Capítulo 16: El primer beso

"La noche que me quieras desde el azul del cielo las estrellas celosas nos mirarán pasar. Y un rayo misterioso hará nido en tu pelo; luciérnaga curiosa que verá que eres mi consuelo."

-El día que me quieras/Luis Miguel

Viernes 21 de Julio del 2023, Miami, Florida 3:21 p.m.

Marissa

A pesar de los contratiempos, lo cierto es que la reunión había sido bastante productiva.

Samantha y Roberto Plasencia, dos hermanos inmiscuidos en la moda latina y europea con fuerte presencia de sus marcas en los países de esas regiones, estaban más que dispuestos a asociarse con Black Velvet para expandir su mercado.

Podría decir que la mayoría de la reunión fue dirigida por mí y Oscar solo intervenía en ciertas ocasiones y momentos específicos para aclarar las dudas que surgían en nuestros futuros socios.

Desde la exposición de la nueva colección que estaba por lanzarse con la llegada de la temporada otoño/invierno y con la cual solo había tenido unas pocas semanas para familiarizarme hasta la presentación de la nueva estructura de la compañía; sus nuevos proveedores, los nuevos diseños vanguardistas con los que se iba a empezar a trabajar para la siguiente temporada de primavera/verano, su nueva maquila e incluso el nuevo proceso de punta a punta para la gestión de los desfiles y presentaciones de las colecciones en las semanas de la moda: desde los primeros detalles de logística hasta la culminación del evento en alguna cuidad deslumbrante como París. Y es que Black Veltet ya ejecutaba todo esto, pero necesitaba más empuje si quería volverse internacional, y eso era lo que los hermanos Plasencia podían brindar.

Estaba emocionada, emocionada y orgullosa, porque cuando ellos finalizaron sus preguntas, Oscar recalcó el hecho de que este proyecto de invención, cambios y nuevos procesos era de mi autoría y no perdió oportunidad de mencionar lo sorprendido que estaba de que en apenas un mes después de mi ingreso a la compañía, hubiera logrado gestionar un proyecto tan amplio como este. Los aplausos no se hicieron esperar y esa sensación de emoción cargada de abundantes compuestos químicos liberándose en mi cerebro tampoco tardó en explotarme en el cuerpo, provocándome placer. Se sentía bien, muy bien, el hecho de intentar algo y tener éxito; ese dulce sabor de la recompensa de un trabajo bien hecho. Y luego, estaban las sonrisas y miradas de mi jefe que solo aumentaban esas reacciones químicas que me alteraban las neuronas.

Un rato después de la reunión, nos encontrábamos terminando una comida con ambos hermanos, quienes estrechaban sus manos con las nuestras, señalando que el trato ya estaba pactado para seguir trabajando en conjunto.

—Es un hecho que Black Veltet formará parte de nuestro catálogo internacional de marcas. Y estamos bastante emocionados de trabajar con ustedes, con todo lo que vimos hoy, estamos ansiosos de ver hasta donde llegaremos. ¿No es así, Bobby? —Samantha estrechaba la mano de Oscar con furor. Unos segundos después, la soltó y chocó su copa de champagne con la de él para ver a su hermano, quién la imitó.

—Por supuesto. Llegaremos muy lejos, de eso estoy seguro —Roberto se rio suavemente ante el apodo con el cual su hermana lo había llamado, pero se limitó a seguir con la interacción en la mesa, para luego, tomar la palabra—. Marissa, Oscar, en los próximos días les haremos llegar algunos documentos para tener todo el asunto contractual bien definido y claro. Podemos tener una llamada si así lo desean para aclarar dudas que puedan surgir, pero desde ya les digo que Black Velvet pasará a ser parte del gremio de Plasencia Inc, hogar de las mejores marcas y compañías de moda en el mercado latino y europeo.

Mire a Oscar, y si físicamente hubiera podido sonreír más, lo habría hecho. Estaba segura de que la emoción corría por sus venas, de que su corazón latía desenfrenado y lo entendía, porque un proyecto suyo, un sueño suyo, que con tanto esfuerzo había llevado a cabo, al fin iba a empezar a tener el reconocimiento que se merecía.

Eran las 5:51 de la tarde cuando Oscar y yo volvimos al aeropuerto. Todo había salido a la perfección y podíamos volver a casa sin ningún percance o, por lo menos, eso era lo que pensábamos...

