Capítulo 36: Seguir avanzando
"My disaster, you're my only answer. You got me thinking that I could be your master. Pretty baby, you're my heavy ocean, weigh me down and give me your devotion. Tell me the things that you want (you want). I give you all that I've got (I've got). Open your eyes, then you will see, it's just you and me. Only throwing out the key, just living in a dream, it's just you and me. Only listen to you breathe, just living in a dream, It's just you and me..."
"Mi desastre, eres mi única respuesta. Me hiciste pensar que podría ser tu maestro. Bebé lindo, eres mi océano pesado, pésame y dame tu devoción. Dime las cosas que quieres (quieres). Te doy todo lo que tengo (tengo). Abre los ojos y entonces verás, solo somos tú y yo. Sólo tirando la llave, sólo viviendo en un sueño, somos sólo tú y yo. Sólo te escucho respirar, solo vivo en un sueño, somos solo tú y yo..."
-Only/Imagine Drangons
Miércoles 18 de octubre del 2023, Chicago, Illinois, 05:00 p.m.
Marissa
La oficina de Oscar era un reflejo de su carácter: elegante, sobria y con un toque artístico. Una ventana panorámica permitía que la cálida luz del atardecer bañara la estancia, llenándola de tonos dorados y ocres que parecían animar las réplicas de las obras maestras que colgaban en las paredes. La noche estrellada palpitaba con su energía caótica, mientras Los girasoles irradiaban con calidez, como si compartieran la esencia de quien había elegido exponerlas allí.
Un estante de madera oscura ocupaba un muro completo, repleto de libros sobre historia del arte, diseño, teoría del color y algunos otros de toque más clásico como El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, La Odisea de Homero y La Divina Comedia de Dante. Alighieri, todos ordenados con precisión obsesiva. Frente a este, vitrinas de cristal albergaban diseños icónicos de las colecciones pasadas de Óscar. Eran trofeos silenciosos de su genio creativo y su éxito indiscutible.
Estaba sentada en el sofá de gris claro junto a la ventana, con las piernas cruzadas y una carpeta descansando en mi regazo. Apoyé el mentón sobre una mano mientras tamborileaba con los dedos en la tapa, más como un reflejo de inquietud que por concentración genuina y frente a mí, las notas de la reunión de la que habíamos salido apenas unos minutos atrás permanecían intactas. Tenía la mente atrapada en una maraña de pensamientos. La gala del fin de semana había sido un éxito brillante y con ella, los Plasencia habían lanzado una noticia que todavía me retumbaba en el pecho: la presentación de la colección se llevaría a cabo en Venecia.
La sola idea le causaba un nudo en el estómago. Y es que aunque Venecia, con sus canales y su aire encantador sería un escenario perfecto, también parecía ser la trampa ideal, porque tenía muy en claro que Salvatore y Bernardo no dejarían pasar la oportunidad para volverse la situación más sencilla. Iría a su país, sería como servirme en bandeja de plata para ellos... Y la excusa era tan elegante como letal. En mi cabeza, las opciones se desmoronaban una a una, como un castillo de naipes bajo la amenaza de un viento implacable.
Pero no se lo había dicho a Oscar. Ya tenía demasiado. Su demanda de divorcio avanzaba y aunque él mantenía una calma imperturbable en apariencia, podía ver el peso que cargaba. Las noches en vela trabajando, las reuniones interminables... Lo último que quería era añadir otra preocupación a su vida. Sin embargo, con cada día que pasaba, el tiempo parecía desvanecerse entre mis dedos.
Y mientras lo miraba al otro lado de la oficina, con los ojos fijos en la pantalla de su laptop, algo dentro de mí se rompía. Oscar llevaba sus gafas para protegerse de la luz azul; un gesto simple que ya había aprendido a encontrar entrañable. Jugaba distraídamente con un bolígrafo, llevándoselo a los labios de vez en cuando mientras se concentraba, el par de rizos que caían rebeldes sobre su frente le daban un aire de descuido encantador y sin poder evitarlo, me permití comenzar a divagar un poco.
Sobre todo porque el recuerdo de la noche después de la gala me golpeó con una fuerza visceral. Cerré los ojos, sintiendo cómo esa memoria me envolvía como un cálido abrazo que se estrellaba directamente en mi alma.
La forma en que me había besado, tan ansiosa y profundamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo para aprenderse cada rincón de mí; cómo me había tocado, haciéndome suya con una pasión que aun ardía en todo mí ser. Aquella noche, nuestros cuerpos no se habían encontrado por casualidad, sino por un llamado primitivo y profundo, porque sus manos recorrieron mi piel como las olas que besan la orilla en la quietud de la madrugada y con una suavidad que parecía tan infinita... tan infinita como el mar; su toque había sido como si cada caricia fuera un suspiro entrelazado con un deseo eterno, como si yo fuera lo que él había estado buscando toda su vida... Y amaba tanto eso con todo mi corazón. Esa noche no había sido solo un encuentro físico; había sido una comunión.
