Capítulo 1
¿Qué es lo que dicen de las personas que se mudan a un pequeño pueblo?
No tengo la menor idea, sin embargo, aquí estoy intentando retomar mi vida después del gran desastre que era en la ciudad.
La campanita que indica que he ingresado al único restaurant que hay de comida, hace que me gane las miradas de los pocos locales que se encuentran consumiendo. Con una postura recta y la cara en alto, intento proyectar demasiada seguridad y confianza en mí misma, es algo que siempre hago y me va bien.
Por suerte, soy la única haciendo fila.
─Hola ─saludo a la mujer detrás de la caja registradora, es una mujer de piel morena, cabello negro y lleva un vestido de color beige que pienso que le favorecería más si no llevara puesto ese delantal amarillo que está grasiento.
─¿Puedo ayudarte en algo?
La mujer no se molesta en darme una mirada rara, de inmediato a reconocido que no soy de aquí.
─Claro, ¿qué clase de alimentos venden por aquí? ─Pregunto con una sonrisa forzada.
La observo enarcar las cejas y luego señalar el menú de arriba.
─¿Qué no lees?
Uy, perdón. Pienso, qué carácter.
Le doy una sonrisa y suelto un pequeño suspiro, hamburguesas, pizza, malteadas, pollo...
─¿Tienen ensaladas?
Una risita sale de ella.
─Cariño, no tenemos ensaladas ni nada vegano si eso es lo que estás buscando.
Vaya, no me sorprende.
─Bien, entonces una hamburguesa estaría bien.
─¿Con doble carne y extra queso?
─No ─niego de inmediato─. Solo sencilla.
─Bien, ¿algo de tomar? ─Pregunta mientras lo anota en una libreta.
─¿Una coca cola?
La mujer da un pequeño asentimiento, después desaparece para dejar la nota y regresa segundos después.
─Bien, serán siete dólares ─dice y asiento levemente antes de comenzar a buscar en mi bolso la cartera.
─¿Aceptas tarjeta? ─Pregunto extendiéndole la tarjeta, esperanzada a que sí.
─¿No leíste el letrero de afuera? Solo efectivo, chica.
Ay dios, definitivamente no vi el letrero.
Rio nerviosamente mientras vuelvo a buscar en mi cartera efectivo, por lo general, no me suele importar ignorar los comentarios de Ava cuando me dice qué debo hacer, ella siempre ha sido la más lista a comparación de las dos, sin embargo, llegados a este punto, estoy comenzando a arrepentirme por no hacerle caso.
Estaba segura que no iba a necesitar efectivo porque no había nada que una tarjeta no pudiera solucionar. Prefería las tarjetas antes que andar cargando con efectivo.
Ya escucho en mi cabeza la voz de Ava diciendo "te lo dije."
─Dame un momento por favor ─digo mientras sigo buscando el efectivo.
Nada.
No traigo nada y estoy comenzando a frustrarme y el gruñido de alguien a mis espaldas también consigue que me estrese.
─Oye, apúrate.
Dice una voz masculina a mis espaldas, rio nerviosamente.
─Dame un momento, por favor.
Estoy a punto de tirarme al suelo e intentar vaciar mi bolso en busca de efectivo, pero lo cierto es que no traigo nada. Nerviosa, me acerco más a la cajera.
─Dime, ¿qué hay de las transferencias? ¿las aceptas? ─insisto con la esperanza de que pueda aceptar una transferencia, sería mucho más fácil para mí.
─No.
Me responde hostil y siento a mi cuerpo tensarse.
Aprieto los labios con fuerza, nunca he tenido esta clase de incidentes por lo que no sé exactamente qué debo hacer.
─Lo siento, pero si no vas a poder pagarlo, cancelaré tu orden.
Dios, qué vergüenza.
Me aterra la idea de que piensen que soy una clase de loca cuando tengo dinero suficiente para pagarlo solo que no en efectivo.