Cuando llegamos a la ventanilla de información, le explicaron a Oscar que todos los vuelos programados habían sufrido un paro repentino, esto debido a una huelga de manifestación por parte de los colaboradores encargados de la gestión del equipaje, negándose a hacer su trabajo hasta que se les permitiera hablar con un superior para exigir un aumento de suelo y mejores condiciones laborales. Cabe resaltar que cuando las personas llegan al extremo de realizar una huelga, tienen todo el derecho de llevarla a cabo, pues eso solo quiere decir que han soportado un exceso de situaciones en las cuales, no se está respetando ni su dignidad como seres humanos y mucho menos, como personas de la clase trabajadora que hacen que la economía del País siga en constante evolución. Los apoyaba, total y completamente.

Noté a los participantes de la huelga reunidos en la pista de aterrizajes y despegues, acompañados de carteles fosforescentes y letras gigantes en color negro que cumplían su función para la cual habían sido hechos: llamar la atención. Todos contenían mensajes exigiendo mejor sueldo, pago justo de horas extras, no a la discriminación, no a los abusos, no a tener que trabajar más tiempo sin una remuneración justa, no a tener que soportar el acoso de los superiores, no a tener que poner en riesgo su vida para poder cumplir con su trabajo... Solo Dios y esas personas sabían lo que estaban exigiendo, aunque me daba cierta idea. El coro sincronizado de sus voces exigiendo ser escuchados resonaba por todo el aeropuerto. Sentí mi piel estremecerse.

Vi a Oscar recargado sobre el cristal del mostrador de la ventanilla de información, con un rostro completamente cargado de angustia y sin perder tiempo, me acerqué a él, pasando la mano por su espalda en un intento por reconfortarlo y que no pareciera muy inapropiado.

—Entonces, ¿no hay vuelos eh? —comenté con un tono suave, tratando de hacerlo reír un poco.

—No hay vuelos —él suspiro, quitándose las gafas y presionando sus ojos con su dedo índice y pulgar, cerrándolos con fuerza y apretando sus labios.

—No es tan malo... Seguro que esto se arregla por la mañana. Estoy segura que podemos encontrar un lugar donde pasar la noche —seguía intentando reconfortarlo y ahora mi mano descansaba en su hombro.

Oscar abrió los ojos y aún sin colocarse los lentes de nuevo, me miró de forma esperanzadora. —Tienes razón. Podemos volver al hotel, estoy seguro que pueden conseguirnos un par de habitaciones para una sola noche. Después de todo, soy de sus mejores clientes —se rió suavemente, haciendo que sus hombros subieran y bajaran por el movimiento y me contagió.

—Bien, entonces regresemos. Podemos resolver esto. No dejes que este pequeño problema arruiné lo que conseguimos hoy —le expliqué, tratando de sonar tranquila para que él también lo estuviera.

—Sí, eso es muy cierto... —suspiró y se colocó de nuevo sus anteojos—...lo de hoy fue un gran acierto y esto no nos lo va arruinar. Ven, vamos a buscar un taxi.

Oscar

—Saúl, en serio, no puedes decirme que solo tienes una habitación libre en un hotel con 525 habitaciones —estaba empezando a perder la paciencia, lentamente.

Marissa esperaba unos metros atrás, sentada en uno de los amplios sofás de la sala de espera junto a una fuente que tenía una sirena esculpida sosteniendo un cántaro con agua. Tecleaba su laptop vigorosamente y vi cómo se subía los anteojos, luciendo concentrada en lo que sea que estuviera haciendo en esa pantalla.

—Lo siento, señor Estrada, pero estamos a cupo completo y, justo es la única habitación que quedó libre por un check out hace cuarenta minutos —Saul, el recepcionista del Hampton Inn me miraba afligido, jugando con sus dedos que pasaban por el teclado frente a su computadora de escritorio en donde, había revisado las habitación disponibles—. Y darle la habitación es realmente lo único que podríamos hacer... Sabe, no es como que podamos desalojar a otros huéspedes... —sonrió incómodo.

