68. ¿MADRE?

ABBY POV'S

Podía escuchar a mi corazón bombardear con descontrol. Estaba caminando al lado de David en un hermoso jardín lleno de flores amarilla. Parecía una cita y eso me inquietaba.

Sin embargo, tenía que recordar algo:

No debo ilusionarme fácilmente, no debo ilusionarme fácilmente, no debo ilusionarme fácilmente.

—Abigail, tenemos que hablar de nosotros, ¿No lo crees? — me detuve con sorpresa al escuchar a David.

Debía admitir que mi corazón reclamaba estar a su lado... Pero...

Odiaba sentir esa angustia al saber que me ilusionaba inútilmente y no podía evitarlo.

—Mira Abby, yo...

—Déjame decirte algo —interrumpí.

No deseaba ilusionarme y llevarme una decepción.

—No tienes que sentirte presionado por mí. Sé cómo te sientes y no quiero hacértelo más difícil —mencioné con decisión.

Alice había jugado con fuego y terminó quemada. Yo no cometería ese mismo error.

—Así que me disculpo por haber sido tan intensa. No te buscaré más, David.

—Abby, yo...

—Mi profesora... digo, Rachele me dijo que hizo todo lo que estaba a su alcance y por eso ya no tenía ningún remordimiento. Muchas gracias por darme a mí la misma oportunidad — dije con una sonrisa. —Ah! Sí sé algo de Alice, yo te aviso de inmediato, ¿Vale? —David no respondió ni asintió, simplemente me observó sin comprender. —Adiós David.

ISABELLE POV'S

—Cariño ¿A dónde vas? —inquirió mi esposo al ingresar a nuestra habitación y deleitándose al verme guardar algunas de mis pertenencias en una maleta color curuba.

—A casa de mi madre —respondí organizando un mechón de mi castaño cabello que se había desorganizado al guardar mi ropa.

— ¿Puedo saber la razón? Últimamente viajas mucho a Cardiff —Christopher se sentó en una silla color lavanda que hacía parte de nuestra habitación desde hace unos días cuando la encargué desde Italia.

—Mi hermano me necesita —respondí con seriedad. No ignoré de la posibilidad que mi esposo haya escuchado el tono de preocupación que intentaba esconder.

— ¿El pequeño Andrew? —Christopher se levantó de mi nueva silla y se acercó a un cajón, en donde sacó una cajita blanca y luego se dispuso a sacar un encendedor de su bolsillo.

—No me gusta que fumes dentro de la casa —mencioné.

De forma patente, Christopher guardó nuevamente la caja de cigarrillos, a diferencia que esta vez, la caja descansó dentro de su blazer gris humo.

—Y no es tan pequeño ahora —comenté refiriéndome a mi joven hermano. —Puedo decir que ya es más alto que tú.

— ¿En serio? Vaya.... Hace años que no veo a tu hermano. Nuestra relación no es muy buena —dijo mi esposo elevando sus hombros en señal de nula importancia.

Y no se equivocaba. Andrew no sentía precisamente cariño y afecto por Christopher. Tenía que reconocer que mi hermano nunca olvidó lo que sucedió con Sam y deseaba que ese secreto permaneciera oculto en sus labios.

—Está mucho más alto ahora, y ya parece todo un hombre. Supongo que será un buen CEO—continuó cruzando la otra pierna y apoyando sus brazos en el espaldar del asiento lavanda. —Escuché que su compromiso se acabó. Era con la hija del señor Aaron ¿Cierto? Es una lástima, esa niña parecía ser un excelente partido incluso para alguien como tu hermano.

—Sí —susurré con falta de ánimo mientras terminaba de guardar mis partencias necesarias para mi residencia en la mansión Rickford.

— ¿Qué está sucediendo con Andrew?

—No está bien —mencioné sin detener mi labor. —Penas de amores —comenté para enfatizar todo lo sucedido en dos palabras.

— ¿Andrew Rickford está despechado? —dijo mi esposo con desdén de incredulidad. —Milagro que ese chico se preocupe por alguien más a parte de él mismo —cerré con fuerza la maleta dando a entender que su anterior comentario fue profundamente inapropiado. —Es mi cuñado, pero debemos admitir que ese chico es algo narcisista.

— ¿Ya terminaste? —espeté con sobriedad. —Estoy preocupada por él.