─Bien, volveré más tarde ─miento porque no tengo forma de volver, sin un solo peso en efectivo, no hay forma en que yo pueda si quiera salir de este pueblo.
Maldición.
Justo cuando me doy la vuelta para irme del local, don gruñón decide gruñir de nuevo y avanzar al mismo tiempo que yo provocando que mi cuerpo choque con el suyo y suelte mi bolso, solo es cuestión de segundos para que mis cosas se desparramen por el suelo.
─¡Ay no! ─chillo en estrés, no soy buena lidiando con las situaciones bochornosas y me temo que aquí estoy teniendo más de una.
De nuevo, gruñón gruñe y se apresura a agacharse al tiempo que yo, no tengo idea de lo que dice, pero parece estar protestando de algo.
─Oye, puedo hacerlo sola si te molesta.
─Qué más da ─me responde juntando mis cosas.
─Ten cuidado ─le dejo saber y eso hace que me gane una mirada rápida de su parte, sus ojos azules miran directo a los míos, tiene una barba un poco gruesa, seguro lleva algo de tiempo sin afeitarse, mirando rápido a su ropa, da la impresión de estar un poco sucio, sea cual sea su oficio, me temo que no es el más higiénico─. Tengo cosas importantes en este bolso.
Me apresuro a juntar todo lo que puedo.
─Además, es de marca y ni siquiera...
─No me interesa.
Me gruñe.
─Oye, ten un poco más de modales.
Bufa y noto que rueda los ojos al mismo tiempo cosa que me hace apretar los labios con fuerza, seguro que no le importa, pero a mi si me importa si algo malo le pasa a mi bolso, pase semanas intentando conseguirlo y no fue nada barato, además de que.
Oh no.
No puede ser.
Una risita nerviosa se me escapa cuando el hombre consigue agarrar una de mis pertenencias.
Un dildo.
El hombre enarca una ceja y estoy casi segura que sabe lo que es.
¿Será mal momento para darle una explicación?
¡Ay no! ¡No debería! ¡ni siquiera lo eché yo a mi bolso!
¡Peor aún! ¡Nunca he usado uno!
Esa debió ser Elyse, mi mejor amiga.
─Gracias ─murmuro arrebatándole mis pertenencias de las manos, sobre todo ese juguete y echarlo de golpe al bolso, de nuevo una risa nerviosa se me escapa. Esto es muy vergonzoso.
Aferro mi bolso a mi pecho y decido tragar con fuerza la saliva que de pronto se ha acumulado en mi boca, no me molesto en decir algo, me resulta casi innecesario porque, ¿qué se supone que deba decirle?
Salgo del establecimiento lo más rápido que mis pies me lo permiten y después decido ir de vuelta a la casa del tío Landon, donde se supone que debí quedarme desde un principio.
Tengo hambre, estoy en un lugar al que desde un principio no quería venir, no tengo buena señal en el móvil y tampoco me gusta la idea de estar en esta casa sola.
¿Es mal momento para echarme a llorar?
Si lo es o no, me es imposible aguantarme las lágrimas porque si, esto es más una especie de castigo por parte de mi madre para que aprenda a ser más "humilde" en esta vida.
Decido buscar mi teléfono dentro de mi bolso para hablarle a mamá y después hablar con Elyse para reclamarle el dichoso juguete que me ha echado.
─¡Ay dios! ─exclamo para nadie en particular cuando no encuentro mi celular y termino vaciando la bolsa en busca de este, pero no aparece por ningún lado y entro en pánico.
¿Qué se supone que deba hacer si no tengo celular? ¡Ni siquiera hay un teléfono fijo en esta casa!
El restaurant, pienso. Debí dejarlo allí.
Tan rápido como puedo, salgo de la casa dispuesta a ir al restaurant, solo que soy mala recordando direcciones y creo que termino perdiéndome porque termino llegando a una calle diferente donde solo hay casas.
