Capítulo 3: Soy perra... Y muerdo.
Necesitabas morrear la estatua. No podías conformarte con su bubujiji, el cual tenía que estar cubierto por el pantalón. Morrear a la estatua es más intenso, puesto que los labios carnosos de esta no estaban cubiertos por ninguna clase de tela de plástico. Ahora mismo, llegar hasta la boca de Jotaro se había convertido en tu principal objetivo en la vida. ¿Pero cómo ibas a hacerlo si mides tan poco?
Lo primero que se te ocurrió fue coger una silla y subirte. ¿Pero de dónde sacabas una silla? Si allí los otakos se sentaban en el suelo para comer los tazones de ramen más salados que la madre que los parió y cualquier cosa que se pudiera comer allí. También había una cafetería, pero las sillas estaban todas cogidas. Y no podías esperar mucho porque igual te robaban a ti el sitio y se ponían a morrear a tu amada estatua y su bubujiji. Y eso sí que no podía ocurrir. Tenía que ser algo rápido. Debías encontrar algo para subirte a la velocidad de la luz. Pero tu cerebro no funcionaba tan rápido, y es que no eras ingenierx.
Entonces, ves algo que hace que se encienda la bombillita en tu cabeza. Alguien de un stand no comercial se levanta para ir al baño. A la velocidad de la luz, coges su silla y la llevas para ponerla junto a tu estatua antes de que vuelva. Lo que acabas de hacer tiene muy poca justificación moral (acabas de quitarle a una persona que va a estar ahí todo el día para vender sus trabajos hechos con todo su cariño la silla en la que va a descansar en este duro día), pero a ti te daba igual porque en el fondo eras un ser despreciable que lo único que le importaba en la vida era morrear una estatua de un sexy anime boy.
El caso es que lo hiciste. Robaste la silla. Y volverías a hacerlo. Te sentiste muy bien por que por fin ibas a poder comerle la boca a tu husbando sin tener que llenar de babas la pantalla de tu movil.
Te subiste a la silla y llegaste a donde querías llegar, aunque te tuviste que poner de puntillas en la silla. Tu cara estaba frente a la cara de Jotaro. Por fin podías comerle la boca. Y eso haces. Te lanzas a sus morros y lo besas con pasión y ansias. Si seguías con tanta ansia te ibas a caer tú y la estatua también (aunque eso quizás estaba bien, porque estar en posición horizontal daba muchas más posibilidades que estar de pie). Empiezas a llenar de babas la boca de la estatua. Te imaginas que te llama "perra escandalosa" y eso te pone muy caliente. Tu fantasía sexual es que Jotaro te diga "perra escandalosa" y, de hecho, lo has soñado varias veces por la noche y esas noches para ti son las mejores de tu vida.
Después de estar un buen rato comiéndole la boca a la estatua de Jotaro y chupando todo su morro decides hacerle chupetones por el cuello. Y lo intentas. Te pones ahí como a succionar, pero no consigues nada. Habías hecho volar tanto tu imaginación que te habías olvidado de que estabas liándote con una estatua y que, por mucho que succionaras y te esforzaras, no se le iban a hacer chupetones. Pero no pasa nada, te pones a chuparle el cuello con la lengua y lo pones todo lleno de babas.
Entonces, miras a tu alrededor y te fijas en un detalle: el dedo de Jotaro. Está haciendo la típica pose suya de señalar. No es que se haya puesto en esa pose ahora, sino que es la pose original que tiene la estatua, no os preocupéis. Miras el dedo fijamente y piensas en la cantidad de cosas que puedes hacer con ese dedo. Y empiezas a fantasear.
Acabas chupando el dedo y metiéndotelo en la boca. Ya no te importa lo que pensara la gente de tu alrededor. Estabas en un momento de éxtasis total. Chupas el dedo con ansia, e incluso llegas a imaginarte que no es el dedo aunque si piensas que es el dedo de Jotaro también te excitas. Llega un momento que te mojas tanto que si hubieras estado andando por la calle te habrías tenido que parar.
Estás tan caliente que empiezas a chupar el dedo con ansia, y entonces pasa algo que ya nos habíamos imaginado hace un momento y que era muy probable que sucediera: te resbalas de la silla y tiras la estatua y caes tú sobre ella. Se forma un gran estruendo en la sala por el golpe. Todo el mundo está mirando. Y, tú, estás a horcajadas sobre la estatua.
Mierda, habías llamado la atención de toda la convención.
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