Capítulo 29: Atención a los detalles

"Es un manantial su boca que trastorna, que provoca seducción. Es sensual como la seda, más ardiente que una hoguera, es pasión. Es inaguantablemente bella, tiene el mismo encanto de una estrella y por ella doy todo lo que soy y lo que tengo. Todo por su amor, por su sentimiento. Doy todo por llegar a ser su dueño, todo por su amor. Todo por tenerla (siempre)..."

-Todo por su amor/Luis Miguel

Martes 10 de octubre del 2023, Chicago, Illinois, 08:00 a.m.

Marissa

Y entonces el momento de volver a la realidad ya estaba aquí. La música de jazz suave del elevador subiendo hasta el quinto piso me recordaba que estaba a punto de volver todo a la normalidad y me di cuenta que estaba apretando con fuerza la correa del bolso que había escogido esa mañana, como si aferrarme a algo tangible me pudiera dar el valor de enfrentar esa mañana.

Cerré los ojos un momento, tratando de hacer un ejercicio de respiración y evaluando las circunstancias: no más paseos pintorescos por Madrid ni recorridos románticos por la arquitectura colonial de la mano del hombre del que estaba enamorada y mucho menos, besos y caricias en cada rincón que se atravesara. Por lo menos, no por ahora.

Aunque, después de todo, ya no sentía tanto miedo. Oscar había regresado conmigo, no es como si hubiese sido una especie de ilusión que solo iba a poder revivir al visitar la capital de España. Había vuelto conmigo y en los mejores términos posibles y para variar, mi mente y corazón estaban de acuerdo en eso; una de esas pocas veces en la vida que mi racionalidad y mis sentimientos no estaban en conflicto.

Y se sentía tan bien, se sentía reconfortante no tener esa angustia ni esa ansiedad de ser consciente que lo que pensaba y sentía se confrontaban, sino que por primera vez en mucho tiempo, sentían total y completa armonía. Y todo se lo debía a él.

Cuando la puerta del ascensor se abrió, Black Velvet me recibía de vuelta con su habitual energía y realmente parecía que estaba siendo una mañana bastante productiva. Cada una de las personas que llegaban a sus lugares de trabajo se veía enfocada y lista para enfrentar los pendientes y la agenda del día. Algunos iban a juntas, otros ya estaban frente a sus escritorios y monitores encendidos de una luz blanca tenue; otros más iban por los pasillos llevando consigo muestras de tela y avances de diseños y con cintas métricas colgando del cuello. Y aunque todos se veían realmente ocupados, todos, sin excepción, te brindaban una acogedora y cálida sonrisa que acompañaba a su amable saludo.

Era agradable esa sensación de estar en un ambiente de trabajo que resultara cómodo y ameno, sobre todo después de venir de ambientes tan hostiles. Se sentía muy bien... Y al mismo tiempo tenía la inquietante sensación de que todo era demasiado bueno para ser real y que en cualquier momento me echarían a patadas...

Joder, ¿cómo se controlaban los pensamientos intrusivos? Mientras caminaba por el pasillo hasta mi escritorio, hice una nota mental de que tendría que empezar a investigar más sobre cómo controlar la ansiedad, el auto sabotaje y tal vez, considerar la opción de ir a terapia... De solo pensar en todo lo que podría contar en las sesiones, me pareció gracioso pensar que podrían incluso ponerme en observación para encontrar el alucinante motivo por el que no he perdido la cordura en todos estos años.

Pero eso era decisión para otro día y problema para la Marissa del futuro.

Ahora, tenía que enfrentarme a todo lo que pudiera suceder hoy, empezando por mi extrovertido compañero que ya estaba mirándome fijamente mientras llegaba hasta mi lugar, con una sonrisa cómplice y alzando las cejas de una inusual manera, arriba, abajo, arriba, abajo... Tomé aire antes de dar los últimos pasos hasta él e intente prepárame mentalmente para no ceder ante la avalancha de comentarios que estaba a punto de recibir de su parte y yo intenté por todos los medios posibles fingir demencia lo más que pudiera ante ello.

—Hola, Dan. ¡Buenos días! ¿Cómo estás? —Un saludo con toque dulce para tantear el terreno.

—Buenos días, Issa —ahí estaba de nuevo esa sonrisa traviesa. Dios mío, solo un poco de misericordia para esta pobre mujer enamorada de su jefe—. ¿Qué tal el viaje con Oscar? ¿Me puedes contar su fue tan... emocionante cómo parece? —Una ceja arqueada, este hombre me tenía entre la espada y la pared.

Abrí mucho los ojos y sentí como el pulso se me hacía más rápido y luego, una punzada en la boca del estómago. Trate de cubrirme el rostro caliente fingiendo que buscaba algo en la mochila mientras la acomodaba en mi silla pero, para mí era imposible fingir alguna reacción, siempre me salían subtítulos en la cara, como ahora... Maldita sea.

—Bueno... La verdad es que fue bastante... ¿Cómo decirlo? ¿Productivo? Sí, productivo —sonreí, fingiendo que los nervios no me estaban consumiendo por dentro y casi estaba sudando frío—. Los Plasencia están muy impresionados con el avance que tenemos hasta ahora del proyecto. Así que hasta ahora, todo está marchando muy bien.

—Ajá, productivo, claro —Dan guiño un ojo y se cruzó de piernas, tomando una pluma entre sus dedos, haciéndola girar—. Aunque, me imagino que también hubo momentos especiales, ¿verdad?

El tono de voz tan insinuante que estaba usando me hacía sentir que estaba a punto de describirme. Solo negué con la cabeza y me senté en mi lugar, acercándome al escritorio tomando impulso gracias a la fabulosa silla de rueditas que me servía de asiento.

—Dan, por favor, ¡déjalo ya! —Reí mirándolo mientras encendía la laptop.

Él me dijo otra cosa, otro comentario juguetón al que tenía que responder para salvaguardar la secrecía de la situación, o por lo menos eso intentaba cuando el sutil sonido del elevador anunció la llegada del alguien más al piso.

