1- Vivir el momento
El calor en el hotel se le hacía insoportable, aún con el aire acondicionado funcionando a pleno...
Sentado en el sofá de su habitación, sólo su bata de baño cubriéndolo, Camus miraba el techo y suspiraba cansado...
Había hecho un viaje a Grecia con el único fin de no hacer nada más que divertirse, pasarla bien y vivir el momento...
Pero no todo había salido como esperaba, el calor abrasador ponía a prueba su resistencia física y ya no deseaba pelear contra su organismo...
Se fue quedando dormido, soñando con la brisa del mar, el mecer de las olas y el azul del cielo... tanta paz y armonía encuadrados en un paisaje perfecto...
Despertó con un fuerte dolor de espalda que le cortaba la respiración; se incorporó como pudo y buscó en el buró un analgésico...
Se lo tomó en ayunas, su normal rostro niveo tornaba a pálido y se tuvo que apoyar en el mobiliario para no caer ante el dolor...
Respiró profundamente y se tranquilizó, en unas horas iría de excursión a las ruinas del templo de Athena, vería el partenón y rogaba que lo dejaran recorrer a gusto el lugar, porque sería su única oportunidad de estar allí...
Amaba la mitología griega y desde pequeño sus padres le habían fomentado su gusto con enormes enciclopedias llenas de imágenes y datos que el niño devoraba emocionado, soñando con el día en que pudiese ver todo aquello con sus propios ojos...
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Subía escalón tras escalón, peldaño tras peldaño y su corazón agitado pedía a gritos un respiro...
Su excitación ante tal belleza arquitectónica, miles de años de historia escritos en esos muros, no le permitían ceder al cansancio...
Camus creía que si cerraba sus ojos y se lo proponía, podría llegar a ver a los caballeros que protegían a la diosa Athena, todos en sus brillantes armaduras doradas y llenando el lugar con sus amables y poderosos cosmos...
Tan ensimismado venía que no vio cuando pisó una piedra floja y su delgado cuerpo iba en caída libre, de no haber sido por dos brazos que lo sostuvieron...
-Debes caminar con cuidado aquí o puedes caer al precipicio...- un muchacho musculoso, posiblemente un poco mayor que él, de hermosos ojos turquesas y cabello morado lo miraba preocupado...
-Gracias... venía absorto en la belleza del lugar y no miré donde pisaba...
Me llamo Camus...
-Un placer conocerte, Camus... mi nombre es-
-Milo!- una muchacha de cabellos rojizos se le acercaba...
-Ese soy yo, Milo...- dijo con una sonrisa incómoda.
-Mucho gusto... y gracias nuevamente... lo dejo a solas con su novia...
Y se marchó rápido para alcanzar al contingente en el que venía y del que se había distanciado...
El otro joven se había quedado mirando el lugar por donde Camus se fue, suspirando como si una flecha de cupido lo hubiera atravesado... ese chico tenía unos ojos preciosos, azul violáceos y un cabello largo y lacio color aguamarina, enmarcando un rostro angelical de insuperable belleza...
-Oye Milo, te estoy hablando... me escuchas?
-¿Qué sucede, Shoko? Por qué gritas así?
-Porque eres mi novio y sólo falta que se te caigan las babas mirando quién sabe a quién... debes tener ojos sólo para mí que soy tu prometida...
-Yo aún no acepté el compromiso, tus padres nos desean casar pero yo no quiero... no aún... quiero vivir...
-Eres un idiota! Ya verás, nuestros padres ya están haciendo los papeles para unir sus empresas cuando nos casemos...
Milo no quería oírla hablar de futuros, no deseaba casarse con esa chiquilla chillona... sólo quería correr tras el hermoso muchacho que acababa de salvar... si sus padres le hubiesen planteado casarse con alguien como él, no lo hubiera ni dudado...
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Camus había llegado al hotel con la memoria de su cámara llena; sus ojos tenían grabados a fuego cada estatua, cada columna, cada escrito que vio...
No olvidaría jamás en su vida ese momento...
Su mente divagó un instante y voló hacia el apuesto rostro del joven que lo salvó... un rostro varonil, belleza griega pura y esa espectacular sonrisa llenaron sus pupilas...
-Milo... sí que eres un Dios griego!- sonrió mientras bebía un poco de agua...
Por la noche irían a una confitería, era viernes y el domingo partiría hacia Egipto, su última parada antes de volver a Francia.
Se bañó y se vistió con ropas juveniles pero elegante y con muy buen gusto... su cabello en una coleta alta resaltaba el fino rostro y su belleza...
Cuando llegó el momento, se juntaron todos en el lobby del hotel y fueron a divertirse.
La música alta, las pistas llenas de bailarines, el calor que subía ante el roce de los cuerpos...
Camus miraba extasiado todo, desde su lugar en la mesa observaba y se divertía...
De una mesa vecina le enviaron un trago de regalo, que aceptó tímido y lo bebió de a poco... luego de un rato, un hombre se le acercó y le pidió una pieza de baile.
-Yo no bailo, disculpe... gracias...
