Capítulo 40: Feliz Año Nuevo: ¿Y si procuras coquetearme más? (parte 1)
"...Procura coquetearme más y no reparo de lo que te haré. Procura ser parte de mí y te aseguro que me hundo en ti. Procura no mirarme más y no sabrás de qué te perderás. Es un dilema del que tú ni yo podemos escapar..."
-Procura/Chi Chi Peralta
Domingo 31 de diciembre del 2023, Chicago, Illinois, 07:00 p.m.
Marissa
Dentro del departamento de Pedro, el sonido de los tacones de Abril resonaba mientras ella pasaba de un lado a otro, ajustándose los aretes, parándose de vez en cuando frente al espejo del pasillo para asegurarse de que estuvieran en su lugar. Pedro, sentado en el sofá con una camisa negra y unos pantalones perfectamente planchados, jugaba con un pequeño cascabel nuevo que le habíamos comprado a Boo para Navidad y el gato, siempre curioso, intentaba atrapar el objeto brillante con sus patas, haciendo pequeños saltos torpedos que nos sacaban una sonrisa.
—Marissa, ¿estás segura de que te animarás a probar el mole de Topolobampo? —Preguntó Pedro, mirando hacia mí con una sonrisa burlona. Estaba terminando de arreglarme frente al espejo, mientras Oscar, impecablemente vestido con su camisa blanca y saco azul oscuro, ajustaba el reloj en su muñeca.
—Puede ser pero, solo para asegurarnos, consideramos algo más del menú. —Respondí, haciéndome la que dudaba, aunque ya sabía que acabaría probándolo. Pedro y Abril no paraban de hablar maravillas del lugar desde que nos invitaron y más aun, cuando supieron que habría una cena especial mexicana por la celebración del Año Nuevo, haciendo alusión al linaje latino del lugar.
—¡Claro que sí! —Intervino Abril desde el espejo, con un tono lleno de entusiasmo—. Las enchiladas que preparan están para morirse, y ni hablemos de las carnitas con guacamole... ¡es una delicia! Pero el mole es su especialidad. Te prometemos que no te vas a arrepentir. Desde que Pedro y yo fuimos a cenar ahí hace unos meses, ya no hemos podido, ni querido, dejar de ir.
—A mí lo que me entusiasma, es escuchar al mariachi en vivo. Creo que será la primera vez que tenga esa experiencia en toda mi vida —intervino Oscar con una sonrisa, mientras yo lanzaba una mirada cómplice.
—Es que no solo hay mariachi —interrumpió Pedro, levantando un dedo como si estuviera a punto de dar una conferencia magistral—. Tienen música espectacular. Primero, una banda toca salsa y mambo para animar a la gente, todo muy ritmos latinos —sonrió moviendo los hombros como si bailara, haciéndonos reír—. Luego, el mariachi entra para darle ese toque auténtico. Y más tarde, hasta puedes bailar un poco si te animas.
—¡Eso es lo mejor! —Añadió Abril, girándose hacia nosotros con entusiasmo—. Siempre hay alguien que se emociona y termina haciendo pasos de mambo que ni en las películas se ven.
—¿Pasos de mambo? —Pregunté, arqueando una ceja al mismo tiempo que me aseguraba de que mi vestido azul marino estaba perfectamente en su lugar—. No sé si estoy lista para eso.
—Relájate, no te voy a obligar a bailar —respondió Oscar, colocándose a mi lado y rozando suavemente mi espalda con su mano—. Pero tengo que admitir que ahora tengo curiosidad.
Lo miré con una sonrisa y entrecerré los ojos haciendo una mueca con los labios. Al instante, por mi mente pasaron muchas imágenes de cómo podría arruinar el baile con mis dos pies izquierdos (oh sí, siempre había sido un desastre en todo y al bailar, mucho más). En ese momento, Boo dio un salto inesperado, derribando una bufanda que Abril había dejado sobre la silla, luego, corrió hacia el pasillo, llevándosela entre sus patas, lo que provocó una carcajada general, luego, terminamos de ajustar los últimos detalles. El ambiente estaba lleno de una mezcla de emoción y calidez, esa sensación especial que solo se lograba sentir en las fiestas. Oscar se acercó y colocó suavemente mi abrigo sobre mis hombros antes de darme un beso en la frente.
