Capítulo 3: Deseos indeseados

Joder, Cerecita, cuando lo siento —maldijo él agachándose a mi altura cuando me reconoció. Su pecho descubierto mostraba los relucientes pectorales que poseía, y debido a jugar bajo el sol de la tarde, estaba cubierto por una capa de sudor. En vez de darme asco mi vientre se contrajo de aprobación. Su cabello estaba alborotado, y aunque no debería parecerme sexy en absoluto, lo encontré así al ver su cuerpo cubierto de arena en algunas zonas.

Me maldije internamente por estar pensando en lo sexy que era en vez de cuidar mi pie que parecía haberse doblado al caer sobre este. Rhett lo tomó entre sus manos, examinando la zona con sus manos ásperas pero suaves bajo su tacto. Lo dejé hacerlo, porque era su culpa que ahora estuviera tirada en la arena, sentada de manera poco femenina. Procuré cubrirme la entrepierna con el pareo y mirar a cualquier lado menos a él.

—¿Eres consciente de que es la segunda vez que nos chocamos así? —pregunté con ironía.

Rhett tuvo el descaro de sonreírme con picardía.

—Supongo que es algo nuestro, ¿no?

—Si por "nuestro" te refieres a que es completamente tu culpa, sí, lo es.

—Oye, fuiste tú quien se interpuso en mi camino. No es mi culpa que quieras chocar contra mí para tener un momento a solas. Si es así solo tienes que pedírmelo, no necesitas hacer estos teatros.

Mis dientes chocaron luego de oírlo. Rhett Saunders era el peor dolor de cabeza que alguna vez había tenido.

En ese momento sus amigos lo llamaron pero él hizo un gesto de desestimación a sus espaldas, sin mirarlos, y continuó agachado a mi lado, con mi pie entre sus manos. Podía sentir la calidez de su aliento a menta y la fuerte esencia de su colonia. Olía buenísimo. Pero eso era algo que jamás diría en voz alta. Primero muerta.

—¿Acaso te golpeaste en la cabeza la primera vez que nos chocamos? —pregunté, retórica. Saqué mi pie de su agarre, al instante mi piel sintió su ausencia pero lo ignoré poniéndome de pie. Cuando lo asenté en la arena noté cierto dolor, pero no era lo suficientemente fuerte como para no caminar. Antes de seguir mi camino, miré sus profundos ojos color marrones que parecían piscinas de chocolate. La cosa que más amaba en el mundo. Aparte del helado, claro, y las hamburguesas—. Tú chocaste contra mí las dos veces, idiota. Y si vuelves a hacerlo una próxima vez no dudes en que te golpearé, muy fuerte.

Se rio a carcajadas, como si acabara de escuchar el chiste más gracioso de su vida. Lo fulminé con la mirada, estaba tentada a golpearlo, pero decidí reservarme. Muchas personas nos miraban con curiosidad y yo odiaba que la atención estuviera puesta en mí. Es por eso que me alejé sin importarme nada, al instante su risa se cortó.

Sentí que me sujetaban el brazo por detrás. Volteé tan rápido que fue un milagro que no me mareara o me rompiera el cuello.

—No me toques, idiota.

—Y tú no me provoques, Cerecita. —Soltó mi mano al ver que no iba a ninguna parte—. ¿Se puede saber por qué me odias tanto? Creí que habíamos superado esa parte al ser compañeros de Química.

—No hemos superado nada. Tú sigues siendo un idiota molesto.

Sus ojos se entrecerraron, pero en vez de mostrar molestia, me sonrió de lado como si todo lo que le dijera le pareciera gracioso.

—Y tú sigues siendo una sexy pelirroja que se cruza en mi camino, y que creo que choca conmigo a propósito, para llamar mi atención.

Jadeé.

¿Acababa de... llamarme "sexy pelirroja"?

Mis sentidos se pusieron alertas y mis mejillas se tiñeron de rojo, como un tomate muy maduro. Nadie nunca en la vida me había llamado "sexy". Jamás. Esta era la primera vez que escuchaba esa palabra dirigida a mí, y me resultaba tan extraño que viniera del mísmisimo Rhett Saunders.

