Capítulo 41: Feliz Año Nuevo: Ven a volar conmigo (parte 2)

"...Come fly with me we'll take off in the blue. Once I get you up there where the air is rarified we'll just glide starry eyed. Once I get you up there I'll be holding you so very near, you might even hear again the angels cheers just because we're together..."

"Ven y vuela conmigo, despegaremos en el azul. Una vez que te lleve allí donde el aire se enrarece, simplemente nos deslizaremos con los ojos estrellados. Una vez que te lleve allí te abrazaré muy cerca, es posible que incluso escuches nuevamente los aplausos de los ángeles solo porque estamos juntos..."

-Come fly with me/Frank Sinatra/Luis Miguel

Domingo 31 de diciembre del 2023, Chicago, Illinois, 11:00 p.m.

Marissa

Las luces de Chicago parecían estrellas atrapadas en la tierra, vibrando entre el cristal y la penumbra, mientras las calles resonaban con la vida de la víspera de Año Nuevo. Frente al restaurante, la brisa fría chocaba en nuestros rostros, arrastrando consigo murmullos de emoción y risas lejanas.

Y aunque yo creí que pasaríamos la noche los cuatro juntos como en Navidad, nuestra despedida en medio de la acera me indicó que iba a ser diferente. Pedro ayudaba a Abril a colocarse su abrigo, asegurándose de que quedara perfectamente ajustado antes de besarla suavemente en la frente Y Oscar, en un gesto dulce y natural, tomó el mío y lo colocó suavemente sobre mis hombros.

—¿Así está mejor? —preguntó mientras ajustaba las solapas, con su mirada buscando la mía.

—Así está perfecto. Gracias. —Asentí con una sonrisa y me percaté de que había un calor inesperado subiendo por mi cuerpo y que para nada provenía del abrigo.

Pedro sonrió mirándonos mientras terminaba de acomodar el abrigo de Abril.

—Esto es como una escena sacada de película. No sé si competir contigo o pedirte lecciones, amigo.

—Siempre hay espacio para aprender, Pedro. —Contestó Oscar riendo por lo bajo—. Pero esta noche... —hizo una pausa y me miró con una chispa en los ojos que me dejó un tanto confundida—, esta noche es diferente.

—Lo sé, lo sé... —Pedro suspiró y sonrió dirigiéndose a Oscar mientras Abril se acercaba a mí, casi volando para darme un abrazo—. Disfruten de esta noche y nos vemos en unos días para revisar los temas que tenemos pendientes, ¿de acuerdo?

Vi a Oscar mover la cabeza en un gesto afirmativo ante el comentario de Pedro, pero no me fue posible decir nada a tiempo porque ya tenía a Abril colgando de mis hombros. Negué con la cabeza tratando de concentrarme en lo que sucedía en ese momento y abracé a mi amiga con fuerza mientras ella hacía lo mismo.

—Feliz Año Nuevo, Issa. Estoy muy segura que disfrutarás de esta noche como ninguna otra —ella me guiñó un ojo y simplemente ya no entendía nada de lo que estaba sucediendo. Parecía que todos sabían algo importante, todos menos yo—. Nos vemos en pasado mañana, ¿vale? Te quiero muchísimo —al decir esto, me regaló un abrazo más cariñoso que el anterior junto con un beso en la mejilla.

—Yo también te quiero muchísimo. Y sí, sí, nos vemos, pasado... mañana. ¡Feliz Año Nuevo! —Sonreí en medio de nuestro abrazo y cuando se alejó, caminó directo a encontrarse con Pedro, que ya la esperaba ofreciéndole su mano.

—Vamos pelirroja, tenemos una larga noche por delante —ella le dio un golpecito el pecho y luego, nos despedimos no sin antes procurarnos cuidado.

Cuando Pedro y Abril se alejaron, Oscar y yo nos vimos envueltos en un silencio cómodo y lleno de expectativas y a los pocos segundos, él tomó mi mano, entrelazando sus dedos con los míos y me miró con una sonrisa traviesa.

—¿Lista para algo inolvidable? —Me lanzó la pregunta envuelta en un tono un tanto misterioso.