Quiero echarme a llorar por culpa de la repentina frustración que comienzo a sentir, por lo general, suelo ser alguien fría, o al menos intento serlo frente a otros. Considero que ocultar mis emociones me hace ver a la vez como una mujer fuerte que siempre tiene todo en orden, el orden es primordial en una persona para destacar, mamá siempre lo dice.
Tomo un par de bocanadas de aire para controlar mi repentina ansiedad, observo con atención el lugar donde estoy y tiempo después me ánimo a seguir en donde creo que es la dirección correcta y me veo dando pequeños saltitos de alegría cuando me encuentro frente a la puerta del restaurant.
No tengo idea de cuánto tiempo me tomó llegar hasta aquí pero el orgullo que siento de haberlo logrado por mi cuenta es grande.
─Hola ─saludo a la mujer de hace rato, aún sigue detrás del mostrador. Ella me escudriña con la mirada y me obligo a darle una sonrisa─. Hace poco estuve aquí.
Hablo, no tengo la menor idea de cuánto tiempo fue eso, pero sé que no fue hace mucho, quizás menos de una media hora.
─Sí, lo sé.
─Que bien ─sonrío mostrándole los dientes, ya es un buen paso que me recuerde─. Creo que olvidé mi celular por aquí, ¿de casualidad no lo has visto?
Me veo preguntándole y su ceño se arruga, se arruga bastante que creo que ese gesto la hace lucir un poco más mayor de lo que ya es.
─¿Ah sí? Que lastima ─dice sin nada de interés en su voz, su amarga respuesta me hace fruncir los labios. No esperaba que me respondiera de ese modo, aun así, oculto mi sorpresa manteniendo la sonrisa en mis labios.
─Es un iPhone último modelo, ¿segura que no lo has visto?
─No, muñeca. Ni siquiera sé que es un iPhone.
¿Está bromeando conmigo?
Algo me dice que no lo hace y no sé si eso me asusta más de lo que quisiera.
─Ya sabes, es ese teléfono que tiene una manzanita en la parte de atrás ─digo intentando que esa referencia sirva de algo, recuerdo que mamá solía reconocerlos por esa referencia hace años─. Está algo mordida.
La mujer sonríe.
─Creo que sé cuáles son ─dice con un pequeño asentimiento de cabeza─. Me recuerdan a Adán y Eva.
Frunzo el ceño.
─¿Adán y Eva?
─Ya sabes, por el fruto prohibido ─decide explicarme y la sonrisa que se había formado en su rostro se borra de inmediato y es reemplazado por un semblante de pocos amigos─. Es por eso que esos teléfonos son el pecado.
Dios, no esperaba ese comentario. Una risita nerviosa se me escapa e intento mantener la calma.
¿Qué se supone que deba responder a un comentario como ese? ¿Decirle que pienso lo mismo?
─¿Entonces no lo has visto? ─Se me ocurre preguntar en su lugar y ella niega.
Aprieto los labios con fuerza y me pasa por la cabeza que quizás alguien pudo tomarlo y que mis probabilidades de volver a conseguirlo serán nulas.
─No.
Responde secamente y suelto un resoplido.
─Está bien, gracias uhm... ─intento verle el nombre en el gafete que tiene puesto en su ropa─. Tilda.
Digo por fin y ella me da una sonrisa forzada.
Me voy de allí lo más pronto posible y regreso a mi ahora casa sintiéndome con un nudo en la garganta. Sí, soy una persona totalmente dependiente de mi celular, además, en este pueblo estoy segura que no hay nada qué hacer, esperaba poder pasarme las horas hablando por teléfono con mis amigos.
Observo toda la casa con atención, por lo menos, hay un sofá que seguramente debo limpiar y bueno, tengo que comprobar que las habitaciones luzcan bien. Al menos, espero encontrar una buena cama, necesito una buena cama para dormir y una ducha caliente sin duda.
