67. LA ALICE DE ANTES

Caminaba por el muelle algo asustada. No conocía a nadie y tampoco veía a mis padres.

—Créanme, les estoy diciendo la verdad, ¿Por qué no me pueden creer? No miento —entre el bullicio de la gente pude reconocer a mi madre y una tranquilidad invadió mi cuerpo.

Iba a acercarme, sin embargo observé que ella estaba hablando con un grupo de mujeres, así que decidí conservar la distancia.

—No vayas a empezar de nuevo — dijo una mujer blanqueando sus ojos. —Si tu futuro yerno es tan rico, ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Eh? — indagó esa mujer con desprecio haciendo que mi mamá bajara su mirada.

—Lo más gracioso es que no inventaste sobre cualquier heredero, sino sobre el futuro presidente del grupo Rickford —continuó otra mujer con desdén de burla.

—Si eso es verdad, entonces mi nuera es la princesa de Babilonia — prosiguió con sarcasmo la tercera mujer que tenía unos tubos en su cabello.

Simplemente pude darme un golpe en la frente al saber que mi madre alardeó de algo que no sucedería. Yo sí conocía al futuro presidente del grupo Rickford, pero no me casaría con él.

Andrew no sería el yerno de mi madre. Y sí yo ya había aceptado que nunca más lo volvería a ver, mi mamá debía hacer lo mismo... al igual que mi papá y Max.

—Mi hija asiste a la institución Rickford, además yo he cocinado para Andrew Rickford. Debo de decir, que a él le gusta que desmenucen el pescado en su plato con arroz y le encantan los Arancini que yo preparo.

"¿Todavía tienes los Arancini que hice? También quiero comer el pescado que preparó tu madre, y la brochetas que compró tu padre. Yo nunca supe que era una familia. ¿Puedo ir de nuevo? Quiero ir otra vez, de hecho, quiero ir todos los días"

Mordí con fuerza mi labio al recordar la imagen de Andrew acuclillado al frente de mí mientras sostenía mi cintura. Lo extrañaba tanto.

—El heredero Rickford debe tener muchos chef's en su casa, ¿Enserio piensas que nos vamos a creer que él prefiere comer pescado con arroz? — la primera mujer rió con demasiada fuerza llamando la atención de las personas.

—Es enserio ¿Por qué no me creen?

—Bien, bien. Como tú digas, entonces pídele a tu maravilloso y millonario yerno que pague la deuda que tienes con nosotras —las mujeres se burlaron a grandes carcajadas haciendo que mi madre bajara su rostro de vergüenza.

—Deme uno de esos —un hombre de barba larga y traje envejecido interrumpió la plática de mi madre para comprar un pescado.

—Por supuesto señor —respondió mamá empacando el pescado y entregándoselo, sin embargo el señor (que al parecer estaba algo drogado) continuó su camino sin siquiera pagar. — ¿Quién es él? ¿Por qué no me pagó? Le reclamaría, pero ese señor está drogado. Que miedo, tal vez lleve una pistola o un cuchillo.

—Él llegó aquí unas semanas después de que ustedes llegaron —informó la mujer de los tubos en la cabeza. —Escuché que él era el presidente de una pequeña compañía llamada... ehmm, no me acuerdo, pero sé que se volvió pobre por culpa de la compañía Rickford. De un momento a otro, decidieron cortar lazos con la subcompañía y todos quedaron despedidos.

—Yo escuché que después de ser despedido, su esposa se divorció de él y le quitó a los hijos. Pobre, es un don nadie. Creo que se llama Rick Baker —prosiguió la segunda mujer en tono confidente.

Que grupo de chismosas.

—Yo creo que es muy triste —comentó mi madre.

—Yo creo que tu situación está muy difícil como para preocuparte por otros — riñó la primera señora.

—Tienes razón —murmuró mi madre levantando sus hombros.

Me vi obligada a continuar mi camino debido a que no deseaba estar mucho tiempo al lado de aquel sujeto drogado. Me causaba un poco de pánico.

— ¡Oh por Dios! ¡Alice! ¡Alice! —cuando me acerqué, mi madre me observó un poco confundida, y después de confirmar de que era yo, decidió gritar a todo pulmón mi nombre.

— ¡Mamá! —grité corriendo hacia ella. Pronto nos acobijábamos en un maternal abrazo.

— ¿Qué estás haciendo aquí mi Alice? — preguntó mi madre dando saltos de alegría.

—Vine a verlos —expliqué. Era por parte mentira pero en verdad sí los extrañaba.

— ¿Ella es su hija de la que tanto habla? — interrumpió la mujer de los tubo algo despectiva.