—¿Y eso qué significa exactamente? —Le respondí con otra pregunta, arqueando una ceja.

—Significa que venir conmigo y disfrutar del misterio —replicó, mientras comenzábamos a caminar en dirección a su auto.

Durante el trayecto, Oscar solo se dedicó a conducir sin darme ninguna respuesta a mí pregunta de a dónde nos dirigíamos. Solo negaba con una sonrisa y no dejaba de repetirme que fuera paciente. Él sabía que eso no funcionaba bien en mí. Pero, tras recibir otra dulce negativa de su parte a mi pregunta, decidí que lo mejor era guardar un poco la calma y solo, esperar.

Empezamos a conversar sobre otras cosas, sobre la cena, los malos chistes de Pedro que eran al mismo tiempo tan buenos, sobre cómo había avanzado su relación con Abril, incluso sobre nuestro baile juntos en Topolobampo, aunque, eso hizo que mi cara se calentara al instante al recordar con detalle ese momento y la forma en cómo él me había (en sentido figurado) hecho el amor en la pista de baile. Por lo menos así lo sentía. Oscar lo notó y como si pudiera leer mi mente, una de sus manos dejó el volante y llegó a posare directo a mi pierna, dejando delicados trazos de arriba abajo por mi muslo. Suspiré complacida al sentirlo y así continuamos el viaje.

Las luces de la ciudad se transformaban en destellos fugaces, pintando patrones sobre los cristales del auto y Oscar, que aunque manejaba con una tranquilidad aparente considerando que una de sus manos no dejaba de subir y bajar por mi pierna, de vez en cuando le lanzaba miradas rápidas al tablero, comprobando la hora y eso, me intrigaba bastante.

—¿En serio no puedes darme ni una pista? —Insistí, mirándolo entrecerrando los ojos.

—Cariño, es que de verdad la paciencia y tú necesitan frecuentarse un poco más a menudo —él rió suavemente, un sonido bajo y melódico que lleno al auto—. Pero, contestando a tu pregunta: sí, podría darte pistar, pero eso le quitaría toda la magia. Y tú mereces la magia completa de esta noche. —Me aseguró derritiéndome con otra sonrisa y dejó un ligero apretón en mi pierna. Me tenía atrapada. Luego, volvió a mirar el reloj en el tablero del auto e hizo una mueca de satisfacción con sus hermosos labios. —Estamos justo a tiempo —comentó, más para sí mismo que para mí, aunque no dejé de notar el brillo expectante en sus ojos.

La ciudad, con sus luces y calles llenas de vida, parecía respirar a nuestro alrededor. El tráfico era ágil pero agitado, como un corazón emocionado por la llegada de un nuevo comienzo y luego, mientras Oscar iba acercándose a una avenida, comencé a reconocer el camino, un camino que se confirmó en el momento que llegamos a Black Velvet. Ahí, el viento helado nos recibió con un abrazo inesperado, revolviéndome un poco el cabello y haciendo que tuviera que abrazarme a mí misma.

—¿Aquí? —Estaba llena de curiosidad, y crecía con cada paso que dábamos hacia la puerta principal.

—Así es. Y apenas estamos comenzando.

Al llegar a la entrada, reconocí a un empleado de seguridad que nos esperaba en la entrada.

—Señor Estrada, todo está listo —dijo el hombre con una sonrisa profesional antes de mirarme a mí—. Feliz Año Nuevo para ambos.

—Feliz Año Nuevo para ti también, Santiago —respondió Óscar, devolviéndole la sonrisa mientras dejaba una de sus manos en mi cintura y guiaba hacia el ascensor. Yo le devolví una sonrisa amigable a Santiago mientras se despedía.

El ascensor subió rápidamente, y a medida que ascendíamos, noté cómo un dejo de ansiedad se apoderaba de mi pecho y crecía más con cada piso que dejábamos atrás. Tomé aire para tratar de aligerarme el pulso. No estaba acostumbrada a las sorpresas, no sin que trajeran malas noticias o una situación molesta o grave así que, me estaba resultando bastante complicado permanecer en calma en ese momento. No tenía idea de lo que me esperaba y aunque era obvio que no podía ser algo malo, aun así mi cuerpo estaba en estado de alerta.

