Etiquetas.
El lenguaje lleva siglos permitiendo que nos comuniquemos, dándonos la oportunidad de hacer saber a los demás lo que sentimos e incluso de transferir el conocimiento que con la práctica adquirimos. Esto se ha logrado nombrado cada objeto que observamos y tocamos, así como cada acción que realizamos. No obstante, esos nombramientos a mi parecer resultan peligrosos. Pues si no tienes cuidado, puedes terminar encasillando algo entre lo blanco o lo obscuro, cuando su gama de matices mereciera un poco más de tu atención.
—Entiende que no es queja, pero sigo creyendo que más personas encontrarían tu historia con los hashtag adecuados.
Christof, uno de mis mejores amigos y, aunque él no lo crea, a quien más consiento. Siempre severo cuando es necesario y un alcahuete en los momentos menos apropiados.
—Puede ser, pero, ¿que no basta con la portada y el titulo?
—Hace mil años quizá. Mira, estás entrando a un terreno que yo conozco desde mi adolescencia, así que tienes mucho que recorrer para actualizarte.
—¡Bien!, le pondré las malditas etiquetas. —Entré al menú y comencé a escribir un par de ellas—. Listo.
—¿Tres?, ¿eso es todo? Vamos Graciela, puedes hacerlo mejor.
—¿Pero que más necesita?, es un Fan-Fic, tiene el nombre del manga en que está basado y el del ship principal.
—Eso último sería bueno de haber más historias con esa etiqueta. Pero si ya revisaste, no hay ni una sola.
—Pero, tal vez así alguien más tome la iniciativa de usarla, tengo la sensación de que sólo así saldrán más defensores de esa relación.
Chris soltó un suspiro enorme mientras tocaba sus cienes.
—De acuerdo déjala, apoyo la moción de ser quien inicia una etiqueta, sólo no te sientas mal cuando nadie recuerde ese hecho. Lo importante ahora es que uses las etiquetas que aún tienes disponibles para destacar otros aspectos de tu historia.
—No voy a poner la etiqueta de "Yuri".
Debía hacerle entender que mi decisión era firme.
—Pero se trata de un romance entre chicas.
—Bueno, pondré la de romance.
Chris cerró mi portátil antes de que pudiese continuar tecleando.
—Explícame, exactamente ¿cuál es tu problema con etiquetar las cosas?
«¿Mi problema?», pensé antes de siquiera abrir la boca. Pero obviamente, el inconveniente tampoco era suyo. Él sólo trataba de ayudar.
Si bien propiamente no lo llamaría un problema, sin duda algo había que nunca podría nombrar con todas las letras...
~·~
Por cuatro consecutivos y grandiosos días, Dafne me hizo compañía en el primer tramo de mi camino a casa. Inclusive, en el punto donde nuestros caminos se separaban, nos tomábamos cerca de una hora para despedirnos.
Regularmente nuestras charlas se englobaban en tres temas principales; la escuela, las cosas graciosas que ella decía y mis intentos de convencerla que no me reía de, sino con ella.
En cuanto llegó el viernes, no había otra cosa que anhelara más que su compañía al terminar las clases. Tanta era mi ansiedad, que a medio día salí a comprar unas donas que había notado a ella le gustaban, pues sabía que mis nervios no me harían muy elocuente y cuando menos de esa forma mientras comíamos tendría unos minutos para tranquilizarme.
Si tan solo hubiera ido a la cafetería en lugar de a la tienda afuera de la escuela, tal vez mi plan habría resultado...
Feliz, salía de la tienda con el paquete de donas en mi mano, cuando de la nada me fue arrebatado.
—No hace bien comer tanta azúcar, en especial si como acostumbras no has desayunado.
Máximo, mi mejor mala influencia, le lanzaba el objeto robado a Alexis, el mejor cómplice en todas nuestras locuras.
—Máx tiene razón, me sacrificaré y las comeré por ti.
No tenía caso pedirle que no lo hiciera, además no podía explicarles si preguntaban a que se debía mi preocupación. En cambio...
—Claro, pero está bien contribuir a la contaminación del ambiente— sentencie con ironía, al notar que ambos traían un cigarro en la mano.
—Así es— respondió Máx dando una bocanada profunda y, antes de soltar el humo, me ofreció su cigarro —¿quieres contribuir?
