D I E C I S I E T E

Hola, Querido amigo:

Al principio de verdad parecía que este era el intento exitoso.

Una de las precauciones tomadas con Lou fue no asistir a ninguna fiesta. Ya habíamos puesto que la fidelidad era parte de ella, pero nunca estaba de más prevenir. De todas maneras mi personalidad no era fiestera así que no perdía nada.

Ese mismo sábado la llevé al cine y se maravilló con todo el lugar y la función. Luego me dijo que prefería estar en casa, así que nos fuimos a mi habitación y el domingo no salimos. Ella disfrutaba mucho leer y tomaba mis libros sin mirar su cubierta o título, solo por el placer de la lectura. La cualidad de Mel de "entregada" la hacía bastante melosa, a diferencia de Lou que era tranquila y dulce.

Con ella me sentía como en una relación en sus inicios, una real, en la que las primeras citas eran para conocernos y charlar amenamente —dentro de lo que cabe, ya verás— y no para besos desenfrenados y repentinos.

Me dediqué a mirarla ese primer domingo por mucho rato mientras ella se mantenía sobre mi cama con un libro en su mano. De vez en cuando levantaba la mirada y me sonreía. Me pregunté si tenía las mismas dudas que Melinda acerca de la humanidad. No me había preguntado cosas sobre emociones y sensaciones; permanecía demasiado inmersa en mis libros, aunque cada vez que le hablaba, me dedicaba totalmente su atención.

El día anterior cuando salimos había preguntado sobre lo que veía, las cosas, las plantas, los animales, pero nunca sobre las personas y lo que ser humano implicaba.

La llevé a la universidad el lunes pero sin la intención de presumirla tontamente como con Mel, sino porque no tenía dónde dejarla y aseguró que no quería quedarse sola en la habitación mientras yo estudiaba. Le mostré la biblioteca de la universidad y allí pasaba las horas de clase, sin embargo, cuando yo salía de las aulas, ella estaba esperándome, siempre puntual, siempre sonriente y siempre ignorando las miradas coquetas de otros.

Dormíamos en la misma cama —o bueno, yo dormía, ella leía con la ayuda de una pequeña lámpara que conseguí—, al despertar ella me sonreía con dulzura. Charlábamos de cualquier cosa sin importancia para no mantener un silencio raro, ella me respondía todo con dulzura y cuando preguntaba, intentaba responderle con seguridad. Me besaba ocasionalmente, siempre con delicadeza, con lentitud y con esa solemnidad que parecía caracterizarla. Acariciar su cabello o la piel de sus brazos, lisa (a veces demasiado lisa) y brillante, se había convertido en un pasatiempo inmejorable.

Con Dolly casi no habíamos pasado tiempo juntos. Los tres primeros días de la semana me la crucé un par de veces en los pasillos de la universidad, iba con Lauren y me sonreía con gentileza, pero parecía que habíamos vuelto a la relación de conocidos cordiales que teníamos antes. No amigos, conocidos.

Hacía el esfuerzo por saludar con una sonrisa a Lou y ella siempre se acercaba y la saludaba con beso en la mejilla, al parecer indiferente al desprecio de Dolly. Supuse que de ahí en adelante sería así y aunque me dejaba un extraño sabor en el corazón el separarme así de Dolly, me reconfortaba saber que no estaba enojada ni me odiaba.

Así con esa misma rutina pasamos la primera semana. Ya me había acostumbrado a la presencia permanente de Lou, a su voz, a su rostro... me veía a mí mismo más sonriente, más animado y aunque tengo que admitir que a veces la realidad de que ella era una creación mía y no una persona normal me inquietaba, el panorama general era alegre. Sentía que había al fin conseguido algo en mi vida, era como un logro que nunca pensé tener. Era maravilloso.

El sábado de la segunda semana en la noche, cuando estábamos en la habitación, Lou ya llevaba un buen rato con uno de mis ejemplares de Milán Kundeara de La insoportable levedad del ser, cuando de repente levantó la vista y me invitó a sentarme a su lado. Accedí.

Había una pila enorme de libros junto a mi cama, la mayoría de la biblioteca; desde que se le acabaron los míos, pedía y pedía prestados a mi nombre. Debíamos entregarlos el lunes o en definitiva no nos darían más.

—Jonathan, ¿qué tan humana puedo ser? —soltó.

Me estremecí un poco; era la primera vez que tocaba el tema en casi diez días así que me preparé para una charla similar a la que tuve con Mel.

—¿A qué te refieres?

—¿Qué puedes hacer tú que yo no pueda?

Me pareció irónico que tanto Lou como Melissa me preguntaran cosas que desconocía, pensando que yo por ser humano tenía las respuestas. ¿De qué tanta humanidad podía alardear yo si no tenía las soluciones a cuestiones aparentemente simples que ellas me daban? Por primera vez en mi vida no me sentí como un cerebrito sino como un ignorante y a cierto punto, más plástico que ellas. Imaginé que así se sentía Braiden con todo el mundo: como un ignorante.

