subirme a su auto o no, al final ganó la parte cómoda y floja de mi cuerpo, porque abrí la puerta del copiloto y entré de un salto, feliz con por fin poder descansar los siete minutos que llevaba caminando.

Aunque me detuve antes de cerrar la puerta, congelándome en el momento.

—Espera, ¿tú no habías tomado? —pregunté recordando su famoso ponche mezclado con alcohol. Por mucho que no quisiera caminar, tampoco quería morir en algún accidente automovilístico.

—Que haya hecho las mezclas no significa que las haya probado. —Cerré la puerta satisfecha con la respuesta. Rhett sonrió, asintiendo con la cabeza. En cuanto me recosté cómodamente en el asiento y él siguió manejando, sin despegar la mirada de al frente, me preguntó—. ¿Dónde vives?

Alcé una ceja.

—¿Eso no es muy atrevido de tu parte? O sea ni siquiera somos amigos.

Rhett soltó una carcajada, mirándome dolido.

—En primer lugar, Cerecita, te lo preguntaba para dejarte allí, en tu casa. —Se detuvo en el semáforo, volteando a verme con los ojos entrecerrados. Le devolví la mirada—. Y en segundo lugar, quiero llegar a tener una amistad contigo, pero tú no me dejas.

—¿Una amistad conmigo? —repetí—. ¿Y desde cuándo es eso? Porque sé que si no fuera porque somos compañeros de química, nada de esto estaría pasando. Apuesto que ni siquiera sabrías que existo.

—Bueno, pues creo que esta es una oportunidad para conocernos, ¿no te parece?

Me quedé callada, preguntándome si una amistad con Rhett sería sensato. Porque... Rhett no tenía amigas. Era un chico con muchísimos amigos pero cero amigas. Las chicas que conocía solo eran rollos de una noche o de pocos días. Rhett Saunders no conocía la palabra «amistad», por lo menos no cuando se trataba de una chica.

—Si tú lo dices. —Me encogí de hombros, sin querer continuar con la conversación. No quería rechazarlo ni decirle todo lo que mi mente pensaba, así que me quedé callada viéndolo conducir.

Su sonrisa satisfecha hizo que mi vientre diera varias vueltas.

Joder, ese era el problema con él. Ninguna chica podía verlo como amigo porque, cualquiera que tuviera dos ojos, se daba cuenta el espécimen de hombre que era.

—¿Tienes hambre? —Lo escuché preguntar rompiendo el hilo de mis pensamientos.

Sacudí la nubla de mi mente.

—¿Me estás invitando a comer?

Se rio.

—Me encanta lo directa que eres. —Asintió—. Y sí, te estoy invitando a comer. Resulta que conozco un increíble lugar donde venden las hamburguesas más ricas de aquí, y dado que en la fogata no hubo comida, muero por comer algo. ¿Qué dices?

Jamás le decía que no a la comida. Así que como la buena chica que era asentí embelesadamente a Rhett.

La verdad es que moría de hambre. Mierda, ¿cuándo no lo hacía? Comer era mi hobby favorito. Y aunque me avergonzaba de mi peso, jamás podría ser capaz de hacer dieta. La comida era algo muy valioso en mi vida y jamás le decía que «no» a una cita de comida. Incluso si venía de Rhett Saunders. Podría ser un asesino en serie y aun así aceptaría comida.

—Genial, está a cinco minutos de aquí así que no hay problema por desviarnos un poquito.

Luego de varios minutos llegamos a un restaurante llamado Mario's Burger en donde el estacionamiento estaba casi lleno. Era de noche por lo que la mayoría de las personas salían a comer a la calle porque un caluroso día de verano merecía ser disfrutado al aire libre.

Me bajé del auto dejando mi bolso dentro, junto con mi celular, y me uní a Rhett quien me esperaba para caminar juntos hacia la entrada. Lo bonito del restaurante era que las ventanas de vidrio daban un hermoso vistazo de cómo era por dentro. Y me sorprendió mucho que la decoración fuera ambientada en los años sesenta, con losetas negras y blancas en los pisos y asientos rojos de cuero. Cuando entramos, incluso vi una rocola de música en una esquina.