Al principio, apenas lo noté y no le presté demasiada atención, intentando concentrarme en la conversación con Dan y en la carpeta con archivos que intentaba abrir en la laptop pero, algo llamó mi atención, una presencia familiar que hizo que el corazón comenzara a latirme con más fuerza y emoción. Jadee en busca de aire cuando sentí el aroma de su perfume en el ambiente.

Después de habernos separado el día anterior, claramente Oscar iba a llegar por su cuenta a la oficina y también por obvias razones. Sin embargo, no esperaba que verlo apenas unas horas después, fuera a afectarme tanto. Por lo menos, no de esa manera... Porque cuando salió del ascensor, llevando a Boo en un brazo y su mochila en el hombro, sentí que en cualquier momento iba a terminar desplomada en la silla y con las piernas temblorosas.

Oscar vestía un traje a la medida color café claro que abrazaba perfectamente su complexión, realzando su elegancia y porte. Jamás lo había visto con ese conjunto. Había decidido afeitarse esa mañana y, aunque yo adoraba su barba, su rostro limpio esa mañana hacia resultar mucho más su atractivo natural. Y sus rizos, sus benditos rizos caían de forma despreocupada y ligera sobre su frente, dándole un toque relajado y encantador.

Se veía tan atractivo que era ridículo, sobre todo cuando sonrió al ver que Boo se frotaba contra su brazo. Ahí, sentí que todo el tiempo se detenía y quedé atrapada en cada hermoso detalle suyo: el brillo en sus ojos, la forma en que el traje lo hacía resaltar tan finamente, la ternura con la que sostenía a nuestro gato...

Me olvidé por completo de Dan, del trabajo, y de todo lo demás; en ese momento, solo existía Oscar.

No podía ser posible la forma en la que me saltaba el corazón en ese momento, nunca lo había hecho de esa manera. En teoría, las pupilas pueden aumentar su tamaño hasta treinta veces cuando advierten un estímulo. Claramente no tenía forma de darme cuenta de ello en ese instante, pero estaba por completo segura que había probado el punto. Sentí una oleada de calidez envolviéndome el cuerpo y las manos se me volvieron repentinamente sudorosas en mi casi temerario intento de no perder la compostura. Era como si el simple acto de verlo entrar llenara todo mi mundo de luz. ¿Qué me estaba pasando?

Y, completamente ajeno a lo que me estaba causando con solo caminar por el pasillo de la oficina, Oscar se movía con mucha confianza y tranquilidad. Se veía relajado y sonriente, lo que hacía que se viera cien veces más guapo. Su porte elegante y su presencia dominante llenaban el espacio con una energía magnética que era difícil de ignorar, aunque después de todo, yo no quería hacerlo. Y aun sin percatarse de que casi estaba perdiendo la noción con su llegada, comenzó a saludar a todos con una sonrisa y saludos agradables y gentiles, lo cual hizo que algunos de los presentes en la oficina respondieran con expresiones de ternura al ver a Boo acurrucado en sus brazos.

Unos segundos después, giró hacia nuestros lugares y cuando sus ojos chocaron con los míos, sonrió dulcemente y empezó a caminar hacia nosotros con paso firme y seguro. Su llegada había llenado el lugar con una calidez que todos pudimos sentir.

Otro cosquilleo en el estómago llegó al verlo acercarse, como si cientos de mariposas estuvieran revoloteando en mi interior y esa era una sensación que no había experimentado antes. La respiración se me volvió irregular y me costó mantener el enfoque en algo o alguien que no fuera él. Cada pasó que Oscar daba, parecía resonar en mi pecho, provocándome una extraña mezcla de ansiedad y emoción y la familiaridad de sus facciones, las finas marcas en sus ojos al esbozar esa dulce sonrisa, solo me hicieron tener el recuerdo de mis labios explorándolo, besando cada pequeño espacio de su rostro con devoción y paciencia y la forma en que su mirada encontró la mía me hicieron sentir una conexión tan profunda que casi me resultó abrumadora... Este momento estaba siendo mi perdición de la manera más dulce posible.

Miré por un par de segundos a Dan mientras Oscar llegaba hasta nosotros y solo eso me bastó para ver que estaba divertidísimo. Estaba yo dando un espectáculo frente a él y estaba en primera fila. Su sonrisa lo decía todo, lo había visto todo. Ahora, él sabía que tenía razón, toda esta escena le había confirmado que sus sospechas eran verdaderas y sabía que ya no iba a poder negar nada. Sin embargo, agradecí que no interrumpiera el momento con algún comentario incómodo. En ese momento, parecía que solo iba a limitarse a disfrutar la visión que de desplegaba frente a él.

Listo, estaba perdida.

Cuando Oscar llegó hasta nuestros lugares, se acercó primero a mi escritorio. Todavía llevando esa sonrisa divina en esos labios que en sí mismos, constituían un pecado entero que yo quería seguir repitiendo una y otra y otra vez.

—Buenos días, Marissa. ¿Te importaría servirle un poco de comer? —Preguntó con una sonrisa suave, señalando a Boo con un gesto al mover la cabeza hacia él y mirándome después con tanto cariño que hizo que todo mi mundo colapsara y se redujera solo a él.

Estaba todavía por completo absorta en él y no pude responder, apenas pude reaccionar. Asentí casi de manera automática, con los ojos clavados en los de él. El corazón me latía tan rápido, que sentí que cualquiera en esa oficina podría escucharlo si prestaba la atención suficiente y cuando se inclinó para entregarme a Boo, las manos me temblaron ligeramente al recibir el abrazo cálido de nuestra mascota.

Dios sabe que no lo podía evitar, estaba mirando a ese hombre con tanta adoración y me sentí por completo atrapada en el hechizo de su presencia. Cada sonrisa y cada gesto suyo, desde su tierna solicitud, hasta la forma en que me miró y me sonrió, hicieron que la mente se me nublara con emociones intensas y no pudiera pensar en otra cosa que no fuera él.