—Está bien... Dale un consejo de mi parte; el alcohol es una buena compañía.

— ¿Por qué los hombres se empeñan en creer eso? Ese consejo es la causa de que me vaya a Cardiff para tranquilizar a mi hermano — refunfuñé depositando mis manos en cada lado de mi cadera.

—Calma Isabelle...

—No me pidas que me calme. Estoy preocupada porque mi hermanito regresa a casa todos los días borracho y está follando más que un conejo.

—Que vocabulario —comentó con asombro al escuchar que mi refinado léxico fue tiznado por una palabra vulgar.

—Lo siento —musité.

— ¿La chica es la heredera de A.K? —preguntó levantándose de su asiento, y pronto, su lugar de descanso fue remplazado por el borde de la cama en donde residía mi maleta.

—No. Es otra chica —mencioné al recordar una sencilla y servicial Alice Lawler.

—Bueno, ¿Qué tanto la quería?

—No solo la quería. La amaba... No, la sigue amando. Ella es la primera y única mujer que mi hermano ha amado —murmuré observando a Christopher que me escuchaba con atención analizando cada una de mis palabras.

— ¿Cuánto tiempo vas a estar en Cardiff?

—Lo suficiente —dije con decisión.

Me intranquilizaba la salud y seguridad de Andrew y no podía viajar de Inglaterra a Gales cada vez que sucedía algo. Debía permanecer en Cardiff.

— ¿Lo suficiente hasta que Andrew esté bien? —asentí. —He conocido a ciertas personas con esa personalidad.

— ¿Esa personalidad?

—Sí, complejo de superioridad —explicó observando su reloj de Gucci el cual era mi obsequio de la pasada navidad. —Demasiado complejo de superioridad y egocentrismo.

—Continua —mencioné debido a que no estaba dispuesta a escuchar sus eventuales insultos hacia mi hermano.

—Cuando esa clase de hombres se enamoran de verdad, lo hacen con demasiado fervor e intensidad —explicó nuevamente, así que asentí con entendimiento. —Llega a ser más que amor. Se transforma en una obsesión, una razón de vivir.

— ¿Dices que Andrew está obsesionado con Alice?

—Llegan a amar a esa chica más que a ellos mismos. Su razón de vivir gira en torno de esa mujer —mencionó cruzando nuevamente su pierna. — ¿Vas a permanecer en Cardiff hasta que tu hermano mejore? —Asentí nuevamente. —Una sola maleta no será suficiente.

—Yo...

—Hay una reunión importante en el hotel. Debo irme. Luego te llamo cariño.

Christopher se enderezó y caminó hasta la puerta no antes de darme un beso de despedida.

(...)

—Sra. Isabelle, que agradable su presencia en la mansión —mencionó Henrick con formalidad inclinándose levemente.

—Permaneceré aquí por un tiempo. Quiero cuidar de Andrew —expliqué entregándole las tres maletas que arrastraba conmigo.

—Lo siento señora. El joven Andrew no está en la mansión —dijo Henrick encargándole mis pertenencias a una mucama.

— ¿En dónde está? —indagué entrando con libertad a la habitación de mi hermano.

Pronto un desagradable olor a alcohol invadió mis fosas nasales remplazando mi sensación de preocupación por uno de nauseas.

—En el motel Hilton Cardiff —informó Henrick con desasosiego en su mirada.

— ¿Dime que haremos? Estoy muy preocupada —musité en el borde de un gimoteo. —Sé que en cualquier momento él podría terminar desmoronado.

Christopher lo había mencionado. Andrew quería más a Alice que a él mismo. Si ella decidía marcharse de su vida, también se llevaría sus razones de vivir.

—Eso no sucederá señora Isabelle.

—No lo sé. Tengo un mal presentimiento de todo esto —sollocé mientras acariciaba el borde de mis ojos con el objetivo de no derramar alguna lágrima que arruinara mi maquillaje.

—Señora, por favor venga conmigo.

Confiaba ciegamente en el gerente de la seguridad de la mansión Rickford, así que no me vi forzada a tomar mi ligera decisión de seguir a Henrick Tanne.

Ascendí a la camioneta negra que se encontraba parqueada en la entrada del jardín principal de la mansión. Después de encontrar una posición cómoda, revelé mi celular para buscar el contacto de mi esposo, lo hice con la intención de anunciarle mi llegada a Cardiff.