Me sorprendió ver que incluso las camareras usaban vestidos cortos como uniformes, de color rosado y con gorros del mismo color en la cabeza.

Sentía que había sido transportada a esa época.

—Guau —pronuncié en voz alta con admiración—. ¿Por qué nunca había venido aquí?

—Porque no tenías quien te trajera. Ahora sí. —Caminamos por el pasillo de losetas blancas y negras hasta que Rhett se detuvo ante una mesa vacía justo frente al estacionamiento. El ventanal daba una gran vista de la calle, y por lo tanto, de la noche estrellada. Me senté frente a él y al instante mis mejillas se sonrojaron.

¿Por qué habré aceptado cenar con él? Rhett no solo me inspiraba desconfianza, sino también una inusual intranquilidad que hacía que mi estómago se retorciera cada vez que sus ojos marrones me miraban directamente. Es como si todo sobre él me hiciera sentir confundida, es decir, hacía que mis partes de chica se sintieran confundidas. Porque... a mí no me podía gustar Rhett Saunders de esa manera.

Me gustaba Akio, no Rhett.

Joder.

Una bonita camarera rubia se acercó a nuestra mesa con la lista de las comidas poniendo mis pensamientos en pausa.

—No los necesitamos —dijo Rhett devolviéndole la carta del menú a la camarera—. Ya sabemos qué vamos a pedir. Quisiera dos hamburguesas con papas fritas y dos Coca-Colas heladas.

Ella se alejó antes de que pudiera debatir algo. Miré a Rhett, con la boca abierta.

—Has pedido por mí —dije indignada.

Se encogió de hombros.

—Siempre vengo aquí porque venden las mejores hamburguesas de la ciudad.

—Ya, pero ¿y qué si no me gustan las hamburguesas? ¿Y si soy vegana? —pregunté, enfadada con cada segundo que pasaba—. Tengo derecho a pedir mi propia comida, gracias.

Rhett sonrió, y como si me conociera de toda la vida, habló:

—Amas las hamburguesas, te comes una o dos, cada viernes cuando es el día de la hamburguesa en la cafetería del instituto. Y además, pides una Coca Cola helada para acompañarla y papas fritas con ketchup y mayonesa.

—Okey —murmuré lentamente—. No sé si estar sorprendida e impresionada o sorprendida y asustada.

—Elige la primera. Soy muy observador, pero no de la forma pervertida así que no pongas esa cara. Me gusta ver los pequeños detalles en las personas.

Alcé mis cejas, como si entendiera de lo que estaba hablando cuando era obvio que no.

—Okay, señor observador —dije con una sonrisa divertida. Coloqué mis manos bajo mi mentón y apoyé mis codos en la mesa para observarlo directamente—. ¿Qué más detalles has observado en mí?

Rhett se mordió el labio inferior unos segundos, como si sopesara la respuesta. Aquella acción suya solo hizo que mi vientre inferior se estrechara con la vista de Rhett mordiéndose el labio suave, carnoso y rosado. Maldito fuera él por provocarme con aquello. Y aunque no fuera una provocación, estaba haciendo un buen trabajo en distraerme de todo.

—Sueles mover el pie en clases cuando está por terminar la hora. También mueves tu lápiz y muerdes la punta cuando estás concentrada escuchando al profesor. Te gusta jugar con tu cabello cuando nadie te está viendo y sueles pasarte un mechón por detrás de la oreja cuando estás nerviosa. Como ahora. —Una sonrisa vacilante se dibujó en sus labios cuando me atrapó en el acto. Joder. Rhett era muy bueno en notar esos pequeños detalles. Porque definitivamente sí estaba nerviosa en ese instante, y más aún cuando acercó sus dedos a mi mejilla y atrapó aquel mechón para dejarlo caer libremente por mi rostro. Sus dedos rozando mi piel hicieron que los vellos en mi cuerpo se erizaran por aquel mínimo contacto.

Sus ojos marrones como chocolate líquido me miraban hipnotizados.

Estaba tan jodida.

—Las bebidas —dijo una voz que me trajo de vuelta a la realidad. La misma camarera rubia puso los vasos de Coca-Cola helada sobre la mesa y se fue tan rápido como vino.