Y lo más divertido es que él no tenía ni la menor idea de que lo que me estaba provocando y lo cierto es que yo tampoco. Jamás me había pasado eso... Jamás me había sentido así.

Oscar aún estada sonriendo mirándome cuando ya tenía a Boo conmigo pero, fue hasta ese momento que algo lo volvió a la realidad. Tal vez el hecho de que, al igual que yo, también cayó en cuenta del lugar donde estábamos y fue ahí cuando se aclaró la garganta y, con un tono más formal, saludó a mi encantador compañero, que seguro para ese momento, ya estaba terminando de atar todos los cabos sueltos en su teoría.

—Buenos días, Dan. ¿Qué tal... estás hoy? —Ese intento de cambio de tono en la voz parecía casi convincente.

Sin lugar a dudas, Dan había estado disfrutando de ese intercambio silencioso de emociones, pero solo se acotó a soltar una risa ligera y a mirarnos con un brillo travieso en los ojos.

—Sí, buenos días para ti también, jefe. Yo estoy muy bien, pero no tanto como tú, como puedo ver —respondió con un tono cargado de cierta burla pero, con una sonrisa amigable.

Y entonces para mi sorpresa, Oscar le devolvió la sonrisa con una tranquilidad que me dejó perpleja, casi como si la única que estuviera nerviosa por el hecho de que Dan nos descubriera fuera yo, sobre todo cuando lo vi recostarse en su silla, como si disfrutara de ver el legendario rubor que me azotaba las mejillas. Aunque esta idea no me duró mucho tiempo en mente, porque Oscar volvió su mirada rápidamente hacia mí y volví a sumergirme en la magia del momento.

El simple acto de verlo, tan cercano y accesible, tan dulce y tan irresistible me hizo sentir como si de un momento a otro fuera a perder el equilibrio y el amor que sentía por él se sentía tan palpable que casi podía tocarlo. La sensación de estar enamorada de él era como una ola que me arrastraba sin que pudiera impedirlo, envolviéndome en una creciente euforia que se mezclaba con la nostalgia y el deseo que sentía por él. Lo único que podía sentir que la intensa conexión que tenía con Oscar y todo lo que deseaba era volver a estar cerca de él, sentir su abrazo y perderme en el calor de su presencia.

Y una vez que Boo estuvo conmigo, el giró sobre sus pies y caminó directamente a su oficina, no sin antes desearnos un buen día a todos. Después de eso, ¿quién no tendría un buen día?

Volví a mí cuando escuché las risitas de Dan. Puse los ojos en blanco, era mejor ya no decir nada por ahora después de esa forma tan abrupta de exhibirme frente al compañero al que minutos antes le había negado que estuviera pasado cualquier cosa fuera de una relación profesional entre mi jefe y yo así que, todavía cargando a Boo, me puse a buscar su platito de comida.

Después de aquella escena, digna muestra de lo mucho que podía llegar a perder la concentración a causa del hombre detrás de la puerta de la oficina a seis metros de mi escritorio, la mañana transcurrió de forma bastante normal.

Cerca del medio día, Dan ya había olvidado (o ese creía) lo que había presenciado hace unas horas y ambos nos encontrábamos revisando unos bocetos digitales para el proyecto cuando el elevador se abrió de nuevo. Ya no había nadie que pudiera causarme la misma necesidad de levantar la vista para asegurarme quién era la persona que cruzaba el pasillo. El único que me interesaba estaba en su oficina, sentado frente al escritorio leyendo con atención algo en su laptop y podía verlo desde la ventana así que no le tomé importancia, por lo menos no lo hice hasta que escuché que mencionaron mi nombre.

—Hola, buen día. ¿Aquí puedo encontrar a la señorita Marissa Saenz? En la planta baja me dijeron que podría encontrarla en este piso.

Al levantar la vista, vi que un hombre vestido de uniforme y gorra hablaba con Dan. Era un repartidor y en sus manos sostenía un hermoso ramo de flores, tan grande y delicado que llenaba por completo la oficina con su fragancia.

—Es ella —Dan sonrió ampliamente, señalándome con su pulgar y entonces, girando lentamente con una mueca de satisfacción en el rostro, se cruzó de brazos y me miró alzando una ceja.

El repartidor agradeció la información, dio un par de pasos a la derecha y llegó frente a mí, que lo miraba con los ojos muy abiertos.

—¿Es usted la señorita Marissa Saenz? —preguntó amable.

—Sí... Soy... soy yo —contesté con apenas un susurró, acomodándome las gafas que se me habían resbalado por el puente de la nariz.

—Perfecto, señorita. Esta entrega es para usted. ¿Podría por favor firmar de recibido? —El hombre sonrió, pasándome una bitácora portátil en la cual, firmé rápidamente y al instante, me hizo entrega del ramo.

—Claro. Ehhh, muchas gracias —asentí tomándolo con cuidado y el repartidor despareció en el elevador.

Cuando vi más a detalle el arreglo, jadee sorprendida, agrandando los ojos al ver la combinación de orquídeas y lirios blancos, rosas rosadas, lavanda y girasoles. Era un detalle impresionante, lleno de vida y color. El rostro completo me quedaba oculto detrás del ramo. Y nuevamente me quedé sin saber qué decir... O pensar.

—Vaya, eso es un todo detalle. ¿Quién será el misterioso admirador? —Preguntó Dan, burlándose con una sonrisa tierna, moviéndose de un lado a otro en su silla—. Ya tengo una idea de quién podría ser.

No dije nada, pero el calor que subió por mis mejillas fue lo primero que se hizo presente mientras intercalaba la mirada entre Dan y el arreglo. Fue hasta entonces que me percaté de la nota que lo acompañaba y la abrí con manos temblorosas para luego leerla en silencio:

"Para: Marissa Saenz. De: El hombre que está por completo enamorado de ti."

