Q U I N C E
5. Mejora en los comandos/ segundo intento.
Lunes, 11 de Marzo 2002
El fin de semana que ha pasado me sabe ficticio en los recuerdos. Hoy desperté con la extraña sensación de que todo había sido un sueño y con ganas de hablar con Dolly para preguntarle si Melinda fue real o en caso de no ser así, que cuándo vamos a hacer el primer intento.
Al mismo tiempo estoy convencido de que fue real. Mi imaginación no es tan creativa como para recrear los labios de Melinda sobre los míos y sus brazos aferrándome la nuca. Me recorre un escalofrío de solo pensar en eso y peor aún, de pensar que si no llegué más allá con Mel fue porque Dolly llegó cuando la besaba, y eso me lleva a que Braiden posiblemente no tuvo interrupciones y el solo imaginar hasta dónde llegó con ella, hace que me den arcadas.
Dolly prometió que lo intentaremos de nuevo y aunque estoy completamente dispuesto, creo que necesito un par de días de descanso de La Guarida.
Le diré a Dolly que al salir de su turno me acompañe a tomar un helado, necesito distraerme. Hoy mis clases posiblemente no me dejen mucho en la mente porque creo que no tengo la capacidad de concentración suficiente para aprender, pero debo asistir. Me he levantado hace veinte minutos y aunque no quiero moverme, me iré a duchar.
Mel ya no está y creí que me iba a enamorar de ella, pero con o sin amor, mi vida sigue.
Ya veremos si me va mejor con el segundo intento.
***
Llegados a este punto en que te he contado la primera falla y te he mostrado lo mal que me sentí, desencadenando tu risa, creo que ya hemos tomado confianza, así que me atreveré a llamarte amigo. Ojalá no te molestes, así que...
Hola, Querido amigo
Luego de eliminar a Melinda, estuve un par de horas sintiendo un verdadero duelo, como si hubiera muerto. En mi mente le pedía a Dios que me perdonara, aún creyendo que cometía un asesinato de los peores.
Apagamos los aparatos y salimos de allí a caminar, Dolly estuvo a mi lado pese a que no dijimos casi absolutamente nada en todo el camino. Apenas y pude decirle adiós cuando estábamos cerca de su casa.
Ya a la mañana siguiente, sacando el desgano con el que escribí en mi diario, no me sentía triste. Nadie mantiene luto porque se le averíe o rompa un aparato después de todo.
A eso de las once en la universidad me crucé con Dolly que iba de nuevo con su cabello recogido y su mochila amarilla al hombro. Caminamos juntos hasta la fuente del campus y tomamos asiento en el borde, igual que cuando apenas iba a contarle de La guarida.
—¿Cómo estás? Ayer te veías muy decaído.
—Ya estoy bien. Fue un poco abrumante, supongo. No sé cómo agradecerte que no me dejes solo.
Dolly ladeó su cara y me miró suspicaz. Entreabrió la boca pero se arrepintió de lo que sea que fuera a decir, a cambio de eso miró de nuevo al frente y suspiró.
—Eso hacemos las amigas.
—Si hubiera sabido que eran tan amables, habría buscado más a lo largo de mi vida —bromeé—. Aunque me ignorasen después.
—No sé si exageras o si realmente no has tenido muchos amigos.
—No exagero. ¿Por qué lo dudas?
—Eres una buena persona, Jonathan, a pesar de... ya sabes —Hizo un gesto con su índice junto a su oreja, indicando que estaba loco. Reímos—. No sé, no me cabe en la cabeza que siendo como eres la gente se niegue a ti. A tu amistad, me refiero.
—Según mis compañeros soy un cerebrito y un rarito.
—Para ser cerebrito tomas unas decisiones muy cuestionables. —Negó con la cabeza mientras sonreía—. Y en todo caso, ser un "Cerebrito" —Hizo comillas con sus dedos— no debería ser una desventaja. Las personas inteligentes no se encuentran en todas partes.
—Digamos que personas como Amy o como Braiden buscan más belleza que inteligencia.
—Porque es lo único a lo que pueden aspirar. Cualquiera puede ser bonito con maquillaje o un par de arreglos, pero no hay productos que te hagan inteligente. Y deja de ver a Amy como punto de referencia —regañó—, el que sea bonita no la hace buena persona. Igual que Braiden y sus amigos.
