T R E C E
4. Fallas de la versión 1.1, su destrucción y problemas de moral
***
Hola, Querido lector.
Descubrí que irónicamente, la felicidad venía teñida de egocentrismo. Estaba tan feliz con Melinda que no me importó en absoluto abusar un poco de la confianza de Dolly para llamarla a su casa en la mañana y pedirle que me prestara algo para vestir a mi medio novia.
Tuve que rogarle por teléfono y finalmente accedió, dijo que llegaría en una media hora a la residencia y mientras tanto, Melinda tomó una ducha y se puso la misma sudadera con la que durmió. Mientras yo me vestía, sentí su mirada en mí. Ella estaba sentada en la cama y yo de espaldas a ella.
—Jonathan —llamó. Giré a mirarla—. ¿Para qué llamaste a Dolores?
—Te prestará ropa. No puedes ir así a la fiesta, eso es como una pijama.
—No me agrada Dolores —manifestó.
—¿Por qué?
Dejó su mirada estática en mis ojos, como si su cabeza procesara la pregunta. Sus labios estaban hechos una línea y sus dedos tamborileaban sobre su muslo.
—¿Tú sientes aprecio por ella?
—Sí, es una amiga.
—¿Y por qué sientes aprecio por ella?
—Porque me ha ayudado bastante y por su amabilidad.
—No lo entiendo.
—¿No entiendes qué?
—No entiendo por qué no me agrada. Solo sé que no me agrada, pero no tengo un porqué. ¿Eso es raro?
"Raro" era una palabra que podía definirla a ella en sí. El día anterior, Mel le había dicho a Dolly que era consciente de que era una Creación artificial, pero hasta qué punto era consciente de eso era una buena pregunta.
—¿Qué otras emociones tienes, Melinda?
—Esa que tengo con Dolores es odio, ¿cierto? —Me parecía extremista, pero asentí—. Y anoche sentí calor y frío, ¿eso es una emoción?
—No precisamente. Es una sensación... —Titubeé. Me era difícil asimilar que ella sabía la teoría de las cosas pero no la práctica. Se senté a su lado—. Las emociones son algo... emmm... de la mente y el corazón, por así decirlo, y las sensaciones son algo más físico. Por ejemplo, sientes desprecio con Dolly pero eso no hace que te duela físicamente nada.
—¿Y el amor es sensación o emoción?
—Un poco de ambas.
—No entiendo.
—El amor lo sientes en la mente y en el corazón, pero también en el cuerpo —expliqué.
—¿O sea que el amor hará que me duela físicamente algo?
Me mordí el labio, buscando las palabras adecuadas.
—El dolor no es la única sensación física que existe.
—Sentí frío y calor también, es cierto —concedió— ¿El amor es frío o caliente?
Yo qué sé, pensé con ironía.
—No es temperatura, Mel. El amor hace que se te ponga la piel de gallina y que el corazón se acelere; hace que la cara tome un color rojo a veces o que las manos tiemblen, eso son sensaciones pero derivadas de una emoción. ¿Entiendes?
—¿Estás enamorado de mí? —soltó.
La miré a los ojos y con la luz del día, noté que si bien eran oscuros y con el mismo aspecto de los de Dolly, lucían menos vivos. Eran como los ojos de una fotografía o una pintura realista, no tenían ese brillo propio de la humedad de un ojo real.
—No lo sé...
—Ayer te sonrojaste cuando te besé —recordó—. Y cuando nos acostamos sentí tu latido, iba muy rápido. —Tomó mi muñeca y la levantó, dejando mi mano en el aire—. Y estás temblando.
—Me fascinas —confesé— y eso me pone nervioso.
—¿Estar enamorado es estar nervioso?
Sonreí. Que ella me preguntara de amor a mí era como yo preguntarle sobre su infancia, era absurdo.
—Puede que sí. ¿Tú sientes nervios?
—No lo sé. —Elevó su propia mano pero esta se quedó estática—. No tiemblo. —Se tocó el lugar donde debería haber un corazón—. No sé si haya un corazón en mí.
No sé si fue lo extraño de esa frase o ver su gesto contrariado pero encontré todo el asunto un poco enfermizo. Me cuestioné en qué punto se dividía la humanidad de lo que era Melinda. Externamente era una persona, pero por dentro no lo sabía.
—¿Qué es piel de gallina? —preguntó de nuevo—. ¿Tener plumas?
Reí.
—No. A veces la piel deja de ser suave y se pone áspera, como si tuviera puntos, se llaman poros y eso pasa cuando alguna sensación nos toma desprevenidos, cuando sentimos mucho frío de repente o cuando alguien nos acaricia o...