Cerré los ojos un momento solo para ser consciente de la forma en que él me miró después, con tanta templanza y envueltos en el silencio que sigue a una tormenta, con esos ojos que parecían atravesarme siempre... También recordé cómo entre susurros, me había hablado de esa conexión que parecía trascender lo terrestre, como si ya hubiéramos sido destinados el uno para el otro. Cuando abrí los ojos, dejé la mirada fija en él. Cada pequeño detalle de Oscar parecía llamarme más y más: la curvatura de sus labios, sus manos fuertes y seguras que a menudo me tocaban con una delicadeza que me desarmaba por completo, los rizos oscuros que tanto adoraba acariciar...
¿Será posible? —me pregunté en silencio, sintiendo que el amor que llevaba dentro de mí por él crecía con cada latido—. ¿Es él... el amor de mi vida? —Oscar era como un faro en medio de su mar turbulento: su presencia era el hogar que siempre había anhelado y el lugar seguro donde cada temor parecía desvanecerse.
Mientras lo contemplaba, Óscar levantó la vista y nuestras miradas se encontraron por unos segundos. Él me excitaba de una forma que no conocía y él lo sabía y los disfrutaba, porque tenía muy en claro que esa deslumbrante sonrisa suya hacía que todo mi mundo se tambaleara. Como pude, le devolví el gesto, sin evitar que un leve sonrojo subiera por mis mejillas y al darse cuenta de eso, Oscar dejó el bolígrafo a un lado y se apoyó en el respaldo de su silla, ahora mirándome completamente enfocado.
—¿Te distraigo?
—Quizá un poco —Solté una risa ligera, volviendo la vista a las notas.
—Vaya, ahora sí que me siento halagado —replicó con un tono divertido.
Ambos comenzamos a reír, compartiendo un momento espontáneo y agradable y bastante íntimo. Y luego, cuando él se recompuso, volvió a tomar la palabra.
—Issa —me llamó, pasándose los dedos por sus benditos rizos, dejándome completamente pérdida.
—Dime...
—Estaba pensando... Ammm, ¿qué te parece si cenamos en mi casa esta noche? —Ladeó su cabeza un poco a la derecha y al mismo tiempo, alzó las cejas sonriendo delicadamente.
—¿En... en tu casa? —El bolígrafo que sostenía se me cayó de los dedos y abrí mucho los ojos, sintiendo como el aire que fluía dentro de mis pulmones se agotaba de pronto y estaba muy segura de que me había puesto pálida.
—Sí, creo que ya es hora de que la conozcas —afirmó, riendo entre dientes—. No sé por qué tu reacción, ¿estás bien? —Arrugó su entrecejo, quitándose las gafas y dejándolas sobre su escritorio mientras yo parpadeaba, desconcertada.
—¿Pero... Y qué hay de Vanessa? —Pregunté en voz baja, como si temiera invocar su presencia y que de pronto apareciera abriendo la puerta de par en par.
Oscar soltó una risa ligera y se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio.
—Cariño, Vanessa y yo no vivimos bajo el mismo techo desde hace... —hizo una mueca que le duró unos segundos, pensativo—, bueno, ya ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que coincidimos ahí.
Al instante, lo miré con incredulidad y sin darme cuenta, ya tenía los brazos cruzados y una ceja arqueada, lo que provocó que Oscar volviera a reír.
—Para ser sincero, a veces pienso que su pasaporte tiene más sellos que días en el calendario. Siempre anda de viaje con alguno de sus... amigos o amantes, como los quieras llamar —añadió, con un toque de diversión en su voz.
El comentario me hizo reír levemente, aunque la inseguridad todavía deambulaba en mi mente. ¿Qué tal si nos descubría estando en la casa? ¿Y si eso le causaba algún inconveniente a Oscar para el tema de su divorcio? Lo que menos quería esa complicar más las cosas de lo que ya eran y sin que pudiera evitarlo, mi cerebro comenzó a reproducir miles de escenarios catastróficos en donde todo lo que podía salir mal, lo hacía. Algo muy típico entre las personas que lidiábamos con ansiedad.
—No sé, Oscar. Es decir, sería maravilloso conocer tu hogar, pero, no quiero causar problemas...
En ese mismo instante que me escuchó, se levantó, rodeó su escritorio con pasos firmes hasta llegar a donde yo estaba y luego se detuvo frente a mí y se inclinó un poco, encontrando de nuevo sus ojos con los míos, dejando sus manos sobre mis rodillas.