Al llegar al techo, las puertas del elevador se abrieron revelando algo que era una sorpresa en muchísimos aspectos y que, sin duda alguna, era de las últimas cosas que podría haberme imaginado: había un helicóptero esperándonos en el techo. ¡Un maldito helicóptero! Era enorme y de un elegante color negro. Sus luces que parpadeaban suavemente en la oscuridad, parecían pequeños faroles y sus hélices provocaban un viento aun más abrasador y helado que el del ambiente. Destacaba notablemente entre la vista de la cuidad desde ese ángulo, además de llamar la atención con su sonido ensordecedor que nos hizo elevar el tono de voz para poder escucharnos mejor.

No podía creerlo, simplemente no podía... Me quedé inmóvil por un momento, con los ojos muy abiertos y en ellos se podía ver reflejada por completo la mezcla de incredulidad y asombro que sentía.

—¿Esto es... un helicóptero? —Murmuré apenas. Las palabras se me escapaban como un suspiro.

Oscar sonrió, acercándose a mí mientras el viento frío revolvía nuestro cabello.

—Un helicóptero —me confirmó y pude escuchar en su voz una pizca de emoción.

—Un... helicóptero... —Listo, mis neuronas no estaban haciendo sinapsis en ese instante.

—Así es —respondió riendo divertido, dejando sus manos en mis hombros—. ¿Qué opinas? —Dirigió su vista a mí, observándome con curiosidad, las cejas levantadas y una sonrisa amplia.

Me giré hacia él, con los ojos llenos de asombro, todavía tratando de procesar lo que estaba viendo.

—¿Cómo...? ¿Qué...? ¿Cómo que qué opino? Oscar... Yo —suspiré, llevándome las manos a las mejillas—. Esto... Esto es algo que nunca pensé que me pasaría. ¿De dónde... cómo conseguiste un helicóptero? —Al final, mis manos terminaron sobre mis labios, cubriéndome la boca.

Él parecía encantado por mi reacción, tal vez había sido mejor de lo que esperaba, porque dejó escapar una carcajada y luego dirigió su mirada al piloto que lo saludó amablemente y le levantó el pulgar en señal de aprobación. Después, volvió a verme y me sonrió, inclinándose ligeramente hacia mí

—Lo siento, preciosa. Pero un mago nunca revela sus secretos, aunque si te diré algo: tu reacción fue mucho más adorable de lo que imaginé.

También me reí un poco, casi hasta estaba comenzando a disfrutar de la situación, pero luego recordé algo, bastante importante y volví a llenarme de dudas mientras observaba el helicóptero.

—Oscar... Ammm, Yo... yo no sé si esto es una buena idea. Las alturas y yo no somos muy buenas amigas —mire hacia alrededor, pegándome un poco más a él y ya me sentía algo mareada. Hasta ese instante, no había dimensionado que estábamos a treinta pisos de distancia del suelo.

De inmediato, él me giró hacia su cuerpo, tomándome de ambas manos. Sus dedos se entrelazaron con los míos con calma y ternura mientras inclinaba ligeramente la cabeza, tocando mi frente con un beso suave.

—Todo va a estar bien, Issa. Te aseguro que, cuando estemos en el aire, te encantará y estaré a tu lado todo el tiempo. Lo prometo.

Tragué saliva, sintiendo cómo sus palabras se colaban en mi interior. Deje ir un largo y pesado suspiro y lo miré a los ojos, mordiéndome un poco el labio. En su mirada no encontré nada más que seguridad y cariño y sonreí con un poco más de confianza.

—¿Confió en ti así como lo hice para bailar? —Susurré y mi voz tembló ligeramente.

—Exactamente —respondió él con ternura.

Sus palabras llegaron como una brisa cálida en medio del viento frío, luego, me regaló una sonrisa preciosa, el tipo de sonrisa que podía derretir hasta al corazón más frío. Después, miró su reloj, notando con satisfacción que faltaban diez minutos para la medianoche.

Ven a volar conmigo esta noche, mi amor.