Mi boca se abrió pero nada salió de ella. Estaba en shock.

—¿Todo bien, Rojita? —Escuché la voz de Akio a mis espaldas. Mi columna se enderezó como un latigazo. Volteé lentamente, notando que detrás de Akio estaba Ivy, ambos con el cuerpo mojado por el chapuzón en el mar. Y aunque Ivy era realmente una sexy morena, Rhett ni siquiera le dio una segunda mirada. Sus ojos estaban fijos en los míos.

Me aclaré la garganta antes de hablar.

—Sí, todo bien —logré decir en un murmullo bajo.

La tensión era muy palpable. Akio parecía destilar veneno con sus ojos, y Rhett no parecía impresionado por eso. Es más, él estaba relajado y con los brazos cruzados, como si nada estuviera pasando. Traté de no escapar corriendo, odiaba las situaciones de extrema incomodidad, como la que estaba experimentando en ese momento.

—Saunders —ladró Akio, con molestia, como si el solo hecho de decir su nombre fuera una maldición.

Rhett lo afiló con la mirada, sin perder contacto con sus ojos.

—Yamashiro —pronunció su nombre con lentitud, pero con un dejo de amargura.

Miré a Ivy, consciente de que estos dos no podían estar en el mismo lugar por mucho más tiempo. Carraspeé, tratando de llamar la atención de estos dos, pero ninguno miró en mi dirección.

—Por muy divertida que me resulte esta amena conversación, creo que deberíamos darnos un baño en el mar antes de que desaparezca el sol, ¿no crees, Akio? —insinué, dándole un codazo, pero su mirada estaba totalmente enfocada en Rhett, quien tampoco le quitaba el ojo a mi mejor amigo. Era como ver una competencia de miradas, el que parpadea primero, pierde. Y hasta el momento ninguno de ellos lo había hecho.

Miré a Ivy en busca de ayuda. Ella avanzó un paso y tocó el brazo de Akio, logrando que este saliera de su transe.

Rhett parecía divertido.

—¿Se van tan rápido? —preguntó como si nos estuviera retando.

—Sí, no quiero perder más mi tiempo aquí —contestó Akio tomando mi mano y la de Ivy, como si fuéramos sus hermanitas. Ni siquiera se despidió de Rhett, simplemente se alejó llevándonos de la mano. Quise voltear para ver la reacción de Rhett, pero me obligué a no hacerlo.

—¿Se puede saber qué hacías con el idiota de Saunders? —me preguntó Akio en cuanto estuvimos en la orilla del mar. Mis pies desnudos sentían la suavidad de la arena, me estremecí cuando el mar engulló mis pies haciéndome cosquillas. El dolor que había sentido por la caída ya estaba desapareciendo.

—Oye —refunfuñé—. No es mi culpa que se haya estrallado contra mí.

—¿Por segunda vez? —preguntó con esceptisismo—. Sí, claro, accidente mi culo. Por supuesto que lo había planeado. El idiota solo quiere joderme la vida. Primero se mete con mi hermana y ahora quiere meterse contigo. No voy a permitir que eso ocurra, primero le rompo la cara.

Ivy me miró, con los ojos muy abiertos, como si quisiera decirme algo con esa mirada. Sabía a qué se refería, años de amistad perfeccionaban la lectura de unas simples miradas. Y esta decía claramente: "Akio está celoso". Lo estaba, claro, pero como un hermano mayor lo estaba de su hermana. No era nada romántico ni mucho menos.

Negué con la cabeza ligeramente, consciente de que ambos me miraban.

—No seas tonto —dije con una pequeña sonrisa, tratando de esconder mi tristeza—. Rhett Saunders no está interesado en mí, es solo un pesado idiota que quiere fastidiarme. Pero no te preocupes, no le haré caso a menos que sea estrictamente sobre Química.

