La Noche.
En mi habitación pensando. Sobre mi cama grande con sábanas plateadas y manta verde. Sólo una cama más ocupada, en ella mi moreno preferido.
La ventana deja pasar los rayos de una luna llena que iluminan la noche con su magica luz.
Mi mesa llena de pergaminos y una pequeña caja de madera con una serpiente como cerradura, en la que guardo las cosas más preciadas para mí.
Una vela apagada en las mesitas de cada uno. La varita y algún complemento.
En la mesa de mi compañero, pergaminos arrugados por su frustración y un diario que siempre he querido leer.
Encima de su mesita también hay una foto de nuestro grupo de tres enmarcada en madera con la figura de un león y dos serpientes talladas.
Estamos en la Navidad de nuestro sexto año en este colegio. Buenas notas y buenas conquistas, pero la mejor la que tengo desde finales del curso pasado. Reconozco que me llevó mucho tiempo, tal vez demasiado, aceptar mis inclinaciones, pero no me arrepiento de haber sucumbido a ellas.
Me levanto sigilosamente para no despertar a mi moreno. Cojo la caja y me siento en el suelo. Los rayos de la Luna iluminan de manera débil el contenido de la caja recién abierta.
En ella busco a tientas y reconozco lo que estaba ansioso por encontrar: una foto. En la que estamos el moreno y yo abrazados. La contemplo. Los dos con doce años, en los jardines del castillo.
Me la regaló Albus cuando nos hicimos pareja oficial. Recuerdo sus palabras a la perfección: "Este fue el día que me di cuenta de mis sentimientos hacia ti."
Un ruido.
Miro hacia atrás con cautela.
-Rubio, ¿por qué no duermes?
-No tenía sueño, Al. Tú puedes seguir durmiendo.
-No.- contestó con determinación. -Me preocupa que estés a estas horas despierto.- me mira detenidamente.-¿Qué es eso?
-La foto.
Nos quedamos en un silencio incómodo. Me mira, analiza todos mis movimientos. Se fija en los latidos de mi corazón desbocados, mi respiración cada vez más agitada. Sus ojos llegan a los míos y me miran. Ese verde esmeralda me hipnotiza, siempre que los veo pierdo todas mis defensas. Sé que está intentando averiguar que me pasa.
-¿Por qué no duermes?- su expresión seria tiene un toque de preocupación.
-No puedo.
-¿Tienes algo que me quieras contar?- pregunta sentándose a mi lado.
-No... bueno...
-Tranquilo. Tengo toda la noche.
Respiro hondo y le miro.
-¿Te acuerdas de la historia de mi familia?- pregunto mirándole.
Sus facciones cambian de preocupación a rabia entendiendo lo que me pasa.
-¿Qué te hicieron ahora?- pregunta rabioso.
-Lo de siempre, y ya estoy harto. Porque tu hermano sea hijo del 'Gran Harry Potter' no tiene por qué ser así de borde y perjudicial para mi salud mental.
Albus se queda callado. O mierda. Creo que la he cagado.
-Lo siento, no quería ofenderte. Sé que tú también eres su hijo... y yo no...
-Tranquilo.- susurra.
Tiene el rostro contraído y sus puños están cerrados fuertemente.
Me quedo callado y veo como respira fuertemente.
Acerco mi mano para acariciarlo y que se relaje.
No se suele poner así. Pero cuando sabe que su hermano empieza a insultarme cuando él no está sale el león que caracteriza a su familia, y a veces incluso da miedo. (N.A. cuando se pone en plan seme)
Se levanta bruscamente antes de que le toque, se pone su túnica y su insignia de prefecto y se va de la habitación dando un portazo.
Le sigo, no quiero que se meta en líos por mi culpa. Además un Malfoy nunca deja que resuelvan los problemas por él.
Veo que va a la sala común de Gryffindor y dice la contraseña todo cabreado.
El retrato se cierra y yo digo la contraseña.
-Joven. A ti si que no te dejo pasar. Sois los dos de Slytherin, tu amigo a malas porque toda su familia es de esta casa pero tú no.
-Por favor.- le ruego.
Realmente los Malfoy hemos cambiado. Pienso para mis adentros. Mi padre en sus años escolares nunca habría rogado a una pintura.
El retrato de la Dama Gorda se abre de golpe y veo salir a Potter egocéntrico mientras mi amor le agarra de la oreja.