Tras esa invitación, me ofreció su mano y aunque todavía había un dejo de temor, la tomé sin pensarlo más. Era una invitación a un sueño imposible hecho realidad y no iba a dejarla pasar.

Sí, era la primera vez que veía un helicóptero así de cerca y sí, era más grande de lo que cualquiera se podría imaginar. Aunque el miedo seguía latente en mi pecho, las manos de Oscar, firmes pero cálidas sobre mi cintura mientras me ayudaba a subir, eran suficientes para comenzar a encontrar un poco más de calma. Sentí un leve escalofrío al notar su cercanía y poco a poco, fui encontrando el ritmo adecuado para regular mi respiración.

—Quiero presentarte a alguien antes de despegar —dijo, abriendo la puerta que daba acceso a la cabina de mando.

Dentro de ésta, un hombre de cabello pulcramente peinado, que parecía ser de mediana edad y expresión serena nos saludó con un gesto amable.

—Marissa, este es Miguel, nuestro piloto esta noche —Miguel y yo nos dimos la mano y él me dedicó una sonrisa cortés—. Miguel, ella es Marissa, mi novia. —Al escucharlo, todo en mi interior se removió. No acaba de acostumbrarme a esa palabra sonando en su voz y sobre todo, refiriéndose a mí pero, ¿me encantaba? Dios mío, pero claro que sí.

—Un placer, señorita —dijo Miguel, inclinando ligeramente la cabeza—. Le aseguro que disfrutará mucho de este paseo nocturno.

—El placer es mío, Miguel —respondí, imitando su gesto con la cabeza y sus palabras me hicieron reír—. Estoy segura que sí, si logro enfrentar mi vértigo a las alturas, estoy segura que será espectacular.

—Lo será. Ya verá —me aseguró y luego de levantar su pulgar en señal de aprobación, se despidió y Oscar cerró la puerta, dejándonos a él a mí solos dentro de la cabina de pasajeros.

Fue hasta ese momento que me permití observar con más atención el entorno y quedé impresionada. El interior era muchísimo más amplio de lo que se apreciaba desde afuera. Estaba equipado con cómodos asientos de cuero negro que lucían bastante elegantes y justo al fondo, logré ver una pequeña nevera portátil y Oscar la abrió y me mostró el contenido mientras una leve sonrisa juguetona se dibujaba en sus labios: dos copas y una botella de champagne. Era como si dejara entrever apenas un fragmento de la sorpresa que tenía preparada. Después, me guío hasta los asientos de cuero negro junto a una pequeña consola.

—¿Eso es para más tarde? —Me crucé de brazos y le lancé la pregunta, refiriéndome a la botella y a las copas.

—Para el momento perfecto —respondió él con un guiño haciéndome reír y olvidarme por unos segundos de que estábamos a punto de despegar.

El helicóptero se elevó suavemente, pero mi corazón estaba a mil por hora y cuando se desplegó por el cielo despejado, no me percaté de que había abrazado a Oscar con fuerza por su brazo y cuando comenzamos a desplazarnos y me di cuenta de que nada malo estaba pasando, fui soltándolo hasta que pude comenzar a relajarme.

Al final, no era tan malo. El paisaje que se podía ver desde la ventana comenzaba a hacerse notar, e intenté concentrarme en él o, en cualquier otra cosa que no fuera que estaba a miles de metros el piso. Oscar en ese momento, se inclinó un poco para revisar algo en el panel frente a nosotros y unos segundos después, su atención volvió a mí.

—¿Nerviosa? —Su sonrisa hacía notar que disfrutaba de mi evidente inquietud.

—¿Es tan obvio? —Intenté bromear, pero mi voz salió un poco más temblorosa de lo que esperaba.

—Solo un poco —respondió con picardía.

El aire dentro del helicóptero se sentía denso, casi eléctrico y luego, sentí un movimiento algo brusco debido a un cambio de ruta. Me aferré al brazo del asiento con fuerza, pero Oscar deslizó su mano sobre la mía, entrelazando nuestros dedos y con ello, pude soltar lentamente al aire que estaba conteniendo.

—Relájate, preciosa. Estás segura conmigo.