—¿Lista? —me susurró.
—Más que lista —respondí, sintiendo esa familiar calidez en mi pecho que siempre me invadía cuando estaba con él.
—¡Vámonos ya! —Exclamó Abril, tomando el brazo de Pedro—. ¡Topolobampo nos espera!
Al despedirnos de Boo, él se quedó observándonos desde la alfombra, parpareando lentamente mientras cerrábamos la puerta. Nos aseguramos de dejar todo lo necesario para que estuviera cómodo y no le faltara nada y al salir, su mirada parecía decir: "No se diviertan demasiado sin mí".
Llegamos en el auto de Oscar por mayoría de votos y desde el momento en que aparcamos, era imposible no admirar el ambiente que nos rodeaba. El restaurante Topolobampo se alzaba como una joya en la noche, con luces cálidas que brillaban en su fachada y reflejaban un toque elegante y acogedor, dejando que la atmosfera festiva se comenzara a sentir desde el exterior. La calle, iluminada con decoraciones festivas, parecía sumergirnos de lleno en el espíritu de Año Nuevo. Mientras caminábamos hacia la entrada, notamos que las ventanas del lugar dejaban entrever destellos de luces encendidas, decoraciones elegantes con motivos dorados y plateados, entremezclados con detalles típicos mexicanos, como guirnaldas de papel picado y arreglos florales con nochebuenas.
Al estar ya a unos pasos de la entrada, logré percibir la música que emanaba del interior: acordes suaves y alegres que parecían ser de una canción latina, y pronto reconocí Bésame Mucho en una versión de bolero moderno de la voz de Luis Miguel. El aroma de la comida mexicana flotaba en el ambiente, mezclándose con las risas y conversaciones de los comensales que disfrutaban de la velada y Pedro, con su carisma natural, se adelantó hacia la hostess, quien lo recibió con una sonrisa profesional.
—Buenas noches, tenemos una reservación a nombre de Pedro Balmaceda. —Dijo con confianza y la hostess revisó su lista y asintió.
—Claro, señor Balmaceda. Bienvenidos. Disfruten la velada. —Con un gesto amable, nos guío hacia nuestra mesa, ubicada cerca de una ventana que ofrecía una vista parcial del bullicioso centro de la ciudad.
El interior del restaurante era una mezcla de lujo moderno con un toque tradicional mexicano. Las mesas estaban decoradas con velas, pequeños arreglos florales y detalles dorados que evocaban la celebración. Las paredes mostraban arte contemporáneo y folclórico inspirado en la cultura latina, y las luces tenues aportaban un ambiente cálido. Parecía que cada detalle del lugar estaba cuidadosamente planeado para crear una experiencia inolvidable.
—Este lugar es increíble —comentó Abril mientras tomaba asiento, sus ojos recorriendo el espacio decorado con detalles festivos—. ¡Miren esas lámparas! Parecen estrellas.
—Es perfecto para celebrar como se debe —Oscar sonrió, colocando una mano en la parte baja de mi espalda mientras me ayudaba con la silla.
Mientras nos acomodábamos en la mesa, el mesero se acercó y nos ofreció el menú de bebidas además de sugerirnos algunos cócteles festivos. Pedro optó por un mezcal sour, mientras que Abril pidió una margarita de tamarindo. Oscar se inclinó por un tequila reposado servido solo y en medio de mucha intriga, no me resistí y elegí un mojito de maracuyá. Al poco tiempo, los platillos comenzaron a llegar: tacos de cochinita pibil, el famoso mole de Topolobampo del que tanto me había hablado Abril, ceviche tropical con mango y platillos más tradicionales como pozole, papadzules y enchiladas.
Después de probar la mayoría de los platos que nos ofrecían y pedir una nueva ronda de cócteles, la conversación fluía con naturalidad entre risas y comentarios de los días anteriores. Fue entonces cuando Oscar tomó un sorbo de su tequila y, tras una mirada cómplice conmigo, decidió compartir lo que había sucedido con Vanessa y Pedro, al escuchar el nombre, dejó su margarita a un lado, inclinándose hacia adelante.