—No, no, eso sería una completa tontería de mi parte —suspiré, buscando la cartera dentro del saco para luego, tomar una de las tarjetas de crédito que tenía acomodadas ahí dentro. Tenía que ser cuidados con la elección, había algunas para las cuales todavía no pasaba su fecha de corte. Al final, terminé escogiendo la American Express—. Por favor, cobra una noche de esa habitación, mi compañera y yo necesitamos un lugar donde dormir hasta mañana que podamos volver a la cuidad... —le expliqué, entregándole el plástico.

Saúl solo asintió, tratando de brindar empatía hacia la situación, tomo la tarjeta para insertarla en la terminal y cuando en la pantalla apareció el aviso de que el NIP era requerido, el desvió un momento la vista mientras tecleaba esos cuatro dígitos. Cuando el proceso finalizó, me regresó el plástico con una sonrisa amable, entregándome también, la lleve de acceso al cuarto.

—Aquí tiene, señor Estrada. Esperemos que disfrute su estancia y lamento no poder tener las dos habitaciones que necesitaba.

—No, no pasa nada. Y al contrario, gracias a ti.

Luego de despedirme con un saludo cortés de Saúl, caminé hacia donde Marissa estaba sentada. Ella al verme, sonrió suavemente y cerró su laptop, poniendo toda su atención en mí.

—¿Y qué número de habitación me tocó? —me preguntó con un tono divertido en su voz.

Inhale y exhalé lentamente, tratando de encontrar la dorma de decir lo que tenía que decir sin que sonara mal.

—Mmmmm, la verdad es que solo había una habitación disponible y, vamos a tener que compartirla —le expliqué, encogiéndome de hombros al mismo tiempo que le mostraba la llave que Saúl me había entregado.

—Ohhh...

—Espero no te moleste.

—¿Molestarme? —me di cuenta que la risa que escapó de sus labios estaba cargada de profundo nerviosismo, igual que la mía—. Tú jamás podrías molestarme... es decir, no me molesta esta situación...—la vi intentado luchar por encontrar las palabras correctas, con ese color rosado esparciéndose por la piel de sus mejillas—... No me molesta para nada. ¿A ti sí? —Ahí estaba de nuevo, esa mirada tierna, esa sonrisa nerviosa, ¿por qué me hacía sentir tanta ternura?

—No, en absoluto —fue lo único que logré decir y luego, nos miramos unos segundos, solo sonriendo, sin decir nada, hasta que un bell boy llamó nuestra atención, estaba ahí para llevarse las mochilas y nos hizo una seña de que podíamos seguirlo—. Después de ti —le sonreí e Issa asintió, caminando detrás de nuestro guía, hacia el elevador, directo a nuestra habitación.

Como no llevábamos ningún cambio de ropa además del que llevábamos puesto porque, no estaba previsto que tuviéramos que quedarnos una noche completa, ambos decidimos que lo mejor sería ir a comprar un cambio que se ajustara al clima de Miami y que fuera ideal para dormir. La mejor opción fue la tienda de regalos del hotel y luego de las compras, Issa fue la primera en ducharse y luego yo. Era una situación un poco bochornosa porque ambos optamos por que ninguno de los dos estuviera en la habitación mientras el otro estaba en la baño. Desconocía a donde había salido ella cuando fue mí turno, pero cuando ella estaba en la ducha, yo salí al balcón del piso a ver la costa.

—Bueno, creo que vamos a lograr sobrevivir esta noche —señaló Marissa, mientras se peinaba el cabello con los dedos. Estaba parada frente a la ventana de la habitación, y se veía tranquila, observando la vista tropical nocturna.

—Sí, eso creo —reí un poco, dejando las manos en mis rodillas mientras tomaba un poco de aire. Estaba sentado en la orilla de la cama y en ese momento, me di cuenta de algo muy curioso—. ¿Te das cuenta de que estamos vestidos de forma muy similar?

Ella se giró para verme y en cuanto lo hizo, una carcajada escapó de ella, haciéndola lucir brutalmente hermosa mientras su cabello se movía con ella. —No puede ser, tienes razón. No creí que la ropa fuera a ser tan similar en esa tienda de regalos. Pero, ¿qué podíamos esperar? Venían en paquete: un pantalón hasta los tobillos y una camisa de manga corta, ambos de tela rayón, ambos de color beige, es muy cliché, pero se agrace la frescura que brinda. Por lo menos nos dieron las sandalias de cortesía.

