Vida y muerte
Ella estaba vestida de blanco, un vestido puro de una sola pieza que le llegaba hasta las rodillas, acompañado a unos tacones del mismo color y un sombrero de paja. Estaba allí, tirada en el suelo bajo un árbol, uno que ella misma había creado hace más de treinta años. El viento hacia que su hermoso cabello negro bailara con el viento. En su regazo se encontraba la cabeza de un chico. Lo único que se podía distinguir a lo lejos era como su cabello se perdía en el color del vestido de ella, tenían el mismo color, pero a diferencia de ella, él llevaba una chaqueta negra con unos vaqueros.
—¿Sabes? —La voz de aquel chico irrumpió el silencio del lugar, los animales que habían estado allí, algunos de los pájaros se asustaron, no sabían cómo reaccionar ante la voz de aquel chico, era fría y helada—. Siempre me ha gustado este tipo de lugares. —Alzó la mano tratando de tapar el sol, los rayos de luz hacían que sus ojos grises lucieran blancos—. Pero en definitiva, me gusta más estar entre tus piernas...
—¿Acabo de escucharte diciendo lo que creo que dijiste? —preguntó la señorita mientras pasaba su mano bronceada por el cabello blanco de aquel joven, aunque las mejillas de ella estaban algo rojas, las palabras de aquel joven la habían afectado. La armonía entre ellos dos era perfecta, dirían que hasta el mismo dios del amor sentiría envidia por la química de ambos—. Vamos, dilo otra vez por mí. —Si el chico hubiera visto la boca de aquella chica, hubiera sabido que estaba haciendo un puchero, pero él ni siquiera volteo los ojos a verla, sabía lo que hacía.
—Dije: Me gusta estar acostado entre tus piernas. —Él respondió con una sonrisa irónica entre sus dientes—. ¿Estas malpensando las cosas otra vez?
—Esto... —Ella trató de decir algo, pero el joven levantó la mitad de su torso, su espalda estaba llena de grama verde, al igual que los hermosos ojos de su chica. Volteó la mitad superior de su cuerpo para ver directamente a los ojos de ella, para luego con un rápido movimiento robarle un pequeño beso, ella se quedó allí quieta mientras que él se volvía a acostar en sus piernas—. ¿Puedes dejar de hacer eso mientras estoy tratando de parecer indignada por tu culpa?
—Nunca, mi vida. —El chico lo dijo con toda la calma del mundo, sus palabras aunque parecían frías, tenían un calor extraño en el fondo—. ¿No puedo besar a la persona que me ha acompañado y me acompañará en todos los días de mi existencia?
En ese momento ella quedó sin palabras, sabía que él era todo lo opuesto a ella, simplemente por lógica deberían ser incompatibles, pero esos extraños sentimientos que danzaban en su interior... No podía escapar de ellos.
—Si puedes... —suspiró mientras sus mejillas se colocaban aún más rojas, parecían dos tomates maduros—, tonto. Además, nosotros hemos estado juntos siempre, ¿no? Aunque bueno... Al principio me debas miedo y tú siempre decías que pensabas que podías lastimarme y yo te respondía algo tipo: Oye, soy una diosa también, nacimos juntos y somos los únicos... —Lentamente vida fue quedándose callada mientras miraba a su amado, muerte, allí tendido mirándola a los ojos—. ¿Qué pasó?
—Te amo. —Le dijo esperando la reacción que él deseaba en ella. Y así fue, vida se colocó aún más roja de lo que ya estaba, el movimiento del pecho comenzó a subir y a bajar aún más rápido, y esa sensación de mariposas en el estómago se creció hasta llegar a su pecho. El sol se hizo aún más radiante mientras Vida veía a Muerte.
—Y yo a ti. —Ella pensó que lo había susurrado, pero en realidad lo gritó con toda la fuerza que tenía. Muerte por otra parte sonrió, buscó la mano de ella y la agarró.
—Al final, solo estaremos tú y yo, al igual que al inicio de todo. —Su voz iba cargada de nostalgia—. Nunca me arrepentiré de haberte conocido aunque al principio me odiaras. Aunque bueno, en realidad era más miedo que odio... Y claro, te entiendo. Tú das vida, yo la quito. Yo solo causo sufrimiento a las personas que rodean al fallecido, pero le doy descanso a ese mismo. —Una sonrisa algo triste cruzo por su rostro, pero no duró más que unos cuantos segundos—. Al final, aprendí que esto es para lo que fuimos creados, somos el equilibrio al fin y al cabo.