-¿Qué hacés aquí? Bueno... eso no es lo importante. Pídele perdón ahora mismo.- demanda Al.
-No quiero.- responde su hermano con una sonrisa burlona.
-James Sirius Potter hemos habla muchas veces de esto, e incluso papá me apoya, así que como no pidas perdón a mi novio no te vas a ir de aquí.
-No le voy a pedir perdón a una asquerosa serpiente, hijo de unos puercos.
Me enciendo. Que me insulte a mí, vale. Pero no se va a atrever a volver a hablar mal de mi casa y menos de mi familia.
Antes de que Albus diga algo saco mi varita y le apunto mientras me acerco a él.
-No se te ocurra volver a insultar a mi casa y a mi familia. Puede que tu padre fuese el héroe, pero fue la misma persona que hizo que tu hermano naciese, así que no tienes que ir tratando de inferiores a todos los que te da la gana. Porque en otras cosas puede que me ganes, pero en egocentrismo, frialdad, compostura y miradas de repugnancia no me ganas. Yo lo llevo en la sangre, y aunque no me guste admitirlo, mis padres fueron criados en eso y se te pega de verlo en casa. Pero los Malfoy y todas las familias sangre pura hemos cambiado la mentalidad y no somos como lo eran nuestros antepasados y ¿sabes por qué? Porque tu padre vio que podía dar una oportunidad a todos ellos y todos los mayores se llevan de maravilla. Pero tú eres el único que sigue sin aceptarlo.
Pasos se empiezan a oír, pero me da igual. Yo me siento nuevo, renovado. He soltado todo lo que pienso sobre el hermano de Al. Es un gran alivio.
-No te atrevas a hablarme así. Porque eres hijo de unos repugnantes mortífagos que no deberían tener ni siquiera derechos.
Antes de que pudiese hacer algo Albus ya se había tirado encima de su hermano.
-Te dije que...
-¡Señores!- exclama horrorizada la voz de la directora.
-Señores Potter. Por favor dejen de pelear. Se le restarán 100 puntos a la casa de Gryffindor por tal insulto más 30 por estar fuera de la cama y 30 a Slytherin por lo mismo que el señor Potter, señor Malfoy. Ahora me gustaría que me acompañasen a mi despacho.
Todos la seguimos mientras lanzamos miradas de odio a James y viceversa.
Nos sentamos y la directora se sentó en su silla alta, delante de los dos retratos que más admiraba.
-¿Qué pasó,McGonagall?- pregunta el retrato de Albus Dumbledore.
-Lo de siempre Albus. El joven Potter tuvo que insultar al señor Malfoy empleando la palabra mortífago.
-Señor Potter. Sus padres deben estarán muy decepcionados con su conducta. Hemos hablado muchas veces de este asunto. Eso es pasado y muy oscuro como para recordarlo.- recitó Dumbledore con una expresión de decepción en el rostro.
-Señor Potter. Su padre le habrá contado mi historia.- menciona el profesor Snape.
-Así es.- dijo con asco.
-Pues así sabrá todo humano puede confundirse pero que sus descendientes no tienen la culpa de sus actos erróneos.
-Si hemos venido a escucha el consejo de muertos como ustedes yo me voy.
-¡Señor Potter!- exclama la directora. -Quito otros cien puntos a Gryffindor por su falta de respeto a estos magos y antiguos directores. Pueden irse. Pero que sepa que sus padres sabrán de esto.
Los tres nos levantamos y al salir nos separamos hacia nuestras salas comunes.
-No vuelvas a hacer eso. Te podrías haber metido en más líos de los que ya nos hemos metido.- reprendo a Albus, ya en la habitación.
-Sabes que no permitiré que te traten mal, y menos familiares míos si es que se le puede llamar familiar a alguien como ese.- dice despectivamente.
-Muchas gracias.- agradezco.
Me voy acercando a él y le beso tranquilo. Él me lo sigue al instante y poco a poco se va intensificando. Voy bajando por su cuello mientras desabrocho los botones de su pijama. [...]
Caemos agotados en la cama.
-Buenas noches.- le digo mientras le abrazo y le atraigo a mí.
-Buenas noches- contesta para caer rendido en un sueño profundo.
Yo cierro los ojos y dejo que el sueño me ayude a descansar por fin.
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