Negué con la cabeza a manera de desaprobación, pero obviamente lo terminé aceptando. En efecto no había desayunado y la influencia de la nicotina era mayor en ese estado.
—¿Se puede saber que hacen aquí?, par de vagos.
Alexis levantó una ceja en señal de indignación. Pero al tener la boca llena de pan, Máximo tuvo que reclamar en su lugar.
—¿Qué te crees?, obviamente venimos por ti y así completes el trio.
En seguida, el rostro de Dafne llegó a mis pensamientos.
—Lo siento chicos, tal vez otro día. —Di unos pasos hacia atrás con cautela, debía escapar pues sabía que no aceptarían una negativa—. Tengo que entregar algunas tareas, además... ¡no mamen, un OVNI!
En el instante que ellos voltearon a donde yo había apuntado, corrí con todas mis fuerzas. Sólo necesitaba llegar a la entrada de la escuela y una vez ahí, esconderme de ellos sería sencillo. Pero estúpidamente terminé tropezando a tan solo unos pasos.
Máx sujetó mis brazos, Alex mis piernas y de esta forma me llevaron hasta el auto que dejaron estacionado a un par de cuadras de donde estábamos.
Era inútil resistirme, ese viernes ya estaba sentenciado a ser de desenfreno.
No podía quejarme, en su mayoría la pasé muy bien. Aunque a ratos no dejaba de pensar en lo que Dafne diría el lunes, el alcohol ayudó eventualmente a que dejara de torturarme y me olvidara de esas preguntas, en realidad tal vez borró un poco más que eso...
Primero llegó la opresión ya conocida en mi cabeza, luego la incomodidad de mi cuerpo, respiré una fragancia que no era la propia de mis sabanas y, finalmente, ante mis agotados ojos estaba una imagen que no correspondía a la de mi ventana. No cabía duda, no había dormido en mi cama.
Miré bajo las sábanas y otra deducción obvia llegó a mi cabeza al ver que no tenía nada puesto.
«Carajo Grace lo hiciste de nuevo», pensé mientras cubría mis ojos.
Se escuchó el abrir de la puerta, lo que atrajo en seguida mi mirada, pues debía saber con quien había pasado la noche.
—Buenos días preciosa, te traje un poco de café para ayudarte a despertar.
Alto, buena barba, piernas de roble y trasero de campeonato, cuando menos no estaba mal, pero desde luego no me conocía, o no se habría atrevido a ofrecerme café.
—No gracias, estoy bien. ¿Podrías responderme un par de dudas?
—Por supuesto, pero descuida, creo saber de qué se trata. —Dejó la taza humeante en su escritorio y se recostó a mi lado para acariciar mi rostro—. A pesar del estado en que nos encontrábamos, fuiste muy clara. Sin gorrito no hay fiesta y tú no compartes la cama con nadie. Así que luego de... una excelente velada, fui a la sala a dormir con los demás.
—Ya veo, que atento. —Y lo decía en serio, a pesar del tono que había usado—. Una cosa más, ¿mis amigos siguen aquí?
—Sí, Máx fue por una cajetilla. Y Alexis me pidió que te dijera que te esperarían afuera. Si quieres, puedo decirles que yo te llevaré a tu casa, de esa forma podríamos...
Me puse de pie enseguida y conforme encontraba mi ropa comencé a vestirme.
—Muchas gracias por la oferta, pero tengo curso de inglés y hoy hay examen, tal vez para la próxima ¿Sí?
Me acerqué a besarlo en la mejilla a modo de despedida y antes de que él pudiera dar una réplica, salí disparada de esa casa.
Alex y Máx dormían dentro del auto con las ventanas abajo. Así que sólo había una cosa que podía hacer.
—Jóvenes, no se pueden estacionar aquí, ya llamé a la grúa —dije tratando de hacer una voz grave.
Alexis brincó en su asiento y dio la vuelta a la llave para encender el auto. En cuanto a Máximo, él limpiaba su saliva y con su brazo izquierdo me mentaba la madre.
—No te pases de lanza amiguita. Eso no se hace —se quejaba Máx quitando el seguro de la puerta de atrás para que pudiera entrar.
—Sí, no es de dios —replicaba Alex al encender su cigarrillo—. Además pensamos que te aventarías un mañanero con El Rojo.