—¿Pero qué pasó? ¿Están bien? ¿La víbora esa no les lanzó su veneno, verdad?
Yo asentí de inmediato, tomando la mano de Oscar en la mía, ambas descansando sobre la mesa.
—Admito que fue complicado, pero Oscar enfrentó la situación; la detuvo antes de que las cosas se salieran de control y estoy muy orgullosa de él por eso —sonreí mirándolo y apreté su mano con cariño.
Oscar contó cómo me había a su casa, creyendo que estaría vacía, y cómo Vanessa llegó inesperadamente, desatando un escándalo.
—Intentó golpear a Marissa —explicó con un tono grave, arrancando reacciones de sorpresa por parte de Abril y Pedro—, pero la detuve e Issa supo defenderse. Fue entonces cuando le dejé claro que esto se había acabado. Le quité las llaves de la casa y le dije que no había otra opción más que firmar el divorcio.
—¡Bravo! Ya era hora, Oscar. Esa mujer no merece ni un segundo más de tu tiempo —sonrió Abril, felicitándolo y alzando las manos al aire mientras aplaudía y luego, me miró a mí—. Y tú, cariño, déjame decirte que hiciste lo correcto. Eres una mujer muy valiente, espero que lo sepas.
Yo asentí, tomando su mano en medio de la mesa y las dos compartimos una sonrisa sincera. Aunque, unos segundos después, Pedro, con una ceja levantada y su característico tono sarcástico (aunque no menos satisfecho con la noticia) añadió:
—¿Y qué dijo la arpía? ¿Se transformó en un dragón y lanzó fuego por la boca?
Las risas estallaron en la mesa, aligerando la tensión del relato y miré a Oscar con cariño.
—Fue un momento difícil, pero estoy agradecida por cómo manejaste todo
Al instante, él me tomó la mano y la besó suavemente.
—Te prometí que no voy a permitir que nadie te lastime, Marissa. Nunca más. Y esa promesa estará vigente el resto de mi vida.
Asentí mirándolo con una sonrisa y vi que sus ojos brillaron con ternura y solo logré formular un agradecimiento con un tono de voz muy leve, pero fue suficiente para que él me escuchara. Solo eso importaba. En ese momento, Pedro tomó un sorbo de su mezcal y volvió a tomar la palabra justo cuando comenzó a sonar Mambo No. 5 de Lou Bega.
—Hablando de Vanessa, y mientras ustedes estaban ocupados trabajando en su firma de moda, he estado muy ocupado investigando sus pasos. Y, bueno, tengo pruebas suficientes para demostrar que ha sido infiel desde mucho antes de que aparecieras en la vida de Oscar, Issa —Pedro me sonrió y yo suspiré con alivio notorio—. Mensajes, llamadas, salidas con hombres que no son tú, claramente, compras absurdas con tus tarjetas... Mi equipo y yo podemos hackear cualquier cosa. Solo digan la palabra. Ya sabes —aseguró, guiñándonos un ojo y haciéndonos reír.
Al escucharlo, Oscar dejó escapar un suspiro de alivio.
—Eso va a poner muy feliz a Max... —dijo, tomando aire y luego me miró algo turbado y se pasó la mano por el cabello, tensándose un poco para volver la vista al grupo—. Solo digamos que un par de días después de lo que pasó con Vanessa, le llamé para explicarle lo que había sucedido y..., feliz no es la mejor palabra que usaría para definirlo después de lo que le dije... Así que..., que me comentó que necesitaba con urgencia pruebas como estas para fortalecer el caso. Lo llamaré en unos días, cuando pase todo el ajetreo de estas fiestas. Seguro ya no me odiará tanto —suspiró relajando sus hombros y con una sonrisa, volvió su vista a mí y me dio un beso en la frente con evidente matiz protector—. Esto también nos da más tranquilidad a los dos.