Akio parecía reacio a creeme, tenía una ceja alzada y me miraba con recelo, pero fue sacudido por la sorpresa cuando Ivy le lanzó un chorro de agua en la cara. Me reí con fuerza al verlo jadear, luego gruñó en voz baja y de un salto agarró a Ivy y la lanzó directo al agua. Corrí para no tener la misma suerte pero él fue más rápido. Tomó mi brazo y eso fue suficiente para tirarme al mar. Cerré los ojos antes de caer y nadé para flotar en el agua. Al sacar mi cabeza me froté los ojos y sacudí mi cabello, de éste caían cascadas de agua por mi espalda. Noté con horror que el pareo que usaba ya no estaba anudado en mi cintura, seguro se había desprendido de mí al entrar con fuerza al mar. Joder. Eso significaba todo el mundo podía verme el culo.

Al salir del agua Ivy y Akio se reían a carcajadas con lo sucedido mientras yo miraba con horror el mar, sabiendo que mi pareo estaba allí, perdiéndose en las olas. Joder. Corrí hacia nuestras cosas en la arena y de inmediato me coloqué un short, no me importaba mojarlo, no quería que la gente viera mi culo lleno de celulitis y grasa.

A la distancia pude ver a Rhett, sentado la arena sin camiseta y tomando de una botella de agua. No sé por qué mis ojos seguían yendo hacia él, era como si tuvieran un imán y no pudiera apartarlos. No sabía si era porque él también me miraba con una intensidad abrasadora, o solo porque era simple curiosidad. Cada vez que volteaba a verlo, él me miraba a mí, como si supiera que voltearía a verlo.

¿Habrá visto mi culo? Dios, esperaba que no. Esperaba que nadie lo haya hecho.

Ivy y Akio se acercaron minutos después, ambos caminando hacia mí y nuestras cosas con confiada seguridad. Ellos sabían que eran hermosos, altos y delgados, y viéndolos bien, hacían una pareja espectacular. Es por eso que no me animaba jamás decirle a Akio mis sentimientos por él. Porque... ¿qué chico quisiera estar con una gorda como yo? Nadie. Ninguno. Prefería su amistad, no el rechazo, eso sería muchísimo peor.

—Eso fue divertido —dijo Ivy partiéndose de la risa mientras se sentaba sobre su toalla, a mi lado. Cruzó las piernas por delante, sus piernas bronceadas, largas y delgadas me dieron envidia, de la buena. Echó su cabello negro atrás—. ¿Sabes si este año también hay ponche? Necesito con urgencia uno de esos, o tres.

Akio asintió.

—Claro que sí, es la tradición de cada año. —Me miró—. ¿Quieres uno, Rojita?

—Eh, sí, claro.

Se fue hacia el estacionamiento, donde habían colocado una barra para las bebidas y la comida. Lo vi irse, sonriendo a su espalda desnuda como si fuera lo mejor que hubiera visto en años.

Ivy suspiró.

—¿Por qué te fuiste, Audrey? —preguntó. Fruncí el ceño y abrí la boca, pero ella negó—. Y no me vengas con la chorrada de "¿de qué estas hablando?" Porque sé perfectamente la movida que has hecho. Se te cayó el pareo en el mar cuando Akio te tiró, ¿y qué? Nadie estaba prestando atención, nadie te estaba mirando el trasero si es lo que te preocupa.

—No es eso —jadeé, consciente de mis orejas rojas por escuchar su sermón—. Es mucho más que que me miren el culo. Es el hecho de no sentirme cómoda con que lo hagan.

—Joder, mujer, ¿cuándo te vas a dar cuenta que tienes un culo espectacular? Ya quisiera tener uno así de grande como el tuyo. Pareces una Kardashian, joder, y es todo natural. Yo mataría por tenerlo así, pero salí tabla, por adelante y por detrás.

No podía creer que se estuviera quejando de su cuerpo. ¡Era perfecto!

—No me vengas con mierdas —solté, enfurruñada—. Eres tú quien tiene cuerpo de modelo. Yo solo estoy gorda. Solo mira esto. —Señalé la parte superior de mi bikini—. Las tetas se me salen de la tela, es demasiado vergonzoso.

—¡Claro que no! —discutió ella—. Ya verás qué hermoso es tener melones y no limones, como yo. Cada vez que me pongo una camiseta parezco hombre. ¡De verdad! Mi ex podía tomar mis tetas entre su dedo pulgar e índice. En cambio a ti te tienen que agarradar con toda la palma de la mano y ni así entra. Joder, si fuera lesbiana hace rato te hubiera pedido permiso para agarrarte las tetas. Son un sueño. Incluso podría dormir sobre ellas.

