Capítulo 31: La gala: parte 1
"...How can I explain all the things I feel? You've given me so much. Girl, you're so unreal. Still I keep loving you more and more each time. Girl, what am I gonna do?
Because you blow my mind..."
"...¿Cómo puedo explicar todas las cosas que siento? Me has dado mucho. Chica, eres tan irreal. Aun así sigo amándote cada vez más. Chica, ¿qué voy a hacer?
Porque me vuelves loco..."
-Can't Get Enough Of Your Love, Babe/Barry White
Sábado 14 de octubre del 2023, Chicago, Illinois, 09:00 a.m.
Marissa
Cuando desperté, estaba envuelta entre las sábanas de la cama y el ambiente se sentía cálido y acogedor incluso, cuando la ventana de la habitación estaba un poco abierta y un ligero frescor entraba en una corriente suave.
Al darme la vuelta, esperaba encontrarme con Oscar a un lado, sin embargo, el espacio estaba vacío. Me pareció extraño, ya que las veces que había ido a dormir con él siempre despertaba junto a mí aunque, tampoco era un asunto para hacer un escándalo. Solo, me gustaba sentirlo junto a mí al despertar.
Vi la hora en la pantalla del celular, eran ya las nueve de la mañana. No era algo usual que me despertara tan tarde los fines de semana, pero los días anteriores habían sido demasiado agotadores, llenos de cosas por hacer, pendientes, revelaciones nada agradables y decisiones importantes, que mi cuerpo ya no daba para más así que era obvio que iba a terminar cediendo al cansancio.
Supongo que por eso ignoré la alarma de las siete... Era eso o tal vez Oscar la había apagado. Cualquiera de las dos opciones la agradecía infinitamente, ya que me sentía un poco mejor. Aunque ahora la duda era: ¿dónde estaba él?
Antes de salir de la habitación me puse el suéter de cachemira color azul marino que llevaba el día anterior. En cuento me lo puse, sentí el aroma de su perfume y fue encantador. Fue en ese momento que también me di cuenta que ya no llevaba puesta la ropa de la noche anterior y había tardado demasiado tiempo en notarlo.
Ahora, tenía puesta una playera de algodón color gris y unos pantalones que parecían ser deportivos pero también bastante cómodos e igualmente grises... Pero, ¿en qué momento? ¿Tan cansada estaba que no recordaba haberme cambiado de ropa? Y lo más curioso aun, que era ropa que no era mía... Es decir, era obvio que las prendas eran de Oscar pero, no dejaba de parecerme divertido el hecho de no recordar que me las haya prestado o el momento exacto en que me cambié y comencé a usarlas. Iba a tener que preguntarle.
Al llegar al umbral de la entrada a la cocina, el delicioso aroma a café recién hecho no tardó en hacerse presente y solo eso bastó para que pudiera sentirme más despierta. Sin embargo, mi atención se fue directo a la figura de Oscar, que se paseaba libremente frente a los fogones de la estufa. Estaba descalzo, también llevaba pantalones deportivos sueltos y una camiseta blanca que dejaba ver parte de su preciosa espalda y hombros. Era una vista fantástica.
Miré a la derecha y sobre la mesa, estaban dos platos agradablemente dispuestos con un desayuno que se veía delicioso: un par de tostadas con aguacate y huevo escalfado encima y al lado, dos muffins de vainilla y mora azul de Magnolia Bakery, al lado de ellos estaba la bolsita de papel con el logo de la repostería. Sentí un escalofrío recorrerme todo el cuerpo y fue como tener un deja vu; esos muffins ya tenía historia con nosotros aunque, esta vez y por fortuna, las circunstancias eran distintas.
Estaba a punto de hablarle cuando él se dio la vuelta y comenzó a caminar hasta donde estaba, llevando en sus manos una taza humeante. La sola imagen de verlo acercarse hasta mí, con esos rizos despeinados y esa sonrisa brillante hizo que poco a poco, sintiera que me desvanecía, lista para caer en sus brazos.
—Buenos días, dormilona. Pensé que te iba a costar levantarte, pero ahora estoy seguro que no puedes resistirte al aroma del café... ni al de mis tostadas —sonrió, entregándome la taza y acercándose un poco más, dejándome un suave beso en la frente.
—Sabes que no me puedo resistir a eso y tampoco a la hermosa visión de verte a ti así, tan... feliz y hogareño preparando el desayuno —reí tomando la taza y dándole un sorbo, sintiendo como éste comenzaba a hacerme sentir un poco más de calidez en el cuerpo y su beso, un poco más de calor en el pecho—. Y por cierto, creo que ahora ya sabes cómo amo el café, está muy rico.