Parpadeé varias veces y sin pensarlo, levanté la vista buscando a Oscar. Esperaba encontrarlo en su oficina pero ya no estaba. Seguí buscando y lo encontré del otro lado del pasillo, en la cocineta, observando todo con lujo de detalle. Ninguno de los dos dijimos nada, por lo menos no con palabras, pero cuando nuestras miradas se encontraron, ambos compartimos una sonrisa cómplice. Luego, me guiño un ojo y yo sentí que en cualquier momento iba a terminar como un charquito de agua en el piso.

Cuando Oscar volvió a su oficina, yo también intenté volver a concentrarme. Tomé asiento en la silla y con la mirada fija en las flores, suspiré, dejando el ramo en mi regazo.

—Es... es la primera vez que alguien tiene un detalle así conmigo. Jamás había recibido flores —murmuré, un poco apenada pero, sin poder dejar de sonreír.

—¡Qué bonito, Issa! Ese admirador secreto tuyo realmente sabe cómo sorprender, ¿no es así?

Dan me miraba sonriente, con los ojos brillantes que parecían gritar que seguíamos dando material para confirmar sus sospechas pero, si éramos sinceros, el que él supiera que estábamos juntos no causaba mayor problema. Supuse que por eso es que Oscar estaba siendo tan abierto desde esa mañana.

—Ven, ¡busquemos donde poner tus flores en agua! —Sonrió, tomándome de la mano, llevándome a la cocineta.

Y yo, solo quería esconderme debajo del suéter de cuello de tortuga que llevaba esa mañana y no salir hasta después de mucho tiempo. 

Una hora más tarde, casi cuando ya se acercaba el descanso, recibí un mensaje de texto de Oscar con un suave ping que hizo vibrar mi teléfono:

Cariño, ¿puedes venir un momento a mi oficina?

Sonreí y le respondí de inmediato. Para mí casi inexistente buena suerte, Dan se había movido de su lugar en ese momento. Me levanté con cuidado, procurando que el ramo de flores siguiera intacto y al llegar a la oficina, abrí la puerta despacio.

Apenas había puesto un pie dentro, cuando Oscar me tomó suavemente de la muñeca, haciendo que terminara por entrar a la habitación. Él cerró la puerta con una velocidad impresionante y me empujó contra ella, pegando su cuerpo al mío y dejando sus manos en mi cadera robándome un beso fugaz y lleno de calor que me hizo estremecer de pies a cabeza. Lo correspondí gustosa, dejando las manos en su pecho y cuando él se alejó un poco para poder verme a los ojos, yo miré hacia la ventana que daba vista hacia la oficina de afuera, tenía las persianas desplegadas y no se veía nada hacia el otro lado. Al darme cuenta de eso, me permití dar un suspiro lleno de alivio y sonreí al pensar que lo había hecho a propósito.

—¿Acaso crees que iba a besarte con las persianas corridas? Marissa, tengo todo fríamente calculado. Confía en mí —sonrío, subiendo una de sus manos hasta mi cintura.

—Eso lo sé, simplemente me tomaste por sorpresa —sonreí, acomodando la solapa de su saco—. Y claro que confío en ti y lo sabes.

—Lo sé... —susurró contra mis labios, llevando su misma mano que tenía en mi cintura hasta mi rostro—. Te extrañé mucho anoche. Dormir sin ti fue una tortura. Y no quiero que se repita —dijo, acariciándome el labio con el pulgar.

—Yo también te extrañé —suspiré, robándole un beso en los labios—. Y procuraremos que no se repita. Pero por ahora, deberíamos ser más discretos aquí, ¿no crees?

Me aparté un poco más de él, con la intención de alejarnos de la puerta y afortunadamente lo comprendió, porque me tomó de la mano, alejándose de mí y guiándome hasta una de las sillas frente a su escritorio.

—Tienes razón. Deberíamos... Y lo voy a intentar, pero no prometo nada —sonrió, haciendo un gesto para que me sentara—. Por favor.

Cuando estuve más cómoda, él tomó su laptop y se sentó junto a mí en la silla de al lado y mientras buscaba lo que al parecer quería mostrarme, me distraje viendo la colección de libros que tenía en los muebles que rodeaban la habitación. Definitivamente iba a darme a la tarea de leer todos y cada uno... En algún momento, claro. Unos clics después, Oscar me llamó.

—Mira, tenemos que hablar sobre esto —dijo, mostrándome la pantalla mientras él sostenía la computadora en su regazo.

Lo que me mostró fue un correo de Los Plasencia, decía lo siguiente:

"Asunto: Celebración por proyecto en marcha.

Estimados Óscar y Marissa,

¡Esperamos que estén bien! Nos llena de orgullo y alegría ver cómo Black Velvet ha alcanzado un éxito tan rotundo en tan poco tiempo. Es increíble ver cómo su dedicación y esfuerzo han dado frutos tan notables. Sabíamos desde el principio que estaban destinados a grandes cosas, pero ver su negocio convertirse en todo un referente en la industria ha superado nuestras expectativas.

Queremos celebrar este logro tan especial con ustedes de una manera memorable. Nos encantaría organizar una fiesta en su honor, donde podamos reunir a amigos, colegas y socios para brindar por todo lo que han alcanzado y lo que aún está por venir. Queremos encargarnos de todos los detalles y asegurarnos de que sea una noche que recuerden por siempre.

Por favor, háganos saber qué fechas les convienen y si tienen alguna preferencia en cuanto al lugar o temática. Estamos ansiosos por compartir este momento de celebración con ustedes y honrar todo lo que han conseguido.

Quedamos atentos a su respuesta y les enviamos un fuerte abrazo.

Con cariño y admiración,

Samantha y Roberto Plasencia
Plasencia Inc."

—¿Qué opinas? —Me preguntó contento.

—¿Qué que opino? Oscar, esto es fantástico. ¿Te estás dando cuenta de hasta dónde está llegando tu esfuerzo y tu trabajo?

—Nuestro esfuerzo y trabajo, mi amor. Y también el de todo el equipo.

—Tienes razón, nuestro esfuerzo y trabajo en conjunto —sonreí y lo miré—, eso quiere decir que, ¿al final tendrás la fiesta que querías y sin tener que hacer una inversión significativa?