—Issa, no hay ningún problema. Te lo prometo, mi amor. Quiero que vayas. Quiero que conozcas mi hogar... nuestro hogar —enfatizó esas últimas dos palabras y me sonrió con dulzura, dándome un pequeño beso en los labios mientras yo trataba de procesar lo que había escuchado.
El realce en esas últimas palabras me provocó un nudo en la garganta, pero antes de que pudiera responder, el teléfono de Oscar comenzó a sonar.
—Perdón —dijo mientras sacaba el móvil del bolsillo de su saco. Miró la pantalla y frunció el ceño—. Es Max.
Asentí y lo observé mientras él deslizaba el dedo para contestar.
—Hola, buen día Max. ¿Qué pasa? —Se aclaró la garganta mientras escuchaba atento lo que le decían al otro lado de la línea pero al mismo tiempo, su mano libre subía y bajaba por mi pierna, dejándome sentir la calidez de su piel y eso me hizo sonreír por la ternura de su gesto.
Solo hablaron cerca de un minuto, pero fue suficiente para darme cuenta de la forma en que Oscar apretó los labios, tensó su mandíbula y luego, dejó escapar un pesado y largó suspiró. Al parecer, buenas noticias no eran.
—Claro, está bien. Voy para allá. Dame unos minutos y nos vemos en tu oficina —su voz ahora sonaba un poco apagada y tras colgar, guardó el móvil con movimientos lentos, como si el peso de la llamada aun le oprimiera los hombros. Suspiró profundamente otra vez y sin decir nada, se inclinó hacia mí, apoyando la cabeza en mi regazo. La fuerza que siempre irradiaba parecía haberse desvanecido en ese momento, dejando al descubierto una vulnerabilidad que rara vez mostraba.
—¿Todo bien? —le pregunté en un susurro, pasando mis dedos suavemente por su cabello, como si quisiera calmar la tormenta que parecía llevar dentro. Él cerró los ojos, dejando escapar otro suspiró más profundo y asintió apenas, como si ese simple contacto le devolviera algo del equilibrio que había perdido.
Como agradecía al cielo que esa mañana, habíamos cerrado las persianas de la ventana por una reunión y no las habíamos vuelto a abrir.
—Vanessa está decidida a hacer esto tan complicado como pueda —respondió, su tono más serio ahora—. Max quiere hablar conmigo sobre lo que ella le dijo al recibir la demanda. Así que no sé si realmente está todo bien.
Al escucharlo, la inquietud se apoderó de mí y fruncí el ceño, cerrando los ojos un momento al mismo tiempo que exhalaba poco a poco. El nudo que se me había formado en la garganta apenas hace un momento, ahora había bajado al estómago. Sin embargo, debía permanecer firme, él necesitaba mi apoyo y no iba a dejarlo solo.
—Entonces será mejor que vayas —le susurré al oído para después darle un beso en la mejilla y con cuidado, levantar su cabeza para volver a mirarnos.
Oscar al verme de nuevo, negó con la cabeza y lo encontré extendiéndome una mano justo después de incorporarse.
—De hecho, quisiera que vengas conmigo.
—¿Qué? ¿Yo? ¿Pero por qué? —Este hombre me había dejado ya sin palabras en menos de treinta minutos.
—Porque quiero que te sientas segura —dijo con una calidez que derritió cualquier reticencia que pudiera haberse formado de mí—. No quiero que tengas dudas ni temores. Esto... esto no es solo mi lucha, Issa. Si estás conmigo, quiero que todo quede claro para los dos.
Ahora fui yo la que suspiró, permitiéndome sentir por completo el peso de todo lo que estaba sucediendo. Las cosas ya se estaban volviendo más complicadas, y lo sabía, pero también comprendía que estos eran los momentos que verdaderamente definían el amor que sentía por él. Él había estado ahí para mí, incluso cuando no sabía cómo pedirlo, incluso cuando yo misma dudaba si merecía ese apoyo inquebrantable y lo seguía haciendo sin reservas, sin condiciones. Ahora, era mi turno de corresponder. De demostrarle que lo que teníamos era más que amor; era un compromiso tácito de estar, de ser, de sostenernos mutuamente.
Cuando levanté la mirada y encontré sus ojos, un destello de inseguridad cruzó mi mente, pero fue efímero. Su vulnerabilidad, tan expuesta y honesta, desarmó cualquier duda que pudiera haber albergado. Tomé su mano entre las mías, dándole un apretón suave pero decidido.
—No voy a dejarte solo —le aseguré, con una convicción que incluso a mí me sorprendió.