—No puedes tener recuerdos de infancia —respondí algo dubitativo—. Llevas unos días de existir...

—Eso es lo que ya no pude ser, pero ¿hasta dónde puedo llegar?

—Eres la segunda que existe, Lou, no es posible tener respuestas sin antecedentes. Necesito conocerte más tiempo para tener esas respuestas. .

Levantó el libro en su mano.

—¿Sería capaz alguna vez de escribir un libro como este?

—¿Te gusta ese libro? —pregunté, evadiendo resolver la duda.

Lou me devolvió una sonrisa amplia y ubicó su cabello tras su oreja, que gracias a su corta extensión, volvió a caer a su cara. Lo dejó ahí.

—Creo que el ser humano es impresionante. Esto es arte, Jonathan, y no creo que yo pueda llegar a hacer algo así.

—Yo tampoco —confesé—. Me refiero a mí. Soy humano pero no escritor o artista.

—¿Tú sientes? ¿amas?

—En el momento no.

—Pero tienes la capacidad de hacerlo.

—Sí.

—Entonces puedes ser escritor o artista. —Destensó sus piernas que habían estado cruzadas y sin preguntar, tomó mi brazo para abrazarse con él, quedando acurrucada en la cama conmigo, yo estaba medio sentado medio recostado contra el cabecero—. ¿Te digo lo que creo que es un escritor según lo que he leído?

—Dime.

—Es alguien que convierte lo que siente en obras, en magia dibujada en letras; al menos en estos libros. En especial este habla de amor, y ¿cómo se puede hablar de amor? Sintiéndolo y sabiendo cómo funciona, ¿no crees?

—Parece que sabes más del amor que yo —dije risueño—. Es cierto que ese autor retrata el amor de distintas maneras, pero no quiere decir que las ha vivido todas. Hay libros de cosas que no existen también, así que no todo se basa en experiencia. A veces el amor en los libros es algo más bien de suposiciones, Lou, de imaginar cómo es mirando a los demás.

—Es decir que el amor es algo que se puede aprender.

Recordé que Mel tuvo un dilema similar con Dolly una semana atrás y ella le había dicho que no, que el amor era cuestión de humanidad, no de estudiarlo para saber. En mi mente sonaba frío responderle así.

—Puede ser, aunque no sé en cuánto tiempo. Yo tengo veintiún años y aún trato de descifrarlo.

—Por eso me creaste. —No era una pregunta—. ¿Y ya me amas?

La verdad era que no. El hecho de que yo acelerase el proceso construyendo a alguien de veinte años no quería decir que podía acelerar también los sentimientos propios. Me gustaba muchísimo Lou; me encantaba su forma pacífica de ser, esa docilidad que parecía emanar de sus palabras y la sutileza de sus acciones. No era salvaje y precipitada como Mel; era serena y paciente. Consideré que mi enamoramiento pasajero con Mel había derivado de la pasión con la que me trató las horas que estuvo conmigo, era más deseo que amor sincero a decir verdad.

—No sabría decirlo.

—Yo sí. ¿Quieres dormir conmigo o quieres acostarte conmigo?

Su pregunta segura y sin vacilación me dejó helado. La realidad era que no había considerado el tener intimidad con Lou. Con Mel estuvimos podría decirse que cerca, pero porque pasó, no porque lo hubiera planeado como parte de su creación. Nunca desde que iniciamos con el proyecto, mi intención iba dirigida a algo sexual, fuera con quien fuera que saliera del laboratorio, yo esperaba sinceramente enamorarme antes de llegar a algo más. Por otro lado no me había planeado con detenimiento si eso era posible con ellas; cosas como el sexo o incluso el envejecimiento. No sabía con certeza qué eran exactamente y considerando que Mel solo me duró unos días (y posiblemente Braiden sí tenía la respuesta de si era posible el sexo con ellas), y Lou llevaba menos de dos semanas, tenía más dudas que respuestas.

—¿Qué tiene eso que ver?

—Milán lo describe así: —Abrió su libro en una página concreta y leyó un fragmento— "El amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo se produce en relación con una única mujer)". Es decir que el deseo físico es algo inherente en ustedes los humanos y puede despertarse con muchas personas, pero el corazón no se conmueve con cualquiera. ¿Quieres dormir o acostarte conmigo, Jonathan?

—Me gusta tenerte así —murmuré y la abracé con más fuerza, haciendo énfasis—. No he pensado en la posibilidad de acostarme contigo.

—Si te dijera que voy a desaparecer mañana, ¿querrías esta noche dormir o acostarte conmigo?