—Sí, sí. ¿Quieren ver? ¿Quieren ver? —mi madre rápidamente cogió mi maleta y abrió el equipaje para buscar con éxito el uniforme del instituto Rickford. —Ven, ven, Se los dije —las mujer abrieron sus bocas en señal de sorpresa al ver el logo del uniforme. —Alice, vamos a la casa a descansar.... ¿Les puedo encargar un momento mi puesto?

—Claro, claro —respondieron las mujeres al unísono con una gran sonrisa en sus rostros.

—Gracias —murmuré antes de emprender el camino con mi madre. —¿Dónde está papá?

—Pescando —respondió mirando al mar en donde había más de 5 botes.

— ¿Cómo es que mi papá está pescando?

—No teníamos otra opción. Nuestras deudas fueron creciendo... Max tenía que ir a la escuela y nosotros nos estábamos quedando sin comida. Fue muy útil la carne que nos enviaste, pero se ha terminado —murmuró a borde del llanto.

— ¡¿Y por qué no me dijiste antes?!

— ¿Para qué lo haría? No quería preocuparte.

—Pude haber dejado la escuela y encontrado un trabajo para ayudarlos —murmuré en rendición.

—Y es por eso que no debo decir nada. Tienes que graduarte de la preparatoria y graduarte de una  universidad.

Lamentablemente, esa ya no era una opción.

—Solo concéntrate en tus estudios y en enamorar más al joven Andrew —solté un suspiro y blanqueé mis ojos por su respuesta. — ¿Qué? Esa es la única forma de salir de esta miseria. Que Andrew Rickford se case contigo, ¿Sabes toda la felicidad que tendríamos viviendo en una gran mansión, sin preocuparnos de la comida de mañana o las grandes deudas? Además, vas en buen camino, mi yerno te quiere mucho y creo que la palabra matrimonio ha pasado más de una vez por su cabeza.... Eres nuestra única salvación.

—Mamá —la detuve inmediatamente. No deseaba lastimarla, pero ella misma había imaginado cosas que no sucederían. —No puedes estar hablando enserio.

—Oye, ¿Se puede saber por qué viniste a este lugar? —preguntó colocando sus brazos en forma de jarra.

—Los extrañaba mucho —me excusé. —A mi papá a Max y a ti.

— ¡Cariño, Alice ya regreso! —mi madre gritó a todo pulmón hacia el mar, sin embargo dudaba si él la había escuchado.

(...)

La comida era sopa de pescado con pequeños trozos de pescado. A pesar de ser muy sencillo sabía muy delicioso. Ya extrañaba la comida de mi mamá.

—En verdad lamento que no tengamos suficiente comida —susurró mi madre con una mirada afligida.

—Está bien. Estoy tan contenta con ustedes que puedo morir feliz.

— ¿Cuándo tienes que regresar? Ojalá no sea pronto — comentó mi hermano.

—Me quedaré bastante tiempo.

—No. Tienes que regresar a la escuela — interrumpió mamá elevando su voz. —No te preocupes por nosotros y solo cumple con tus tareas. Además no puedes descuidar mucho a mi yerno. 

Deseaba decirle la verdad, pero no quería destruir a mamá.

— ¡¿Hay alguien en casa?!

— ¡Hola!

— ¡¿Sra. Lawler, estás en casa?!

Escuchamos unos gritos que provenían afuera de la pequeña casa, así que mi madre frunció su ceño antes de levantarse para abrir la puerta.

—Buenas noches, que sorpresa —dijo mamá con asombro.

Más de 15 mujeres estaban en la entrada de la casa con muchas bolsas y platos con comida en sus manos.

—Oh! Mira, ella es la nuera de una familia rica — comentó con alegría una mujer algo subida de peso.

—Solo los ricos estudian en la escuela Rickford, debería tener muchos amigos  —continuó una señora con la nariz respingada.

— ¿A quién le importa los amigos ricos? Ella es la novia del heredero Andrew Rickford —prosiguió la mujer de los tubos en el cabello.

Mejor dicho, yo era la ex novia del heredero Andrew Rickford.

—Nunca creí conocer a alguien ligado a la empresa Rickford a pesar de que vivamos en el mismo país. Es un sueño hecho realidad.

—Sí, sí. Que emoción, mira lo que te trajimos — comentó una señora entregándome un plato lleno de pescado frito. — ¡Ah! Margaret, tranquila con el dinero que nos debes. Páganos cuando quieras.

— ¿Hablan enserio? — preguntó mi madre con sorpresa, así que la mujer asintió con una gran sonrisa.

Mujeres interesadas.

—Toma esto también. —otra mujer entregó una olla con arroz y pescado.

—Y esto.

—Esto es también es delicioso. Considéralo un regalo.

Pronto, la vacía casa estaba repleta de comidas hechas por las vecinas, quienes mágicamente dejaron de burlarse de mi madre para después traerle obsequios.

(...)

Mi madre movió la pequeña mesa plegable y colocó en la sala una gran colchoneta para nosotros cuatro.