—¿Verdad que es increíble? —Contestó con entusiasmo, tomando una de mis manos para llevarla a sus labios, dejándome un beso en la piel—. Al final de todo, el trabajo duro y los esfuerzos generan resultados positivos, solo hay que tener paciencia y no dejar de esforzarnos.

—Totalmente. Y creo que esa reflexión aplica muy bien para varios aspectos de nuestra vida en ese momento —sonreí, mirando su dulce gesto pero me tomó por sorpresa al tirar de mi mano hacia él, dándome otro beso rápido en la boca. Reí en sus labios, empujándolo de forma juguetona hacia atrás—. ¡Basta! Recuerda donde estamos.

—Cierto, cierto —suspiró resignado, aunque me regaló una sonrisa bastante tierna—. Creo que entonces, será mejor ponernos a revisar todos estos detalles y hacerles saber la información del hotel que te comenté hace unos días. Para reservar el salón y todos los detalles. ¿Crees que sea muy pronto si lo hacemos este sábado?

—¿Este sábado de esta semana dices? —Lo mire alzando las cejas y cuando asintió, suspiré, llevándome una mano detrás de la nuca—. Pues, es lunes... Supongo que tenemos tiempo.

—A trabajar entonces, amor mío —sonrió entusiasmado, dándome un beso en la frente antes de poner la laptop frente a él—. Les voy a contestar que les hacemos llegar los detalles en el transcurso del día de mañana, así que necesitamos llamar al hotel para hacer la reservación, sobre todo para validar si tienen disponibilidad y luego empezar a revisar todo lo demás —comenzó a hablar emocionado, mientras tecleaba—. Dios mío, estoy tan feliz que no puedo pensar en otra cosa. Me siento casi igual que cuando te bese por primera vez, solo que esto es menos hermoso y no me acaba de dejar soñando despierto.

Oscar soltó una carcajada y a mí me pareció encantador y muy tierno, sobre todo ese último comentario que me hizo sonrojar. Aunque, él estaba tan concentrado en la redacción de su correo que me hizo notar que lo que dijo, lo dijo sin pensarlo mucho, sin embargo, para mí fue un momento muy dulce.

Tenía toda la intención de preguntarle sobre las flores, pero no lo hice. Quise dejarlo disfrutar de ese momento y mejor esperar uno en donde estuviéramos más solos y más seguros para hablar del tema.

—Por cierto, ¿ya te diste cuenta que venimos combinados en color? —Me preguntó levantando la vista de la pantalla para verme, regalándome una mirada dulce y brillante.

Era cierto, y... no me había dado cuenta. El suéter que yo llevaba combinaba a la perfección con el conjunto de él, específicamente el color coincidía con el de su camisa, rojo hormigón, para ser más específica. Lo miré parpadeando unos segundos y quise hablar, pero no supe que decir.

—Esto es algo inesperado —comenté, tocando las mangas del suéter.

—Sí... Piensa que sin considerarlo si quiera, terminamos por combinar a la perfección incluso en estos detalles. Y tú, te ves hermosa con ese color. Hace que tu piel resalte y tus ojos también.

—Te juro que no fue planeado —reí, juntando los labios para intentar ocultar una sonrisa.

—Sí, la última vez que dijiste eso terminamos besándonos en la playa. Como dije, ese primer beso jamás se olvida —y ahí estaba de nuevo, esa sonrisa que me hacía sentir que todo valía la pena.

—Será mejor que nos enfoquemos en otras cosas.

Reí nerviosa, haciéndolo notar el efecto que tenía sobre mí y con cuidado de no terminar mareada, me levanté de la silla para volver a mi lugar, dejando a Oscar con la absoluta confirmación de que cada vez que él lo deseara, me tendría en la palma de su mano. Aunque, eso no me resultaba ninguna inconveniencia.

A las cinco de la tarde, Oscar y yo fuimos al taller para poder trabajar en la idea que le había contado cuando regresábamos de Madrid. Pensamos que con una hora sería suficiente, por ahora. Sobre todo porque solo íbamos a revisar el concepto para formar un boceto más estructurado y detallado.

El taller estaba lleno objetos y colores por todos lados: maniquíes vestidos con prototipos de diseños, rollos de tela coloridos dispersos y algunos otros dispuestos por las paredes de la habitación. También había cintas de medir y tijeras descansando en las mesas de trabajo. Definitivamente había sido un inicio de semana ajetreado y esos detalles solo evidenciaban que hubo muchas personas trabajando en el taller a lo largo de ese día.

Sin embargo, a esa hora de la tarde, había descubierto que era mi momento favorito para trabajar ahí, ya que el sol empezaba a ponerse lentamente y la luz natural que entraba por las ventanas, iluminaba todo el espacio de una forma que me causaba inspiración.

No cerramos la puerta con seguro, ya que a esa hora, Black Velvet está casi desierta, así que no encontramos mayor problema. Después de todo, íbamos a trabajar.

Llevaba conmigo mi libreta de diseños, marcadores, lápices de grafito y de colores, lista para bosquejar la idea que sería la guía para el diseño inspirado en el viaje a España y cuando llegue a la mesa y deje todo dispuesto en ella, me giré hacia Oscar, sonriendo.

—Entonces, ¿revisamos mi idea o tienes algo que quisieras revisar antes?

—Hummm, ya que lo mencionas, si tengo un tema que me gustaría discutir antes —sonrío, dejando sus manos en su cadera—. ¿Te gustaron las flores?

Comencé a reír, pasándome las manos por el cabello, jugando con los rizos que encontraba en el camino, acomodándolo, moviéndolo de un lado a otro hasta que abruptamente, empecé a morderme el labio inferior provocando una sonrisa traviesa en Oscar que me miraba fijamente pero ahora subiendo los brazos hasta cruzarlos sobre su pecho. Entonces noté sus ojos bajar a mi boca, justo lo que estaba buscando.

