Capítulo 2
Ambos reían sin parar en una cafetería y volvieron a recordar lo que me habían hecho.
— ¿Pero te acuerdas de su cara de estúpida?
—Siempre ha tenido esa ridícula cara.
—Ahora sí que la vencimos.
—A donde quisiera ir, dudo mucho que haya llegado así toda empapada.
—Espero que con esto ahora si sepa que conmigo no se juega. Jamás le perdonare que se haya involucrado con ese sujeto y que lo haya preferido a él, que a mí.
—Vamos Adrián, Margarita es nuestra prima y lo sabes.
—No me importa. Me niego a aceptar que nuestra prima esté de novia con un artista como ese, y cada vez que pueda, se lo haré pagar.
—...
—Solo espero que no contraiga una gripe o algo por la empapada que le dimos con el auto.
—Cállate, una gripe no es nada comparado con lo que pienso hacerle después...
Mareada, había perdido el rumbo de donde iba, y agitada, no sentía los pies. La cabeza se me iba a partir en dos y débil, mi celular comenzó a sonar, pero no tuve fuerzas, ni ánimos de contestar ninguna llamada.
Layne extrañado de que yo no le contestara, volvió a llamarme y otra vez le salió el buzón de voz.
—Qué raro ¿Se habrá quedado sin carga?
Preocupado por mí, me envió un WhatsApp...
"—Amor mío ¿Todo bien?
He estado llamándote, pero no me has contestado a ninguna de mis llamadas. Espero que estés bien.
Cuando puedas, llámame ¿Sí?
Te amo."
Pérdida total en el centro de la ciudad, la ropa mojada se había congelado en mi cuerpo, y solo pensando en Layne, una vieja amiga me divisó de lejos.
— ¡Margarita!
En cuanto la escuché, me volteé y le sonreí de inmediato. Marta, mi mejor amiga, me cubrió con su paraguas y me miró preocupada.
— ¿Qué pasó, amiga? ¿Por qué estás toda empapada? — se me llenaron otra vez los ojos de lágrimas.
—... Mis primos, me tiraron agua cuando pasaron frente a mí en su auto.
— Ah no, es que esto es el colmo. Alguien tiene que detener a ese par de alguna manera ¡Son unos imbéciles!
Solo pensé en Layne, en que debía de estar muy preocupado por mí y solo añoré verlo y estar en sus brazos y comencé a sentirme más mal.
—... Marta, por favor ¿Me llevarías a mi departamento?
—Sí, amiga, tranquila. Ven, cárgate de mí brazo. Haremos parar un taxi para que lleguemos lo más rápido posible.
—Gracias...
Débil, la cabeza me iba a estallar, me dolía todo el cuerpo y solo quería llegar y ver a mi amado, Layne.
En el taxi, le conté todo lo que me había pasado en la entrevista a Marta y ella me abrazó fuerte y se lamentó.
Exasperado, no lo soportó más y a punto de salir del departamento, tocaron el timbre y corrió a abrir la puerta.
En cuanto me vio parada en la puerta, sus ojos brillaron de amor; yo le sonreí débil, feliz de verlo, y no pude más y me desplomé en sus brazos.
— ¡Margarita!
Rápido, me cargó en sus brazos, me miró desmayada en sus brazos, y Marta alarmada, Layne sintió mi ropa empapada y se preocupó. Tocó mi frente.
— Pero ¡¿Qué le pasó?! Toda su ropa está mojada. Tiene mucha fiebre.
—Layne. Adrián y Leonardo la empaparon con su auto. Margarita estaba esperando el bus y ellos le tiraron el auto justo en la poza de agua que había junto a la parada.
— ¿Qué? — sus ojos ardieron de furia y me llevó rápidamente a nuestro dormitorio y Marta nos siguió.
Me recostó con cuidado en nuestra cama, y Marta preocupada por mí, Layne acarició mi pálido rostro y miró en seco a mi amiga.
—Necesito que la cuides unos momentos, por favor.
—Pero ¿A dónde se supone que irás?
—Iré a encargarme de esos hijos de puta...
—...
Marta lo miró con pánico, y Layne cegado de rabia, salió hecho un demonio de nuestro departamento...
Tocó violento y con ira la puerta y Adrián al abrir lo miró atónito, y antes que dijera algo, Layne le dio un fuerte puñetazo en la cara. Leonardo salió a ver de quien se trataba y vio a su primo tirado en el suelo.
— ¡Te dije que, si volvías a acercarte, o hacerle algo a mi mujer te saldría caro, imbécil! ¡¿Te lo dije o no te lo dije?!
—... — Aturdido por el puñetazo que Layne le había dado, le había sacado sangre de las narices. No podía ponerse de pie.
—Esto no se va a quedar así ¿Me entendiste hijo de puta? No volverás a hacerle daño a mi mujer, imbécil.
—Aquí el único imbécil e hijo de puta, eres tú por habérmela quitado ¡Margarita tenía que ser mía! ¡Solo mía!
—Puerco depravado. Te vas a arrepentir de esto.
—...
Furioso, le lanzó un escupo en toda su puta cara y luego se marchó. Adrián indefenso y anonadado, jamás pensó en la actitud que Layne tomaría contra su parte, y sin saber qué hacer, se urgió y su primo lo miró con cara de reproche.
Hirviendo en fiebre, comencé a delirar y llamé a mi Layne con urgencia.
—Layne, Layne, amor mío...
Marta me vio con preocupación y remojó el pañuelo húmedo en mi frente.
—Tranquila, amiga. Layne no tarda en regresar.
—Layne, mi amor...
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