Intentaba dormir pero mi conciencia y –en parte la tristeza- no me lo permitían.

— ¿Ocurre algo? —preguntó mi madre al ver que yo no cerraba mis ojos.

Las mamás parecían tener un sexto sentido. Siempre sabían lo que sus hijos sentían con solo verlos a los ojos.

— ¿No puedes dormir? —murmuré con la esperanza de cambiar el tema.

—No trates de engañar a tu madre.

—No me pasa nada —dije con una sonrisa. —Yo solo quiero vivir aquí contigo, con papá y Max.

— ¿Cómo? ¿Por qué? —preguntó sentándose en la cama improvisada. — ¿Qué pasará con Andrew y la escuela?

—Mamá, ya no hay nada entre Andrew y yo — murmuré.

— ¿Qué? —el rostro de sorpresa y decepción de mi madre hizo que me acobardara un poco, sin embargo, de todas maneras tenía que decirlo.

—Terminamos.

—¿Cómo que terminaron? ¿Él se casó con esa chica heredera? —estaba tentada a decir que sí, pero recordé lo que el Sr. Pierre me decía; más rápido cae el mentiroso que el cojo.

Ella podría enterarse en cualquier momento que la alianza de la compañía Rickford y la empresa A.K había terminado después de la ruptura de Andrew y Allie.

—No.

— ¿Entonces?

—Terminamos —repetí.

— ¿Él terminó contigo o tú con él? —preguntó frunciendo su ceño.

—Él terminó conmigo —mentí. —Supongo que se dio cuenta que somos muy diferentes.

—Yo te dije que fueras más amable con el joven Andrew —reprendió dándome una palmada en mi hombro. —Pero es algo raro que terminara contigo... Digo, Max me dijo que incluso él se mudó al lado de ustedes.

—Bueno, yo...

—Pero tal vez no es tarde, cuando él fue a nuestra casa, sus ojos reflejaban mucho amor y cariño —comentó mi madre soñadora. —Pueden revivir la llama del amor, todo no está perdido. Regresa a Cardiff y sé más atenta y amorosa con el joven Andrew. Dile que lo amas y prepárale ricos dulces, eso nunca falla.

—Mamá...

—Andrew es nuestra única oportunidad de salir de esta miseria, Alice —explicó mi madre con las falsas esperanzas de convencerme con eso. —Estoy pensando en ti, mi pequeña. Ningún otro hombre te hará más feliz que el joven Andrew.

Gracias por recordármelo mamá -sarcasmo- 

— ¿Por qué estás tan empeñada con eso? —interrumpí. — ¿No crees que es suficiente? ¿No recuerdas todo lo que nos ha pasado?

—Ah, bueno... ¿Prefieres que sigamos viviendo en este pueblucho vendiendo pulpo y almejas, y oliendo a pescado todo el tiempo? ¿Eh? ¡¿Prefieres eso?!

— ¿Y qué tiene de malo eso?

—Ay, mi Dios. Estamos arruinados —dijo mi madre en un sollozo desgarrador. —Estamos acabados, ¿Con que esperanzas seguiré luchando?

Mi madre comenzó a llorar y nuevamente se refundió entre las mantas de la colchoneta. Escuché sus sollozos y observé que la cobija no cubría bien sus hombros, así que decidí arroparla con el fin de calmarla.

—Déjame —sollozó empujando mi mano.

—Mami —susurré tocando su hombro.

—Solo déjame.

ABBY POV'S

Limpiaba las mesas del restaurante al mismo tiempo que soltaba uno que otro suspiro.

Parecía que la vida se entretuviera quitándome y regresándome las cosas. ¿No podía tener un minuto de calma?

Ahora, mi padre no lloraba de agonía por perder su trabajo, sino que lloraba de felicidad al ser ascendido como administrador general. Era en realidad una muy buena noticia, sin embargo no podía sentirme feliz porque en mi corazón seguía presente la ausencia de Alice.

Ni siquiera pude decirle un Adiós. Simplemente podía rezar por su bienestar.

—Te invito una hamburguesa —di un brinco de sorpresa al escuchar una voz a mis espaldas.

—David...

(...)

—Aquí tienes —comentó David depositando en la mesa dos bandeja con BigMac's, papitas y Coca-Cola.

—Gracias —murmuré.

— ¿Has tenido noticias de Alice? —negué con mi rostro.

—No, parece que se la tragó la tierra.

Ella no contestaba a mis llamadas, no veía mis mensajes y no respondía a mis correos.

Eso no se le hace a tu mejor amiga.

—Su celular sigue apagado, no tengo ni idea en donde se metió. No sé en qué estaba pensando cuando se fue de aquí —dije con exasperación.

—No te preocupes, seguro está bien — murmuro David con las esperanzas de subir mi ánimo.

Pero era un intento inútil.

Yo estaba muy preocupada por mi mejor amiga.