—En eso tienes razón —aseguré y también reí por su comentario, mirando las sandalias y moviendo los dedos de los pies. En ese momento, un fuerte ruido proveniente de mí estómago llamó la atención de ambos y Marissa me miró con las cejas levantadas.

—¿Tienes hambre? —ella ladeó su cabeza, y pude ver como sus rizos caían en cascada por sus brazos, mientras lo hacía, empujó sus lentes hacía arriba en su nariz.

—Lo admito, un poco sí. El restaurante a donde fuimos con los Plasencia tenía platos muy costosos y con porciones mínimas. No comí mucho.

Un sonido similar proveniente de ella la hizo reír de nuevo. —Te entiendo, y la verdad, yo también tengo hambre. Supongo que ya te diste cuenta...

—Puedo notarlo. ¿Qué haremos al respecto? —pregunté, alzando una ceja.

—Probablemente te vas a reír, pero si soy sincera, tengo antojo de hot dogs —explicó, juntando los dedos de sus manos y sonriendo suavemente.

Y tenía toda la razón, eso me había hecho reír un poco, pero de buena manera, de muy buena manera. —Por suerte para ti, conozco un lugar cerca de aquí en donde preparan de los mejores hot dogs que he comido. ¿Quieres ir?

—Claro que sí —contestó emocionada y casi salió corriendo de la habitación, dejándome sorprendido por la velocidad con la que había avanzado.

—Muchas gracias —sonreí al hombre que atendía en el local justo después de pagarle y que él nos entregara nuestros hot dogs. Me alegraba bastante ver que estaba creciendo, la última vez que le compré, solo era él y su carrito; ahora era él, un puesto grande un par de empleados más, tal vez pronto se ampliaría aún más.

—Déjame pagarte el mío —Marissa habló, mientras le colocaba mostaza a su salchicha.

—No, yo te invité, deja de discutir —la miré levantando una ceja y ella hizo una mueca.

—Pero...

—Nada de peros, yo te invito —le sonreí, pasándole un par de servilletas.

—Está bien, señor Estrada, para la próxima, invito yo —ella replicó, ahora con una sonrisa adornando sus labios, mientras tomaba las servilletas y terminaba de preparar su hot dog con un poco de cátsup.

—Trato hecho —reí con ella, empezando a caminar por el puerto, en donde había varios locales abiertos: de comida, centros recreativos, bares, clubes, todo estaba empezando a cobrar vida un viernes por la noche en una de las playas más visitadas del país y con mayor fama de ser atractivo turístico para personas amantes de las fiestas hasta la madrugada.

Con paso tranquilo, Marissa y yo fuimos caminando por el puerto, hasta llegar a un jardín que no estaba muy lejos del hotel, pero lo suficiente para poder conversar sin el ajetreo del puerto y la vida nocturna que ya empezaba a hacerse presente. Un lugar bastante tranquilo, lleno árboles y palmeras y flores de colores que al moverse con el viento, desprendían un dulce aroma capaz de hacer suspirar a cualquiera que tuviera el privilegio de sentirlo. Se podía escuchar el sonido del mar con sus olas rompiendo en la orilla de la playa e incluso, si veías con más detalle, a lo lejos algunos delfines se podían apreciar saltando en el agua. La noche era agradable, el cielo se veía precioso, con esa luna y esas estrellas brillantes, pero tenía que admitir que más agradable era la compañía.

—Buen provecho —la voz de Issa llamó mi atención y asentí ante su saludo para ver como ella daba un bocado a su cena.

Yo hice lo mismo, pero justo en el momento en que di la mordida, sentí que un poco de mostaza escapó hasta mi mejilla, ensuciándome un poco y empecé a buscar una de las servilletas para limpiarme, algo que para Marissa no pasó desapercibido.

—Espera, no te muevas —todavía riendo, tomó una de sus servilletas y con cuidado, limpió la mancha de mostaza en mi rostro, luego se alejó y mirándome con detalle, verificó que no tuviera algo más que necesitara limpieza, cuando verificó que todo estaba bien, se alejó un poco y volvió a tomar su hot dog—. Listo, como nuevo —sonrió y volvió a tomar una mordida de su cena—. Acabas de sobrevivir a una macha de mostaza. Estoy orgullosa de ti.

—Gracias —ella asintió, mirándome a los ojos y sin romper contacto visual, seguí comiendo pero, sentí que otro poco de aderezo cayó de nuevo sobre mi piel, pero ahora en la mejilla derecha.