Oscar sonrió, no solo con sus labios, sino con esa ternura que solo él podía transmitir. Me ayudó a levantarme, sus dedos firmes y seguros alrededor de los míos y no me soltó. En cambio, sus manos se deslizaron hacia mi cintura, atrayéndome hacia él en un movimiento natural, como si el universo lo dictara.
—Gracias —murmuró, su voz apenas un aliento contra mis labios antes de inclinarse y besarme—. Te amo. Te amo más que a cualquier otra cosa en el mundo —sus palabras salieron después de un momento, acariciando mis labios entre cada sílaba.
No fue un beso apresurado ni hambriento, fue profundo, lento y la respuesta que ninguno de los dos necesitaba verbalizar. En ese contacto, podía sentir su gratitud y su amor, pero también su necesidad de saber que, pasara lo que pasara, estaríamos ahí el uno para el otro.
Lo abracé más fuerte, dejando que mi frente descansara contra la suya cuando el beso terminó. Allí, en su cercanía, supe con certeza que nuestro amor no era solo un refugio en los momentos felices, sino una fuerza que nos sostenía cuando todo parecía tambalear.
—Siempre voy a estar contigo, Oscar. Siempre. Te lo prometo.
—Mmmmm —acarició un poco mi boca con sus labios—. ¿Eso quiere decir que aceptas la invitación de cenar en mi casa esta noche?
—Sí, es un sí —reí, mirándolo a los ojos.
—Entonces iremos luego de ver a Max.
La oficina de Max era todo lo que uno esperaría de un abogado experimentado: elegante, ordenada y con un aire de profesionalismo que intimidaba y tranquilizaba a la vez. Las paredes estaban cubiertas por estanterías repletas de libros legales encuadernados en cuero y algunos diplomas enmarcados que destacaban sus logros académicos. Un gran escritorio de madera oscura ocupaba el centro de la habitación, con papeles apilados de forma meticulosa y cerca de éste, había una mesita de cristal con revistas de actualidad y una cafetera que humeaba junto a un sofá de cuero negro. Había también una lámpara de diseño minimalista que arrojaba luz cálida sobre el lugar y las amplias ventanas ofrecían una vista panorámica de la ciudad, que contrastaba vibrantemente con la tranquilidad del interior.
Me senté junto a Oscar frente al escritorio observando con curiosidad el entorno. Max, un hombre en sus cuarenta y pocos años, de cabello castaño con vetas de gris, ojos azules penetrantes y una sonrisa astuta, nos saludó a ambos con un apretón de manos firme, aunque a mí me miró un poco extrañado.
—¡Oscar! Bienvenido. Y... —su mirada se posó en mí al instante—. ¿Quién es esta encantadora dama?
Habíamos acordado no decirle nada a Max sobre nosotros hasta que fuera el momento adecuado, incluso estábamos siendo cuidadosos de no llegar tomados de la mano, por lo menos ese era el plan, pero algo me decía que ese hombre iba a descubrirlo todo en cuanto pasáramos cinco minutos juntos.
—Ah, Max, ella es Marissa Sáenz, mi... eh, mi colega en el trabajo —Oscar puso su mano sobre mi hombro de una forma algo apresurada, un gesto no pasó desapercibido para Max, quien arqueó una ceja con una sonrisa divertida y yo solo pude sonreírle.
—¿Colega, eh? —Repitió él, con un tono que insinuaba escepticismo, mientras apartaba unas carpetas de su escritorio—. ¿Y se suelen traer colegas a reuniones legales sobre un divorcio? Interesante política laboral.
Yo levanté la mirada hacia él, parpadeando varias veces, mientras Max se acomodaba en su silla como si estuviera a un punto de disfrutar de un espectáculo. Ni si quiera había pasado un minuto y ya nos tenía atrapados. Ahora entendía el por qué cobraba los honorarios que Oscar eme comentó cuando íbamos en el auto camino a su oficina.
—Digo, no es que no agradezca la compañía, pero generalmente no se traen colegas a las reuniones legales de esta naturaleza. ¿Qué pasa, Oscar? ¿Crees que podría olvidar algún detalle y ella está aquí como testigo? —Max sonrió de lado, alzando una ceja.
Me ruboricé al instante y él lo notó y aunque quise responder, Oscar fue más rápido.
—Max... —Oscar se comenzó a tocar el puente de la nariz, cerrando los ojos pero en sus labios apareció una leve, muy leve sonrisa.
Atrapados. Así estábamos.
—No, no, espera. Solo estoy tratando de entender. ¿Te pagan horas extras por esto? ¿O es un bono especial? —Me preguntó, tratando de contener su risa.