Omití comentar que Amy tenía un muy buen promedio, no quería darle más vueltas a ese asunto con ella. A cambio de eso, pregunté:
—¿Y tú?
—¿Yo qué?
—Tú eres bonita y buena persona, ¿qué viste en mí que pensaste "oh, este demente necesita a una amiga, lo voy a ayudar con su complejo de Frankenstein"? —Imité su voz y la hice reír.
—En mi defensa, cuando recién te conocí no parecías demente, te veías como un cerebrito normal y común.
—Gracias —ironicé.
—Eres buena persona, Jonathan —repitió—. Tienes tus rarezas, pero ¿quién no? Y solo buscas el amor... no como deberías, pero la intención es lo que cuenta. Eres uno de esos locos no perjudiciales, y tienes pasión y empuje. Con o sin amigos, nunca te he visto decaído y llorando a diario por eso.
—Uno se acostumbra después de un tiempo.
—No todos se acostumbran. El poder acostumbrarte te hace alguien fuerte y eso es algo que obviamente no ves en ti mismo. Yo a veces siento que no estoy acostumbrada.
—¿A qué?
—No pensarás que eres el único en el mundo a quien los demás rechazan, ¿o sí?
—¿Por qué alguien te rechazaría a ti?
Sonrió, como si mi pregunta fuera muy estúpida.
—Detesto poner a Amy de punto de referencia cuando te acabo de decir que no lo hicieras, pero encaja. Compárame con Amy. —Arrugué la frente, aunque su petición fue más bien retórica pues continuó—: Tres de cada cinco personas escogerían a Amy si me ponen a mí de opción y eso solo por mi color de piel.
—Bueno, dos de esas cinco te elegirían a ti.
—Y ahí estás tú y Lauren, mi amiga. Y aún así tú sufres es por Amy y gracias a su rechazo es que me buscaste, así que puede que no cuentes.
Ignoré su reproche.
—Y es una estupidez, tu piel es muy bonita.
—Sí, bueno, no dije que fuera un motivo válido. Así es la gente, Jonathan, unos te rechazan, otros te acogen. A ti por ser inteligente y a mí por ser negra y está bien, habiendo tantos millones de personas es algo desgastante preocuparse por el rechazo de un puñado de tontos.
—Si lo pones así...
—Y más importante —cortó—, no ando buscando la manera de crear a gente que se amolde a mí. —Sonrió con burla con esa indirecta tan directa que me hizo—. Es más fácil buscar el amor entre los seres de verdad.
—¿Tú ya lo buscaste?
—Creo que inconscientemente todos estamos buscándolo siempre.
—¿Y lo encontraste?
Ambos nos habíamos ladeado hacia el centro a medida que hablábamos, así que estábamos casi de frente. La vi sonreír un poco avergonzada y bajó la mirada. Iba a seguir preguntando porque me gustaba ver a Dolly hablando de lo que sea que no la molestara, pero levantó de pronto la cabeza para mirar a un ave que volaba sobre el campus.
—¿Has oído el rumor de que esa ave es un chico que fue convertido por una bruja a la que rechazó?
—¿Me estás cambiando el tema?
—Es gracioso pensar que aquí estudió alguna vez una bruja —me evadió, escondiendo una sonrisa sin mirarme a los ojos—. Uno pensaría que si se tiene el poder de convertir a alguien en animal, no hay necesidad de ir a la universidad mundana.
—O sea que te hablo de mis desamores pero tú no de los tuyos —insistí.
—¿Crees que a ese pobre chico le gusta ser un ave de plumaje negro? A mí me gustaría ser una paloma.
—¡Dolly!
—Dovie* sería mi nombre si fuera paloma.
—Eres imposible —refunfuñé.
—Aunque son solo leyendas, claro.
Sonreí mirándola fijamente aunque ella seguía mirando en el cielo al ave que seguía dando círculos sobre el terreno. Dolly tenía ese gesto de estar a punto de reír. Cuando la observé por demasiado tiempo, la incomodidad hizo que me devolviera la mirada y pulió una sonrisa ahora ampliamente, sus ojos se achicaron cuando sus pómulos subieron.
—Sí —me rendí—. Sí he escuchado ese rumor. Me lo contó el profesor Scott.
Dolly bajó su vista y miró de reojo mi muñeca. Pareció percatarse de algo y tomó mi mano con brusquedad para poder ojear el reloj que tenía. Abrió mucho los ojos y se puso de pie, barrió el lugar con la mirada y tomó su mochila, que había dejado en el suelo.