—Supongo que en algún momento tenía que aprender cómo le gusta el café a la mujer de mi vida: una de azúcar, dos de crema y no tan caliente —Oscar se rio entre dientes, guiñándome un ojo y luego me tomó de la mano guiándome con él hasta la mesa—. Ven, estoy ansioso porque pruebes esto.
¿La mujer de su vida? Dios, ¿cómo se atrevía a decirme eso y no esperar que quisiera darle todo lo que tenía? Cerré los ojos unos segundos, absorbiendo las palabras que había dicho, asimilando que esto no era un sueño. Él también era el hombre de mi vida, de eso no había duda alguna e iba a tomar cada oportunidad que tuviera para hacérselo saber.
Los dos estábamos sentados frente a la mesa y Oscar tomó una de las tostadas preparadas, la acercó hasta mi boca y pude notar el aguacate perfectamente untado y el huevo pochado aun temblando sobre el pan crujiente. Tomé un bocado, mordiéndolo un par de veces y sí, sabía delicioso.
—Esto está increíble. ¿Cuándo aprendiste a cocinar tan bien? —Pregunté, cubriéndome un poco la boca con la mano al hablar.
—No es nada especial, solo he tenido práctica... Pero me parece que con la compañía correcta, todo sabe mejor —sonrió satisfecho, pasándome una servilleta y luego, dejándome otro dulce beso en la mejilla—. Por cierto, te ves preciosa con mi suéter.
—Admito que es mi favorito y aunque es la primera vez que me lo pongo, me encanta usarlo. Espero que no te moleste, tenía frío hace un rato y no encontré mi abrigo que tenía ayer por ningún lado.
—¿Molestarme? Cariño, claro que no. Verte usar mi ropa es algo bellísimo. Úsalo siempre que quieras.
—Ya que tengo tu permiso, tomaré la palabra —sonreí, antes de tomar otro sorbo de café—. Por cierto, ya que estamos hablando de ropa, ¿dónde está la mía y por qué estoy usando cosas tuyas? ¿Tan cansada estaba anoche que no me di cuenta cuando me cambié?
Oscar volvió a reír y me miró divertido, para después, darle un par de mordiscos a su tostada. Luego, volvió a verme una vez que había comido el bocado.
—De hecho, tuve que cambiarte yo. No podía dejarte dormir con tu bonito vestido, aunque se te ve precioso, no es nada cómodo para descansar. Y por fortuna, la última vez que estuvimos aquí traje un poco de ropa extra, por cualquier cosa y funcionó —alzó una ceja mientras bebía de su café.
—Recuerdo eso... Creo que, también debería traerme algo de ropa para emergencias. Y gracias por eso —sonreí, tomando su mano en las mía.
—Estoy por completo de acuerdo y no agradezcas nada, para mí fue todo un placer escuchar tus ronquidos —comenzó a reír, dejando su taza en la mesa—. Vaya que eres ruidosa cuando estás cansada.
—¡Ay, cállate! —Le di un golpecito en el brazo y los dos empezamos a reír hasta que volví a morder la última de las tostadas que tenía en el plato—. No te creo nada.
—Un día voy a grabarte y no podrás hacer nada contra las pruebas.
Rodé los ojos sonriendo y decidí dar por terminada esa conversación. No tenía intención en explorar más el tema aunque si en verdad llegaba a grabarme, bueno, ya hablaríamos de eso después.
Cuando terminamos el desayuno, tomé uno de los muffins que esperaban pacientemente al lado de nuestras tazas de café y con cuidado, fui retirando el capacillo para poder comerlo de forma más cómoda y de pronto, me encontré viendo el panquecito fijamente mientras Oscar subía y bajaba lentamente su mano por una de mis piernas al tenerlas sobre su regazo y luego habló, llamando mi atención.
—¿Pasa algo? —Me preguntó curioso.
—No es nada malo —reí un poco, soltando un suspiro y tomando un pedazo del muffin—. Es solo que, estos panquecitos me hacen recordar aquella vez en que cuidaste de mí después de que me lastimé en la oficina. Fuiste muy dulce esa mañana y, solo me sorprende lo mucho que ha pasado desde entonces entre tú y yo...
Acerqué el pedazo de panque a su boca y Oscar lo aceptó con gustó, saboreándolo lentamente. Verlo pasar la lengua por los labios y disfrutando de un pequeño placer como lo era comer su muffin favorito era una visión por demás encantadora. Cuando terminó el bocado y lo comió, suspiró largamente al escuchar mis palabras y con un gesto gentil, me tomó la mano izquierda, justo donde yacía la cicatriz del corte que me hice aquel día y con delicadeza, comenzó a trazarla con su dedo índice, mirando atentamente su acción.