Subo las escaleras, las puertas están entreabiertas lo que me hace sentirme un poco nerviosa, ¿habrá entrado alguien antes o las habrán dejado así desde un principio? Con cautela, inspecciono la primera habitación, solo hay tres, me encuentro con el baño el cual tiene una tina que necesita sin duda ser limpiada, regadera y baño, con eso siento un poco de alivio, la segunda se trata de una habitación medio vacía porque no hay una cama o muebles sino cajas que seguramente deben tener pertenencias y por último me topo con la habitación principal y siento una gran decepción cuando me doy cuenta que no hay una cama, en realidad esa habitación está completamente vacía. Ni siquiera hay televisión.
Trágame tierra, ¿qué haré yo aquí?
No puedo conciliar el sueño con todos los focos apagados, soy esa clase de persona que tiene que programar la tele antes de irse a dormir y prefiere que la tele se apague por su cuenta después de quedarse dormida, de lo contrario, no puedo dormir y comienzo a tener pesadillas.
Decido ir abajo y todo parece ir bien hasta que termino de bajar el último escalón y escucho el maullido de un gato.
Un grito agudo se me escapa del susto al ver a un gato gris andando por el sofá.
Odio los gatos.
─¡Ah! ─Le grito como si eso fuera servirme de algo─. ¡Largo! ¡Chu! ¡Fuera!
Intento hacer que se vaya, pero él solo parece ponerse más cómodo en mi sofá.
Lo que me faltaba, pienso.
Decido ir a buscar cualquier cosa que me sea útil para sacarlo de la casa, estoy segura de que he cerrado la puerta antes de entrar por lo que no tengo la menor idea de cómo es que el gato se metió, ¿o será que ya estaba aquí desde antes?
Ay no, es una horrible situación.
Como no encuentro nada con qué sacar al gato y no hay forma en que yo me acerque y lo cargue para sacarlo de la casa porque a pesar de odiarlos, siento un poquito de miedo hacia ellos que prefiero ni tocarlo, opto por abrir la puerta y pedirle amablemente que se vaya.
─Vamos, sal. ─El gato solo ronronea mientras se sigue moviendo por la cama y yo solo suelto un bufido─. Vamos, vete.
Pero no se inmuta en salir.
Es una lastima que no soy para nada paciente.
─Vamos, deberías de largarte ahora, ni siquiera es tu hogar ─debo verme patética discutiendo con un gato, pero no sé qué hacer─. Sal.
El gato parece obedecerme porque brinca del sillón al suelo y comienza a caminar en mi dirección, sin embargo, que de pronto esté cerca de mí me pone nerviosa y soy yo la que retrocede.
─Ay no, no. Aléjate, chu.
Comienzo a decirle como si eso fuera a servir de algo, retrocedo de nuevo conforme se acerca a mí, seguro quiere que lo acaricie, pero eso no va a suceder, termino saliendo de la casa y él sale conmigo, entro en pánico y doy un mal paso cuando estoy muy cerca de los escalones.
─¡Ay!
Chillo intentando agarrarme del barandal de las escaleras, pero me doblo el pie y casi consigo caer. Casi porque siento a alguien atrás de mí evitar que tropiece.
Los latidos de mi corazón incrementan por el repentino susto que de pronto siento y me aparto de inmediato para ver quién ha decidido aparecer.
Lo reconozco de inmediato, probablemente porque además de Tilda, es la única persona que he visto hasta ahora.
El hombre del restaurant que me ayudó a recoger las cosas de mi bolso.
─Hola ─decido saludar al verlo y mi instinto como siempre es acomodarme el cabello el cual seguro se alborotó por mi escandalo─. ¿Qué haces aquí?
Pregunto casualmente y él frunce el ceño, echa una mirada rápida por encima de mi hombro para comprobar quién sabe qué dentro de la casa y después la dirige a mí. No sé si soy yo, pero el ceño fruncido en él lo hace ver como si estuviera molesto.
─¿Estás bien?
Decide ignorar mi pregunta anterior y no sé si eso me gusta, pero asiento.