—¡Tengo clase en tres minutos! —Echó a correr hacia el edificio de idiomas mientras reía. La vi infantil y dulce.
—¡Te busco en la noche, salgamos a comer helado! —grité.
No giró todo el cuerpo, ya iba a varios metros, pero escuché su respuesta:
—¡Te espero!
Cruzó la puerta con su vestido ondeando sobre sus piernas; cuando miré en todas direcciones noté que había poca gente, lo que posiblemente fue lo que alertó a Dolly de que el tiempo había pasado rápido, lo cual de paso, me recordó que yo también tenía clase y me levanté, aunque sin tanta velocidad y fui a mi salón, repentinamente de buen humor.
***
El hablar de la creación de una segunda mujer era obligatoriamente acompañado del recelo de Dolly. Desde que discutí con ella en aquella madrugada no volvió a recriminarme ni a sermonearme sobre nada, pero sus gestos la delataban. Pese a eso, no se había retractado de hacerme de conejillo de indias otra vez.
Esta vez, un viernes 15 de marzo, nos prevenimos con el asunto de la ropa, aunque dejamos el mismo vestido que Melinda había usado. Solo agregamos una chaqueta que hallamos de segunda en una tienda y unas sandalias.
Miré lo que había pedido la vez anterior para la creación: amorosa, inteligente, entregada, humilde y extrovertida.
Pensé en Mel; quizás la palabra humilde no la describía completamente pero también era cierto que esa forma presuntuosa de ser solamente aplicaba con Dolly; de resto solo era confiada en sí misma y eso no enemistaba del todo con el concepto de humildad y menos si le agregaba el "extrovertida". Amorosa y entregada sí era, entregada a varios; inteligente también.
Ya teniendo un poco en cuenta la manera en que funcionaban esas cualidades, puse las del segundo intento pensando tanto en mí como en Dolly; ella desde atrás, leyó en voz alta:
—Amable, amorosa, fiel, sincera e inteligente. —Asentí, aunque no me preguntaba nada—. ¿Crearás una mujer o un perro? —Ironizó con desprecio.
—Entonces, estas son las fotos —evadí su comentario. Varié un poco las fotos del escáner para no obtener a alguien igual a Melinda, eso sería aún más raro—. Un poco más alta y de cabello rojizo, piel trigueña —enumeré en voz alta. Al oprimir el botón del check, giré sobre mi silla para mirar a Dolly—. Tu turno.
Con los hombros tensos ingresó a la cabina y cerró los ojos los minutos que duró el proceso. Luego salió y se ubicó tras de mí, cerca de la pared, igual que la primera vez. Sin tanto miedo oprimí el botón y el ruido fastidioso se repitió igual que con Melinda, solo que acá no me levanté de la silla pues no había nada qué temer.
Cuando el zumbido ya iba en descenso volteé a mirar a Dolly que tenía sus brazos cruzados y la mirada furiosa en la cabina. Cruzó sus ojos con los míos y mordió su labio, como si se arrepintiera ya de lo que hacíamos.
El sonido de la cabina abriéndose me hizo mirar de nuevo y tardó diez segundos el vapor en diluirse. Una mujer preciosa bajó igual que Melinda, solo que tenía una sonrisa más dulce en el rostro; tenía hoyuelos, su cabello más tirando al rojo cobrizo y corto, solo un poco más abajo de los hombros y totalmente lacio. Una piel un poco acaramelada pero sin llegar a ser morena y unos labios más finos que los anteriores; caminé rápidamente a tenderle la ropa que se puso sin objetar.
Iba a saludar, pero ella lo hizo primero, sin embargo, saludó fue a Dolly que permanecía al margen y en silencio.
—¡Hola! —Se acercó casi corriendo y Dolly retrocedió del susto pero la pared no le dejó espacio y tuvo que aguantar cómo ella la abrazaba—. ¿Cómo estás? ¿cómo te llamas?
—Emmm... Dolores.
—¡Un nombre divino para una chica divina! ¡Es un gusto conocerte! Yo soy... —Pareció quedar muda y volteó a mirarme. Su voz era más aguda que la de Mel—. ¿Quién soy?
Yo estaba tan sorprendido con la euforia mostrada a Dolly que quedé en blanco cuando me preguntó eso.
—Veamos... ¿algún nombre que te guste?