—Me encantaron. Son preciosas —sonreí, apoyándome de espaldas a la mesa—. Pero me pregunto... ¿por qué escogiste esas en particular? —Le pregunté sonriendo.

Él soltó sus brazos y me sonrió con ternura, comenzando a caminar hacia donde estaba. Cuando estuvo frente a mí, suspiró, acariciándome los brazos y luego, me abrazó por la cintura, subiendo y bajando su mano lentamente por mi espalda, con un movimiento bastante relajante aunque ahora su cuerpo me empujaba contra la mesa.

—Pues, las escogí porque cada una de ellas me recuerda a ti de una manera especial. Las orquídeas representan tu fuerza y tu belleza, dos cosas que te admiro profundamente. Los lirios blancos son por tu ternura e inocencia, cualidades en ti que con cada día que pasa, me hacen sentir más atraído. Las rosas rosadas son para mostrarte lo mucho que te admiro en todo sentido y lo agradecido que estoy por tenerte cerca. La lavanda... ¿Qué te digo? Es tu aroma, preciosa y me fascina. Además, representan la calma y devoción que siento cuando estamos juntos. Y los girasoles... son la felicidad que me das y la luz que eres en mi vida.

Sus palabras me dejaron sin aliento. Su voz aunque era suave, se escuchaba cargada de una profunda ternura y un amor tan sincero que me hacían darme cuenta de que sí, nunca nadie me había amado así. Nunca nadie me había hecho sentir así. Sentí un nudo en la garganta y mis labios temblaron un poco mientras lo escuchaba, intentando absorber la magnitud de su gesto.

La sinceridad en sus ojos y la manera en que su expresión cambiaba con cada palabra dicha hicieron que me sintiera imposiblemente más fascinada por él y por su forma de cuidarme y de amarme. Esto era tan nuevo para mí, algo que jamás había conocido. Y descubrirlo a su lado, era un regalo que solo pasaba una vez en la vida y con muy pocas probabilidades de éxito. Pero ahí estaba, solo para mí, con los ojos brillantes por mí, dándole un significado a las flores por mí y yo solo quería darle todo lo que tenía; aunque tal vez no fuera suficiente, porque ese hombre se merecía el mundo, el universo entero.

—Nunca me habían dado un detalle así, Oscar. Es... la primera vez que alguien hace algo tan especial por mí.

Sonreí de lado, tratando de no estallar en lágrimas por todo lo que me estaba haciendo sentir. Así que decidí tomar sus manos en las mías, acariciándolas con dulzura.

—Gracias, no tienes idea de lo hermoso que esto es para mí.

—Me hace feliz saber que soy el primero en darte algo que te haga sentir tan especial. Porque mi niña, tú mereces esto y más. Muchísimo más.

Tomó mi mano suavemente, dándole un ligero apretón antes de inclinarse hacia mí, cerca de mi oído y fue justo ahí donde sentí su aliento cálido, abrazándome la piel tiernamente. Luego, depositó un beso en mi oreja, haciéndome cosquillas.

—Pero, algo me dice que no he acertado en que alguna de esas flores sea tu favorita, ¿o me equivoco? —Lo sentí sonreír, dándome un beso en la mejilla y luego, volvió a verme a los ojos.

Me reí mirándolo y luego, pase mis manos por sus hombros y su cuello, abrazándolo. —Técnicamente estás en lo correcto, porque me gustan todas las flores. Y debo decirte que adoro ese ramo, sobre todo las rosas y los girasoles —Oscar sonrió, moviéndome los rizos detrás de la espalada—. Pero también tienes razón en que ahí no estaba mi flor favorita.

—Mmmmm... —me miró con los ojos entrecerrados, haciéndome reír de nuevo—. ¿Y piensa decirme cuál es entonces, señorita Saenz? Porque esa es información muy valiosa y estoy dispuesto a pagar cualquier precio por ella —Oscar se inclinó más sobre mí, con sus labios rozando los míos mientras que una de sus manos descendía hasta mi muslo.

—No tienes que hacer nada más —reí, pasando mis dedos por su cabello—. Te lo diré sin necesidad de nada más. Mis flores favoritas son los tulipanes lila.

Oscar alzó ambas cejas y luego una sonrisa divertida se formó en sus labios.

—Oh, ¿por qué no me sorprende? —sonrió con picardía—. Definitivamente eres un tulipán lila: elegante y única. Igual que ellos, tienes un talento especial para hacer que el mundo sea más bello solo con tu presencia. ¡Eres una flor rara y preciosa! Difícil de encontrar y aun más difícil de olvidar —dijo, acercándome más a él.

—Hoy estás muy elocuente —reí, sintiendo que el corazón se me derretía ante sus palabras.

Él me estaba haciendo sentir hermosa, valorada, amada y especial y de una manera que jamás había conocido nunca.

—Y tú eres increíblemente determinada. Eso es muy sexy en ti —sonrió, ronroneando con una voz más seductora.

—Muchas gracias pero, creo que ya nos estamos desviando un poco de la situación... Venimos aquí para trabajar, ¿recuerdas? Es mi diseño inspirado en Madrid. ¿O me vas a decir que traje todas mis cosas en vano hasta acá?

Oscar me miró con un brillo intenso en los ojos y terminó por acorralarme más contra la mesa y con un impulsó que tomó, terminó por levantarme con facilidad, subiéndome a la mesa y dejándome sentada sobre esta. Reí con fuerza por lo que había hecho y solo dejándome llevar, envolví sus caderas con mis piernas, acercándolo más a mí mientras dibujaba con mis dedos círculos pequeños en su espalda cubierta por su saco. Lo vi morderse el labio cuando sintió mis piernas rodearlo y con un movimiento constante, empezó a mover sus manos de arriba abajo por mis muslos.

—¿Realmente quieres que trabajemos ahora? Te he extrañado demasiado... —habló sobre mis labios con una voz tan hipnótica que me hizo perder todo sentido de razón. Su aliento mezclándose con el mío lentamente y terminé cediendo cuando empezó a besarme el cuello.