Después de esperar 20 minutos, apoyé mi cabeza en el vidrio oscuro del automóvil y tomé la sabia decisión de cerrar mis ojos hasta el destino de llegada.

—Sra. Isabelle, hemos llegado —abrí mis ojos al escuchar la voz de Henrick y sentí una gran pesadez en mi hombro.

Observé detalladamente el lugar, el cual se hallaba a las afuera de la ciudad. Continué caminando hasta que fue visible una gran casa campestre decorada estratégicamente con colores cálidos que daban un aspecto agradable a la solitaria casa.

—Por aquí señora —seguí a Henrick hasta una gran puerta al final del angosto pasillo.

Con suma curiosidad y deseo de saber que había detrás de la puerta, no tardé en abrirla con intenciones de descubrirlo.

Un sonido seco de una máquina hospitalaria invadía el lugar rítmicamente. Aquel fastidioso sonido hizo que por inercia llevara mis manos hasta mis oídos con el propósito de disminuir la resonancia.

Seguí caminando observando el suelo de madera, sin embargo al escuchar aquel ruido latoso con mayor intensidad, decidí levantar mi mirada.

. . . .

Solté un grito sordo al verlo postrado en esa cama.

Mis piernas flaquearon y me vi obligada a sostenerme del muro que estaba al lado de la cama donde yacía mi padre.

Mi papá estaba vivo. Conectado a máquinas que lo ayudaban a respirar, pero estaba vivo.

Con escalofrió invadiendo cada parte de mi cuerpo, caminé lentamente hacia papá quien tenía rastro de una barba de 4 o 5 días.

Toqué su envejecida mano y pude reconocer con facilidad que esa era su mano. Sus uñas estaban arregladas y cada callo de su mano se conservaba en el mismo lugar. Con temor, tracé mi dedo sobre su rostro y sentí por sus mejillas un débil carraspeo que ocasionaba la futura barba.

Mi papá, ese era mi padre.

—Papá... papá... papi... despierta por favor. Te extraño, te necesito. Por favor despierta, mi hermano también te necesita. Por favor abre los ojos papá.

Pronto mis gimoteos se remplazaron por un fuerte llanto que invadió todo el lugar.

Mis gritos de desesperación y declaración se intensificaron a cada segundo que veía y tocaba la mano de mi papá.

Él estaba vivo.

(...)

— ¡¿Cómo pudiste hacer algo así?! —grité con desesperación al entrar a la oficina de mi madre.

— ¿No ves lo complicado que están las cosas y tú solo lo complicas más con tus gritos? — mencionó acomodando unos papeles sobre su escritorio.

—Mamá... —susurré, no obstante me detuve al sentir el desprecio de mi voz al llamarla de esa forma. —No, ni siquiera podré volverte a llamar así. —Helena levantó su mirada y frunció su ceño. —Que horrible, ¿Qué clase de persona eres? —gimoteé a causa de mis sollozos. — ¡¿Cómo fuiste capaz de caer tan bajo?!

— ¿De qué me estás hablando?

—¡¡Dijiste que mi padre estaba muerto pero en realidad está vivo!! —vociferé con todas mis fuerzas al sentir mi lloriqueo.

—Tú...

— ¿Cómo fue que me enteré? —interrumpí complementando su pregunta no formulada. — ¿Eso es lo que más te preocupa? Te hice una pregunta, ¡¿Dime hasta que día estabas pensando esconderlo y seguir mintiendo?! Dime porqué lo hiciste, ¡¡¡ ¿Por qué?!!!

—Tu padre lo hubiera querido así —mencionó con tranquilidad ignorando el hecho de que estaba masacrando mi corazón.

— ¿Qué demonios te pasa?

—Tu padre enfermó y quedó en estado de coma. Darell es la cabeza del famoso grupo Rickford, no podía dejar que todos lo vieran en esas condiciones —explicó como si esa fuera una razón lo suficientemente válida. —Mi orgullo jamás me lo permitiría.

— ¿Tu orgullo? —repetí mientras mis lágrimas descendían una seguida de otra. — ¿Escuché bien? ¿Me estás diciendo que le mentiste al mundo entero y a tus propios hijos por la muerte de mi papá y todo ¡por la culpa de tu estúpido orgullo!?