Yo estaba catatónica por lo que acababa de escuchar. Era más que claro que la situación empeoraría si Vanessa sabía de la relación que Oscar y yo manteníamos pero la forma en la que se enteró, indudablemente era de las peores maneras en que podía haber sucedido. Lo último que quería era ponerle a Oscar las cosas más complicadas de lo que ya eran. Estaba a punto de decir algo al respecto, cuando Pedro volvió a hablar, haciéndonos saber que no solo se había limitado a monitorear a Vanessa, sino que también había comenzado a hacerlo con los Mazzamuto y con Abel. Nos explicó que había desplegado agentes encubiertos cerca de la Toscana y El Paso, Texas, pero que, por ahora, no había movimientos relevantes.
—Parece que tenemos un poco más de tiempo para planear nuestra próxima jugada, por lo que les pido que estemos en la mejor disposición para hacer lo que sea necesario, ¿de acuerdo? Recuerden que entre más cerca estemos de atrapar a esos bastados, más cerca estamos de volver a vivir todos en paz y tranquilos. —Pedro nos miró asentir y tras asegurarse de que también contaba con el apoyo de Abril, sonrió satisfecho y relajó un poco más su expresión—. Muy bien entonces, creo que por ahora, estamos aquí para celebrar —sonrió, alzando su copa y nos miró a los tres—. Creo que es hora de que entremos en un poco más de ambiente festivo...
—Estoy de acuerdo, creo que definitivamente podemos dejar la estrategia para otro día, esta noche, ¡es para festejar! —Esa última parte la gritó con mucho ánimo, haciendo que los demás comensales se unieran a ella apoyándola con otro grito al unísono, arrancándonos risas a todos.
Justo entonces, el grupo de música abrió pista con su show en vivo y comenzó a tocar Suavemente de Elvis Crespo, y la energía del lugar se elevó aún más. Los cuatro levantamos nuestras bebidas, brindando juntos.
—¡Por un nuevo comienzo y por un feliz año nuevo! —Exclamó Abril. Estábamos ya listos para disfrutar del resto de la noche en ese ambiente festivo y cargado de energía.
El ambiente del lugar comenzaba a transformarse. La cena había terminado, y las luces que antes tenían un tono cálido y débilmente dorado, ahora resaltaban vibrantes y coloridas desde cada rincón acompañando a la música que resonaba en vivo. La banda había cambiado a ritmos más movidos, con una mezcla de instrumentos latinos y jazz que hacía imposible no mover el pie al compás.
Abril fue la primera en levantarse, haciendo que su vestido esmeralda destellara bajo las luces mientras tiraba de la mano de Pedro.
—¡Vamos! Es imposible quedarse sentado con esta música. ¡Tienen que levantarse también!— exclamó, lanzándonos una mirada insistente a Oscar y a mí, pero él sonrió desde su asiento, alzando su copa con tranquilidad.
—Creo que primero quieren darnos una demostración de cómo se hace.
Pedro soltó una carcajada mientras se levantaba junto a Abril.
—No me hagas quedar mal, pelirroja, que soy mejor agente que bailarín.
Abril me miró fijamente, esperando que tal vez, si me observaba lo suficiente, lograría hacer que me moviera. Sin embargo, la observé con una sonrisa divertida y luego bebí un sorbo de vino, y sacudí la cabeza cuando me hizo un ademán con la mano para invitarme a abrir paso hacia la pista.
—No, no, yo no me levanto. Si lo hago, causaré un desastre |tremendo. Dos pies izquierdos y tacones no son una buena combinación, ¿sabes? —Alcé las cejas mirándola.
—¡Por favor, Marissa!— Insistió ella. —Hasta una estatua tiene más ritmo que tú sentada ahí.
—No, gracias. Prefiero conservar mi dignidad sentada aquí.
Antes de que pudiéramos mencionar nada más, las primeras notas de Procura llenaron el aire, balada clásica tropical por tradición y aunque intenté no reaccionar, la chispa que me encendía esa canción era innegable. Y justo en el momento que sus acordes iniciales sonaron, Abril me dirigió una mirada cómplice, dejando sus manos en su cintura.