—Oh vamos, ¿es en serio? —Issa empezó a reírse fuertemente, mientras yo intentaba limpiarme de nuevo, pero solo provoqué que la mancha llegara hasta mi nariz porque, su risa, al ser bastante contagiosa, ahora estaba teniendo el mismo efecto en mí—. Por el amor de Dios, no puedo creer que tengas una compañía y la dirijas, pero no seas capaz de limpiarte el rostro mientras comes, ven aquí...

Ella volvió a acercarse a mí, dejando su plato vació sobre la banca de madera en donde estábamos sentados y mientras me limpiaba, seguía riendo con ella. En ese momento me sentí tan cómodo y extrañamente relajado y feliz. Definitivamente esto es algo que jamás habría hecho con Vanessa. Ella solo asiste a lugares costosos y elegantes, jamás haría algo como esto, algo tan sencillo como comer un hot dog por la noche, sentada en una banca en un jardín, conmigo, en la calle, mientras conversamos y nos reímos, y disfrutamos de estar con el otro. Jamás lo hizo y jamás lo haría. Seguro preferiría morir antes de que la vieran haciendo algo así. Inconcebible...

Sin embargo, ese momento sencillo y tan agradable estaba sucediendo ahora mismo, con ella, con esta mujer de rizos castaños, de sonrisa dulce, mirada tierna y ojos tan cafés, tan oscuros como el café recién tostado. Por un momento no pude dejar de mirarla y ella lo notó, ya que sentí que su respiración se había vuelto más irregular y esas preciosas mejillas estaban rojas otra vez.

—¿Qué quieres que te diga? Los hombres no podemos concentrarnos en dos cosas a la vez —le comenté con una sonrisa, divertido por el momento que estábamos compartiendo.

Y solo eso bastó para que me dejara conocer una de las risas más genuinas que había escuchado jamás. Esa risa definitivamente se podría escuchar a cuadras de distancia. Y no pude evitarlo, empecé a reír también.

—¡Eso no tiene sentido! —replicó con dificultad, moviendo su mano frente a su cara para tratar de hacerse un poco de aire, si poder dejar de reír.

—Mejor dime, ¿quieres que llame a un sacerdote o a una ambulancia? Porque esa risa tuya no es normal —bromeé, esperando que ella riera de nuevo, y funcionó; por un momento, todo pensamiento se alejó de mi mente y solo estaba Marissa y su alocada risa y me encantó.

—Basta, basta, ya no puedo, me duele el estómago... —confesó, llevando su mano hasta su abdomen y tratando de respirar para calmarse.

—Tómate tú tiempo, tenemos hasta mañana —le dije riendo y lo que recibí fue un suave empujón en el hombro, mientras ella luchaba por recuperar la compostura.

Unos segundos después, ya se encontraba más tranquila y la vi pasar sus dedos por sus rizos para acomodarlos y luego, hizo lo mismo con sus lentes, dejándolos en el lugar correcto para luego, dejar sus manos en sus mejillas y suspirar. —Vaya, hace mucho que no me reía así... Gracias por eso, fue maravilloso.

—La risa aumenta nuestra esperanza de vida, eso es bueno. —dije con una sonrisa, mirándola—. Y al contrario, gracias a ti...

—¿A mí por qué? —me miro confundida, pero sin dejar de sonreír.

—Por dejarme escucharte reír —no podía apartar mis ojos de los de ella.

—Ohhh... Claro... Yo... Sí.

Su expresión era un poema, es que definitivamente no podía controlar el calor en su rostro y eso solo la volvía más adorable de lo que ya era. Estábamos un poco más cerca debido a que hace unos minutos ella había vuelto a limpiar mi rostro y la escuché suspirar, yo hice lo mismo. Casi podía ver mi reflejo en sus ojos... Fue entonces cuando una ligera brisa sopló, moviendo los arbustos que estaban detrás de nosotros, lugar de donde, y para sorpresa de ambos, aparecieron algunas luciérnagas. Los insectos brillantes empezaron a volar a nuestro alrededor, haciendo sonreír a Marissa cuando uno de ellos se posó en su mano.