No podía decir nada y de mi boca solo salió una risa nerviosa que hizo que me sintiera más apenada, así que desvié la mirada un momento, mientras Max nos observaba con una expresión socarrona. Oscar bufó, pero antes de que pudiera hablar, Max cambió el rumbo de su ataque.
—O tal vez... Marissa no es solo tu colega... —Hizo una pausa deliberada, y luego volvió a mirarme directamente—. Aunque debo decir que me sorprende lo cerca que se sientan para solo trabajar juntos.
—¡Por favor! —Oscar intervino finalmente, dejando escapar una risa resignada—. Está bien, Max, tienes razón. No es solo mi compañera...
—¿Entonces? —Max apoyó los codos en el escritorio, juntando las manos como si fuera a presidir un juicio y alzó una ceja con genuino interés.
Iba a decir algo para protestar armándome de valor que no estaba del todo segura de donde había salido, pero Max me interrumpió levantando una mano teatralmente.
—No, no, no me malinterpreten. Yo soy abogado, no detective. Pero —dijo, inclinándose hacia adelante con una sonrisa más amplia—, tengo buen ojo para los detalles. Por ejemplo, Oscar... ¿siempre sostienes la mano de tus colegas?
Ambos miráramos automáticamente nuestras manos entrelazadas que descansaban sobre las rodillas de Oscar y al instante, las separamos torpemente. Luego, nos vimos a los ojos confundidos por completo, ¿en qué momento habíamos hecho eso? Y lo cierto era que todo el espectáculo que estábamos montando, estaba divirtiendo a Max como nunca, porque se notaba que estaba disfrutando bastante el vernos sufrir mientras tratábamos de fingir disimulo. Realmente éramos los peores en eso.
—No se preocupen, jamás podría atreverme a juzgarlos... Pero vamos, facilítenme las cosas. ¿Hace cuánto están juntos? —Preguntó cruzándose de brazos, insistiendo cada vez más.
¿Es que el hombre no se daba cuenta de lo frágiles que éramos en ese momento? Pero no frágiles como porcelana, más bien como una bomba.
Oscar dejó caer la cabeza en sus manos mientras Max seguía con su interrogatorio y yo simplemente comencé a abanicarme con la mano. Nos tenía donde quería y lo estaba disfrutando.
—No me hagas sacar mi libreta y empezar a apuntar teorías. Confiesen ya, o terminaré asumiendo que Marissa es tu espía personal para seguir los pasos de Vanessa —dijo Max con tono divertido, mirándonos con los ojos entrecerrados.
Al final, Oscar levantó la mirada, cansado y rendido ante su derrota y luego, mirón a su abogado con resignación pacífica.
—Está bien, Max. Eres demasiado bueno en tu trabajo. Espero que así resuelvas mi divorcio —se incorporó en su asiento, lanzando una risa baja y negando con la cabeza para, enseguida, adoptar una postura más erguida—. Ya basta. Sí, Issa es mi novia.
Sentí cómo mi pecho se comprimía, como si su declaración hubiera sido un dardo directo a mi corazón. Abrí los ojos por completo y el calor subió de golpe a mi rostro. Mi mente se detuvo por un instante, como si hubiera perdido la capacidad de procesar cualquier cosa que no fueran esas palabras. ¿De verdad lo había dicho? ¿Así, sin más?
Mi corazón latía con fuerza, cada pulsación resonando como un tambor ensordecedor en mis oídos. Apenas podía respirar; cada bocanada de aire parecía una tarea monumental. Quise moverme, esconderme, incluso desaparecer.
Y entonces llegó el torbellino de emociones. Una parte de mí se sintió increíblemente feliz, como si Oscar acabara de colocarme en un pedestal, declarándole al mundo que yo era importante para él. Pero otra parte, la más insegura, estaba completamente paralizada, aterrada de lo que significaba ese cambio de estatus. ¿Qué implicaba ser su novia? ¿Estaba lista para enfrentarlo, para enfrentar a las personas que lo rodeaban y más importante, enfrentarme a mí misma en medio de ese cambio?
—Por fin, hombre. ¡Ya lo sabía! Se les nota en los gestos, en la forma en que se miran. Además, ¿quién más se sienta tan cerca para escuchar una conversación sobre divorcios si no es por amor? —respondió Max con una risa, devolviendo la conversación a un tono relajado.
Mientras tanto, yo me hundí en mi asiento, bajando la mirada y apretando los labios con fuerza. Sentía que el rubor de mi rostro se extendía hasta mis orejas y mis manos temblaban ligeramente sobre mi regazo. Por supuesto que alguien más lo había notado ya, después de todo, Dan lo había percibido más de una vez (haciendo a un lado el hecho de que nos vio besándonos en el taller), ahora Max lo había visto y seguramente otros también lo harían. Era tan obvio para todos... ¿cómo no lo había anticipado?