—¡Esa es nuestra canción!— Exclamó y al instante, me señaló entrecerrando los ojos—. Vas a estar bailando en unos minutos, sabes que esta canción es imposible que podamos resistirla. Solo recuerda eso. Había sido una especie de amenaza de mejor amiga.
No dijo nada más y cuando me di cuenta, ya había tirado de Pedro hacia el centro de la pista y estaban riendo y bailando como si el mundo no existiera.
De pronto, Oscar que estaba sentado a mi lado, arqueó una ceja y se inclinó ligeramente hacia adelante. Sus ojos brillaban con una chispa de desafío que siempre lograba arrebatarme todo sentido racional.
—¿No vas a bailar? —Me preguntó, dejándome ver su irresistible sonrisa y pude notar y hasta sentir como su mirada me recorría de una forma más deliberada. Al instante, mi boca se secó y me vi obligada a terminar el trago de vino que restaba en mí copa, aunque, después de haberlo tomado, me percaté de que era demasiado para un solo trago.
Tal vez era la emoción de la noche recorriéndome el cuerpo o el alcohol que se movía por mis venas... Podría ser tal vez la idea de rebeldía de negarme a ser presa de las decisiones de otros cuando lo único que yo quería estaba ahí, frente a mis ojos, viéndose atrozmente atractivo con el par de botones abiertos de su camisa y esa colonia de hombre emanando de su piel.., Podrían ser muchas cosas, un cumulo de varios motivos, solo sabía que mi cuerpo me pedía estar cerca de él. Y no iba a negarle ese placer. Ella levantó una ceja, juguetona.
—¿Te divertiría verme hacer el ridículo? —Alcé una ceja mirándolo a los ojos.
—En realidad, me divierte verte disfrutar. —Volvió a sonreír y me sentí derretir.
Antes de que pudiera responder, Óscar se levantó de su asiento y extendió una mano hacia mí. Sus ojos, oscuros y ardientes, me retaron a decir que no y sabía que no lo iba a hacer. Mi corazón empezó a latir más rápido, pero tomé su mano y la calidez de su piel contra la mía, fue como un fuego que comenzó a extenderse por todo mi cuerpo.
—Ven —dijo y su voz grave incendió algo en mi interior—. Confía en mí.
—Pero no me culpes si piso tus zapatos. Cualquier cosa, recuerda que te lo advertí —suspiré mientras caminábamos hacia la pista y él solo soltó una risita adorable.
El vestido plateado que había escogido para esa noche, con su escote en la espalda y su caída elegante, parecía brillar más bajo las luces del salón. Tal vez demasiado, porque con cada paso que dábamos hacia la pista de baile, parecía que atraía la mirada de todos, especialmente la de Óscar. Era la única que me importaba, fue eso lo que me animó a ignorar todo lo demás.
Oscar me guiaba con una calma que contrastaba duramente con la agitación que tenía en el pecho y cuando llegamos al centro, me atrajo hacia él con una facilidad que me dejó l casi sin pensar por unos segundos. Después, su mano se posó con calma en la parte baja de mi espalda, donde el vestido dejaba al descubierto un poco más de piel. El contacto me hizo temblar ligeramente, y su otra mano envolvió la mía con firmeza justo antes de comenzar a movernos.
—¿Lista? —preguntó, inclinándose lo suficiente para que su voz fuera un susurro junto a mi oído.
—No —le respondí con una risa nerviosa.
—Relájate, amor —murmuró, permitiendo que su aliento rozara mi cuello—. Solo déjate llevar por el momento, por la música y por mí.
La pista de baile era un remolino de colores y risas. La percusión y los metales de la canción llenaban mis oídos y cuando la música marcó el ritmo, Oscar comenzó a guiarme con pasos fluidos.
Al principio, traté de concentrarse en seguir sus pasos, pero pronto me cuenta de que el verdadero desafío no era el baile, sino la cercanía con él. Me era imposible ignorar la forma en que nuestros cuerpos se rozaban con cada movimiento. La forma en que sus rizos oscuros caían sobre su frente, el roce ocasional de su pecho contra el mío al movernos juntos, y esa mirada que parecía llegar hasta el fondo de mi alma... Todo hacía que mi cuerpo me pidiera más.