—Bueno... Podemos tomarnos diez minutos y luego trabajar —reí bajito, soltando un gemido suave al sentir sus besos, mi piel reaccionando a las suaves caricias que su boca dejaba en medio de su recorrido.

Oscar me dedicó una mirada ardiente y juguetona y con cuidado, me recostó lentamente sobre la mesa, asegurándose de que cada movimiento fuera suave y nada incómodo. Sus manos las deslizó lentamente por mi cadera, subiendo hasta mi cintura, acariciándome la piel con una ternura que parecía seductora y llena de devoción y amor y cuando sus ojos se volvieron a encontrar con los míos, ambos nos miramos con una mezcla de deseo y ternura. Pude ver sus pupilas dilatadas y como se humedecía los labios, yo hice lo mismo.

Comenzó a besarme el rostro, desde las mejillas hasta la frente, sus besos acompañados de suaves caricias que me hacían estremecer de felicidad y de susurros con su voz llena de dulzura y complicidad. Me dio un largo beso en los labios que correspondí fascinada mientras mi pierna abrazaba su cadera. Oscar gimió maravillosamente y luego, comenzó su recorrido de besos lentos y húmedos por mi cuello, desde el lóbulo, pasando por la mandíbula hasta llegar a mis clavículas, explorando delicadamente pero al mismo tiempo, con un toque de picardía que me hizo sentir calor en todo el cuerpo.

Sus labios encontraban cada rincón de mi piel con una facilidad asombrosa, era como si ya me conociera a la perfección y cada roce y caricia me acercaba al borde de un placer que jamás imaginé experimentar.

Sus dedos acariciaban mi pierna mientras yo lo acercaba más a mí en un abrazo lleno de necesidad, por completo embriagada por su cercanía. La manera en que movía su mano por mi muslo, de esa forma tan protectora y apasionada, haciendo esa ligera presión que me terminaba por hacer gemir e intentar que mi cuerpo se acercara más a él estaba dejándome sin ningún tipo de pensamiento lógico.

—Mmmm, mi amor... No puedo evitar querer disfrutar de cada rincón de ti. Eres simplemente irresistible —murmuró contra mi pecho, haciéndome reír y gemir suavemente.

Sin embargo, justo cuando estaba a punto de responderle, nuestra atmósfera llena de intimidad y complicidad se vio interrumpida abruptamente. La puerta del taller se abrió de golpe, dejando ver a Dan, quien llevaba en las manos una pila de papeles y documentos que parecían ser bocetos y revisiones. Al vernos, soltó todo lo que llevaba, y los papeles salieron volando por todos lados, creando un desastre completo. Nos miró con una expresión de sorpresa que rápidamente se transformó en pura y completa emoción. .

—¡Lo sabía, lo sabía! ¡Yo sabía que algo había entre ustedes! —exclamó Dan, dando saltitos mientras agitaba las manos con euforia—. ¡Ahhhhhh! ¡Qué emoción, qué emoción! —Sus ojos se iluminaron aún más mientras nos señalaba a ambos—. Digo, son terriblemente obvios, hasta el más imbécil puede darse cuenta, pero ¡ahhhhhhhh, lo sabía, lo sabía! ¡Amo tener razón! ¡Ahhhhhhhh!

Los dos nos separamos bruscamente al escuchar su voz, asustados por la inesperada entrada. Por un momento, temiamos que fuera alguien más, pero al ver que era Dan, pude respirar un poco más tranquila. Aunque, claro, aún teníamos que lidiar con su entusiasmo desbordante.

Oscar me ayudó a incorporarme rápidamente, y cuando se aseguró de que estaba bien, fue corriendo hacia Dan. Cerró la puerta de una patada y le colocó una mano en la boca para que dejara de gritar, mientras yo recogía los papeles que habían salido volando.

—¡Dan, por favor, guarda silencio! —le pidió él en un tono bajo pero urgente. Dan, con los ojos muy abiertos, asintió vigorosamente, haciendo un sonido extraño al tener la mano de Oscar cubriéndole la boca.

Lo liberó cuando estuvo seguro de que se calmaría, aunque la expresión de Dan seguía siendo de asombro. Se quedó un momento mirándonos, intentando procesar lo que acababa de presenciar, antes de soltar una risa nerviosa.

—¡Esto es como una telenovela! —murmuró, todavía incrédulo—. Pero sin cámaras... aunque honestamente, deberían tener cámaras. ¡Imaginen los ratings! —añadió, agitando una mano dramáticamente.

—Lo último que necesitamos es que alguien vea lo que haces cuando crees que nadie te observa, Dan —respondió Oscar, intentando mantener un tono serio, pero no pudo evitar sonreír ante la idea.

—Oye, si me estás acusando de algo, al menos dame crédito por mi discreción... o falta de ella —replicó Dan, levantando las cejas de forma cómica y haciendo una mueca con sus labios.

Una vez que nos aseguramos de que Dan estaba lo suficientemente calmado, le explicamos (brevemente y sin muchos detalles) lo que estaba sucediendo entre ambos. Solo nos llevó entre cinco y diez minutos, pero para él, parecía ser la mejor noticia del año. Aunque, nos hizo prometerle que debíamos de ir a tomar un café o a comer juntos para que le contáramos todo lo que habíamos omitido. ¿Contarle que me vendieron a la mafia italiana o que Oscar está atrapado en un matrimonio con una mujer que le ha sido infiel toda la relación? Sí... íbamos a necesitar tiempo.

—¡Ah, esto es tan emocionante! —dijo Dan, cruzándose de brazos mientras nos miraba con una expresión de genuina felicidad—. ¡Sabía que algo había!

—Y como verás, si estabas en lo correcto y sí es lo que parece, pero ahora tendrás que guardar el secreto. Puedes hacerlo ¿verdad? —le dije, juntando mis manos en señal de súplica—. Por ahora.

—Realmente no tienen por qué preocuparse. Su secreto está a salvo conmigo hasta que decidan compartirlo, pero solo quería decirles que me alegra verlos felices. ¡Y yo lo sabía! No dejare de decirlo. Aunque, siendo honesto, tampoco era tan difícil de deducir... ¿un ramo de flores E-N-O-R-M-E en la oficina, Oscar? Por favor... —señaló Dan con una sonrisa pícara.