—Un equilibrio que en algún momento rompimos y luego lo arreglamos. —Susurró Vida mientras pasaba su mano en el espeso cabello blanco y desordenado de Muerte—. Al final, terminamos sintiendo cosas por ambos; y terminamos danzando bajo la luna y... y... —Su rostro se volvió a poner completamente rojo.
—Y nos besamos por primera vez. —La parca prosiguió—. Recuerdo que luego de eso te enojaste conmigo, me golpeaste con tu puño en mi hombro, y aun así solo te quedaste allí, escondiendo tu cabeza entre mis brazos.
—¡Eso es menitra! Es imposible que yo te haya golpeado, ¡Es menitra!
—¿Menitra o mentira? —preguntó su compañero entre risas—: Ya ni hablar sabes.
—Cállate, eres mío al final y al cabo, puedo cometer todos los errores que quiera mientras tú los arregles. Sí, al igual que los dragones. Esas lagartijas con demasiadas hormonas daban miedo.
—Así que admites que las lagartijas homonadas fueron un error. No tienes ni la menor idea lo difícil que fue cazar esas cosas gigantes con alas y más las que parecen serpientes, me daban asco.
—¿En serio? —Vida comenzó a reír con fuerzas haciendo que Muerte se uniera a ella—: No pensé que el señor frio y que no le da asco nada le daban miedo los dragones chinos.
—ASCO, no miedo. —Él trató de parecer ofendido, pero no lo logró—. Bien, si, las serpientes gigantes esas voladoras me daban miedo. Eran casi que tan fuertes como un guerra u odio. Les pusiste demasiadas hormonas en su sangre.
—Así como esa... —Tragó saliva de forma lenta, su respiración volvió a agitarse, toda su cara se volvió un tomate recordando como él había recorrido muchas partes con sus labios.
—Sí, tan hormonal como esa noche. —Muerte comenzó a reírse cuando notó los cambios en vida—. Vamos, esa noche fue tu culpa. Tú tomaste mucho de esa bebida creada únicamente para emborrachar dioses, pero no estabas borracha, sino que estabas como un sol.
—¡Paguen cuarto! —Gritaron dos chicos en el fondo, muerte estiró su brazo derecho con el puño cerrado para luego sacar el dedo del medio.
—Ustedes vayan a enrollarse en un cuarto solos y jueguen con espadas. —El chico albino respondió con calma, haciendo que los otros dos se colocaran rojos como tomates, se soltaran de las manos.
—Jamás estaría con él. —El joven con cabello negro lo dijo con calma.
—Ah, pero anoche no decías eso. —respondió su compañero mientras ponía su mano en la cadera—. Anoche me pedías más...
—Amor, Odio, vayan a hacer sus cochinadas a otra parte. —susurró Vida, ella sabía que ellos dos eran pareja desde que habían sido creados, pero... pero... Odio es demasiado bipolar.
—En fin, los dejamos par de tortolos —Amor dijo eso mientras que jalaba a Odio de la mano—, y tú, vamos a otro lado. Hay que terminar lo que iniciamos ayer.
—Ellos son raros —dijo muerte con una sonrisa—, me recuerda a nosotros. Sí, en ese tiempo cuando tú solo querías eso.
—¡Deja de decir mentiras! —Vida hizo un puchero—. Jamás te he pedido eso. Pero... podríamos ir a un cuarto y estar ambos solos...
Muerte se levantó del suelo, se sacudió toda la espalda que estaba llena de grama verde y le ofreció la mano a Vida para que esta se levantase, ella la agarró y se levantó, lo que no sabia era lo que estaba planeando su pareja. Él, espero a que se pusiera de pie para jalarla y abrazarla. La joven no vio venir ese movimiento y dio un pequeño grito que fue sellado por los besos de su pareja, la cual aprovechó para meter sus manos por los diversos lugares que permitia el vestido. Entre extraños sonidos Vida trataba de decir:
—Muerte, aquí no... Nos pueden ver. —Pero cada palabra que daba era sellada o por los besos del joven de cabello blanco o por los sonidos que involuntariamente salían desde el fondo de su garganta. Aunque ellos no podían observar, alrededor de ellos flores estaban naciendo y otras morían al tiempo; un suceso que normalmente pasaba cuando ellos hacían este tipo de cosas... Al fin y al cabo, aunque se amaran, era algo prohibido. Uno era el espíritu de la destrucción, aquel que acababa con las vidas, mientras que la otra era aquella de creación y dadora de vida—. Te... Te amo, aunque sea indebido y no debamos estar juntos. Muerte, te acompañaré hasta el fin de la existencia...
—Y yo a ti, mi pequeña primavera.
N/A
¿Quieren más historias de vida y muerte? :v
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