─¿Se te ofrece algo?
Intento ser amable.
─¿Vives aquí?
Con que es de los que evade las preguntas, pienso.
─Sí.
Respondo con orgullo y sus cejas se alzan en sorpresa.
─¿Eres conocida de Landon?
─Su sobrina ─digo con orgullo y una sonrisa, puedo ver la sorpresa aun en su mirada, pero rápidamente la reemplaza por una expresión sería.
─¿Qué haces aquí?
─Recién me he mudado.
De nuevo hay asombro, pero lo quita de inmediato en su rostro. Me da la impresión de que es una persona para nada expresiva, de aquellas personas que ocultan sus emociones ante la gente.
Aprieto los labios con fuerza cuando aguardo un momento a que él hable de nuevo, pero ya sé que es de pocas palabras y no me sorprende que no diga nada.
─Ya veo ─dice no muy contento. Su mirada observa el lugar─. ¿Te quedarás por mucho tiempo?
Siento curiosidad en su voz y no sé si eso me agrada o no.
─Tal vez ─me cruzo de brazos, pero lo cierto es que no tengo idea de cuánto tiempo podría quedarme aquí. Mamá y yo no habíamos acordado una fecha, solo espero que el castigo se le pase luego y me deje volver a casa en cuanto antes.
Siempre he apreciado todo acerca del tío Landon, podría decir que ha sido un ejemplo a seguir a lo largo de mi vida, pero nunca voy a entender cómo es que podía estar enamorado de este pueblo, quizás es porque me considero más una chica de ciudad que de pueblo.
El hombre da un asentimiento y como detesto los silencios, decido hablar de nuevo. Ya me hago la idea que, con él, una es la que tiene el mando en las conversaciones, al menos, me parece de esa clase de persona.
─¿Puedo ayudarte en algo? ¿Por qué has venido?
Decido ser directa, sé que ya le he preguntado algo similar anteriormente pero como las ha ignorado, decido insistir con la esperanza de que esta vez conteste.
Se lleva las manos a los bolsillos de su pantalón y como soy alguien observadora me doy cuenta de que se le ajusta un poco más el pantalón cuando lo hace. No lo sé, pero estoy acostumbrada a otra clase de hombros, digamos que los hombres que normalmente conozco son de oficina, aquella clase de hombres que rara vez se visten casual y este hombre frente a mí me resulta todo lo contrario, tiene una vibra bastante masculina, con aquella barba y esa ropa medio sucia que indica que seguro acaba de salir de trabajar, su cabello algo alborotado a pesar de que se ha esforzado por peinarlo, sin duda debe tener un trabajo rudo, pienso.
─Se te ha caído esto ─inquiere al sacarse mi celular del bolsillo de su pantalón, mis ojos se iluminan al verlo.
─¡Lo encontraste! ─Exclamo con una gran sonrisa en la boca, no cabe duda de que es mi celular dudo mucho que alguien como él use una funda de color rosa, además, todos sabemos identificar nuestros celulares sin importar qué─. Creí que lo había perdido para siempre, estaba muy angustiada por ello. Muchas gracias por encontrarlo.
Digo con sinceridad porque realmente juré que no lo volvería a ver.
─Sí, de nada.
Dice a secas cuando lo tomo, lo primero que hago es checarlo y comprobar que efectivamente apenas y tengo cobertura aquí.
─Dime, ¿te debo algo por ello? ─Pregunto sin pensar, porque no hay forma en que yo le pueda pagar con dinero.
Qué tonta, pienso, ¿qué sí te pide dinero? ¿cómo vas a pagárselo?
─No ha sido nada.
─En serio, gracias ─insisto y de nuevo, termina asintiendo antes de dejar la escasa conversación morir─. ¿Cuál es tu nombre?
Me atrevo a preguntarle.
─Josh.
De nuevo es una respuesta seca.