-Pero te acabo de invitar una copa, es lo mínimo que puedes hacer...
Camus suspiró y sonrió forzado...
-Está bien, una pieza de baile, luego me iré...
El hombre en cuanto se levantó, lo tomó posesivamente de la cintura y lo llevó a la pista... Camus trató de zafarse pero el hombre era muy corpulento en comparación con su delgada anatomía...
Lo pegó a su cuerpo y sus manos acariciaban su espalda y cintura, con claras intenciones de ir más abajo...
-Por favor, suélteme... no me gusta que me aprieten así...
-Pero si debes estar acostumbrado a que los hombres te toquen, eres precioso y hasta te podrían confundir con una mujer...
-Pero no lo soy y no me insulte...- se separó y comenzó a caminar fuera de la pista, cuando el hombre lo retuvo y jaló su brazo con fuerza.
-No te irás de aquí si no es conmigo... tú y yo nos divertiremos mucho esta noche...
-Déjeme tranquilo...
-Te vienes conmigo, lindura!- y le soltó una cachetada que nunca llegó a destino... una mano la detuvo, una bien firme, como la mirada fúrica de su dueño.
-Dijo que lo sueltes y lo dejes tranquilo...
-Pero miren quién llegó! El hijito del dueño!- se burló el mayor
-Sí, soy Milo, el hijo del dueño y te exijo que lo sueltes o serás echado de aquí como un perro...
El hombre pareció pensarlo pero sin que nadie se lo esperara, soltó un golpe contra Milo y tomó con fuerza a Camus, besándolo y poniendo su mano en su entrepierna.
-Vamos que tengo muchas ganas de tu trasero...- golpeó su nuca y Camus cayó inconsciente en sus brazos...
Milo trataba de levantarse entre la cantidad de gente que se agolpaba curiosa...
-No lo dejen salir, es una orden... está borracho y puede lastimar a ese chico!
Los custodios del lugar hicieron rápido su trabajo y lo redujeron antes que llegara a la salida...
Debió soltar a Camus para poder defenderse y allí Milo aprovechó para levantar al muchacho y sacarlo por una puerta privada...
Lo llevó a una habitación sencilla pero bien amueblada y lo recostó en la cama... puso una toalla húmeda en su nuca y en su frente...
El frío lo hizo reaccionar y el francés se encontró nuevamente frente a aquellos hermosos ojos e increíble sonrisa...
-Gra-gracias Milo... parece que he venido sólo a darte problemas y ponerme en peligro...
-No digas eso... aquí toman un trago de más y se convierten en patanes... ¿te hizo daño?
-Sólo en mi orgullo, me trató de mujer...- dijo Camus, apenado pero sincero
-¿Cómo pudo confundirte con una? Eres increíblemente hermoso pero muy lejos de ser una mujer...
-De seguro conoces muchas, mucho más lindas...
-Nunca, nadie podría opacar tu belleza... me alegro de haberte conocido y encontrado aquí nuevamente...
-Yo también me siento afortunado, en un par de días me iré de Grecia y al menos, me llevaré el recuerdo de un griego amigo y apuesto...
-¿Te vas? Quédate aquí un poco más...
-No puedo... iré a Egipto y luego volveré a Francia... tengo mucho que hacer y no tengo mucho tiempo...
-No te entiendo... por qué no tienes tiempo?
-No me hagas caso, estoy cansado...
-Te dejaré solo entonces... duerme aquí esta noche y mañana te acompaño a tu hotel...
-No te vayas... no me dejes solo aquí... ese hombre podría volver y...
-Él no volverá aquí pero igual me quedaré, así estás tranquilo y yo velaré tu sueño...
-No quiero dormir... yo... sólo quédate, sí?
Y así pasaron la noche juntos, conociéndose, contando anécdotas de sus países natales, sus familias y amigos...
No eran tan diferentes...
Milo era el hijo menor de un famoso empresario dueño de varias agencias de turismo y hoteles; su hermano Kardia manejaba el turismo y él, ese hotel, el más importante de la ciudad. Tenía veinticinco años cumplidos y era muy codiciado por hombres y mujeres...
Camus era el único hijo de un escritor francés, ganador de muchos premios y reconocimientos por su colaboración en el campo de las ciencias y la salud...
Camus seguía sus pasos, aunque su orientación intelectual iba más para el lado de la medicina y dentro de ella, la sociología... era un filántropo, generoso por naturaleza y el orgullo de su progenitor... con veintitrés años a cumplir, era una eminencia...
Milo lo miraba a los ojos, le sonreía con la mirada y Camus sentía que se perdía en ese rostro... nunca le había pasado algo así y le asustaba...
Milo se fue acercando y sin dejar de verlo a los ojos, le dio un beso suave...
-Jamás me sucedió esto antes... me vuelves loco...
Camus sonrió sonrojado y respondió el beso
-Yo tampoco he sentido algo así por nadie, menos por alguien que recién conozco!
-Vivamos el momento, Camus... quisiera decirte que nos seguiremos viendo pero te vas a otro país en dos días...
-Necesito vivir... aprender a vivir... enséñame, Milo!
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