Se puso de pie y se ubicó frente a mí. Estando yo sentado, ella quedó más alta y puso ambas manos en mis mejillas; guardé silencio.
—No hay puntos.
—Usualmente se ven más en los brazos que en la cara.
Bajó lentamente su mano por mi cuello y sobre la tela de la camiseta del hombro para llegar a mis brazos. Movió su mano arriba y abajo con mucha suavidad y tragué saliva; efectivamente se me puso la piel de gallina y solté una risita ahogada bajando la mirada un momento. La vi sonreír ampliamente antes de que se inclinara y me besara; mis manos que habían estado sobre mi regazo, viajaron a envolverla por la cintura y atraerla más hacia mí. Sus manos se colgaron a mi cuello y metió sus dedos en mi cabello. Sus labios eran cálidos y expertos aunque me inquietaba un poco no sentir que respirara.
Una corriente de calor empezó a recorrerme la columna y sentía cómo se me estaba yendo el aire al respirar con más dificultad. La aferré con más fuerza, preso de un arrebato de excitación que me dominó. Ella se dejó hacer y se impulsó para sentarse sobre mi regazo con una pierna a cada lado.
Tocaron a la puerta y aunque ella no dio señales de que le importara, yo sí me alejé un poco. Abrió sus ojos y me sonrió de lado en una de esas muecas llenas de intenciones; su semblante, a diferencia del mío, estaba sereno.
—Tienes el rostro de color rojo —apuntó— y la piel de gallina. Tus lentes están empañados.
—Sí... —Carraspeé una vez más buscando mi voz, y me quité las gafas un momento—. Eso pasa...
—Cuando se está enamorado —completó satisfecha, confiada. .
Me puse de nuevo mis gafas, ya limpias y claras; ella seguía sobre mí y tuve el impulso de estirar la mano para poner el mechón que le cruzaba por una mejilla, tras su oreja. Pasé mis dedos por su cabello sedoso y luego por su mentón, con mi pulgar delineé su labio inferior y suspiré.
—Sí, más o menos.
Tocaron de nuevo y recordé que Dolly estaba allí. Melinda esta vez sí se levantó y abrió la puerta. Dolly no entró, sino que esperó a que yo me asomara; al verme lucía furiosa y Melinda, una vez más, la miró con desprecio.
—Le traje esto —Dolly me tendió una bolsa—, yo creo que es de su talla.
—Gracias, Dolly. Entra.
—No, gracias, no quiero interrumpir más —espetó.
—Solo estábamos... —intenté defender, no quería que Dolly pensara mal de mí... por más evidente que resultara que "mal" era lo único que se podía pensar de mí.
—Nos estábamos besando porque él me ama —dijo Melinda—. ¿Tú amas a alguien, Dolores?
—¿Y tú? ¿sí sabes lo que es amar?
—Lo sé, Jonathan me acaba de describir el amor.
—¿Y lo sientes? —replicó con dureza. Dolly torció la boca—. Claro que no lo sientes, no sabes sentir.
—Puedo aprender.
—El amor no se aprende, Melinda. El amor es parte de la humanidad y tú no eres humana, eres algo, no alguien.
Los ojos de Dolly se humedecieron de la ira que sentía, la vi empuñar las manos.
—¿Quién lo dice? Luzco como una humana, puedo llegar a ser tan humana como tú.
—Jamás llegarás a ser como una humana. Si eres tan inteligente como Jonathan te hizo —El énfasis que usó en la palabra "hizo" sonó frío— deberías comprender al menos lo que eres y lo que no puedes llegar a ser.
Parecía que Dolly iba a lanzarse a darle un golpe en cualquier momento así que de nuevo, me puse en medio hasta que Dolly me miró a los ojos.
—Cálmate, Dolly. —Le pasé a Melinda la bolsa—. Ve al baño y ponte eso, por favor.
—Lo que quieras —exclamó y caminó de inmediato hacia el baño.
Cuando cerró la puerta, me centré otra vez en Dolly.
—No le traeré más cosas —sentenció—. Debes conseguirle hoy algo para mañana y para el resto de días. No voy a involucrarme más con eso.
—No la odies, Dolly, ella no ha hecho nada...
—¡No me digas si puedo o no odiarla! —siseó—. Te cumplí con ayudar, pero no me exijas cómo debo sentirme al respecto. Esa cosa para mí jamás será una persona.
Apreté la mandíbula y tontamente me puse del lado de Melinda.