─Mucho gusto Josh, yo soy Savannah ─le extiendo la mano en un intento de presentarme y ser amable con él, su mirada se posa en mi mano y después en mí, luce un poco dubitativo antes de estrecharla y por supuesto, no dice nada─. De verdad, gracias, no sé qué haría sin mi celular, es demasiado indispensable para mí.
─Ya lo creo ─dice elevando las cejas, me parece que eso no es mucho de su agrado. Sin esperar a que haga algún otro comentario, Josh se da la vuelta, dispuesto a salir de casa.
─¡Espera! ─Exclamo al salir corriendo en su dirección, con los tacones que traigo puestos, apenas y puedo bajar los escalones rápido─. Espera, tengo una pregunta.
─¿Qué?
Su ceño se frunce.
─¿De casualidad sabes donde puedo encontrar un cajero automático por aquí?
Hay un poco de esperanza en mi voz, de nuevo, su ceño se frunce y termina negando.
─No tenemos cajeros automáticos aquí.
─¿No?
Pregunto con algo de pánico y Josh niega.
─Debes de ir a la ciudad si deseas encontrar un cajero automático.
─Ay Dios, tienes que estar bromeando.
─No es una broma ─se lleva sus manos a sus caderas y me observa con intriga─. Déjame adivinar ─dice con muy poco humor en él─. ¿Solo usas tarjetas de débito?
─No, también uso las de crédito de vez en cuando ─digo con algo de orgullo, aunque creo que no es nada de lo que debería sentirme orgullosa ahora teniendo en cuenta que aquí no hay forma de usarlas. Josh se ríe por ello, me parece una risa seca y nada agradable.
─Todos los locales aquí manejan efectivo solamente.
─Ya veo ─aprieto los labios con fuerza y ladeo la cabeza─. Gracias.
Josh se queda observándome fijamente, ahora que estamos al exterior y puedo prestarle un poco de atención, veo que sus ojos son de un color azul intenso. Lindos, pienso.
Si lo observo bien, el hombre es demasiado atractivo.
Por un momento me veo tentada a preguntarle su edad, presiento que es joven, pero por la vestimenta que usa, da la impresión de que podría verse un par de años mayor de lo que en verdad es. Es una pena que esa clase de personas que son bastante jóvenes y aparentan un poco más de edad, envejecen más rápido, pero tengo algo por los hombres que no lucen del todo jóvenes, aquellos que no tienen cara de niños, digamos que me gustan los hombres bastante varoniles.
No debería de estar pensando en esto ahora, me digo a mí misma. Es un mal momento.
Como si el universo conspirara para que este hombre no se quede más tiempo en mi patio, el timbre de su celular nos interrumpe, él se apresura a responder y tan pronto como lo hace, no me sorprende que sea un gruñón, porque no le toma mucho tiempo comenzar a regañar a la persona que está al otro lado de la línea y sin más, se marcha sin siquiera voltear a verme o despedirse de mí.
Me quedo allí parada el tiempo suficiente como para verlo subir a una camioneta y desaparecer de mi casa, cuando ya no hay rastro de él, vuelvo adentro de casa y me aseguro de cerrar bien la puerta antes de recargarme en ella y soltar el suspiro más pesado de mi vida.
Vuelvo a revisar mi celular y veo que apenas y tiene señal, por lo que decido llamar a mamá y ponerla al tanto de la situación en el pueblo, pero es solo un fracaso porque no consigo decirle nada malo, termino mintiendo sobre mi estadía aquí diciéndole que el pueblo parece bien y que me las arreglaré por mi cuenta, lamentablemente no podemos hablar por mucho tiempo porque la señal se pierde por completo a pesar de que me muevo por casi toda la casa para intentar hablar y lo peor de todo esto es que aquí no hay wifi.
Frustrada, aviento mi celular al sofá que debo limpiar porque no hay forma que yo me siente allí si está mugroso y no solo eso, no hay cama para dormir y dormir en el suelo no es algo que me agrade mucho.