Respiré profundamente, su perfume fresco llenando el espacio entre nosotros mientras su piel acariciaba la mía y fue cuando tomé la oportunidad de que el nerviosismo diera paso a una sensación de asombro al mirar por la ventana cuando la ciudad se desplegaba bajo nosotros. Las luces de Chicago eran un espectáculo en sí mismas: avenidas iluminadas como arterias palpitantes, edificios que brillaban como faros y el cielo nocturno salpicado de estrellas.

—Es impresionante, ¿no crees? —dijo él, inclinándose hacia mí, dejando que su voz grave vibrara junto a mi cuello.

—Sí, es... mágico —respondí, girando para mirarlo. Y ahí estaba él, con sus grandes y hermosos ojos fijos en los míos, tan cerca que podía sentir su respiración, no pude evitarlo y cuando me di cuenta, ya estaba mirando sus labios.

Dios, esos labios... Eran un imán que tiraba de mí sin piedad, una tormenta contenida que prometía arrasarlo todo si me atrevía a cruzar el límite. Habían estado jugando conmigo toda la noche, rozando la línea de lo imposible, encendiendo cada rincón de mí ser de una forma desesperante, acercándose lo justo para encenderme, pero nunca lo suficiente para satisfacerme. Los necesitaba, más que el aire que respiraba. Los quería como se desea un secreto prohibido, como se ansía el primer sorbo de agua en medio de un desierto. Me quemaba el solo pensar sentirlos sobre los míos en besos suaves, luego intensos, hasta borrar cualquier pensamiento que no fuera él. La espera era una tortura, ¿cuánto tiempo más iba a tenerme ansiando beber su boca?

—Mira. —Su voz me llevó a dirigir la vista hacia la ventana. Las luces titilaban como un mar de estrellas y el cielo, despejado y oscuro, parecía extenderse infinitamente.

—Es... impresionante —murmuré, aunque mi mente estaba lejos de la vista.

Él me miraba como si yo fuera la única cosa increíble en ese momento. Su mirada descendió a mis labios y luego más abajo, recorriéndome con una lentitud que hacía que mi cuerpo se sintiera agitado.

—No tanto como tú... —dijo finalmente, siendo su voz un susurro grave que me dejó sin aliento y sin palabras.

Sentí el calor subiendo a mis mejillas, pero no pude evitarlo. Con cada minuto que pasaba, el ambiente dentro de la cabina se volvía más íntimo. Las luces de Chicago eran hipnotizantes, reflejándose en las ventanas y Oscar aprovechó el momento para acercarse aún más

—¿Qué pasa por tu mente, principessa?

—Que no sé cómo llegué a merecer algo tan hermoso.

Arriba, el cielo era una cúpula infinita de terciopelo negro salpicado de estrellas brillantes. Algunas titilaban como si estuvieran susurrando secretos, mientras que otras resplandecían con la intensidad de joyas perdidas.

—Es como volar sobre un mapa de constelaciones —murmuré, sin poder apartar la vista.

Oscar se acercó hacia mí y tras dejas un beso delicado en mi hombro, subió hasta mi oreja y me habló con un encantador susurro.

—Y la estrella más hermosa está justo aquí, conmigo.

Antes de que pudiera responder, se inclinó hacia mí y dejó su mano acariciando mi rostro con una suavidad exasperante y al fin, después de tanta espera, sus labios encontraron los míos, primero con delicadeza, pero pronto se tornaron más hambrientos y más exigentes. Mi respiración se aceleró y sus dedos descendieron desde mi mandíbula hasta mi cuello, provocándome un estremecimiento que no intenté ocultar. Oscar deslizó su otra mano lentamente por mi brazo, como si trazara el curso de un río sereno y sus dedos cálidos, iban dejando un rastro ardiente a su paso.

El helicóptero se convirtió entonces en un espacio donde éramos solo él y yo, solo nosotros dos y cada roce era una chispa que encendía un incendio lento pero imparable. Después, su mano, firme pero delicada, ascendió hasta alcanzar mi pecho, como quien toca una flor recién abierta, explorando su textura con la reverencia de quien sabe que tiene algo frágil y precioso entre sus manos.