—¿Qué te digo? La verdad es que no me preocupaba que tú lo vieras. Sabía esto iba a pasar en algún momento pero, no creí que tan rápido —se río entre dientes—. Y también sabía que podíamos contar contigo, Dan —contestó Óscar, devolviéndole la sonrisa—. Y te prometo que serás el primero en saberlo cuando lo hagamos oficial.

—¡Sí, claro! Y también el primero en asistir a la boda, ¡prometo no hacer escándalo, lo juro! —recalcó Dan, recogiendo sus cosas para irse del taller—. Nota mental, Dan para ti mismo en el futuro: no quedarse tan tarde en la oficina porque podrías encontrar a tu jefe y a tu compañera juntos... y en situaciones comprometedoras —murmuró para sí mismo mientras salía de la habitación hacia el pasillo.

Óscar y yo nos quedamos unos segundos en silencio, antes de que él soltara una carcajada.

—Bueno, eso salió mejor de lo esperado —dijo, con una sonrisa de alivio.

—Sí, aunque no sé si podré volver a mirar a Dan a la cara sin que me dé risa —admití, sacudiendo la cabeza.

—Creo que será más difícil para él no reírse cada vez que nos vea —respondió Óscar, acercándose a mí con una mirada traviesa—. Pero mientras tanto, nosotros tenemos otras cosas de las que ocuparnos.

Antes de que pudiera responder, me tomó suavemente de la mano, llevándome de vuelta a donde estábamos antes de que Dan irrumpiera en la escena. Lo miré con una sonrisa, y esta vez, si nos pusimos a trabajar en el diseño que estábamos planeando añadir a la colección.

Nota de la autora:

Bueno lunitas, holaaa. ¡Hoy ando actualizando temprano! JAJSAJSJAJSA.

La verdad es que terminé de escribir el capítulo ayer en la madrugada después de estar como13 horas trabajando en él (obviamente con pausas para descansar y comer algo y todo eso) e iba a actualizar en la madrugada pero cuando tecleé el punto final, eran ya poco más de las dos de la mañana y ya me estaba cayendo de sueño.

Y si les soy sincera, la última parte la escribí cuando ya se me estaban cerrando los ojos y dije: No, tengo que revisarla bien mañana porque seguro lo que escribí está todo mal hecho y sin sentido y sí, así estaba cuando lo revisé hace un rato jajajsjajsa, así que tuve que reescribir la última parte que es cuando Dan los descubre en el taller.

La verdad es que, más que el hecho de que no podía dejar la última parte de un capítulo que me llevo tantas horas de trabajo, lo que más quería era que esa escena de Dan quedara de una forma especial y divertida, así como lo imaginé hace un par de meses mientras cruzaba la calle para ir al edificio donde está la oficina donde trabajo. Quería transmitir esa misma sensación de ternura y esa misma diversión que me causó a mí imaginarlo porque, aunque este no es un capitulo muy relevante, todos son especiales e importantes y todos merecen ser bien hechos con el mismo cariño. :3

Jajsjajsja perdón por eso, ustedes entienden... Cuando estás escribiendo un libro, es tu bebé y quieres que todo en él esté bien y quieres que cada mínimo detalle sea bien revisado (aunque de pronto se me vaya alguna que otra falta de ortografía que se me escapó en la revisión jajaja, pero eso no va a pasar en el libro físico, se los juro).

Y por último, quería decirles que... la escena de las flores que Issa recibe de Oscar apenas se me ocurrió ayer y fue agregada de último minuto jajaja. Pensé: ¿qué se sentirá que Oscar Isaac te regale flores? Y pues, ese fue el resultado que incluso, modifico la escena del taller.

Y, tengo que admitirlo, ME DERRETI ESCRIBIENDO EL DIALOGO EN DONDE OSCAR LE DICE EL SIGNIFICADO DE LAS FLORES A ISSA Y EL SIGNIFICADO QUE LES DA POR ELLA. ASDFGHJKLÑ. AMO ESCRIBIR COSAS QUE JAMÁS ME VAN A PASAR EN LA VIDA.

Y ya por último, este capítulo es un colchoncito confort para que se preparen con lo que se viene en los próximos tres capítulos. Porque gente, tengo que decirles que los capítulos 30, 31 y 3, VAN A ESTAR POTENTES.

En lo personal, me emociona más escribir el 31, porque ese será otro de los capítulos que he soñado despierta con escribir y uno por los cuales empecé a escribir esta novela JSJSJAJSAJSA así que, NO PUEDO CON LA EMOCIÓN. YA VERÁN. ¿Quieren una pista de qué será? Pues... escuchen la canción "Disimula" de José José, pongan atención a la letra y se derán una idea. 7u7

Y el 32, digamos que es la parte 2 del 31, pero aquí las cosas van a ponerse más INTIMAMENTE POTENTES. ¿Si saben a lo que me refiero, no? 7u7

Pues, ya fueron demasiadas pistas y mucha nota de autora. Si leyeron hasta aquí, gracia como siempre, de todo corazón. Y por seguir aquí leyendo esta locura que ya cumplió un año y veremos cuando nos lleva terminar.

Las y los quiero mucho. Nos estamos leyendo pronto. ¡Laters, gators!

Una foto del outfit de Oscar que inspiró este capítulo. ASDFGHJKLÑ. CÓMO ME ENCANTA AQUÍ DIOS MÍO. O sea, a mí me fascina con barba, pero aquí, con este traje, con esos colores y este estilo, DIOS MIO, MI PERDICIÓN Y MI BENDICIÓN COMPLETA. MI AMOOOOOOOOOOR. ASDFGHJKLÑ. *C desmaya, a ver cuando actualiza*

P.D: Y sí, el del suéter de colores es Dan ajsjajsja, pueden imaginarlo así, a mí me gustó. :3 

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