-Capítulo 5-

Nota:
Pondré un lemon suave entre Dina y Yuugo. No lo negaré, son mi Otp y creo que aquí por lo menos merecen momentos románticos. Espero que lo disfruten.

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[En casa de Yugo y Dina]

La hermosa rubia se encontraba agrietada después del rechazo de su futuro hijo. El corazón le dolía y quemaba, cuantas veces deseaba en poder ser madre, en cargar a un niño entre sus brazos o hacerle escuchar las pataditas de su retoño a su esposo.

Su deseo era imposible, ella era infértil, por eso deseaban adoptar a un niño... bueno en este caso un pre adolescente. Tanto el moreno como la rubia sabían perfectamente esa sensación de soledad y amargura con la esperanza de que sean adoptados, sueño que jamás se les cumplió.

Se sentó en el sillón en posición fetal y unas lágrimas comenzaban a caer en su frágil rostro. Su marido al verla, fue a preparar té para que se calmara. Le dolía verla así, él estaba para hacerla feliz, después de todo, ¡esa era su promesa cuando se casaron!

—Cariño, bebe este té por favor. Sabes perfectamente que no soporto verte llorar. Dina se acomodó en el sofá y tomo la pequeña taza, sopló un poco e ingirió la bebida.

—Gracias cariño, perdona por ser tan sentimental.

—¿Por qué debería perdonarte? cielos Dina sabes que te amo tal y como eres. ¡no vuelvas a decirme eso!

— Y-o.... ahh... perdona es solo que realmente me siento devastada, creí que nos iba ir bien hoy día con Ray y todo salió mal.

— Es tal y como la metida de Krone lo dijo, hay que darle tiempo es una edad difícil para él.

—Cariño, no te refieras así a la directora de la escuela de tu hijo.

—Lo sé... lo sé preciosa es solo que me jode la vieja esa. Ella fue la primera en insistir en conocer tempranamente a nuestro hijo, prácticamente nos obligó. Yo te dije que lo mejor era ir poco a poco, pero vez todo salió mal.

—Cariño, ¿tú crees que seremos buenos padres?

— Por supuesto, dalo por hecho. Lo seremos.

— ¿Crees que Ray nos llegue a amar?

— Sí, haremos hasta lo imposible para que nuestro emo nos ame.

— ¡N-o.... no le digas así a nuestro niño!

—Lo. siento... lo siento es broma. Yuugo posó sus manos en el rostro de Dina, secó sus lágrimas y respondió:

— No pongas esa cara muñeca, recuerda que te amo.

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"Muñeca" era el apodo que Yuugo usaba para referirse a su mujer. Cuando eran adolescentes, le daba recelo admitir que le gustaba Dina, así que, en complot con su mejor amigo Lucas, le decía así para no pasar vergüenzas. Lucas tuvo la suerte de ser adoptado por la familia Montgomery a la edad de 13, desde entonces no ha tenido noticias de su amigo, sin saber que era profesor de Ray.

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Dina correspondió el gesto de su marido y le regalo un inocente beso, pero este como "mañoso" que era, tomó a su mujer de la cintura y sus besos fueron aún más intensos.

Su lengua comenzó a introducirse en la boca de la rubia, mezclándose con la de Dina, una pequeña batalla campal se desató entre ellos al ver quién ganaba, el sabor del uno; era el delirio del otro.
La respiración escaseaba, se pararon en breve para verse a los ojos, ambos estaban sonrojados, deseosos de continuar.

—Sé que no es el momento, pero, Dina quiero hacerte mía.

La rubia un poco colorada respondió:
—Cariño pero tan solo fue ayer que lo hicimos.

—¿Y? Lo hemos hecho 500 veces antes— respondió burlón.

— Yu... Yuugo— le dio un golpecito en la cabeza. No exageres cariño.

— Sabes que no exagero porque es verdad. La atrajo hacia su pecho y susurró:

—Te amo, quiero hacerte feliz.

— Y.... yo a tí cariño.

Nuevamente se besaron, ambos correspondiéndose entre sus caricias, sus besos, el sabor de sus cuerpos. La ropa empezaba a fastidiar, se despojaron de sus prendas quedando finalmente en ropa interior.
Yuugo se puso encima de ella recorriendo con sus labios cada parte de su cuerpo, se deleitaba en sus senos los cuales eran un preciado manjar para él. Los lamía, masajeaba y succionaba dejando unas pequeñas marcas alrededor de ellos.
Los gemidos de Dina comenzaban a revolotear en toda la habitación, diciendo el nombre de su amado provocando que el moreno, despojara las bragas de la rubia mientras iba introduciéndose en su cavidad. Las embestidas fueron lentas hasta que ambos se complementaban con el vaivén de sus caderas a un ritmo más rápido y lujurioso.

—Dina
—Yuugo

Decían al mismo tiempo sus nombres dotados del placer que la pareja de esposos se proporcionaban. Cambiaron de posición, ahora la rubia era quién dominaba y mientras lo hacía, se deleitó dando besos ahogados en el pecho del moreno, finalmente ambos llegaron al orgasmo, diciéndose que se amaban.

Quedaron desnudos y rendidos en el sillón, jurándose amor como cada noche, desde el primer instante en el que se hicieron pareja.

—Cuando Ray venga a vivir con nosotros, creo que ya no podremos seguir haciéndolo tan seguido. Murmuró Dina aferrada en el pecho de su marido.

—¡Estás loca, claro que sí! Sabes que, cuando nos mudemos a la casa en Italia, Ray tendrá su espacio y nosotros el nuestro. Así que seguiremos haciéndolo.

— ¡pero. cariño!

— sh..shh. no digas nada Dina, solo déjame quedarme abrazado a tí durante toda la noche.

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La luna se veía más intensa que nunca, sus reflejos adornaban la blanquecina piel de Emma quién yacía dormida en el hombro del moreno. El la contemplaba en silencio, pero la fría brisa nocturna enfriaba la punta de su nariz, supo que era hora de llevarla a la cama. La cargó entre sus brazos llevándola directamente a su habitación, le quitó los zapatos y le abrigo con su manta.
La quedó observando por unos instantes. ¡qué bella era! Su silueta había cambiado un poco, era más femenina y sus piernas más largas, aun así, su actitud infantil e ingenua las llevaba en la sangre.

Sus ojos no dejaban de admirar una parte específica, sus labios. Tentado a hacerlo y obligado a callar sus sentimientos, se inclinó hacia ella y sin pensarlo dos veces, la besó...

Sus labios tan dulces y jugosos al fin los pudo probar. Le regaló una sonrisa y salió de la habitación, cerró la puerta del cuarto hasta que su abuelo habló.

— hijo, ¿podemos tener una charla de hombre a hombre?

— claro que sí, abuelito.



Continuará







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