—Pues ella...
—"Eso" —corrigió. Rodé los ojos.
—Ella —remarqué— está conmigo ahora y debes respetarla.
—¿Y eso sí puede faltarme al respeto?
—Ella sigue muy confundida con muchas cosas, no sabe por qué no le agradas y sé que si trabajamos en ello, eso puede cambiar.
—No me interesa la reconciliación con eso.
—Pero es necesario que pongas de tu parte...
Se estremeció de ira y enterró su índice en mi pecho.
—¡Yo no tengo que hacer nada! ¿Te vas a enamorar de eso? Excelente, Jonathan, pero no me pidas que me quede a mirarlo. —Dio media vuelta y salió cabreada.
Hice el amago de ir tras ella pero en eso Melinda salió del baño, ondeando la falda del vestido café que le quedaba precioso. Me detuve y le sonreí, me olvidé de la discusión con Dolly.
—Te ves perfecta.
—¿Dolly volverá?
Arrugué la frente.
—Creo que no.
—Bueno, me tienes a mí para lo que sea que ella te daba —lo dijo con satisfacción, como si le sentara muy bien el saber que no iba a tener que verla más—, que no debe ser mejor de lo que te ofrezco ahora.
Se acercó e inclinándose un poco en puntas me besó, esta vez solo dos segundos.
—Sí. Me parece bien.
***
Durante ese día llevé a Mel a caminar y nunca se cansó, nunca se quejó y solo hablamos. Me preguntó cosas tan simples como cuál era la sensación de la lluvia y la sensación de revolcarse en hojas secas en un otoño, hasta cosas más complicadas como qué era lo que ella tenía por dentro, por qué no sentía hambre casi en absoluto y por qué yo la "había escogido" a ella para enamorarme. No tuve respuesta para muchas preguntas pero me deleitaba de escucharla hablar y ella me miraba con devoción al responderle, como si creyera hasta la última palabra que pudiera salir de mi boca. No me separé de ella ni un minuto, parecía que a su lado se perdía la necesidad de socializar con más personas, solo existía ella en mi mundo.
En la noche, fuimos la fiesta de Amy. Era la primera a la que iba, al menos desde que dejé de ser niño. Melinda iba bien aferrada a mi mano y sonreía sin cesar, como una reina o una divinidad. Había notado que su mano no sudaba pese a tenerla todo el día aferrada a la mía; que sí parpadeaba aunque menos de lo normal y que en definitiva no necesitaba respirar aunque a ratos movía sus hombros y daba la impresión de que lo hacía.
Era muy observadora y noté que intentaba imitar algunos comportamientos que veía en otras chicas, como la manera de caminar o la manía de tocarse el cabello cada tanto.
—¿Habrá mucha gente?
Estábamos solo a una calle de la casa de Amy.
—Yo creo que sí.
—¿Dolores irá?
—No tengo idea, la fiesta no es mía y no sé si la invitaron.
Llegamos y Mel no tardó en llamar varios ojos a mirarla. Ella no se enseriaba nunca: más grande o más pequeña, siempre tenía una sonrisa en el rostro.
Le ofrecí un trago, pero lo probó y no le gustó así que declinó de beber más; yo solamente tomé el primero y me centré en Melinda. Sabía bailar, pese a que yo no tanto, y no pareció notar en ningún momento mi falta de coordinación, ella simplemente me seguía y solo me miraba a mí.
Recuerdo que luego de llevar un buen rato bailando, me inquietó el que tal vez alguien pudiera notar que Mel ni se cansaba, ni sudaba, ni cesaba como los demás, así que preferí ir a sentarme un rato con ella.
—¿No sientes nada de cansancio? —cuestioné en su oído.
—No... solo un poco de calor; aunque eso es bueno.
—Es algo curioso más bien.
—Yo creo que es bueno —insistió—. Podría bailar toda la noche contigo.
—Yo sí me canso.
—Iré a tu ritmo.
La música sonaba tan alto que se tragaba cualquier cosa que no le dijera en su oído y aunque para ella parecía ser irrelevante, sus susurros en mi oído me ponían los pelos de punta. Acaricié el dorso de su mano y le sonreí, ella me imitó.
—Eres preciosa.
—Claro que sí, así me creaste —respondió sin reservas. Arrugué la frente un momento—. Y te lo agradezco, Jonathan.
Miré directamente sus ojos y pensé en Dolly. A ella le debía casi todo lo que me estaba pasando y yo solo discutía por tonterías. Sabía que a Mel no le agradaba pero en términos generales, no podía escoger a una e ignorar a la otra; no, no podía ser tan desagradecido.