Decirle que era la segunda opción era una gran mentira y no deseaba mentirle, pero escoger la primera la haría creer que ya la amaba y lo cierto es que eso también era falso. Si me hubieran preguntado en ese momento teniendo en cuenta solamente esos días que llevábamos juntos, diría con seguridad que la quería para toda la vida pero enfocándome en querer aprender de ella, sin embargo la vida es larga y no podía poner promesas en ella basadas en tan poco tiempo de conocerla.

—Creo que tú no tienes la necesidad de dormir mucho —solté.

—No la necesidad pero sí la capacidad. Anoche dormí un poco. No me siento cansada, pero puedo dormir.

—Eres aún un enigma para mí, Lou.

—¿Y Dolores?

—¿Qué con ella?

—¿Es un enigma para ti?

Me estaba empezando a molestar el hecho de que me siguiera preguntando cosas que no sabía. ¿Por qué no me preguntaba por mi carrera y mis clases como una chica normal? El mismo subconsciente me respondió: porque no es una chica normal; porque no es humana. Pensé vagamente que mi subconsciente estaba de acuerdo con Dolly.

Por otro lado, ¿Dolly era un enigma para mí? La conocía... o algo así. No hablábamos mucho de nuestras vidas, solo comentarios sueltos de vez en cuando, y mucho menos últimamente que nos habíamos alejado, así que a cierta medida sí era un enigma.

—Más o menos. Todas las personas son enigmas, Lou, no es posible conocer a todo el mundo a la perfección. A veces es imposible conocerse a uno mismo a la perfección.

—Ella es un enigma para mí —confesó. Presté más atención—. Se negó a ser mi amiga, pero fui gentil con ella. ¿No se supone que si doy amistad debo recibir lo mismo? Algo así dice en otro libro, que das lo que recibes o algo por el estilo. ¿Los libros mienten?

—A veces exageran la realidad para hacerla interesante.

—¿O sea que no recibo lo que doy?

—Se supone que sí, pero...

—¿Por qué Dolores no quiere mi amistad entonces? Sé que me saluda cada día pero siento su tensión, es como si me saludara solo por ti.

—Ella no está muy de acuerdo con el tema de la creación tuya. Ella opina que debo buscar el amor en humanas y no en... alguien como tú.

—Pero ella estaba ahí cuando me creaste —rebatió—. Acompañándote, dando apoyo.

—Es demasiado noble. No está de acuerdo pero me ayudó porque me aprecia... o apreciaba.

Lou levantó su rostro, que quedó a solo centímetros del mío; aún la mantenía abrazada. Me sonrió y miré sus ojos verdes, no como los de Dolly ni en forma ni en color. Hacía unos días había notado que lo que había sacado de Dolly era el aspecto de su sonrisa; me atrevo a apostar que una impresión dental de Lou era exactamente igual que la de Dolly; me era a ratos complicado no pensar en ella al ver a Lou sonreír, era algo un poco incómodo.

—¿El crearme fue algo que hiciste por amor o por una especie de desesperación?

—Un poco de ambas. Más de la segunda.

—Es decir que sufrías por no hallar amor.

—Un poco.

—Pero eres muy jóven.

—No te tengo respuesta para eso.

Y era cierto. Pensándolo un poco, sí era muy rayado que me sintiera solterón a una edad tan temprana.

—¿Crees que Dolly sentía compasión de ti?

Sí, una lástima de la profunda, pensé.

—¿Por qué lo crees?

Levantó de nuevo su libro y, atinando a la página correcta de nuevo, leyó otro párrafo:

—"La compasión es un gran peso porque es un dolor irresoluble. Quizás seamos capaces de lidiar con nuestro propio sufrimiento, pero el de los demás les pertenece a ellos, aunque nos duela igual". Tal vez a ella le dolía tu sufrimiento y creyó que ayudándote iba a disminuir.

No lo había visto de esa manera nunca. Dolly decía muchas cosas pero nunca que sufría por mi causa; me parecía algo inverosímil.

—Es una opción. El cariño de una amiga a veces llega lejos.

—Y se convierte en amor —aseguró.

—De alguna manera, sí. Hay muchos tipos de amor, no solo el romántico.

—Si Dolores me desprecia pero me acepta así sea un poquito, dice que su amor es muy puro para contigo, por eso solo ve tu beneficio sin pensar en ella.

—Es posible. Corazones como el de ella son difíciles de hallar.

Buscó otra página del libro y citó:

—"Allí donde habla el corazón es de mala educación que la razón lo contradiga". Explica muchas cosas sobre ella, ¿no crees? La entiendo con su desprecio aunque me encantaría que me apreciara; yo creo que es divina y no solo de rostro, es demasiado encantadora.

No era una pregunta, era una afirmación sobre ella, pero era lo único de lo que sí estaba seguro sobre todo lo que hablamos esa tarde.

—Sí, concuerdo. 

***

¡Gracias por leer! Recuerda dejar tu estrellita ♥

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