Y así como así mi mal humor se esfumó. Me reí como una loca, Ivy me siguió, logrando que algunas personas de alrededor nos miraran con curiosidad.

Antes de que alguna de las dos pudiera decir algo, Akio apareció con tres vasos, uno en cada mano y otro en su brazo derecho sujetándolo con su abdomen.

—¿Se puede saber de qué se ríen?

—De tetas —respondió ella.

Las cejas de Akio se dispararon hacia arriba. Me entregó un vaso rojo de plástico y luego uno a Ivy.

—Las tetas son algo serio, no hay nada de qué reírse de ellas. —Tomó un sorbo de su propio vaso—. Pero díganme, ¿de qué tetas hablaban? Yo amo hablar de tetas, y no solo hablar. También tocar, manosear e incluso chupar. Ah, también me gusta cuando mi...

—¡No queremos oír tus perversidades, gracias! —interrumpió Ivy, casi escupiendo su ponche. Le agradecí internamente aquello, porque tampoco quería escuchar las guarradas que estaba a punto de decir.

—Solo hablábamos de nuestras tetas —remarqué el "nuestras" logrando que Akio bajara la mirada con las mejillas rojas al darse cuenta. Su boca se abrió.

—Eh, sí, en ese caso cambiemos de tema. Ustedes son como mis hermanas. —Se estremeció un segundo, como si realmente estuviera pensando en nuestras tetas. Era muy difícil hacerlo ruborizar, por lo que esto era todo un hallazgo emocionante. Miré a Ivy, quien se partía de la risa mirando la cara de Akio—. Okay, mientras ustedes siguen hablando de tetas iré a encender la fogata con los chicos.

Se fue de allí como si le hubieran puesto una petarda en el trasero, corriendo hacia los chicos de su equipo de baloncesto que apiñaban palos de madera sobre la arena para formar una gran fogata en medio de la arena. El sol estaba justo sobre el nivel del mar logrando que el anaranjado cree una hermosa imagen como si fuera sacada de algún cuadro. Los colores rojo y naranja se difuminaban sobre el azul del océano. De inmediato saqué mi celular y tomé una foto para atesorar aquella puesta de sol para siempre.

—¡Puaj! —Oí exclamar a Ivy. Miré su rostro, pero ella estaba viendo más allá, justo a donde los chicos cargaban los palos de madera a varios metros de nosotras. Le quise preguntar qué le había dado asco, pero lo vi de inmediato. Adela Summers estaba atacando la boca de Akio como si su vida dependiera de ese beso.

Miré con dolor como Akio le había pasado las manos por su cuerpo cubierto por un minúsculo bikini que mostraba su increíble y atlético cuerpo de animadora. La envidia se abrió pasó dentro de mí al ver sus piernas largas y delgadas, y su vientre plano. Akio parecía estar pasándoselo bomba, porque bajó sus manos a su trasero. Adela no hizo más que abrazarlo y enredar sus piernas esbeltas alrededor de su cintura. Los chicos de su equipo le gritaron, como si estuvieran animándolo. Oí silbidos y varios aplausos.

Me di la vuelta, asqueada con la imagen.

—Dry... —murmuró Ivy mirándome con pesar. Negué con la cabeza. No quería que me viera con pena, odiaba que lo hiciera cada vez que Akio se enrollaba con alguna chica de la secundaria. No era mi novio, por lo tanto, no tenía derecho a sentirme así de dolida, como si me estuviera engañando.

Así que respiré hondo y pegué una sonrisa que no sentía para nada y me enfrenté a Ivy.

—¿Vamos a la orilla? —pregunté, sacudiéndome este sentimiento de pesar—. Quiero tomar algunas fotos del atardecer.

Por suerte no me dijo que desde aquí podía hacerlo. Simplemente asintió, como si supiera el real trasfondo de mi pedido.

—Claro, vamos.