—Nunca me voy a perdonar lo que te hice ese día. Estabas asustada, habías pasado por algo horrible y yo solo lo hice peor y luego, terminaste con esta herida... Lo siento mucho —murmuró en voz baja, alzando mi mano hasta su boca y acariciando con sus labios y con infinita paciencia aquella larga cicatriz que cruzaba por completo la palma de mi mano.
Me estremecí ante su tacto y jadee cuando su aliento hizo contacto con la marca. Ciertamente era un recuerdo poco agradable pero, no quería que él se sintiera culpable por eso. Ya era algo del pasado y ahí se iba a quedar. Me incliné hacia él y lentamente, levanté mi mano para hacer que sus ojos me miraran.
—Eso no importa ya. Es algo que ya quedó atrás, por favor, solo, déjalo atrás. En ese momento, los dos nos escondíamos muchas cosas todavía, había muchas cosas que no nos decíamos aun. Por favor, olvida eso, ¿está bien? —Lo miré inclinando la cabeza, haciendo que parte de mi cabello terminara sobre su mano y él asintió mientras pasaba mi pulgar por su pómulo.
—Sí, claro —volvió a suspirar—, solo quiero que quede como un testimonio de que no volveré a hacerte pasar por algo así jamás.
—Lo sé —sonreí, mirándolo a los ojos.
Oscar volvió a incorporarse pero, solo para inclinarse hace el otro lado y tomar una caja blanca que descansaba en la silla a su derecha. Cuando la tuve con él, me miró, sosteniendo la caja frente a mío y en su mirada, tintineaba un brillo travieso.
—Mientras dormías, aproveché no solo para ir a comprar los muffins, sino también para pasar por esto a la oficina —comenzó a explicarme, refiriéndose a la caja que ahora, había puesto sobre la mesa—. Es un diseño, algo que hice hace un tiempo pero que nunca mostré al mundo. La verdad no sé por qué —sonrió, acariciando el paquete suavemente—, pero ahora me di cuenta que me gustaría que sea para ti, no podría imaginar a nadie más llevándolo y si quieres, puedes usarlo esta noche... pero solo si te sientes cómoda con la idea.
Había añadido esa última frase rápidamente, haciéndome reír. Yo miré la caja intrigada, estaba envuelta en un papel satinado color plata y se veía realmente llamativa. Ciertamente mi curiosidad era demasiada pero, cuando quise abrirla para ver lo que era, Oscar me detuvo.
—Espera, no lo mires ahora por favor. Hazlo hasta que estés en casa y así, si lo usas, lo harás porque de verdad quieres hacerlo, no porque sientas que tienes que usarlo por mí —me explicó, alejando con cuidado mi mano del paquete.
Lo miré entrecerrando los ojos y aunque en verdad deseaba ver lo que había dentro, hice un esfuerzo sobre humano y logré contenerme.
—Siempre sabes cómo mantenerme con la curiosidad por las nubes. No puedo esperar para ver lo que hay dentro —comenté, mirándolo a los ojos.
Él se acercó a mí de nuevo y subió una de sus manos por el largo de mis piernas hasta mi cadera; la otra la hundió entre los rizos de mi cabello, jugando con ellos y sin decir nada más, se inclinó hasta mí, regalándome un beso suave en los labios, pero lleno de promesas, promesas de algo mucho más ardiente.
—Esta noche, después de la gala, no puedo esperar a estar contigo otra vez —ronroneó en mi oído y al sentir su nariz en mi piel, tuve que morderme los labios para no soltar un gemido.
Sonreí y sentí como el rubor se me extendía por toda la cara y, aprovechando que todavía tenía el muffin en las manos, tomé otro pedazo y volví a ponerlo en su boca.
—¿Se volverá costumbre que tengas este tipo de insinuaciones conmigo durante el desayuno?
—Yo no te veo nada molesta, mi amor. Sobre todo, porque los dos sabemos que es algo que vas a disfrutar mucho.
Ambos estallamos en risas y luego de comentar los últimos detalles para la noche y confirmar a los Plasencia (que incluso, ya habían aterrizado en la cuidad) que el evento sería a las ocho en punto, los dos nos preparamos para hacer lo que faltaba durante el día hasta la hora de vernos de nuevo en el hotel para la gala.
Estaba ya tomando mis cosas para irme a casa mientras el taxi llegaba por mí, cuando Oscar se acercó y me entregó el collar de El beso que me había obsequiado.
—Dejaste esto en la mesita junto a la cama. Espero puedas llevarlo esta noche, sin duda podría verse hermoso sin decides ponerte lo hay en la caja —habló con voz suave, haciéndome el cabello a un lado para poder cerrar el broche del colgante.
—Independientemente de lo que use, el collar ira conmigo. Siempre ira conmigo, no importa qué —sonreí y me giré hacia él, abrazándolo por los hombros cuando terminó de cerrar el broche—. Entonces, ¿Abril y Pedro irán con nosotros esta noche?