¿Alice estaba durmiendo bajo un techo? ¿Estaba comiendo bien? ¿No tendría frio?

—Abby, estamos hablando de Alice Lawler, ella está bien — comentó David, sin embargo solté la hamburguesa al escuchar que él me había llamado Abby y no Abigail.

—Pareces que conoces más a mi amiga que yo.

—Ya te lo había dicho, conozco a las mujeres —alardeó con una sonrisa ladeada.

Solté una pequeña risa al escuchar el comentario, sin embargo, pronto desapareció cuando observé desde el gran ventanal de McDonal's a un hombre caminar al lado de dos mujeres.

Aquel chico –que al parecer estaba borracho por su forma torpe de caminar – usaba unas oscuras gafas de sol, así que no pude reconocerlo con facilidad.

Pero finalmente lo logré.

Él era Andrew Rickford.

—O por Dios —dije con horror al verlo de esa forma.

David al ver mi cara, giró su rostro para ver lo que yo observaba con espanto.

—Demonios —maldijo en un susurro. —Andrew es un desastre —suspiró soltando el vaso de Coca-Cola que estaba tomando. —Dame un segundo. Debo de trabajar como niñera —comentó con burla.

—Ok —murmuré y pronto observé que David se levantó de la mesa y caminó hacia la salida.

Por mi parte, decidí comer una papita con salsa de tomate mientras veía que David trataba de hablar con –el borracho- de Andrew.

Finalmente, -después de unos segundos-, Andrew accedió a seguir a David.

La puerta del restaurante se abrió y de esta entró David seguido de Andrew quien caminaba torpemente con aquellas dos chicas que estaban igual o incluso más borrachas que él.

¿Quién demonios se emborrachaba a plena luz del día?

Decidí apartar mi vista de ellos cuando observé que la chica #1 comenzó a darle besos en el cuello de Andrew y la chica #2 acariciaba su pecho.

¿Ese es Andrew Rickford?

¿El mismo Andrew que Alice amaba?

—Lo siento —murmuró David observándome.

—Descuida —susurré para que no fuera audible para Andrew y aquellas chicas. —Hola Andrew —dije en voz alta con el fin de saludarlo.

—Hola... ¿Cómo es que te llamas? ¿Abigail? —hipó mientras se sentaba. Ambas chicas se sentaron a su lado.

Las dos mujeres parecían unas modelos de Victoria Secret. Eran rubias, con largas piernas, grandes pechos y una diminuta cintura.

—Si. ¿Cómo estás? —dije con el fin de llevar una conversación amena.

—Perfectamente —respondió con seguridad a pesar de que todos sabíamos que él mentía. —Hey David, ¿Qué haces en este lugar?

—Comiendo con Abigail —respondió David sentándose a mi lado.

Sentí que mi corazón bombardeó al tenerlo tan cerca. Antes, él estaba al frente mío, sin embargo, con la llegada –del no tan sobrio –Andrew, David se sentó a mi lado.

— ¿Comiendo hamburguesa? —comentó con asco al ver la hamburguesa de David con poco mordiscos. —Pensé que no te gustaban.

—Nunca quise probarlas. Eso es diferente —dijo David rápidamente. —Pero no saben nada mal. Creo que me gustan.

Un gran silencio invadió toda nuestra mesa. Nadie decía nada ni emitía un sonido a excepción de los chupones que generaban esas mujeres en el cuello y mentón de Andrew.

—Bueno, mi plan de la tarde no era estar en un restaurante de comida chatarra —mencionó Andrew estirando sus brazos en el espaldar del asiento. —¿Nos vamos?

—Si Andrew —respondieron en unísonos las dos –sexys- mujeres con voz seductora.

Escuché que Andrew soltó un quejito, así que con disimulo observé lo que sucedía; la chica #1 estaba masajeando la entrepierna de Andrew, así que yo con la cara roja como un tomate, decidí girar mi rostro hacia la hamburguesa y comencé a jugar con la cajita de esta.

—Nos vemos después David —comentó Andrew antes de levantarse de la mesa seguido de las miss pervertidas.

—Andrew, no causes otro problema. La próxima vez no voy a llamar a Isabelle —dijo David con seriedad.

Estaba tentada a preguntarle a que se refería con lo que dijo, sin embargo preferí no hacerlo debido a que eso no era de mi incumbencia.

Si no fuera por el estúpido de Andrew, mi mejor amiga estaría a mi lado.

Deseaba volver a escucharla quejarse de que su padre había apostado todo el dinero que tenía en una tonta carrera de caballos. Quería verla trabajar con tanto entusiasmo en el restaurante. Quería escucharla reclamar cada vez que yo le insistía que tuviera una cita.

Esa era la Alice de antes, la Alice que no había conocido a Andrew ni a los F4.

KATHERINE PIERCE

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top