Me removí incómodo en mi lugar, sin atreverme a levantar la mirada. El peso de sus palabras seguía sobre mis hombros. Traté de pensar en algo inteligente que decir, algo que me ayudará a recuperar algo de compostura, pero lo único que salió de mis labios fue un susurro entrecortado.
—T-tú...
No pude terminar la frase. Solo atiné a mirar a Óscar de reojo, buscando alguna señal de cómo tomaba él todo esto. Pero cuando mi mirada se encontró con la suya, cálida y segura, sentí que mi caos interno se disipaba ligeramente. Tal vez no importaba si me sentía expuesta. Tal vez, solo tal vez, podía confiar en que, mientras él estuviera ahí, no habría razón para huir, sin embargo, en verdad quería desparecer de esa oficna en ese momento.
—Lo siento, tal vez no debí venir... Tal vez, sea mejor que espere afuera —hasta ese momento, eran las primeras palabras que pronunciaba desde que habíamos llegado, sin embargo, vi que Oscar casi taladró a Max con la mirada, lo que hizo que él sonriera y sin tardar sin un segundo más, se volvió a mí y me tranquilizó.
—Tranquila, Marissa. Ya les dije que no tengo por qué juzgar nada. Soy abogado, no sacerdote. Y créanme, he visto cosas mucho más escandalosas. De hecho, me alegra que Oscar no esté enfrentando todo esto solo. Se nota que le haces bien.
—Gracias por eso —asentí, volviendo a acomodarme en el asiento—. Realmente estoy aquí para ser apoyo moral. No quiero causar más problemas.
—Descuida, no lo haces —me aseguró Max y Oscar puso su mano sobre mi pierna, guiñándome un ojo, lo que me hizo soltar un suspiro más aliviado y luego, se volvió hacia Max.
—Y antes de que preguntes, no necesitamos tu bendición —le dijo a modo de broma, la cual Max captó al instante porque se rio entre dientes y luego, se echó hacia atrás en su silla, satisfecho.
—Eso era todo lo que quería escuchar. Ahora podemos continuar.
—Bueno, vamos al grano. Vanessa me llamó, furiosa. Me dejó claro que no tiene intenciones de facilitarte el divorcio. Entre otras cosas, amenazó con hacer todo lo posible para quedarse con la mitad de tus bienes y desprestigiarte frente a tu familia. ¿Típico de ella, cierto? —Max comenzó a explicarnos, haciendo un gesto en el aire con su mano—. Además, está amenazando con quemar cada puente legal que podamos construir. Y como de costumbre, su primer recurso es el chantaje emocional y la imagen pública —ajustó sus gafas y hojeó unos documentos—. No me sorprendería que intentara convertir esto en un espectáculo mediático si siente que no tiene el control.
Oscar tensó la mandíbula y desvió su vista a las ventanas. Se veía claramente molesto y su mirada se ensombreció. Era obvio. No podía decir mucho para mejorar la situación, así que solo volví a tomar su mano y la apreté con fuerza para hacerle saber que estaba ahí y lo iba a estar siempre. Al instante, me miró y una ligera sonrisa apareció en su preciosa boca y respondió al gesto, entrelazando sus dedos con los míos antes de hablar.
—No es nuevo. Vanessa siempre ha sido manipuladora, pero ahora está jugando sucio. Dice que mi padre y mi familia perderán el respeto por mí sí me divorcio. Y ahora, supongo que con Issa, ella tiene algo más que usar en mi contra.
Max asintió, tomando notas rápidas en un bloc.
—Sí, eso complica las cosas. Legalmente, su infidelidad previa puede ser usada a tu favor, siempre y cuando tengamos pruebas. Pero el hecho de que ahora tengas una relación con Marissa —me miró de reojo con una pequeña sonrisa—, podría ser considerado como una relación extramatrimonial. Y eso podría darle cierta ventaja en la repartición de bienes, dependiendo de cómo lo presenten sus abogados.
Oscar y yo nos miramos algo angustiados, cosa que Max pareció percibir porque intervino al instante.
—Es una complicación, pero no un desastre. Podemos argumentar que tu relación comenzó después de años de amenazas y manipulación emocional por parte ella. Además, si demostramos que su conducta ha sido perjudicial para el matrimonio, incluso podríamos demandarla por daños y perjuicios, como lo hablamos cuando viniste con Pedro hace dos semanas. Vanessa está jugando a intimidarte, Oscar, pero eso no significa que no tengamos margen de maniobra. La relación que tienes con Issa podría complicar el tema de la repartición de bienes, sí, pero como Vanessa tiene un historial sólido de infidelidad y amenazas, eso podría volverse en su contra si conseguimos pruebas suficientes.