—Así es, me parece buena idea que nos acompañen. Estar entre amigos es algo que nos vendría bien. —Oscar asintió, envolviendo sus manos en mi cintura, atrayéndome más a él.
Sonreí al escucharlo y cuando iba a decir algo, noté una notificación en el reloj de que el taxi ya estaba afuera esperándome.
—Eso suena maravilloso. Pasaré a casa rápido y luego iré con Abril para prepararnos. Supongo que tú iras a ver a Pedro.
—Estás en todo lo correcto, aunque estaré pesando en ti todo el tiempo —sonrió, dándome un beso en el mentón, haciéndome reír.
—Muy bien, entonces, nos vemos más tarde, mi taxi ya está aquí afuera y no quiero que me vaya a cancelar por hacerlo esperar.
Me alejé un poco de él para tomar mi mochila y mi celular y él apenas me soltó. Luego, antes de irme, volví hacia él, lo tomé de las mejillas y le di un beso largo y lento en los labios, como si en cada segundo de ese íntimo contacto le contara lo mucho que deseaba volver a verlo esa noche y aunque se sorprendió un poco por el repentino gesto, lo sentí devolverme el beso con la misma intensidad y deseo arrebatadores que yo le entregué.
Unos segundos después, nos separamos, Oscar tomó la caja que me había obsequiado y me acompañó hasta la entrada del edificio, donde estacionado justo frente a la puerta, el taxi ya me estaba esperando. Fue conmigo hasta ahí, abrió la puerta del auto y me ayudó a entrar. Una vez que se aseguró que ya estaba todo listo para irme, dejo la caja sobre mis piernas y antes de cerrar la puerta, me dio otro pequeño beso en los labios.
—Nos vemos más tarde. Te amo —sonrió, alejándose unos pasos del taxi.
—También te amo. Nos vemos en unas horas.
Después de la breve despedida, el conductor arrancó en dirección a casa de mi madre.
Cerca de las siete treinta, Abril y yo estábamos en su habitación terminando de arreglarnos, aunque la que ya estaba casi lista era ella; yo seguía viendo la caja que Oscar me había dado esa mañana. Ya le había contado todo a Abril pero, no había abierto el paquete aun. Había algo que me estaba impidiendo hacerlo, pero no sabía qué.
—Este vestido me va a hacer brillar. Estoy bastante segura de que Pedro no me podrá quitar los ojos de encima y que tal vez, podríamos terminar la noche con un final feliz ¿si sabes a lo que me refiero, no?
Abril se rio de forma picara frente al espejo, acomodando sus pendientes color rubí que combinaban a la perfección con su vestido rojo de gasa: de buen gusto, escote en forma de V, espalda semi descubierta y una falda que tenía una caída muy bonita, pues también se ajustaba a su cuerpo, haciéndola lucir muy sofisticada junto con el cinturón que pedrería que adornaba la zona de la cintura. Además, había optado por peinarse con una cola de caballo alta, lo que dejaba a la vista su largo y elegante cuello del que colgaba un dije en una cadena de oro que además, hacía juego con el par de aretes.
Básicamente, el rojo era su color, siempre la hacía resaltar y más cuando incluso, su cabello era de ese tono. Se veía preciosa.
—Sí, algo me dice que sí. Y si te soy sincera, no creo que solo tengas la atención de Pedro sobre ti —le comenté en un tono de broma, estando sentada en su cama.
—Su atención es la única que quiero, no me importa la de nadie más.
Ella contestó con el mismo tono divertido, fingiendo estar ofendida mientras se ponía lápiz labial igualmente rojo pero en ese momento, su atención se enfocó en mí.
—Bueno, ¿pero que tú no piensas cambiarte o qué? Ya casi es hora de irnos y todavía te veo con mi bata de baño puesta, ¿qué estás esperando para abrir la caja? —Me preguntó alzando una ceja, dejando sus manos en la cintura.
—No lo sé... Siento que, lo que sea que hay ahí adentro es demasiado especial como para que pudiera usarlo... —suspiré, recargando mi mentón en la mano.
—¿Pero de qué demonios estás hablando Marissa Saenz? Si él te lo dio a ti, es porque para él no hay nadie más especial que tú para usarlo. Así que, o abres esa caja de una vez, o te voy a obligar a abrirla por las malas, tú elijes.
Ahí estaba ella, mi mejor amiga mirándome con esos ojos que solo decían una cosa: deja de auto compadecerte. Y la verdad es que, tenía razón. Ya había despertado la ira de Abril Spencer, y cuando su ira se despertaba, era mejor no provocarla más.