Ivy se puso de pie de inmediato y tomó mi mano para ayudarme a levantarme. El short que me había puesto ocultaba mi culo, pero nada ocultaba mis tetas a la vista. Así que cuando Ivy yo caminamos en dirección al mar, muchos chicos volteaban sus cabezas para mirarnos con atención. Le tomé un par de fotos al atardecer y nos hice un selfie a Ivy y a mí para luego editarla y subirla a mi perfil de Instagram.

En cuanto volvimos a donde estaban nuestras cosas en la arena, los chicos ya habían terminado de armar la fogata y estaban encendiéndola con la ayuda de los profesores que se habían comprometido a cuidarnos esta noche. Con paso apesumbrado me acerqué a pedir otro necesitado ponche. ¿El problema? No estaba alcoholizado como quería, por lo tanto, debía aceptar tomarlo así y al mismo tiempo soportar ver a los tortolitos de Akio y Adela. Ivy intentaba distraerme con su charla innecesaria sobre las razones de por qué había terminado con Sean, su ex, este verano, pero era un fracaso total porque mis ojos no podían despegarse de mi mejor amigo y su rollo pegajoso.

—¿Otra ronda de ponches, señoritas? —Una voz demasiado conocida pronunció esa pregunta en voz alta a mis espaldas. Cerré los ojos unos breves segundos antes de dar la vuelta y ver el rostro sonrojado por el sol de Rhett. En sus manos llevaba dos bebidas, y a su lado, había un chico que reconocí como Thad Peterson, su mejor amigo y defensor del equipo de fútbol. Él también llevaba dos vasos rojos en sus manos, y ambos, altos, sudorosos y atléticos nos miraban con cierto interés.

—No, gracias —contesté borde hacia Rhett.

Ivy, a mi lado, me dio un codazo tan fuerte que el vaso de ponche que llevaba se derramó sobre la arena. Pasaron dos cosas a la vez, mi mejor amiga abrió los ojos de más avergonzada por ello, y los chicos delante de nosotras se rieron en voz baja.

—Por suerte trajimos estos —dijo Thad entregándole un vaso de ponche a Ivy, quien lo recibió con una gran sonrisa y sus mejillas encendidas.

Mientras tanto Rhett me miraba con diversión. Mi vaso rojo estaba sobre la arena y todo el ponche se había desparramado. Estaba intomable y aunque yo moría por tomar el que Rhett llevaba no hice amago de tomarlo aún cuando él lo extendió para mí.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —pregunté entre dientes al ver que Ivy y Thad se apartaron unos pasos para charlar. Era la primera vez que esos dos cruzaban palabras y estaba segura que no sería la última. Ivy amaba a los deportistas, era algo suyo y un requisito en cuanto a escoger novio. Sean, su ex, había sido parte del equipo de baloncesto. Era compañero de Akio, pero terminaron porque Sean se mudó junto a su padre a otra ciudad. Ivy estaba devastada, pero después decidió darse otra oportunidad y desde ahí solo buscaba deportistas. Cuando le preguntaba el motivo, ella solo movía las cejas y me dedicaba una sonrisa pícara.

Rhett, frente a mí, frunció el ceño.

—Vine a darte este ponche —respondió confundido—. ¿No quieres?

Antes de que hiciera otro movimiento se lo arranché de su mano.

—Por supuesto que sí. Gracias. —Y tomé un largo trago antes de alejarlo de mi boca—. Mierda, ¿esto tiene alcohol?

Los ojos marrones de Rhett se abrieron, levantó una mano y la colocó sobre mi boca.

—Shh, nadie puede saberlo —susurró—. Los profesores están por ahí.

Pero no miré atrás. No miré a ningún lado mas que a él porque su mano estaba sobre mí.

Apreté los labios al sentir su piel cayosa sobre mi boca. Su mano casi abarcaba toda mi boca y mandíbula, logrando que sintiera sus dedos no solo ahí, sino en cada parte de mi cuerpo. Por inercia lo miré a los ojos, pero fue un grave error, porque vi en ellos la crudeza de la atracción.

Ambos estábamos a tan solo unos centímetros, nuestras cabezas estaban casi juntas, y odiaba que mi cuerpo reaccionara así con su cercanía. Se suponía que este chico no me caía bien, que lo odiaba, pero mi cuerpo mostraba otra cosa. Debido a la cercanía sentí que mis pezones se endurecieron.

