Capítulo 3
Desesperado por llegar al departamento, sacó las llaves y entró rápidamente. Marta corrió a verlo al sentir la puerta.
—Qué bueno que has llegado, Layne.
— ¿Cómo sigue mi angelito?
—La fiebre no le ha bajado. Estaba llamándote — su corazón se le aceleró de dicha y de ternura y corrió a verme.
Yo aún inconsciente, volví a llamarlo y Layne acarició mi mejilla.
—Aquí estoy, amor mío. Tranquila — miró a Marta — Es mejor que ya te vayas a descansar a tu casa. Yo ahora me haré cargo y cuidaré de ella.
— ¿Estás seguro?
—Sí, ya has hecho bastante por mi angelito y te lo agradezco mucho, pero ahora yo quiero cuidarla y cerciorarme de que esté bien y tranquila.
—Ok. Cualquier cosa me avisas. Estaré al pendiente.
—Pierde cuidado. Adiós y gracias...
Volvió a mirarme y yo respirando agitada, tosí y él tomó mi mano.
—Mi niña hermosa. Te prometo que esos mal nacidos no volverán a hacerte daño nunca más.
Solté un gemido, y Layne atento y preocupado por mí, humedeció el paño, que tenía en mi frente, en una fuente y volvió a colocármelo con cuidado y suavidad.
Yo lo sentí y me alivió un poco.
Volví a toser y solté otro gemido, me dolía mucho todo el cuerpo y Layne junto a mí, solo rogó porque recobrara el conocimiento y se me pasara cuanto antes esa jodida gripe.
—Layne, mi vida — me miró perdidamente enamorado y se acostó más junto a mí.
—Shhh, no hables mi vida y solo descansa.
—... — pude oír a lo lejos su suave voz, pero no podía despertar y él me contempló fijo.
—Te amo tanto, mi Margarita. Daría incluso mi vida porque tú estés siempre bien y a mi lado.
—Te repondrás de esto, lo sé, porque confió en ti y en lo fuerte que eres y has sido. Te amo demasiado, amor mío.
—... Y yo te amo a ti, mi Layne — sus ojos volvieron a brillar de amor y alegría y volvió a acariciar mi mejilla. Yo abrí lentamente los ojos y lo vi junto a mi lado. El corazón me brincó en el pecho y le sonreí perdidamente — Mi Layne.
—Mi angelito hermoso, al fin has despertado.
— ¿Qué me pasó? — aún me sentía débil y sin fuerzas.
—Te me desmayaste en mis brazos. Venías toda empapada y congelada. Tú amiga te trajo — lo recordé todo y desvié la mirada triste. Layne, tomó mi mano con cariño.
—Sé lo que esos infelices te hicieron y ahora la justicia se hará cargo de ellos.
Se me llenaron los ojos de lágrimas, y ya no pude más, y lo abrasé fuerte y me puse a llorar. Él me abrasó con todo su cariño y me escuchó llorar.
—Amor mío, mi niña hermosa. Tranquila, que esos hijos de puta no volverán a lastimarte nunca más y yo me encargaré de que así sea.
—... No quiero que ellos te hagan nada... Si a ti te pasa algo yo me muero — tomó mi rostro con cariño en sus manos y me vio fijo a los ojos.
—No, no pienses en eso, amor mío. Nada me va a pasar.
—...
—Yo solo quiero que tú estés bien, que seas feliz y que siempre me sonrías con tus tiernos ojitos cafés — lo miré toda emocionada.
—Mi Layne.
—Eres el amor mi vida, Margarita, y haré todo lo que esté en mis manos para hacerte feliz — tiré de su barba de chivato con cariño y le sonreí débil.
—Ya lo estás haciendo. Cada día me llenas de alegría con tu presencia y que me quieras y ames tanto, como yo te amo a ti — me vio perdidamente enamorado.
—Mi Margarita.
—Te amo mi Layne.
—Y yo a ti — me jadeó y comenzó a besarme con desesperación.
Él besándome, de pronto pensé en que podía contagiarlo con mi gripe y me separé preocupada de sus labios.
—Espera, mi amor. No quiero contagiarte — él me sonrió con ternura y acarició mi mejilla.
—Tranquila, que no me contagiaras. Ahora solo quiero volver a besarte.
—Amor mío.
Le alcancé a jadear en sus labios y Layne volvió a besarme, sin importarle que yo pudiese infectarlo con mi fuerte gripe, y besándonos, él me recostó suavemente y yo me aferré a sus labios y brazos, mientras que afuera seguía lloviendo.
Nos besamos sin parar con anhelos, hicimos tronar nuestros labios y al término, nos miramos perdidamente y yo no pude más y volví a desmayarme. Layne se exasperó.
—Oh no, mi hermosa.
Tocó mi frente y vio que yo aún seguía con fiebre, y volvió a colocarme el pañuelo húmedo en ella para apaciguarla. Yo solté pequeños y dulces gemidos para él y Layne me miró sereno, y a la vez preocupado. Acarició mi cabeza.
—Nunca le había dado una gripe tan fuerte como esta — yo volví a gemir y tosí — Iré a prepararte un caldo caliente, quizás eso te reanime un poco y te sientas mejor, mi hermosa.
Yo no pude oírlo y Layne se enderezó de mi lado precavido y fue a la cocina.
Preparándome con cariño un caldo de gallina, estaba pendiente por si yo me despertaba, y mientras revolvía la sopa, escuchaba la fuerte lluvia tras la ventana.
Miró la lluvia y pensó en mí.
<< Espero que con esto te sientas mejor, mi niña hermosa. >>
<< Te amo tanto. >>
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