Capítulo 23: Agotado
Daga abandona la tienda y me quedo en silencio rechinando los dientes tras él no contestarme.
—Me molesta... —Digo dejándome caer en la cama.
Siento la mirada fría de Látigo clavarse en mi ante mi expresión sobre su amigo. Cosa que hace que hable.
—Le debes tu vida a Daga —dice en un tono fuerte y descubre mi cuerpo otra vez.
—Hizo daño a Nube, ella... Estaba llena de cuchillos por todo el cuerpo. Por su culpa —sentencio dándome la vuelta y sintiéndome cansado.
Su mirada acusatoria se clava en mí ante mis palabras.
—Lo sé, sé que ella me delató... Pero nadie se merece eso, que le hagan cosas como esa. Látigo, ¿no lo ves raro? —Comento apretando la sabana con mis manos.
Él suspira mientras cruza sus brazos sin dejar de mirarme, es como si así me respondiera.
—No me gusta... Que hieran a otros. Si hice aquello fue para defender a Nube... —Digo sin retroceder, a lo que él responde dándose la vuelta para sumergir el pañuelo en un recipiente con agua y ponerlo en mi frente—. No tienes que atenderme, no tiene sentido, por mucho que hagas esto no va a borrar los eventos de anoche.
Siento que en su interior está contando, siento que está aguantando el explotar. Nunca lo vi como alguien que se contuviera y ahora realmente lo veo en sus ojos, pero lo hace y se sienta en la cama.
—(Te acostumbras, es cuestión de tiempo) Man gewöhnt sich daran, es ist eine Frage der Zeit —comenta sin dejarme entenderlo.
—Quiero que hables mi idioma... No ese que no conozco. Necesito hablar de esto con alguien y sacarlo. Joder, mataron a un hombre delante de mí, lo vi, lo vi caer. Seguro haces algo por el estilo también. Látigo, yo no encajo en esto —digo con la voz temblorosa.
Siento que su mano posarse en mi cabeza acariciando mis cabellos. Es pesada, pero lo interpreto como un confort dentro de tanta oscuridad.
—Mi amiga... Dalia, ella desapareció aquí. Sabes... Es la mujer que amaba, la amé desde que soy un niño. Sé que ella nunca me correspondió e incluso, se casará en dos meses... Solo te pido eso. Si sigue viva, déjala ir... Déjala ir —digo sintiendo las lágrimas correr por mi rostro ante la posibilidad de ya haberla perdido.
La mirada de Látigo se vuelve fría de golpe, su mano se retira de mi cabello y pasa a mi mentón para obligarme a verlo. No me deja ocultar las lágrimas, no me deja ocultar la turbiedad de todas las emociones que se reflejan en mi rostro, me deja desnudo ante él.
—¿En serio? —Suelta en un tono más helado que el hielo, hace que intente bajar la cabeza, pero no me deja.
—Sí... Si liberas a Dalia me quedaré, si ella está viva me quedaré. Yo solo era un lustrador de zapatos afuera, uno que luchaba cada día por llevarse algo a la boca... Y nadie me miraba... —Digo tragándome las lágrimas, las cuales ahora corren por mi garganta—: Sin embargo, ella no, ella tiene un futuro.
Siento sus dedos clavarse con fuerza en mi mentón, el pañuelo con agua que está en mi frente cae en su muñeca haciéndolo reaccionar, termina por soltarme. Parece que eso le hace ser consciente de la fuerza que usaba.
—Te estoy pidiendo demasiado... ¿No? —Le digo parándome de la cama aun con fiebre, me cuesta ponerme de pie.
Se aleja a vestirse; empieza colocando su pantalón, luego su camisa y por último los zapatos. No hace más reparo en mí, solo sale de la tienda.
—Soy un idiota... —Se escapan las palabras de mis labios.
- - ┈┈∘┈˃̶༒˂̶┈∘┈┈ - -
Salgo de la tienda unos treinta minutos después, aun con el cuerpo cortado por los malestares. Se me olvidó un poco el hecho de que acá es difícil pedir así las cosas.
Mientras camino siento las miradas de los de la zona VIP posadas sobre mí, para luego recibir una nalgada.
—¡Pero si es mi amigo romántico! —Reconozco la voz, es la del anciano de la cabra.
—Perdone, señor, no estoy de humor... Realmente hoy solo voy a mi tienda para cumplir con las labores. —Ciertamente, me siento fatal, y no es solo físico, también es mental y sentimental.
—Tienes un careto demacrado... Parece como si una carreta de caballos te hubiese pasado por arriba y cagado —comenta yendo a mi paso sobre su cabrita.
—Si quieres tómalo como que discutí con Látigo... Creo que ahora no me habla y encima estoy en un callejón sin salida... Creo que no puede ponerse pe... —Mis palabras son interrumpidas por sus manos sucias puestas en mi boca, silenciándome.
—Shhh, no digas eso, siempre puede estar peor querido camarada, ja, ja, ja —dice antes de dejarme libre.
—Ya, pero realmente no sé cómo puede complicarse...
—Ya luego se le pasará, siempre puedes hablar las cosas, ja, ja, ja. Aunque con él eso está complicado —dice manteniendo el paso—: hace dos años que no habla fluido con nadie acá y nos evita, hace eso con todos menos Daga y ahora contigo.
—¿Por qué hace eso? —La curiosidad me gana.
—No está bien que yo te diga, si él no te ha dicho no tiene caso —me explica antes de separarse de mi camino.
—Con Látigo es difícil hablar... Pero no es eso, no fue por eso... —Dejo salir las palabras mientras él se aleja.
Mis ojos se posan a lo lejos en la tienda de Soga, Nube y mía. Sin embargo, solo pienso en el sinnúmero de preguntas que hará mi compañera sobre el paradero de Nube y el mío. No estoy para ello y tampoco creo poder enfrentar eso así que solo me dirijo a una zona apartada de las cabañas para sentarme en la inmediatez bajo un árbol bastante grande y de tronco enorme.
Me dedico a observar el jaleo tan cotidiano de este lugar, incluso llevo acá menos de una semana y realmente me divertía con algunas cosas. Incluso llegué a amar las alturas, acostumbrarme a las locuras de Látigo y sentir que tenía una familia con Soga y Nube como si fueran una hermana mayor y menor...
Pero... Olvidé para qué vine en algunos momentos y eso me pasó factura. Por culpa de eso dejé que este sitio me gustara y he llegado a odiarlo a la vez.
Yo no soy capaz de usar a inocentes así...
—Por favor... Que sea una pesadilla... —Digo en voz baja, cerrando los ojos por la fiebre bajo la sombra.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top