De inmediato di un paso atrás saliendo del trance.

En ese momento apareció Akio junto a Adela, quienes miraron a Rhett y a Thad. Akio parecía molesto, mientras que Adela parecía curiosa. Como la coqueta que era, se puso de puntitas y saludó personalmente a Rhett y luego a Thad, rozando los brazos de los chicos con su delicada mano. Miré a Akio preguntándome si aquello le molestaba, pero él estaba demasiado concentrado en Rhett como para darse cuenta de mi mirada.

Tomé un profundo sorbo de ponche alcoholizado. Lo necesitaba.

Sus ojos oscuros fulminaban a Rhett, quien se cruzó de brazos adoptando una pose de arrogancia frente a todos.

—¿Se puede saber qué hacen acá? —preguntó Akio con voz dura. Trató de mirarme a los ojos pero yo bajé la mirada, avergonzada por cómo me había sentido segundos atrás con la mano de Rhett en mis labios.

No debía sentirme así de excitada. Rhett Saunders era el enemigo.

—Solo vine a darle a Cerecita un ponche hecho por mí. —Me guiñó el ojo, aquello solo hizo que mi rostro se pusiera más rojo del que seguro ya estaba. Akio parecía querer arrancarle la cara. Rhett me miró a los ojos buscando mi mirada, en cuanto nuestros ojos estuvieron sobre el otro, sonrió de lado—. Espero que te haya gustado.

No sé por qué pero sentí que se refería a otra cosa.

Se dio la vuelta y se llevó a Thad con él, dejándonos a Ivy y a mí mirándolos irse. Akio hizo un sonido de disgusto con su garganta, generando que lo mirásemos.

—No entiendo por qué mierda se acercaron. ¿Acaso ustedes los llamaron?

Ivy saltó, molesta.

—Claro que no, idiota, vinieron por su cuenta. ¿Pero, a ti qué más te da? Esa bronca que tienes con Rhett Saunders tienes que superarla. Se folló a tu hermana, sí, pero porque ella lo quiso. Ambos tuvieron la misma culpa y no te veo molesto con ella. —Alzó su vaso rojo, casi vacío—. Me largo a pedirme otro ponche más, de la marca Rhett, porque los hace buenísimos.

Y se alejó de allí en la misma dirección en que Rhett y Thad se fueron. Me quedé a solas con Akio y Adela, en un muy incómodo silencio.

—¿Cómo conoces a Rhett Saunders? —preguntó Adela mirándome de arriba abajo como si fuera un insecto bajo su zapato. Debería estar acostumbrada a las miradas despectivas de las personas, pero no, era algo a lo que nunca me acostumbraría.

Es por eso que alcé el mentón y le respondí con dureza.

—Es mi amigo. ¿Tienes algún problema? —Los ojos verdes de Adela se entrecerraron como si no me creyera. Alcé las cejas—. ¿Acaso no me crees? ¿O es que no conoces el término «amigo»? ¿Quieres que te lo defina?

El rostro de Adela se contrajo de furia.

—No, gracias, conozco perfectamente el término. Akio y yo lo usamos muy bien —dijo acercándose a mi mejor amigo y plantándole un beso en la boca frente a mí. Suponía que ella sabía sobre mi tonto enamoramiento por él. ¿Acaso lo tenía escrito en la frente? Mierda. Tuve que voltear el rostro para no verlos, no quería que mi corazoncito sufriera más de lo que lo hacía.

—Yo también iré por un ponche de Rhett, estuvo buenísimo. —Miré a Akio con las cejas alzadas antes de caminar lejos de allí. Tomé mis cosas de la arena y me puse apresuradamente una camiseta encima. Era ya de noche y la fogata en la playa era lo único que alumbraba el lugar. Caminé hacia el estacionamiento, en busca de Ivy, pero no la vi por ningún lado.

No quería estar aquí un minuto más, es por eso que caminé en dirección a la calle. Iba a ser un largo camino a mi casa a pie, pero prefería eso a aguantar a Akio y a Adela en plan besuqueo extremo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top