—Lo hice por el bien de tu padre —mencionó Helena con tranquilidad.

Solo era posible escuchar el sonido de mis sollozos hasta que la puerta de la entrada de la oficina fue abierta sin ningún aviso.

— ¿De qué están hablando? —un olor a alcohol se coló nuevamente en mi nariz y observé que el relajado rostro de mi madre cambió por uno de horror.

Giré mi rostro hacia la entrada y pude observar que mi hermano entrecerró sus ojos al verme llorar con tanto desespero.

—Andrew, por favor déjame explicarte —mencionó Helena conservando la tranquilidad que anteriormente había perdido. —Soy tu madre y nece...

—Te hice una pregunta así que responde —vociferó mi hermano haciendo que Helena guardara silencio.

Un dato que Helena y yo nunca debíamos olvidar era que la compañía estaba a total merced de Andrew. Él podía hacer, deshacer, y rehacer a su gusto, porque después de todo, la ley y su acta de nacimiento lo protegían de las garras de Helena.

Andrew era el heredero legítimo de toda la corporación y ni siquiera mi madre podía cambiar eso.

—Sígueme Andrew —murmuré secando mis lágrimas. —Es imposible intentar entender a esta mujer.

(...)

Henrick abrió la puerta de madera que nos separaba de la cama en donde descansaba mi papá. Por alguna razón, el desagradable olor que impregnaba el cuerpo de mi hermano fue desapareciendo, o quizás me había acostumbrado a ese aroma después de 40 minutos en el auto.

—Pase joven Andrew —mencionó Henrick con formalidad, así que Andrew obedeció sin ni siquiera imaginar lo que vería detrás de la puerta.

Las piernas de mi hermano fallaron haciendo un amague de caer al suelo, sin embargo Henrick fue más rápido y logró sostenerlo para evitar la caída recia.

—Lo siento joven, en verdad lo lamento.

No obstante, -y como la personalidad de mi hermano se lo permitía-, empujó con fuerzas a Henrick para después, volver a erguirse y observar a mi papá con asombro.

Sus turbos ojos azules comenzaron a opacarse y los bordes de sus ojos se tiñeron de un fuerte color rojo ocasionado por las lágrimas que retenía con fuerza.

—Papá —gimoteó abriendo y cerrando su boca mientras formaba un ligero puchero al evitar llorar.

—Andrew...

Detuve mi murmullo al observar que Andrew giró en dirección contraria y emprendió su camino hacia la salida de la habitación de papá.

(...)

Días después, me sorprendió nuevamente el cambio de Andrew, no era una faceta que me alegraba, pero por lo menos me tranquilizaba.

Se alejó del alcohol, las mujeres y los moteles y eso me generó una especie de satisfacción y por otro lado, comenzó a ir con más frecuencia al club de los F4.

Me alegraba que se estuviera abriendo con sus amigos. Ellos eran el apoyo que mi hermanito necesitaba en una situación tan compleja. No obstante, seguía pareciendo un muerto viviente.

Quería creer que el tiempo lo curaba todo, pero me estaría engañando a mí misma.

—Voy a visitar a papá, ¿Quieres ir a verlo? —musité al entrar al cuarto de mi hermano.

—Ve tu —murmuró saliendo de su habitación con sus ojos algo perdidos.

—Andrew regresa por favor —mis insistencias fueron vanas porque él seguía empeñado a cerrarse y no mostrar sus sentimientos.

Tomé la decisión de seguirlo y pude divisar que en la sala, Helena caminaba hacia su oficina. Fue inevitable que Andrew no pasara por la sala principal para poder ir a la salida de la mansión, sin embargo él no tenía intenciones de detenerse si no fuera por la voz de Helena.

—Andrew, ven a hablar con mamá.

Torcí mis ojos ante ese inoportuno comentario de Helena.

— ¿Mamá? —repitió mi hermano con ironía. — ¿De verdad crees que alguna vez fuiste una madre para mí? —Helena guardó silencio y frunció levemente su ceño. — ¿Por qué no dejas de actuar tan maternalmente? Presidenta Rickford.

Espetó antes de continuar su camino hacia la salida. Helena en respuesta abrió sus ojos y dio el amague de decir algo, sin embargo inmediatamente decidió guardar silencio.

KATHERINE PIERCE

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