Rhett seguía mirándome con la misma profundidad de antes, y me estaba volviendo loca. Carraspeé para decir algo, pero nada salió de mi boca. Estaba demasiado aturdida como para hablar porque... ¿Rhett Saunders estaba coqueteando conmigo? No podía creer que fuera genuino. Rhett coqueteaba con chicas bonitas, esbeltas, altas y delgadas. No como alguien como yo, es por eso que se me hacía muy difícil creer este extraño coqueteo inocente. Tal vez solo quería divertirse haciéndome sentir deseada, pero no necesitaba los cariños de nadie. Mucho menos de él.

Me puse de pie como si acabaran de poner algo puntiagudo en mi asiento.

—Iré al baño, ya vuelvo.

Y me alejé en dirección contraria a la que habíamos entrado, fue pura suerte que en aquel pasillo, al final, estuvieran los baños. Porque si no tendría que hacer el paseo de la vergüenza y pasar nuevamente al lado de Rhett.

Entré al baño y mi reflejó me asustó un poco. Tenía las mejillas muy rojas, como si hubiera corrido una maratón. Así me sentía, y mi corazón también porque latía con muchísima fuerza. Mi maraña de rizos rojos estaba esponjada debido al agua salada del mar. Intenté pasarme los dedos por las hebras de mi cabello, pero era peor. Así que lo dejé tal cual estaba y me eché agua en la cara, tratando de refrescarme. Intenté hablarme a mí misma para tranquilizarme.

«Tú puedes pasar una cena completamente bien con Rhett. No necesitas hablar o seguir la conversación. Comes, terminas y se van. Eso será todo».

Pero aunque me repitiera mil veces aquellas palabras, seguía estando nerviosa. Acomodé mi camiseta de tirantes antes de volver a la mesa junto a Rhett. Me detuve abruptamente a unos metros al darme cuenta de que había dos chicas de pie al lado de él, conversando. Cuando me acerqué unos pasos reconocí a las chicas que estaban allí. Eran Ailén y Bridget, chicas populares desde la primaria hasta el día de hoy, y no solo eso. Si no también las mejores amigas de Cindy Palmer, la última exnovia de Rhett Saunders. Aquella trinidad de amigas era conocida por ser el «ABC» de la popularidad en la escuela. Al ser nacidas y crecidas en esta ciudad, todo el mundo en la escuela Restwood las conocían, incluso los profesores y hasta el director.

Lo raro fue cuando Cindy desapareció a mitad del segundo semestre del año anterior. Según Ailén y Bridget, Cindy se mudó a otra ciudad debido a que su abuela necesitaba asistencia y ella era la única familiar cercana. ¿Los rumores de la escuela? Eran todos bizarros, uno más que el anterior. ¿Y Rhett? No hacía nada por persuadirlos o hacer algo al respecto. Según él terminaron cuando ella se fue, pero todo el mundo piensa que no fue así y que le hizo algo muy malo y por ello Cindy huyó. Es por eso que me parecía muy raro ver a Rhett y las mejores amigas de Cindy conversar como si todo estuviera bien entre ellos. Es más, parecía como si Ailén y Bridget coqueteaban con Rhett.

Esperaba estar equivocada.

Quería dar media vuelta y correr despavorida lejos de allí. Odiaba la atención de los populares como esas chicas, porque solo parecían actuar bien con los que eran como ellas. Así que di un paso atrás, y luego otro, pero en ese instante tanto Bridget como Ailén voltearon a mirarme como si fueran una sola. Me quedé congelada y con los ojos muy abiertos como si fuera un ciervo en medio de la carretera a medianoche y con un camión de carga pesada delante de mí.

Mierda, mierda y más mierda.

Oí que Bridget le decía a Rhett.

—¿Estás con ella? —preguntándole con desprecio en el tono de su voz.

—Sí, hemos venido a cenar. —Él se puso de pie apartando a las chicas y mirándome fijamente como si hubiera salvado a los niños con cáncer. Joder, ¿yo qué había hecho? Tomó mi mano derecha y entrelazó nuestros dedos—. Por fin has venido, cariño, quiero presentarte a unas amigas.

¡¿Cariño?! Grité en mi mente. ¿Qué diablos estaba pasando?