Más cerca, más calor, más rápido... Todo, mientras fuera con él.
—Eres peligrosa, ¿sabes? —Susurró él y su voz fue baja, rasgada, como si cada palabra le costara el control que parecía estar a punto de perder.
La mano que tenía reposando en la base de mi espalda no solo me sostenía, sino que casi me poseía, firme, atrayéndome más cerca hasta que cada línea de mi cuerpo encajó perfectamente contra el de él. El calor de su pecho quemaba a través del suave tejido de su camisa y sentí que el aire a nuestro alrededor se hacía más denso y cada vez más imposible de respirar.
—¿Por qué dices eso? —Logré articular, aunque mi voz se rompió un poco, mientras trataba de resistirme al impulso de rendirme a él por completo.
—Porque cuando estoy cerca de ti... —su voz se hizo más baja, más intensa, y cada palabra parecía deslizarse directamente dentro de mi piel—. No sé si quiero perderme en ti... o hacer que te pierdas en mí.
Al escucharlo, un temblor me recorrió el cuerpo, desde la nuca hasta la punta de los pies, mientras él se acercaba más, dejando que su nariz rozara la línea de mi mandíbula. Su mano subió por mi espalda con una lentitud exasperante, dejando una estela ardiente en su recorrido hasta que sus dedos apenas rozaron el nacimiento de mi cabello.
—Mírame, Marissa... —me ordenó en un tono envuelto con la fuerza de una necesidad imposible de ignorar.
Cuando levanté la vista, sus ojos, oscuros y cargados de un deseo crudo me encontraron, y al instante, algo en mi interior cambió. Oscar bajó la mirada a mis labios y el mundo entero dejó de importar. Luego, en el momento que se inclinó aún más, pensé que finalmente iba a besarme, pero él desvió el rostro en el último segundo, dejando que su boca rozara la comisura de mis labios.
—No me hagas esto aquí... —le pedí, como un ruego, una advertencia, pero mi voz ya no tenía fuerza; estaba perdida en el torbellino de sensaciones que él me provocaba.
—Dime que me detenga —murmuró despacio, pero sus palabras eran una provocación, no una súplica y sus ojos oscuros ardían con un deseo tan intenso que hizo que mi mente solo pudiera pensar en él, y solo en él.
Claro que no podía detenerlo. De hecho, no quería ni siquiera considerar la idea de detenerlo, pero antes de que pudiera responder y al notar mi silencio, sonrió con satisfacción y me giró suavemente, dejando su mano firme en mi cintura, y luego me trajo de vuelta a él con un movimiento tan preciso como devastador, hasta que nuestros cuerpos fueron a encontrarse, esta vez más cerca y más íntimos. La presión de su cadera contra la mía, la firmeza de su agarre... era demasiado, pero no lo suficiente.
—¿Te das cuenta del caos que me provocas? —Repitió contra mi oído y su aliento cálido me provocó un escalofrío que hizo que me aferrara a sus hombros con fuerza.
—¿Y tú? —Le respondí apenas, con la poca concentración que me quedaba y con un atrevimiento que no sabía que tenía. Aunque mi voz sonó temblorosa, estaba cargada de un desafío tácito—. ¿Qué tan peligroso puedes ser?
Oscar dejó escapar una risa baja, casi un gruñido y su mirada atrapó la mía como una promesa incumplida.
—Lo suficiente para hacerte rogar por más —murmuró.
Entonces, inclinó su rostro hacia el mío, acercándose lo suficiente como para que nuestros labios casi se tocaran, pero en el último momento, cambió de dirección y dejó un beso lento y deliberado en la curva de mi cuello. Lo había hecho otra vez. Me había dejado anhelando que me besara hasta olvidarme de mi nombre y con la sensación de sus labios contra mi piel, cálidos y suaves, haciéndome cerrar los ojos y dejándome temblando bajo el peso de su deseo.
—Pero no aquí... —continuó, mientras su mirada descendía hasta mis labios entreabiertos—. No todavía. Además, tengo una sorpresa para ti antes...