—Está bien, está bien. No hay necesidad de que me amenaces. Voy a abrir la caja.
Con cuidado, quite la envoltura del paquete, sentía una extraña mezcla de curiosidad y emoción. Cuando levanté la tapa, casi sentí que la respiración se me detenía por un instante. Me quedé quieta, observando lo que había dentro. No podía ser posible, no... ¿De verdad Oscar había hecho eso?
Abrí los ojos de par en par y Abril, que estaba a mi lado, alzó una ceja ante la visión.
—Bueno, olvida todo lo que dije sobre mi vestido... ¡Esto sí que es otra cosa!
Yo no podía decir ni una palabra. Sentí que las piernas me temblaban un poco y tuve que sentarme de nuevo al borde de la cama. Necesitaba procesarlo. Lo que había dentro de ese paquete, era sin duda, una de las cosas más bellas que había visto jamás.
Con cuidado, pase los dedos suavemente a lo largo de la prenda, sin atreverme a sacarla todavía de la caja. Simplemente, no quería arriesgarme a que le sucediera algo. Habría sido casi un pecado. Miré a Abril y ella, ya tenía sus ojos puestos en mí, mirándome con una sonrisa de oreja a oreja.
—Sencillamente, yo sabía que tu hombre era bueno en su trabajo, amiga, peor jamás creí que tan bueno... Es decir, eso en ti, va a hacer que todos se queden sin palabras al verte.
Todavía no tenía palabras, solo quería seguir admirando la belleza que tenía frente mis ojos. Finalmente, pude retirar la caja y al ver el diseño por completo, las dos nos quedamos sin aliento.
—¡¿Qué estás esperando para probarte eso?! ¡Ya, rápido!
Ella me ayudó a vestirme, fuimos muy cuidadosas en el proceso, justamente por el nivel de detalle que tenía y cuando al fin me vi al espejo, me lleve las manos a la boca. No, no tenía palabras y no, no las iba a tener.
—Es que Marissa, sé que tú amas no llamar la atención, pero con esto puesto, lo último que vas a hacer es pasar desapercibida —Abril sonrió, cruzándose de brazos mientras caminaba a mi alrededor, observándome—. Y Oscar, ¡oh Dios mío, Oscar no va a poder dejar de verte! Es decir, más de lo que no puede dejar de verte normalmente, tú entiendes.
Ella soltó una risita y luego suspiro. Las dos nos quedamos en silencio un momento y luego, volvió a tomar la palabra.
—Sencillamente ya no hay palabras para describir lo arrebatadora que te ves. Es como si, Oscar hubiera diseñado esto pensando en ti, incluso cuando ni siquiera imaginaba conocerte... Es una locura, pero te ves preciosa.
—Eres muy dulce —sonreí, mirándola a través del espejo mientras me acomodaba el cabello detrás de las orejas.
—Y tú te ves sexy, preciosa. ¡Es hora de ir a que conquistes la noche!
No hubo que esperar nada más, todavía estaba bastante nerviosa pero, cuando me di cuenta, Abril y yo ya estábamos en su auto y en camino hacia el Four Seasons de Chicago.
Oscar
La gala de Black Velvet era un espectáculo en sí mismo: el gran salón del Four Seasons estaba brillando esa noche con una opulencia inigualable; Las luces doradas se reflejaban en los espejos y candelabros, creando un ambiente sofisticado y elegante; las mesas, adornadas con manteles de terciopelo negro y un camino de tul brillante en color plata en conjunto con los centros de mesa con Dalias e Iris Siberianos negros, representaban acertadamente el nombre de la compañía y eso, daba un toque único al ambiente.
Los invitados conversaban animadamente, todos vestidos con la formalidad que el evento exigía y la música suave del cuarteto de cuerdas al fondo, envolvía al salón en un melódico susurro que, además de aportar un toque de calma al bullicio de la noche, también me brindaban un poco de serenidad a mí, porque no podía dejar de pensar en lo difícil que podría ser la noche al tener que mantener la distancia con Issa y tener que disimular las cosas.
Sin duda, la noche iba a ser larga.
Mire la hora en el reloj que llevaba en la muñeca y solté aire por la boca al ver que ya solo faltaban unos pocos minutos para las ocho en punto. ¿De verdad iba a poder contenerme de estar lejos de Marissa tantas horas? ¿Qué iba a hacer si se presentaba aquí, viéndose más preciosa de lo que ya era? Iba a ser mi perdición.
—¿A qué hora crees que lleguen las señoritas? La verdad no entiendo por qué tardan tanto en arreglarse siempre, ¿de verdad les cuesta tanto darse cuenta que se ven lindas sin tener que invertir demasiado tiempo?