—Me hace cosquillas... —la luciérnaga caminó desde su brazo hasta la punta de su dedo índice, ella miraba al insecto y yo la miraba a ella; su sonrisa, los rizos que caían en su rostro, enmarcándolo, sus labios gruesos que parecían tan suaves, como miraba atenta el camino de la luciérnaga por su piel, haciéndola sonreír y eso provocaba que se le formaran un par de hoyuelos en las comisuras de la boca... Tantos detalles divinos y todos a mi alcance...

De pronto, la luciérnaga voló, haciendo que Marissa girara su rostro para poderla seguir observando, pero ese movimiento inesperado, provocó que nuestros rostros estuvieran ahora más cerca... Y más cerca su aliento del mío, y más cerca sus labios de los míos... Nuestros ojos se encontraron pero luego, ella miro mis labios... La oportunidad estaba ahí, y no podía dejarla ir, no podía dejar que se fuera. Y ella se veía tan bella, con el brillo de las estrellas reflejado en esos ojos que me daban la impresión de que iban a causarme varios desvelos y los rayos de luna acariciando su piel...Mi mente estaba en blanco, mi corazón me gritaba que avanzara, que no retrocediera, el único pensamiento existente era el de besar esa boca hermosa, nada más me importaba y algo me decía que a ella tampoco. Con un sutil empuje, hice que nuestros labios conectaran y para mi dicha, me respondió al instante: la vi cerrar los ojos e hice lo mismo, sintiendo la calidez aterciopelada de sus labios y la humedad de su aliento mezclándose con el mío. Ninguno pensaba en las implicaciones de esta acción y mucho menos, en las consecuencias, pero sentía el corazón palpitando con fuerza, lo escuchaba, y el de Marissa también, el silencio estaba haciendo de las suyas en ese momento, y lo estaba haciendo perfecto, no había necesidad de palabras. Empezamos a dejarnos llevar por el momento, tan lento, tan tierno, lleno de consuelo; por un dulce beso, uno lento e inocente, pero cargado de un sentimiento que ya no quería ser ocultado, ya no más.

Nota de la autora:

AL FIN SE LLEGÓ EL MOMENTO GENTE, EL PRIMER BESO DE MIS NIÑOS ESTÁ AQUÍIIIIIIIIIIIIIIIIII. ÑLKJHGFDSASDFGHJKLÑLKJHGFDSASDFGHJKL. *GRITA EN FAN GIRL EMOCIONADA*

Dios, estuve escuchando "El día que me quieras" en bucle mientras escribía esto. Y de hecho, la sigo escuchando mientras escribo esto. AHHHHHHHHHHHH, ESTOY TAN FELIZ.

Y puedo decir, con todo el gusto del mundo, que este es el cierre del primer arco de la historia. A partir de aquí, las cosas empezarán a ponerse un poco diferentes entre Issa y Oscar... Ya saben a lo que me refiero... 7u7 Ya casi llegamos a eso, ya casi, ya es un avance el besito SÑLKJHGFDSDFGHJKL.

Y por esto mismo que les acabo de decir, es que vengo a pedirles que de nuevo me tengan paciencia. Ahora tengo que volver a revisar mi escaleta y ver cómo demonios planear lo que va a pasar ahora que estos se acaban de besuquear jajsajjsa. Por lo que, agradezco de ya, su infinita paciencia y cariño y todo. <3 Porque, tengo que hacer esto bien, tiene que quedar bien, este libro es mi bebé, Marissa es mi niña, Oscar es mi amor, tienen que tener una buena historia. Tienen que tener capítulos buenos, y ustedes, también los merecen y yo, merezco escribir algo que me haga feliz. <3

Por favor, por favor, díganme que notaron la referencia de la luciérnaga en el capítulo hacia la canción, por favor... ASDFGHJKLÑ. Sí gente, Issa será el consuelo de Oscar de ahora en adelante.

Pero, hey, mientras preparo lo que sigue, se vienen actualizaciones de mis otras historias y one shots e incluso, nuevas historias. Así que, prepárense... :3

Ahora, como lo prometido es deuda, aquí les traigo la History Time de cómo fue que este capítulo nació (o el detrás de las palabras jejeje):

Bien, no es sorpresa que la idea para este capítulo sea una de las principales que me orillaron a empezar a escribir este libro, pero sinceramente, no tenía idea de cuánto tiempo me iba a llevar llegar aquí, y pues, nos tomó 16 capítulos kjajsjajsa.