Mi respiración se entrecortó y en ese instante, el mundo se redujo al calor de su tacto y al ritmo de nuestros corazones, que latían como tambores en una danza primitiva.

Él se acercó más, hasta que su cuerpo prácticamente cubría el mío. Su mano izquierda, que antes estuvo rozando mi pecho, pasó a aventurarse más abajo, acariciando mi muslo sobre la tela del vestido.

—Oscar... —gemí débilmente sobre sus labios, separándonos un poco y mi era voz apenas un hilo frágil

—Dime si quieres que me detenga. —Me pidió en medio del roce de su boca sobre la mía, dejando que su aliento me embriagara, arrancándome un suspiro.

En lugar de responder, lo atraje más hacia mí. Sentí sus labios curvarse en una sonrisa antes de que los volviera a presionar contra los míos. Su mano subió aun más, rozando el interior de mi muslo y su toque fue suave, exploratorio, pero lo suficientemente firme como para que un gemido un poco más alto escapara de mis labios.

Cerré los ojos, dejando que cada sensación me invadiera mientras sus palabras suaves y cargadas de deseo resonaban en cada célula de mi cuerpo.

—No tienes idea de lo que significas para mí, Marissa.

Era un torbellino de emociones. Por dentro, pensaba en lo increíble que era este momento, en lo afortunada que era de estar aquí, con él, viviendo algo tan perfecto. Todo mi cuerpo vibraba con una mezcla de amor y deseo, como si el mundo entero se hubiera detenido para nosotros, solo para regalarnos este instante perfecto y nada más existía, más allá de nosotros dos...

Pero entonces, una alarma suave interrumpió el momento. Era el reloj de Oscar.

Él se separó con dificultad, con su respiración tan agitada como la mía y con algunos movimientos torpes, logró encontrar el reloj que llevaba en su muñeca y el sonido cesó.

—Dios... —murmuró, bajando la vista a su reloj antes de soltar una carcajada suave.

—¿Qué pasa? —Pregunté también riendo un poco pero, tratando de recuperar el aliento y un poco aturdida.

—Es hora de la siguiente sorpresa —dijo, levantando su mirada hacia mí, como si le costara recordar por qué debía detenerse.

Mientras Oscar se ocupaba en servir las copas, mis ojos volvieron a la ventana. Estábamos sobre el centro de Chicago. A lo lejos, una gran multitud se reunía, incluso desde la distancia, lograba percibir el entusiasmo que se aglomeraba cada vez más y entonces lo vi: el primer destello de un fuego artificial iluminando el cielo.

A medida que el helicóptero giraba suavemente, y desde una distancia que parecía prudente, nos encontramos con la vista más espectacular que jamás había visto. El cielo se iluminó con los primeros fuegos artificiales que comenzaron a estallar frente a nuestros ojos. Eran como flores efímeras que estallaban en colores vibrantes: rojos, dorados, azules... Las explosiones parecían bailar al ritmo del latido acelerado de mi corazón.

Estaba tan absorta en la magia que se mostraba frente a mí, que no noté que Oscar ya estaba a mi lado con las copas de champagne y cuando me llamó, sonrió y noté en su reloj que ya eran las doce de la noche en punto.

—Feliz Año Nuevo, la mia dolce principessa —me dijo mientras me entregaba una copa, con sus ojos reflejando las luces del espectáculo.

—Feliz Año Nuevo, mi amor... —respondí tomando la bebida con ambas ambos, aunque las palabras apenas podían contener todo lo que sentía en ese momento.

Mientras sostenía la copa entre mis manos, sentí que el mundo entero se desvanecía, dejando solo este momento suspendido en el tiempo. Sus palabras, tan suaves y cargadas de ternura, resonaron en cada rincón de mi ser, despertando emociones que nunca antes había experimentado. Era como si Oscar hubiera abierto una puerta a un universo que desconocía, uno donde yo era más que suficiente.

Ese instante no era solo hermoso; era algo que nunca pensé que pudiera ser mío. No era solo un regalo, era un testimonio de todo lo que él veía en mí, de todo lo que estaba dispuesto a darme. En toda mi vida, los momentos y las cosas que daban felicidad, habían sido un lujo ajeno, algo reservado para otros, para quienes sabían lo que era ser amados de verdad. Pero con él, todo había cambiado. Oscar no solo me había mostrado cómo era el amor; me había enseñado cómo se sentía estar viva, ser vista y amada.

