Capítulo 1-

Mis padres eran personas de bajos recursos. Tuvieron que trabajar muy duro para tener lo que hoy llamamos la asienda Rivera.

Cuando tenía 10 años recuerdo muy bien que tenia que cuidar de mis hermanas gemelas de apenas 5 años (Yargelis y Cristy), especialmente en la escuela, como su hermana mayor debía protegerlas. Así que era fuerte, si ellas lloraban yo no podía hacerlo tenía que consolarlas.

Vivíamos en el rancho, pero no era ni la mitad de lo que es hoy, era muy pequeño. Todas las tierras eran del padre de mi papá, pero éste era el peor de los abuelos y padre. Mi papá trabajaba para él, y le pagaba una vil miseria, igual o peor que otro empleado, por eso mi padre se fue a la ciudad a trabajar para poder mantenernos.

Pero mi abuelo era un jugador de cartas y apuestas, así que iba a perder todas sus tierras, mi padre que las amaba, deside comprarlas o más bien tomar un préstamos para hacerlo, pero era mucho dinero y el día de entregarlo se acercaba y el abuelo desesperaba.

Ese día a las 10: 00 am de la mañana llegó mi padre muy apurado para llevar el dinero a los señores de las apuestas, pero algo pasó, mi abuelo se había pegado un tiro en la cabeza, no pudo aceptar que lo había perdido todo.

Mi padre y mucha gente lloraron, yo no, jamás ese hombre me trató como su nieta. A mis hermanas yo le pintaba a un gran abuelo, pero que vivía ocupado para ir a verlas, no quería romperles el corazón.

Ahora la asienda era de papá, la había comprado, y ese dinero se debía pagar, así que sembró unos terrenos de cultivos para producir ese dinero, pues el ganado era mucho pero no suficiente para producir esta cantidad de dinero.

Los hermanos de mi padre ya tenían muy en claro que la asienda era solo de mi padre, puesto que el abuelo lo había perdido todo.

Recuerdo que mis padres y yo trabajamos en la siembra para la recolección de frutos, para así pagar menos empleados. Gracias a Dios las cosas iban bien.

Al cabo de 2 años ya papá había pagado todo el dinero, y ahora si iba a trabajar para darnos una mejor vida. La casa pequeña paso a hacer la gran hacienda Rivera. Construida en un maderaje precioso, con sus hermosas habitaciones y decoraciones. Era la casa más bella que nunca antes en mi vida había tenido.

El camino para llegar hacer todo lo que somos, sin duda no fue nada fácil, mis hermanas no recuerdan bien por su edad, pero yo sí.

****

Un 24 de febrero a las 10:00 pm de la noche muere mi padre por un ataque al corazón, mi vida se tornó gris, y nada nunca volvió hacer igual.

Recuerdo que lo pudimos llevar al médico antes de morir, fuí a verlo a intensivo y las palabras que pronunció fueron:

-Hija, tu eres la mayor de todas, necesito que cuides de nuestras tierras tanto como yo lo hacía, enseñale a tus hermanas el valor del trabajo y a cuidarlas también, yo...

-No me digas eso, tu vas a volver a casa con nosotras, vas a pelear porque mis hermanas no van a la finca o a ver el cultivo, y luego (sorbo por la nariz porque estoy llorando), me vas a pelear a mí porque no les he enseñado a amar lo que tenemos, a cuidarlo.

Me aprieta la mano -Ya estas lista para tomar mi puesto, eres igual que yo de fuerte, sé que lo harás muy bien.

Y en ese momento dejó de hablar y las máquinas se dispararon y él dejo de respirar.

Nunca en la vida, había sentido tanto dolor, tanta agustia, mi vida se había derrumbado, él ya no estaba, se había ido, ahora mi mamá y mis hermanas estábamos solas.

Esta vez no pude ser fuerte, no pude parar de llorar para darle fuerza a mis gemelas o a mi mamá, simplemente mi vida se detuvo, nada era igual.

Cuando mi padre murió tenía 16 años y mis hermanas apenas 11 años. Fue algo muy duro.

Mi madre comenzó a manejar la asienda poco después, pero para mi aceptar que él no estaba fue duro, reía delante de las gemelas pero lloraba cuando nadie me veía, era como una doble capa la que llevaba. Todo ese dolor me duro unos 3 años, no para olvidarlo, sino el parar de llorar y aliviar ese dolor.

Mi madre estaba muy avanzada de edad y ya a mis 20 años comencé a hacerme cargo de muchas cosas de la sienda, mi madre no podía sola.

Y fue así como tomé el cargo de manejar la asienda, hoy ya tengo unos 25 años.

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