—Quizá otro día. Mejor vamos a desayunar no he comido desde ayer y muero de hambre. Por cierto ¿de dónde conoces al Rojo? Bueno, primero, ¿cómo se llama?
—Estudia Aeronáutica conmigo y no tengo idea. Se puede decir que tú ya lo conoces más que yo. Nunca le había hablado, a la fiesta me invitaron sus amigas y, hablando de ellas, tal vez no deberías pisar Ticoman un tiempo, sus admiradoras ya te tienen en la mira.
—Por mí que se lo queden.
Alexis ya no dijo nada y se enfocó en conducir, pero Máx volteo a verme incrédulo.
—Hubiera apostado a que te lo quedarías al menos por unas semanas. O es que hubo un "pequeño inconveniente" —dijo mientras levantaba y movía su meñique.
—No es eso. Y ya te he dicho que el tamaño no es lo que importa.
—¿Entonces?
—Que lo sepan usar.
—No pendeja, ¿entonces, por qué no te convenció?
—Por supuesto que me convenció, tú lo viste, es un Zeus con barba pelirroja. Pero no tengo la intención de salir con nadie por ahora.
O cuando menos no la tenía sino llevaba el nombre de Dafne. Y es que al ver por la ventana del auto a todas las personas que caminaban por las calles, no dejaba de pensar en si los seres humanos eran realmente capaces de encontrar a alguien que pudiera hacerlos felices.
Cuando el lunes hizo su aparición, creo que esperaba cualquier tipo de reclamo, pero no lo que estaba por sucederme.
Las clases se fueron como agua por el lavabo. Mas, los minutos que permanecí afuera del salón esperando a Dafne, parecieron eternos. Y empujada por mi agonía, opté por revisar que era lo que la tenía ocupada.
Dafne hablaba y reía con Fabiola. «¿Desde cuándo esas dos eran tan cercanas?», pensé amargamente, tratando de no de demostrar mi enfado. Pero en cuanto Dafne notó mi presencia se acercó más a Fabiola, acarició su cabello, murmuró algo a su oído y, para rematar, besó su mejilla casi al borde de sus labios.
No podía estar un segundo más en ese sitio, di la vuelta y me fui tan rápido con pude. Pero a mitad de mi camino rumbo al camión, escuché su voz llamándome.
—¡Grace!, ¡oye, Gracie!, ¡espérame!
—Pensé que estabas ocupada —dije sin dejar de caminar.
—Un poco sí, pero eso no quiere decir que no tenga tiempo para ti.
—No hace falta que te molestes, bien podrías acompañarla a ella.
—Ella está rentando cerca, pensé que lo sabías, es tu amiga ¿no?, yo lo descubrí el viernes.
En ese momento frené en seco.
—¿A qué te refieres?
—Vaya, con que sí te importa. Dime ¿por qué te lo diría? Tú también estuviste ocupada el viernes, ¿cuál de esos chicos era tu novio?
—¿Te refieres a Máx y Alex? Ellos son solo mis amigos. ¿En qué momento los viste?
—Cuando intenté alcanzarte para pedirte que almorzáramos juntas. No quise interrumpir así que regresé a esperarte, pero tú no volviste.
Me sorprendí al darme cuenta de cuál era el pensamiento que permanecía atorado mi cabeza y estaba por verbalizarse de forma tan asquerosa que solo podría equipararse con vomito. En especial, estando consiente de en lo que yo había ocupado el resto del viernes.
—¿Y esa es tu escusa?, ¿por eso ya le hablas bonito a otra? De saber que por tampoco te pueden llevar a su departamento...
Dafne sujetó mi quijada para no dejarme terminar, pero en su mirada no había enfado, en cambio reflejaba satisfacción.
—¿Estás celosa Grace? —Preguntó sin parpadear y cuando lo creyó prudente soltó mi cara para que pudiera responder.
—Sí, lo estoy —respondí sin inmutarme.
Pero en cuanto ella pregunto...
—¿Por qué?
... sencillamente desvié la mirada y respondí en lo bajo;
—No lo sé.
Dafne acarició mi rosto, obligándome a que le prestara atención de nueva cuenta.
—Una duda más Gracie, ¿te gustan las chicas?
—¿Qué?
—¿Sí o no?
—¿Por qué preguntas eso?
—No querida, el verdadero dilema es; ¿por qué no lo respondes?
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