Y con eso, se apartó apenas lo suficiente como para dejarme ansiosa, expectante, pero completamente atrapada en su órbita.
Mientras tanto, Abril y Pedro, ajenos a lo que Oscar me acababa de hacer pasar, seguían bailando cerca, riendo y moviéndose con una naturalidad envidiable. Abril giró y me lanzó una mirada sonriendo divertida.
—¡Mira nada más! ¡Y decías que no sabías bailar!
Pero es que no tenía idea.
No tenía ni la menor idea de que estaba a nada de dejarme caer de rodillas al piso.
No tenía idea.
Y justo cuando la canción alcanzó su punto más alto, Oscar aprovechó para inclinarme hacia atrás, sosteniéndome con firmeza mientras sus labios quedaban peligrosamente cerca de los míos. Volví a sentir el calor de su aliento, las notas de tequilla emanando de sus labios y por un momento, todos los demás desaparecieron: las luces, la música, las personas a nuestro alrededor... Solo éramos nosotros dos, atrapados en ese instante que parecía eterno.
Cuando me levantó, la música ya había dejado de sonar y los aplausos se hicieron presentes, ambos permanecimos inmóviles por un segundo, con las respiraciones entrelazadas y agitadas. Oscar deslizó un dedo por la curva de mi brazo, rozándome apenas, pero fue suficiente para que mi piel respondiera a su toque.
—Eres un desastre bailando, pero eres mi desastre y eso me encanta. —Me dijo bromeando, dejando sus manos en mi cintura.
Reí al escucharlo, aunque mis mejillas estaban encendidas y no podía negar que sus piernas temblaban ligeramente.
—Y tú sigues siendo increíblemente confiado.
—Es fácil confiar cuando tienes lo que más deseas justo frente a ti —dijo él sonriendo, dejando que su voz flotara en el aire entre los dos.
—Oscar... —murmuré, sin saber qué más decir y cuando él me miró, había algo oscuro y ardiente en su mirada.
—Procura no enamorarte más de mí esta noche.
—Eres insoportable. —Reí suavemente, aunque mi corazón latía con mucha fuerza.
Sin embargo, incluso mientras bromeábamos, la atmósfera entre los dos cambió. Su respiración se mezcló con la mía y la distancia que aún nos separaba parecía estar desmoronándose lentamente. La chispa entre nosotros se había convertido en un incendio. Sus dedos se deslizaron hacia mi rostro, sosteniendo mi barbilla con suavidad para hacerme mirarlo y cuando pude verme reflejada en sus ojos, su mirada me hizo una promesa muda: esa noche sería nuestra... Y sería inolvidable.
Nota de la autora:
Primero que nada, Topolobampo si existe jajjajsja, y tengo pruebas:
Su concepto fue perfecto en lo que yo quería reflejar y ME ENCANTO. Qué viva mi México y su comida que es patrimonio cultural de la humanidad, así es. ❤️✨
¿Qué les digo? Yo me estuve imaginando el momento en que Issa y Oscar bailaban Procura desde hace mucho tiempo e incluso, me llegué a disociar en el trabajo pensando en esa escena JSJAJSJAJSJA. Además, es de mis canciones favoritas y digamos que, le di un nuevo significado de un recuerdo que ya no quería que tuviera más relación con esa hermosa canción. Ahhh, me encanta curarme con mis historias. ❤️✨
No saben lo feliz que fui al escribirla y de poner a Oscar todo seductor con su mujer ASDFGHJKL, escribir este capitulo me llenó de serotonina el cerebro.
Y también, tengo que decir que amo poner más interacción entre Pedro y Abril, son mis niños también, y los adoro igual. :3
Pero lo mejor es que esto no se acaba aquí, hay una segunda parte de este especial de año nuevo y pueden encontrarlo ya listo en el siguiente capítulo (es que lo iba a hacer junto, pero estos momentos los inspiran canciones diferentes, así que me pareció mejor idea dividirlos jejeje), espero les guste (algo me dice que sí) jajsjajsja. 7u7 ❤️✨
Vayan a la siguiente parte, ya está disponible. ❤️✨
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