La pregunta de Pedro me devolvió a la realidad, sacándome de mis pensamientos por un momento. Cuando me giré a verlo, lo encontré tomando una copa de champagne que uno de los meseros le había ofrecido.
—Disculpa, ¿qué decías? —Le pregunté, acomodándome el saco, mirando hacia la puerta de entrada y luego hacia él pero, claramente distraído.
Pedro rodó los ojos y después de darle un trago a su copa, suspiró, tratando de encontrar paciencia.
—¿Qué a qué hora crees que lleguen Abril e Issa?
—Oh... No lo sé, yo... supongo que ya no deben de tardar.
¿Qué iba a hacer si había escogido ponerse lo que le había dado en la caja esa mañana? Dios mío, no había pensado en lo difícil que iba a ser esto.
De pronto, y casi como una bendición, vi a Dan acercarse a nosotros, con la intención de tomar un canapé, ya que Pedro y yo estábamos justo frente a la mesa de aperitivos y justamente, eso era lo que necesitaba para calmarme los nervios, un poco de conversación casual.
—¡Dan! —Lo llamé a lo lejos y cuando él me miró, le hice señas con la mano para que se acercara y Pedro solo me miraba confundido.
—Hola, Oscar, buenas noches. ¿Pasa algo? —Dan me miró expectante, alzando ambas cejas mientras sostenía su plato con canapés y yo sonreí.
—No pasa nada, solo quería presentarte a mi mejor amigo, Pedro Balmaceda —solo quería un poco de distracción, cualquier cosa, pero todo parecía tan trivial comparado con la odisea que se me avecinaba.
Antes de que pudiera hacer no decir nada más, Dan se adelantó y con su característico encanto, saludó a Pedro con un amistoso apretón de manos.
—Mucho gusto, Pedro. Mi nombre es Daniel García, pero obviamente, puedes decirme Dan —aseguró, echándose el cabello hacia atrás—. He oído algunas cosas buenas de ti.
Pedro alzó una ceja y lo miró intrigado.
—¿Ah sí? ¿Cómo cuáles? —Fue en ese momento que su saludo terminó, y ambos soltaron sus manos.
—Pues, como que eres una especie de súper agente secreto al estilo 007 y que sales con la mejor amiga de mi amiga Marissa, ¿estoy en lo correcto? —Dan le dedicó una sonrisa traviesa a Pedro, quien comenzó a reír al instante.
—Son un par de cosas muy específicas pero sí, ambas son correctas.
De cierta forma, eso me relajó un poco, el tiempo seguía pasando y de pronto, un suave pip sonó en mi reloj, indicando que eran justamente las ocho en punto.
Escuché a Dan preguntarme sobre los Plasencia y a qué hora llegaban, seguido de Pedro, que preguntó algo sobre dónde podía conseguir más bocadillos además de canapés pero, justo en ese momento, todo a mi alrededor dejo de importar cuando vi esa melena rizada asomarse a lo lejos por la puerta principal; en ese instante, todo el ruido y el alboroto que había parecieron desvanecerse rápidamente y toda mi atención, se enfocó en su entrada.
Marissa y Abril hicieron su entrada y cuando pude ver a Issa con más detalle, sentí como se me cortaba la respiración un momento.
Ella había elegido usar el obsequio que le había dado esa mañana y admirarla, llevando puesto ese vestido color uva, era una visión que trascendía todo lo que había imaginado.
Aunque solo habían pasado unas pocas horas desde que la había tenido entre mis brazos durmiendo en la misma cama y el impacto que tuve al verla en ese momento me dejo descolocado. ¿Cómo era eso posible?
Necesitaba controlar la súbita oleada de emociones que comenzó a invadirme. Había despertado junto a ella esa misma mañana, con su cálido cuerpo junto al mío, debajo de las sábanas... Pero ahora, al verla cruzar el umbral, algo en mí comenzó a sacudirse, cómo si no la hubiera visto en semanas y no era lógico.
Intenté concentrarme en lo que tenía enfrente pero era imposible, todo el cuerpo me suplicaba que la mirara, que no me perdiera cada detalle de verla así, tan deslumbrante y preciosa mientras el vestido de seda caía sobre su cuerpo con una gracia que parecía sacada de un sueño y la forma en que abrazaba sus curvas, era inexplicablemente sublime. Sumando a eso el exquisito escote en su pecho que le permitía lucir hermosamente su collar de El Beso descansando delicadamente en medio de la línea de su busto y cada centella del dije, hacían resaltar todavía más su piel, destacando la belleza de los lunares que alcanzaba a distinguir, como si fueran pequeñas y brillantes estrellas extendidas en su cuerpo, cual vasto firmamento.