Mi mano en la suya se sentía pequeña, su tacto era calloso pero extrañamente suave al pegarla con mi piel.

Mierda, ¿por qué pensaba en su mano cuando él acababa de soltar esa bomba?

¿Y por qué me miraba con total adoración?

Besó el dorso de mi mano, haciendo que Ailén y Bridget abrieran los ojos como platos ante aquel gesto de Rhett. Por su mirada, noté que quería que le siguiera el juego, es por eso que no solté su mano ni lo mandé al diablo, que era lo que quería. Si no que me apegué a su cuerpo y le sonreí a las chicas como si estuviera encantada de conocerlas. Cuando obviamente no era así.

—Chicas, les presento a Audrey Reed mi novia. —Sonreí con tanta fuerza que temí que me quedara así para siempre—. Bebé, te presento a las chicas.

Que no me dijera sus nombres me indicó que no eran importantes para él. Aun así las saludé con la mano izquierda, pero ellas no me respondieron el saludo. Simplemente me miraron de arriba abajo y pusieron sonrisas falsas en sus bocas. Luego, miraron a Rhett como si yo no existiera y no fuera "su novia". Bridget, quien era la más cercana a él, tuvo la osadía de colocar su mano con uñas largas y azules en el brazo de Rhett.

—Creí que te quedarías más tarde en la fogata —dijo con voz melosa y casi jadeante, como si estuviera hablando en alguna línea erótica con algún cliente—. Esperaba que pudiéramos conversar más tiempo.

Me sentí una voyeur al verla.

Por suerte, Rhett era un buen novio falso, porque se alejó de ella como si fuera la mismísima peste.

—Preferí salir de allí y venir aquí con mi novia —recalcó la palabra «novia» y para hacerlo más creíble, me dio un beso en la cabeza y pasó su brazo por mis hombros acercándome a él.

Por suerte en ese momento apareció la camarera rubia con dos platos de hamburguesas con papas fritas y las dejó sobre la mesa. Miré aquella apetitosa hamburguesa como si no hubiera probado comida desde hace un año. Estaba famélica.

Las chicas, altas y delgadas, voltearon a mirarme con horror.

—¿Te vas a comer todo eso? —me preguntó Ailén, empujando su cabello castaño detrás de sus hombros.

Salté ante el tono juicioso de su voz. Rhett abrió la boca, pero yo fui más rápida.

—Sí, ¿algún problema? Muero de hambre, y me comería otro plato si es que no me llenara este. —Y como una niña rebelde, me senté en mi lugar y me metí varias papas fritas a la boca mirando fijamente a Ailén y luego a Bridget. Odiaba que las personas cuestionaran mis comidas, lo odiaba mucho. Así que las ignoré como si no estuvieran allí. Continué comiendo en completo silencio y con mucha calma, al poco rato se sentó Rhett y cuando volteé a mi izquierda las chicas ya no estaban, se habían ido.

Rhett me miró con seriedad.

—Lo siento por eso, pero necesitaba tu ayuda. —Soltó un suspiro—. No las soporto y tuve que fingir que eras mi novia. Mi reciente novia, por supuesto. Así que prepárate, mañana lo sabrá todo el mundo en la escuela.

Mis ojos se abrieron de más.

—Joder, Rhett —refunfuñé luego de masticar y tragar—. ¿Tienes idea de lo mucho que odio los rumores y la atención excesiva de las personas? Ugh, te odio.

—¿Las has visto? —preguntó con diversión—. Creen que porque ya no estoy más con Cindy tienen el derecho de coquetear conmigo. No toman un «no» por respuesta y no conocen el concepto de «códigos de amigas» ni «espacio personal». Tuve que recorrer al viejo truco y fingir que éramos una pareja.

—¿Y tuviste que usarme a mí?

—¡Estabas aquí! —exclamó—. No había nadie más conmigo. Además, no me digas que no es genial ser mi novia.

Lancé una fuerte carcajada.

—Dirás tu novia falsa, y déjame decirte, hasta ahora es lo mejor del mundo. —Señalé mi plato—. Si esto significa ser tu novia falsa, quiero serlo por siempre.

Fue su turno de reírse.

—Entonces sé mi novia falsa siempre, Cerecita.

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