Cada detalle de esta noche estaba impregnado de su esencia, de su intención de hacerme feliz. Todo era un recordatorio de que estaba viviendo algo único, algo que ni siquiera en mis sueños más descabellados había imaginado. Él no era solo el hombre que había transformado mi vida; era el milagro que jamás pensé merecer.

Lo miré, con sus ojos reflejando las luces de los fuegos artificiales y me fue imposible contener los pensamientos que inundaban mi mente. ¿Cómo podía ser tan perfecto? ¿Cómo es que cada palabra suya, cada gesto, parecía estar diseñado para sanar todas las heridas que había creído imborrables?

Quería detener el tiempo, congelar este momento donde todo era posible, donde cada te amo suyo era un puente hacia un futuro que nunca pensé que podría construir. Con cada mirada, con cada caricia, él me había mostrado que el amor no era solo un concepto abstracto, sino una realidad tangible que podía sostener en mis manos.

Mientras las luces del espectáculo se establecían con más vigor en el cielo, sentí que algo dentro de mí también se iluminaba, como si su amor hubiera encendido todas las partes de mí que habían estado en sombras. Este era el comienzo de algo mucho más grande que nosotros, de algo que nadie podría contener.

Oscar se acercó un poco más, como si pudiera escuchar mis pensamientos y en su mirada encontré la misma intensidad que palpitaba en mi pecho. Después, con un gesto dulce, tomó su copa y la mía y con cuidado, volvió a dejarlas en su lugar, justo antes de volver su atención a mí.

—Issa, jamás imaginé que este año terminaría contigo a mi lado. Has cambiado mi vida de una manera que ni siquiera sé cómo describir. Solo quiero agradecerte por todo, por estar aquí conmigo, por dejarme enamorarme de ti con cada día que pasa y por entrar en mi mundo —habló, tomando mis manos entre las suyas, y dejando que sus dedos acariciaran los míos con delicadeza.

—Oscar... —susurré, tocando suavemente su rostro—. No tienes idea de lo que tú significas para mí. Eres tú lo que le falta a todo. Eres lo que le falta a cada cosa para poder amarla siempre. Eres tú a quien quiero amar siempre.

Él tomó mi mano, apretándola con suavidad, mientras sus ojos buscaban los míos como si fueran su refugio y volvió a dejar que su boca flotara hacia la mía.

—¿Sabes? Tú curas en mí las heridas que no se ven, pero que sí se sienten. Eres como el universo, inmenso y lleno de maravillas —dijo contra mis labios, haciéndome suspirar.

—Gracias por llegar a mí —respondí, apenas susurrando, sintiendo que esas palabras eran lo más honesto que había dicho en toda mi vida.

Cuando los fuegos artificiales iluminaron el cielo en su máximo esplendor, estallando como galaxias en miniatura y con sus colores vibrantes extendiéndose como pinceladas en un lienzo infinito, los mismos que se reflejaron en sus ojos, creando un espectáculo que competía con el de afuera. La ventana del helicóptero se convirtió en un marco para esta obra de arte viva, y por un momento, sentí que estábamos flotando entre constelaciones.

Oscar me miró a los ojos y con una ternura infinita, tomó mi rostro entre sus manos y sus dedos trazaron sobre mi piel lo que podría haber sido un poema, una sinfonía, o simplemente su manera de decir que yo era su mundo. Nuestros labios se encontraron una vez más y ese beso fue diferente: no era el fuego abrasador de antes, sino un calor suave. Fue como las olas besando la orilla, con la promesa de regresar una y otra vez, en un ritmo pausado, constantes, eternas...

A través de la ventana, las luces seguían pintando el cielo con destellos dorados y plateados, pero para mí, la verdadera magia estaba ahí, en ese beso que parecía contener todas las estrellas que alguna vez había deseado alcanzar.