La cosa es que, antes de escoger la canción que inspiraría este capítulo, yo ya tenía pensando que quería que se dieran un primer besito en la playa, con esa vista nocturna de la costa, en un jardín tranquilo y alejado para tener privacidad pero faltaba algo más...

Y aquí es donde entra Nayeli, mi amiga, quien me ha estado ayudando a enfocarme mientras escribo esta novela y a no dejarme llevar por la locura. En uno de esos días en la oficina a la hora de la comida, le dije que si me ayudaba a organizar el capítulo, le platique la idea que tenía y gracias a ella, fue que salió la idea de que comieran hot dogs en la calle: algo tan simple, pero importante a la vez, porque, ella me dijo que sería una diferencia importante entre la esposa e Issa, porque Oscar se daría cuenta de que con ella puede hacer cosas que con Vanessa jamás ha podido hacer, empieza a darse cuenta de que con ella puede ser él mismo y hasta reírse de las cosas más estúpidas sin temor a represalias, que él empiece a notar como es que se siente a su lado, dándose cuenta de que sí, le encanta estar con ella y le está encantando más de lo que debería, lo cual comprueba con el beso.

También, fue idea suya lo de la huelga de los que acomodan las maletas, porque a su servidora no se le ocurría una forma coherente en la que nuestros protagonistas tuvieran que ser obligados a quedarse un poco más en la playa; cuando pensamos en que le dijeran a Oscar que solo le podían conseguir una habitación, como nos dio risa y también fue su idea el hecho de que Oscar diga esa frase icónica de: "¿Quieres que llame a una ambulancia o a un sacerdote?" JAJASJAJSJAJSJA si hubieran visto como me reí, Dios, fue maravilloso.

Y sí, los ataques de risa de Marissa, son mis ataques de risa. ¿Qué clase de escritora sería si no me proyectara en mis personajes? JSJAJSA.

Ah, y cabe mencionar que este capítulo ya lo tenía en borrador mucho antes de tener los dos anteriores a este JAJSAJSJJA. Estaba emocionada.

Por último, pero no menos importante. ¿Cómo fue que "El día que me quieras" fue la canción elegida para inspirar este tan esperado capítulo? Bien, pues aquí les platico:

Ese mismo día que revisamos todas las ideas para el capítulo, venía yo de regreso a mi casa en al autobús, pensando en cómo iba a acomodar todo este desmadre, cuando de pronto, apareció esa bella canción desde mi modo aleatorio en la música y todas las imágenes, todos los escenarios, ese momento del beso de este capítulo, empezaron a tener sentido con cada verso de la canción. Es que ciertamente, este momento iba a ser de puro consuelo, sobre todo para Oscar, pero sí. Entonces, todo empezó a conectarse, y mientras veía la calle por la ventana del autobús, me imaginé todo, a ambos viendo las luciérnagas, las estrellas, la luna, a Marissa viendo la luciérnaga en su mano, la forma en que giraría hacia Oscar, los latidos de su corazón, sus respiraciones, sus miradas, todo... Y quedó tan perfecto en mi mente y me enamoré de la escena y fue el broche de oro para este capítulo.

Tengo que ser sincera, lloré escribiendo esto ajsjajsjajsjas. Pero porque, me quedó justo como yo quería, como lo imaginé esa noche. Y me siento tan feliz y tan orgullosa de mí en este momento. Que creo que voy a llorar de nuevo. Espero que les haya gustado, porque, en estas palabras, se quedó un pedacito de mi corazón.

Y si, ya no aguantaba las ganas de poner una canción de mi Luismi, sus canciones son solo para momentos clave, como este. <3 

Ya para terminar, gracias Nayeli, si lees esto (que deberías, tienes que hacerlo :v) por toda tu ayuda pasada, presente y futura. Te quiero.

Y bueno lunitas, esto se acabó (por ahora) déjenme ir armando lo que sigue y nos estamos leyendo más pronto de lo que creen, gracias por todo y por llegar hasta aquí.

Espero que hayan disfrutado de este capítulo tanto como yo. :3 Y solo le diré, se vienen mejores: se viene drama, enfrentamientos y un chingo de pasión desenfrenada (jajsajsjajjajsaj) <3

Las y los quiero mucho, lunitas. Les dejo como siempre, al hombre que hace posible todo esto también, mi dueño: Oscar Isaac Hernández Estrada. 

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