—Dolores —aseguró.
—No puedes llamarte así —dijo Dolly—, ese es mi nombre.
—Lástima. —Pulió una mueca de tristeza—. ¿Puedes tú darme un nombre?
Dolly vaciló, mas respondió al rato:
—¿Louisa? ¿te gusta?
Empecé a balancear mi asombro entre la euforia de Louisa y la semi amabilidad de Dolly que se mantenía seria pero sin ser grosera.
—¡Me encanta! Y Lou suena más corto y cómodo. Me llamo Lou. —Luego me miró—. ¿Y tú quién eres?
—Jonathan.
Se acercó también y me abrazó, con la diferencia de que me dejó un beso en la mejilla, cerca de la boca.
—Eres una lindura —me dijo—. ¡Muchas gracias por traerme! Sé que nos vamos a divertir los tres...
—Wow, wow, ¿cómo que los tres? —intervino Dolly y negó con la cabeza—. No, tú estás aquí para hacer feliz solo a Jonathan.
—Pensé que seríamos amigas —dijo un poco dolida. Dolly me miró y abrió mucho sus ojos, como si me estuviera preguntando qué debía hacer, Me encogí de hombros—. Eres demasiado tierna, creí que lo seríamos.
—Jonathan te ha creado para él, Louisa —objetó ella, un tanto conciliadora pero un poco molesta—. Para ser su novia.
—Ah, está bien. —Me besó en los labios por tres segundos y se separó. Me dejó momentáneamente sin aire—. Eso me parece perfecto entonces. ¿Qué hacemos ahora?
—Espérame un momento, por favor —le pedí. Ella asintió y yo, una vez más, me alejé un poco con Dolly para hablar con ella—. Ella sí te quiere, Dolly.
—No puedo decir que es recíproco.
—¿Por qué? Creí que no querías a Mel porque ella te odiaba.
—Me sigue pareciendo de otro mundo todo el asunto, Jonathan —afirmó—. Con Louisa te va a resultar y eso está bien por ti, pero no me voy a volver amiga de una cosa. Es enfermizo.
—Pero fuiste más amable con ella.
—Eso me trató con amabilidad y no soy grosera. Hay que rescatarle que sea como sea, es más decente que La cosa Melinda. —Suspiró y mordió su labio. Lucía contrariada—. No voy a volverme íntima de eso, ¿de acuerdo? Pero si definitivamente te funcionan las cosas, la aceptaré como tu compañera.
Sus palabras salían medio ausentes y con su vista en el suelo. Estaba frustrada una vez más y me pregunté si todo el tiempo iba a ser así mientras Lou estuviera conmigo. No me veía perdiendo la amistad con Dolly pero me resultaba muy incómodo tener que lidiar con la tensión que siempre emanaba de ella.
—¿Puedes hacer un intento, Dolly? Por favor.
Levantó al fin la mirada y había tristeza en ellos; imaginé que sentía una lástima profunda por mí otra vez. Sus hombros se encorvaron un poco con pesadumbre.
—Eres tan idiota, Jonathan.
—Lo sé.
—Aunque más idiota puedo llegar a ser yo que me dejo convencer de tus idioteces.
Dibujó una pequeña sonrisa y me lancé a abrazarla. Su frente tocaba apenas el inicio de mi cuello pero a regañadientes me rodeó la cintura.
No puede decirse exactamente que el tiempo se detuvo cuando la abracé, pero el abrazo sí se congeló por más de lo normal. Descubrí que me gustaba abrazarla, que tenerla cerca era como tener el apoyo del que había carecido casi en totalidad durante mi vida. Se me cruzó el fugaz pensamiento de que su corazón sí latía y que eso era lo que me resultaba agradable. La sentí suspirar y ese aire que expulsó me hizo cosquillas en el cuello; sonreí aunque ella no me vio.
—Gracias, Dolly. Sé que te lo digo muy seguido, pero de verdad te agradezco.
Para mi sorpresa, asintió levemente y luego me soltó con brusquedad para ponerse de espaldas de inmediato y emprender la salida.
—Vámonos.
Sé que intentó ocultarlo, pero su voz con esa sola palabra sonó pastosa y aunque no me dejó verle el rostro más, supe que sus ojos estaban aguados.
***
*Dovie: Juego de palabras entre el nombre "Dolly" y "Dove", paloma en inglés.
¿Tienen teorías sobre Lou? 7u7
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