El diseño lucía una abertura en la parte delantera al lado derecho, que mostraba su pierna con cada paso que daba, revelando los tacones negros con cinta que llevaba puestos y acentuaban aun más su elegancia. Además, la capa de organza brillante de un tono lila más claro y que cubría la seda, creaba un efecto mágico bajo las luces, haciendo que Marissa brillara con un aura que parecía casi celestial y el contraste entre las dos texturas, le daba un toque de sofisticación al vestido que en ella, la hacía parecer como una visión de otro mundo.
Verla así, con la perfecta combinación de sensualidad y gracia, era casi insoportable. Era como si cada uno de sus movimientos estuviera cuidadosamente diseñado para distraerme, para recordarme que apenas hace unas horas dormimos juntos, y su cabello caía con delicadeza sobre mis brazos.
Lleve la mano hasta la copa con champagne que descansaba sobre la mesa y la apreté con fuerza, intentando mantener esa ya casi inútil fachada de normalidad que estaba a punto de derrumbarse y de pronto, me encontré tensando la mandíbula cuando la vi caminar hacia mi dirección. ¿Por qué estaba sintiendo esto ahora? Necesitaba algo para ahogar la urgencia que se me estaba acumulando en el pecho.
La necesidad de tomarla en mis brazos, de sentir su piel contra la mía y perderme en el aroma de su perfume y la calidez de su cuerpo estaba siendo más intensa de lo que había pensado que sería y de pronto, me encontré apretando los dientes para contener el ardor que sentía. La desesperación que sentía por tenerla a mi lado y estar a solas con ella, se estaba volviendo más abrumadora de lo que había imaginado.
No me imaginé que iba a verse así de preciosa. Jamás pensé que me iba a dejar con la mente en blanco con apenas verla aparecer frente a mis ojos, de haberlo sabido, le habría dado el vestido tiempo atrás. Había sido de las mejores decisiones que había tomado en toda mi vida, pero particularmente esa noche, estaba siendo una tortura.
Los comentarios sobre la imagen de las dos no se hicieron esperar, comentarios claramente positivos y cuando ambas llegaron frente a nosotros, la contención que había intentado mantener hasta ahora, se rompió un poco y mi voz salió más grave de lo que hubiera querido, no iba a soportar esto por mucho tiempo.
Justo en el momento cuando ya estaba a un par de metros de llegar hasta donde estaba, me pareció sentir la habitación más pequeña y todo sonido poco a poco se desvanecía, como si ella fuera el único punto de enfoque en el mundo, mi mundo. Cada uno de sus pasos resonaba en mi mente, encendiendo una chispa que apenas estaba logrando contener.
La leve brisa en el ambiente me llevaba su nombre y el aroma de su piel, todo lo que había disfrutado hace no demasiado tiempo y sin embargo, esa misma cercanía ahora parecía ser insuficiente, como si nunca pudiera tenerla del todo.
Estaba haciendo uso de todo el autocontrol del que disponía para calmarme, obligándome a permanecer con los dedos fijos en la copa. Mis dedos tamborilearon contra el delgado cristal en un gesto nervioso que, esperaba, solo yo estar notando. Y luego imaginé que hasta podría romper la copa solo con los latidos que estaba teniendo mi corazón en el momento que nuestras miradas se cruzaron. Solo fue un segundo, pero fue suficiente para hacerme flanquear.
—Marissa —murmuré, apenas siendo capaz de contener el anhelo que se escapaba con cada palabra que pronunciaba.
—Oscar —ella asintió a mi saludo con un leve gesto de su cabeza y fue cuando decidí que, tenía que tocarla, por lo menos unos segundos.
Me obligué a sonreír con cortesía cuando lo único que quería era lanzarme a sus labios y beberme su boca por completo. Sentía que llevaba una máscara muy bien puesta, por la cual ella podría darse cuenta de inmediato lo que me estaba sucediendo y tras cruzar esas breves palabras tras pronunciar nuestros nombres, caí en cuenta que la había saludado con una tranquilidad que no sentía.
Tomé su mano, fingiendo sostenerla con la misma formalidad que a los demás, aunque por dentro todo en mí gritaba por más. Cuando la atención de las otras personas fue disipándose, me acerqué solo un poco a su oído, dejándole el rastro de un sutil beso en la mejilla. Maldita sea, pero si olía como un hechizo hecho de jazmín y vainilla, mezclado con una nota dulce y almizclada que me hacía perderme en su aroma.
Cada vez que respiraba cerca de ella, era como si ese perfume se impregnara en mi piel, haciéndome desearla con una urgencia insoportable. Era el tipo de fragancia que envolvía, que evocaba una calidez sensual y profunda, dejando mi cuerpo alerta, con la necesidad de tenerla entre mis brazos y de perderme en ella completamente.
Con cuidado de no hacer tan evidente la situación, hablé en su oído, fingiendo revisar algo del itinerario del evento.