Por suerte, las tuberías funcionan bien y el agua parece estar limpia, pero no hay ningún producto de limpieza en esta casa, al menos, el jabón que encuentro está lleno de hormiguitas pequeñas que rápidamente procedo a tirar a la basura. Decido ir a mi maleta en busca de mi shampoo, siento lastima por mi misma al verme en la tarea de limpiar un sofá con mi shampoo, pero no tengo otra opción.
Pierdo la noción del tiempo para cuando termino de limpiarlo y solo puedo pensar en lo agotada que me siento y en el hambre que tengo. Rendida, me termino sentando en el suelo y observo todo el desastre de agua que he dejado por andar limpiando, ni siquiera tengo un trapeador.
¿Cómo se supone que voy a sobrevivir aquí?
Pienso, porque no hay forma en que pueda pasar mucho tiempo sin mi celular, comida y nada que pueda distraerme.
Una mirada hacia el ventanal que da a la cocina y me doy cuenta de que el sol se ha metido, odio la oscuridad, siempre lo he hecho desde que era una niña ¿y lo peor de todo? Detesto dormir sola y ahora estoy aquí en una casa donde se supone que tendré que acostumbrarme a vivir por mi cuenta.
La idea, aunque pueda ser la más normal, me es aterradora.
Todos pueden conocer los miedos, experimentarlos, pero sin duda cada persona los experimenta de una forma distinta, a veces, aquello que para ti puede ser normal para otra persona puede ser aterrador.
Tenerle miedo a la oscuridad y a dormir sola es normal, pero la sensación que aquello me produce sin duda no creo que exista una persona en esta tierra que lo entienda.
Me quedo mirando afuera, como si aquella oscuridad de pronto fuera a entrar al interior y mirarla solo hiciera que eso no pasara y después veo al enorme charco de agua mezclado con el shampoo del suelo, ¿será que uso mi ropa limpia para secar?
Solo he traído dos toallas conmigo, una para secar mi cabello que usualmente suelo envolver en mi cabeza a pesar de que he escuchado en videos de internet que es malo, y otra para secar mi cuerpo.
Estoy tan distraída en mis pensamientos que me asusto al escuchar los golpes a la puerta.
Tengo visitas y aquello me sorprende demasiado.
No conozco a nadie que pueda pasar a visitarme ahora, aun así, me levanto de mi lugar dispuesta a abrir la puerta, pero soy tan torpe y despistada que por un momento me olvido que hay demasiada agua en el suelo y me resbalo al ponerme de pie y caminar.
─¡Aaah! ─chillo al intentar levantarme de nuevo.
Este sí que es un mal día.
Los vellos de mi piel se erizan al sentir la tela mojada de mi ropa contra mi piel, aprieto los labios con fuerza y de nuevo, pero con cuidado me acerco a la puerta dispuesta a atenderla, ya que la persona que está afuera sigue tocando con insistencia.
Desafortunadamente, no hay luz afuera y apenas y puedo identificar a la persona que está en los escalones de la entrada, en realidad, creo que no identifico a una persona con exactitud porque es un poco más bajita que yo y, ¿tiene cuernos?
Al sentir que estos se mueven, termino gritando del susto.
¿Acaso ya estoy delirando? ¿He visto bien?
¡Tiene que ser una pesadilla!
****
Holaaaa, aquí el primer capítulo que espero hayan disfrutado leer!
¿Qué les pareció?
Como pueden ver, Savannah tiene una personalidad interesante jajaja siento que será muy diferente a todos mis personajes anteriores pero estoy disfrutando de escribir esta historia!
¿Quién más aquí le ha llamado "el telefono de la manzanita" al iphone? Creo que es algo que las señoras hacen jajaja
¿Se esperaban que Savannah trajera aquel juguete en su bolso? ;)
Muchas gracias por las +100 lecturas en la sinopsis, lo aprecio mucho<3
Por cierto, aquí en Mexico es el día de las madres así que feliz día a todas las que son mamás!<33
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