Me dije que debía disculparme con Dolly y un rato después, como si la vida atendiera mis problemas, la vi a lo lejos charlando con esa amiga que me había dado su número semanas atrás. Hice el amago de levantarme y Mel lo hizo conmigo.
—Espérame acá un momento —pedí.
Su sonrisa se borró de repente y puso una mueca escéptica y algo asustada.
—¿A dónde vas?
—Necesito hablar unos segundos con Dolly.
—¿Para qué?
—Solo será un minuto.
No me había soltado la mano y no lo hizo entonces. Una parte de mí quería o prefería pensar que ese rencor era una especie de celos y por eso ella no los entendía, pero luego entró a mi mente la cuestión de que si ella realmente podía sentir celos derivados de amor, ¿me amaba? Me parecía un poco inverosímil, la veía más como una chica con adoración propia de ser "mía" al ser creada por mí, pero, y aunque no lo iba a admitir, Dolly tenía un poquito de razón con eso de que ella no podía amar. Tal vez todas sus emociones eran una réplica automática de la copia de humanidad que le habíamos dado; como emociones, pero plásticas.
—No me dejes sola —pidió.
Me solté con un poco de brusquedad.
—Te juro que no me tardo, Mel. Espérame acá.
Resopló pero sonrió después.
—De acuerdo.
Caminé hasta Dolly y su amiga al verme, se separó de ella despidiéndose con la mano y sonriéndome. Dolly estaba riendo con su amiga pero su buen humor se borró al encararme.
—Hola.
—¿Dónde está la cosa esa?
—Por ahí... —Iba a señalarla pero ya no la vi, supuse que había ido a bailar así que me dije que la buscaría en un minuto—. No importa. Te debo una disculpa.
—No me debes nada.
—Claro que sí. No quiero pelear contigo, Dolly, te aprecio mucho y te debo mucho más que esta tonta disculpa. Es que todo con Mel es nuevo para mí...
—Y para eso también —cortó—, porque acaba de nacer,
—Quiero que sepas que el hecho de ya tenerla conmigo no quiere decir que te quiero lejos. Perdóname, Dolly.
Resopló un poco, deduje que quería odiarme pero su buen corazón no se lo permitía. Hizo una mueca, no fue una sonrisa pero tampoco algo que indicara que no quería saber nada de mí de ahí en adelante.
—¿Sí le quedó el vestido a la cosa? —Su manera de romper el hielo me hizo reír y ella me imitó.
—¿Siempre le dirás "la cosa"?
—Las cosas se llaman por su nombre. Eso es "Melinda la cosa".
—Sí le quedó el vestido. Y le quedó hermoso.
—Por supuesto que sí —dijo sarcástica.
Dolly bebió del vaso que tenía en sus manos y ladeó su cabeza; aún con la música alta, se hizo un silencio incómodo entre nosotros. Melinda llegó a mi pensamiento y busqué en unos segundos una forma que no fuera desagradable de decirle a Dolly que me iba a ir a buscarla. La miré un momento y sonreí para mí mismo, pensando en que ella era demasiado bondadosa para alguien tan idiota como yo.
—¿Qué me miras?
Respondí sincero:
—Gracias por no mandarme a la mierda.
—Aún lo estoy reconsiderando.
Intentó con mucho esfuerzo no sonreír y terminó apretando los labios y negando con la cabeza. En sus ojos vi los de Mel, pero en los de ella sí había brillo natural, me pareció curioso el paralelo.
Dolly miró distraídamente tras de mí y su sonrisa se borró, su cuerpo estaba relajado, con el peso en una pierna más que en la otra pero se tensó y se enderezó. Volteé a mirar hacia donde ella lo hacía y el primer impulso que tuve fue caminar hasta allá pero Dolly me tomó del brazo y haló con más fuerza de la que aparentaba tener.
—Vámonos —suplicó—. Por favor, no hagas una locura.
Apreté la mandíbula y mis ojos se cristalizaron viendo cómo Melinda besaba a Braiden a mitad de la pista y cómo sus amigos alrededor me miraban con sonrisas burlonas y triunfantes.
—Jonathan —insistió—. Vamos, por favor.
No dije nada ni me moví, pero ella me empujó en sentido contrario y por el instinto de no caerme, mis pies avanzaron. Ya cerca de la puerta cedí y salí con ella que no me soltó hasta que estuvimos lejos.
***
♡ ¡Gracias por leer! ♡
Recuerda dejar tu voto y/o comentarios
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top