Sentí que todo en mí se desbordaba, como un río que rompe sus orillas y lo único que pude hacer fue aferrarme a él, dejando que ese momento nos envolviera por completo. Cuando finalmente nos separamos, mis dedos se entrelazaron en su cabello, él deslizó sus dedos entre mi pelo y nuestras respiraciones se mezclaron en el aire cargado de emoción.

—Te amo, Marissa. —Su voz era un susurro apenas audible sobre el rugido de los fuegos artificiales—. Más de lo que podré explicar jamás.

—Y yo te amo, Oscar. Esto... tú... Todo es perfecto gracias a ti.

El helicóptero giró una vez más, dándonos una vista perfecta del espectáculo mientras nos quedábamos abrazados, disfrutando del momento perfecto que habíamos creado juntos, dejando que este instante perfecto se quedara grabado en nuestra memoria para siempre. Éramos un cuadro pintado con luces de colores, una historia escrita con susurros y caricias, y un cielo lleno de estrellas que prometía un futuro que apenas comenzábamos a descubrir.

Nota de la autora:

Primero que nada me voy a permitir decir:

LO LOGRÉ. Lo logréeeeee. ALSKJAJSJAJA. Terminé mis capítulos especiales 😭✨💜

Es que, a ver... Si hago la suma, el capítulo de Navidad es uno solo pero son 10,885 palabras, más los dos de Año Nuevo (que están separados porque los inspiran canciones diferentes) y en total suman 9,000 palabras, en total escribí 19,885 palabras en 3 capítulos especiales. 😩😩✨❤️ Más revisiones, más borradores, más cosas que no me gustaban y volvía a escribir, más más revisiones... Todo en una semana. 😭😭😭😭✨💜

Logré hacer mis capítulos en mis vacaciones. 😭✨ Crei que no iba a poder, pero si pude.

No saben lo orgullosa que me siento de mi en este momento. 😭😭 Y eso no pasa seguido. 😭😭😭💜✨

Ojalá pudiera decirles a mis padres pero a ellos les da igual que escribo JAJSJAJSJAJSJA pero le dije a mi mejor amiga y ella me dijo que estaba orgullosa de mí y sentí hermooooosooooooooo. 😭😭😭💜✨

Y tengo que decirles que, este momento también ansiaba escribirlo jsjajsjajy me siento muy feliz de haber logrado publicarlo justo en la fecha de año nuevo, porque queda perfecto ÑLKJHGFDSJ JAJSJAS. Y es que hasta con mi amiga del trabajo (Nayeli, cuando leas esto, gracias, te amo) le estuve hablando de este momento por tanto tiempo que creo que la deje harta jajsjajs.

Ya soñaba con el helicóptero, con los fuegos artificiales y con la canción hermosa de Frank con mi Luis Miguel que queda perfecta con este momento que logré escribir como me lo estuve imaginando por tanto tiempo.

¿Saben lo hermoso que se siente escribir uno de los capítulos por lo que empezaste a escribir el libro? Este es uno de ellos y se siente como tocar el cielo con las manos, por lo menos, para mí que soy escritora, así es. Estoy muy feliz.

Ahora pasando mi emoción del momento, tengo que decirles que este es el cierre del cuarto arco de Amor de-sastre. Y también me siento muy orgullosa de esto ASDFGHJKLÑ. Nos estamos acercando a momentos muy especiales, importantes e, íntimos... Entonces, estén preparados porque, a partir de ahora, se vienen los que creo serán los últimos 15 o 20 capitulos de esta novela en la que he dejado mi corazón entero, vamos a darlo todo.

Y bueno, sin más que añadir, muchas gracias por estar aquí, por acompañarme en esta historia que está casi en su recta final y por darme un poco de su tiempo y espacio para leer las locuras que viajan por mi mente y mi corazón y que, afortunadamente, puedo trasladar a las letras para compartirlas con todo aquel que quiera soñar un momento.

Feliz año nuevo, que todos sus proyectos y metas se cumplan este 2025, los quiero muchooo gracias por tanto. Y, solo para añadir más emoción, según yo a finales del 2025, Amor de-sastre ya estará en papel JSJAJSJAJSA. Nos leemos pronto.

Laters, gators. nwn 

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