.—¿Qué tipo de pruebas necesitamos? —preguntó Oscar, su tono decidido—. Eso no me lo dijiste cuando vine con Pedro.
—Mensajes, fotografías, testigos, compras con tarjetas, cualquier evidencia que respalde su conducta durante el matrimonio. Por supuesto, tus propios ingresos y bienes deben estar bien documentados para que podamos demostrar que su reclamo de "mitad de todo" es infundado. Además, las amenazas que te ha hecho también son un punto clave. Podríamos presentar una contrademanda por daño emocional y coerción.
Oscar frunció el ceño escuchando atentamente y yo lo miré intrigada.
—¿Y si no conseguimos esas pruebas?
—Si no las conseguimos, Vanessa podría usar su poder mediático y emocional para dificultar el acuerdo, pero... su caso seguiría siendo débil. No puedes obligarte a quedarte en un matrimonio y si jugamos bien nuestras cartas, el hecho de que estés con Marissa no pasará de ser un pequeño detalle irrelevante en el esquema general.
Al escuchar eso, tomé la mano de Oscar con suavidad, transmitiéndole apoyo.
—Max, ¿qué podemos hacer para protegernos más? —Le pregunté.
Él sonrió, levantando ambas cejas como si, de cierta forma, admirara la forma en que estaba tomando toda esa situación.
—Eso es bueno, Marissa, creo que tengo a mi cliente en buenas manos contigo —nos guiño un ojo y Oscar y yo reímos con él, un poco más tranquilos—. Mantengan las cosas discretas. Si Vanessa intenta armar un escándalo público, prepárense para contrarrestarlo con pruebas de su comportamiento. Y lo más importante, Oscar: documenta todo. Desde tus ingresos hasta sus amenazas. Cada mensaje, cada llamada. Todo puede servirnos.
—¿Y en lo que conseguimos las pruebas, hay algo que podamos hacer para minimizar el riesgo? —Volví a preguntar y Oscar asintió ante las indicaciones de Max.
—Bueno, Marissa, parece que ya lo haces: estar ahí para él. Créeme, ayuda más de lo que imaginas. Pero mientras mantengamos todo en el ámbito privado y no demos pie a algún escándalo, estaremos bien.
Asentí y mire a Oscar, que se encontraba con la cabeza baja, mirando fijamente nuestras manos entrelazadas, justo después, las levantó un poco solo para poderlas llevar hasta sus labios y dejó un dulce beso en el dorso de mi mano antes de volver su vista a Max.
—Gracias, de verdad. No sé qué haría... —Oscar se detuvo un momento, pensando y luego, habló de nuevo— No, qué haríamos sin ti.
—Lo sé. Soy muy bueno en mi trabajo —Max rio en un tono bromista y se encogió de hombros, sonriendo con picardía—. Pero Oscar, recuerda que tener a Marissa aquí ya demuestra que no estás solo. Es una ventaja que ni siquiera tu futura ex esposa puede quitarte.
Oscar apretó con fuerza mi mano y busco mi mirada, como buscando su apoyo. Le respondí al instante, acariciando el dorso de su mano con el pulgar.
—Vamos a salir adelante. Ya verás.
Max los observó por un momento, sonriendo.
—Me alegra ver que no estás enfrentando esto solo, Oscar —Max le dio una palmada amistosa en el hombro—. Por ahora, mantente alerta. Vanessa podría intentar presionarte emocionalmente para que retires la demanda. No caigas en sus juegos.
Eso era cierto; cualquier mal paso o descuido podría darle a Vanessa una ventaja considerable, pero no lo íbamos a permitir. Y yo me iba a asegurar de eso.
Cuando terminó la reunión, Max nos acompañó hasta la puerta de su oficina. Nos despedimos con otro un apretón de manos y un intercambio de miradas cómplices. Había mucho en juego, cada uno tenía sus propios problemas que iban acercándose cada vez más, pero con cada paso que dábamos, nos sentíamos más seguros de que saldríamos adelante, sobre todo si nos acompañábamos en cada momento del camino.
—Nos vemos pronto, Oscar. Y no olvides reunir esas pruebas cuanto antes. Mientras más sólida sea nuestra base, más fácil será desmontar todo lo que Vanessa intenta. —dijo Max, con su tono profesional habitual, antes de suavizar su expresión y dirigirse luego a mí—. Y tú, Marissa, sigue cuidando de este hombre. Parece que contigo tiene algo que vale la pena defender. Y de nuevo tú, Oscar —volvió su mirada a él—, mantén a esta mujer cerca. Se nota que es lo mejor que te ha pasado en años.