—Me alegra saber que elegiste el vestido. Sabía que te verías preciosa, pero verte así... divina... me deja sin aliento.
Cuando deseaba tomar sus labios en un beso largo, devorar su boca con toda la pasión que sentía casi desbordándome pero, iba a tener que ser paciente.
Sus ojos se encontraron con los míos y pude apreciar el tímido rubor en sus mejillas, algo que, ciertamente, solo intensificó mi deseo de llevarla a un rincón apartado y besarla hasta hacernos perder la conciencia, pero entonces, me miró con tanta dulzura que me hizo vibrar el corazón, y pude contenerme un poco más. ¿Qué estaba pasando conmigo?
—Gracias Oscar, sinceramente, no sé qué más decirte... Jamás me imaginé que fueras a regalarme algo como esto. Es precioso, ¿por qué jamás lo sacaste a la luz?
—Esa es una pregunta que puedo responderte más tarde pero por ahora, solo quiero decirte lo deslumbrante que estás —sonreí, tomando su mano para hacerla dar una vuelta y ella comenzó a reír mientras seguía mi movimiento.
Cuando pude ver con más detalle su espalda, logré apreciar el fino encaje decorado con pedrería que descansaba sobre ella, me hizo recordar esa mañana en Madrid, cuando recorrí con devoción y amor cada uno de sus lunares, besándolos con ternura.
Una ola de nostalgia y deseo me inundó. La imagen de esos pequeños puntos en su piel, como marcas en un mapa antiguo, me hizo anhelar esos momentos de intimidad. Quería y necesitaba volver a esos besos, a sentir el calor de su cuerpo contra el mío y el roce de su piel cerca de la mía, casi como para fundirse conmigo... No alcanzaba a entender todavía el motivo de estas sensaciones pero, solo sabía que quería estar con ella y aunque la distancia entre nosotros no era física, si parecía interminable.
La voz se me desvaneció mientras mi mirada se deslizaba sobre su figura, intentando grabar cada detalle en mi mente. ¿Cuánto tiempo iba a aguantar antes de que ese inexplicable instinto me obligara a llevarla conmigo lo suficientemente lejos como para poder volver a ser suyo?
La pregunta de si iba a ser capaz de soportar la noche sin perder el control se plantó en mi cabeza igual que un árbol de raíces firmes y de pronto, a lo lejos, alcancé a escuchar la voz de Dan que parecía dirigirse a Abril y a Pedro.
—Va a ser muy divertido ver cómo estos dos intentan disimular lo que hay entre ellos frente a tanta gente cuando ni siquiera pueden dejar de mirarse por cinco segundos.
Ciertamente, eso era verdad e iba a ser complicado... Sobre todo, porque cuando volví a verla para ofrecerle una pequeña sonrisa, ella ya estaba bebiendo de una de las copas de champagne que había tomado sobre la mesa y pude observar, con lujo de detalle, como el burbujeante liquido resbalaba por su garganta, haciendo que la piel en su cuello se tensara con ligereza ante el movimiento. Si añadía a esa escena sus labios húmedos por la bebida y la forma en que se pasó la lengua por ellos luego de dar el sorbo... Esta noche iba a ser mi completa perdición.
Nota de la autora: Bueno... ¿Qué puedo decir de esto? Ciertamente, esta idea se va a alargar más de lo que pensé JAJSAJSJAJSJJSA. Simplemente no pude dejar de escribir y me ha tomado más tiempo del que pensé porque ciertamente, estoy siendo bastante cuidadosa con los detalles de estos capítulos especiales.
Ustedes comprenderán que he soñado con escribir esto desde hace un año y necesito que quedé bien, así como lo he imaginado ASDFGHJKL.
De una vez, gracias por su paciencia y aquí andamos, aprovechando el puente para actualizar jajsjajs.
Así que, ya viene la parte dos en donde vamos a ver a este para teniendo que ser más disimulados frente a algunos invitados un tanto... indeseables. A ver si se aguantan las ganas antes de irse a un cuarto JSJASJJAJSA.
Notese que no me pude resisitir a no publicar esta primera parte jajsjasa. Dios, como me encanta sucumbir a la tentación AHHHHHHHH. Pero si yo caigo, ustedes conmigo JAJSAJJSAJJSJA. *Inserte risa de escritora malvada aunque todavía no escriba la segunda parte y apenas tenga el borrador de una idea que se suponía iba a desarrollarse en un solo capitulo*
Déjenme ver si el tiempo me da para actualizar la segunda parte y subirla hoy mismo, porque ando bien emocionada con esto, fangirleando con mi propia novela pero si no, de nuevo gracias por su paciencia, lunitas, las amooooooooo. :'3
Laters, gators. :3
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