—No tengo ninguna intención de que sea de otra forma —respondió Oscar, dándome un beso en la mejilla, lo que me provocó una ligera risa.
Oscar y yo le agradecimos al unísono, y mientras bajábamos hacia el estacionamiento, sentí cómo mi mano se encontraba con la suya de forma instintiva. Sus dedos se entrelazaron con los míos, fuertes y cálidos, como si quisieran transmitir una certeza que no necesitaba ser explicada.
Una vez en el auto, Oscar se detuvo antes de arrancar y me miró por un instante que se sintió eterno, con sus ojos oscuros brillando con una intensidad que hacía que todo a nuestro alrededor desapareciera y solo quedara él, que era lo que más me importaba.
—Gracias por estar aquí conmigo, Issa. Por ser mi calma cuando todo parece venirse abajo —dijo, con una sinceridad que me atravesó como una corriente cálida.
Lo siguiente ocurrió en un parpadeo. Sin soltar mi mano, se inclinó hacia mí desde su asiento y su rostro fue acercándose al mío con una mezcla de urgencia y ternura. Y me besó. Fue suave al principio, como si quisiera asegurarse de que yo estuviera completamente presente en ese instante, pero luego se volvió más profundo, lleno de una pasión contenida que parecía haber estado acumulado durante toda la reunión, así que comencé a dejarme llevar y permití que mis dedos exploraran poco a poco su cuello hasta encontrar sus rizos que tanto me volvían loca.
La inclinación de su postura hizo que el volante sonara con un ligero bip al rozarlo con el codo, lo que nos hizo reír entre besos. Nuestras risas rompieron la tensión, llenando el auto de una ligereza que ambos, claramente, necesitábamos.
—¿Qué? —preguntó él, divertido, mientras me veía cubrirme la boca para ahogar mis carcajadas.
—Nada... solo que me sorprende que puedas ser tan intenso y tan torpe al mismo tiempo —respondí, hablando entre risas que ya no podía ocultar.
Él se rió conmigo y apoyó su frente contra la mía por un momento, dejando sus manos descansando en las mías.
—Bueno, al menos logro sacarte una sonrisa, ¿no?
—Siempre lo haces, mi amor.
Con una última mirada, seguido de un último beso, se acomodó de nuevo en su asiento y encendió el motor justo después de que nos abrocháramos los cinturones de seguridad. Mientras Oscar manejaba hacia su casa, el mundo parecía quedarse atrás y en mi mente rondaba la idea de que después de cenar, iba a tener que contarle lo que me había tenido preocupada desde la gala: el tema de Venecia y mi encuentro con Salvatore en el balcón.
Nota de la autora:
VA A LLOVER, ACTUALICE TEMPRANOOOOOOOOOOOOOO AHHHHHHHHHHHH JAJAJAJA
Solo voy a decir: ¡YA EXTRAÑANABA A MIS NIÑOS TONTOS, TODOS ENAMORADOS Y ENTRAGADOS AL OTRO! ASDFGHJKL. COMO ME CURA EL CORAZÓN ESCIRBIR SU HISTORIA, LOS AMOOOOOOOO AHHHHHHHHHHHHHHH.
No había actualizado aquí desde le 7 de octubre jajajaja, pido perdón, es que me ocupe actualziando Esencia a Rosas y Rebelión (ya saben lo que pasó), pero aquí andamos... En serio extrañanaba a mis niños, a mi Marissa y a su infinito amor por mi Oscar y viceversa.
Como podrán ver, este capitulo deja entrever muchas cosas que podrían pasar en el siguiente... ¿Tienen teorías sobre lo que pueda pasar en casa de Oscar y lo que sucedería después para conseguir esas evidencias? Me gustaría leer sus ideas jejeje.
Y por cierto, quería decirles que la canción que inspira este capitulo estuvo paseándose por mi mente durante toda la semana, es que yo la escuchaba y decía: ESTA CANCIÓN ES DE MIS NIÑOOOOOOOOOOOOS, y como andaba un poquito atoroda con las ideas para los capítulos que se vienen y tenía que organizarme, la verdad es que esta canción cayó de perlas para que me diera inspiración y seguir con lo que se viene.
Y sí, es que la letra les queda tan perfecta, es tan Marissa y Oscar ASDFGHJKL. Ahora cada vez que la escucho, pienso en este capitulo y me encantaaaa.
Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo. :3 Y de una vez les aviso, en el siguiente capitulo, se viene un buen drama jejejeje.
Nos estamos leyendo pronto, gracias por estar aquí, por seguir aquí. Todo mi amor para ustedes. ¡Laters, gators! :3
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