65. MENTIRAS

ANDREW POV'S

Abrí impetuosamente la puerta de la oficina de mi madre, ella simplemente levantó su mirada al mismo tiempo que daba un sorbo de vino y guardaba unos papeles en un cajón con seguro.

—Te ofrezco algo —sugerí al ver que la bruja ignoró mi presencia.

— ¿Y qué es? —preguntó con interés dejando la copa de vino tinto encima de su escritorio.

—Lamento lo que pasó en la boda —ella bajó su mirada y apoyó su cabeza en los nudillos de su mano. —Pero, las relaciones con A.K no están todas rotas. Haré todo lo posible para resolverlo. Confía en mí

— ¿Ah, sí?  —comentó con una risa irónica. — ¿Y entonces? ¿Qué quieres a cambio?

—Si sigo castigado no es importante.

—Castigo o no. Hace unos días lograste burlar a seguridad. ¿Por qué debería confiar en tu palabra?

—Si quieres, contrata más guardaespaldas. Acepto eso— mencioné con firmeza sin dejar de coaccionarme de la bruja. —Pero...

— ¿Pero? —repitió después de mi eterno silencio. Mi madre y yo, sabíamos perfectamente por lo que estaba dispuesto a negociar.

—A Alice, déjala en paz.

— ¿Lo único que quieres es que la deje en paz? — mencionó juntando sus dedos y observándome con superioridad y preponderancia.

—A ella y a su familia.

— ¿Quieres que deje en paz a los Lawler? — repitió acercándose a su computador para después escribir algo.

—Así es — susurré achinando mis ojos.

—Lo prometo.

— ¿Qué? — murmuré un poco confundido. Eso había sido extrañamente fácil para ser un negocio con la presidenta Rickford.

—Prometo dejar en paz a tu queridísima Alice y a su familia. Solo debes cumplir con tu palabra. Serás un digno heredero. Harás correctamente tu trabajo.

—Lo haré.

Dar y recibir. Es la primicia básica para los negocios — dijo airosa.

El sonido de la impresora haciendo su labor hizo eco en la oficina y segundos después de expulsar dos hojas, mi madre las firmó y luego me las entregó.

—Léelo, y si estás de acuerdo fírmalo.

¿Qué clase de madre hace firmar a su hijo un contrato al hacer una promesa?

Fruncí levemente mi ceño y después de meditarlo una fracción de segundo decidí obedecer.

ACTA DE COMPROMISO

12-02-20_ _

Siendo las 10:23 am del día 12 de Febrero del año 20_ _ en la ciudad de Cardiff, se firma el presente acta de compromiso donde yo, la Sra. Helena Rickford, con ID _ _ _ _ _ _ natural de Gales, me comprometo a permitirle a la Srta. Alice Lawler con ID _ _ _ _ _ _ _ natural de Gales, un vivencia tranquila que no será alterada por Helena Rickford, también me comprometo a no perturbar la vida pacífica de la familia Lawler.

Este contrato también protege específicamente al señor Joseph, la señora margaret y el joven Maximiliam Lawler.

Dicho contrato será vigente, siempre y cuando el Sr. Andrew Rickford, con ID _ _ _ _ _ _ natural de Gales, prometa reanudar el lazo laboral con la compañía A.K, en caso de falla, el señor Andrew Rickford, deberá tomar de todas formas su cargo como heredero de la compañía Rickford en donde velará por su seguridad y su avance mundial.

El presente documento se firma entre los voluntariados y el testigo.

— ¿Y bien? —preguntó mi madre después de unos segundos. — ¿Lo firmaras?

Tomé un lapicero del escritorio de mi madre y escribí mi firma debajo de mi nombre y mi número de identificación. Repetí el proceso en la otra hoja que decía exactamente lo mismo, y por último, el gerente Tanne también firmó el acuerdo como testigo.

—Yo tendré la original. Puedes guardar la copia si así lo deseas — comentó mi madre entregándome la segunda hoja. La tomé con fuerza arrugándola levemente. —No olvides nunca lo que prometiste.

—No te preocupes.

Al finalizar, decidí entrar a mi cuarto –nuevamente- sin embargo una puerta entre abierta del personal de limpieza llamó enteramente mi atención.

Esa era la habitación en donde Alice dormía cuando se hospedaba en la mansión como sirvienta.

Al entrar, pude reconocer su olor impregnado en toda la habitación. A pesar de que ella no usara perfumes, poseía un olor singular y muy característico. Comencé a dar lentos pasos hasta llegar a un vestido de sirvienta colgado en la vacía habitación.

Ese era el vestido de mucama que Alice usaba.

—Joven, no es momento de estar así —solté rápidamente la manga del vestido al escuchar una voz femenina algo envejecida. Era mi nana —Después de varios años, ¿Y aún no conoce a su madre? No es momento para bajar la guardia— aseguró Ellen mientras se acercaba a paso lento con el bastón entre sus manos. — ¿Cómo va a liderar un grupo como Rickford, sí usted no puede proteger a la mujer que ama?

Cerré mis ojos y tomé nuevamente la manga del vestido entre mis dedos.

—Yo no crié al joven para que se convirtiera en un hombre tan infeliz — prosiguió. — Únicamente porque nació siendo hombre, no significa que actúe como tal. Una pérdida es inevitable. Pero no hay razón para darse por vencido, porque si huye, será vergonzoso. Con el tiempo superará cada obstáculo, por supuesto, vencerá sus miedos para convertirse en todo un hombre... Espero me entienda joven.

Nana tenía razón. Ella siempre había tenido la razón.

Con el paso del tiempo, aprendí que el mundo no era amable con nadie, y yo no sería la excepción...

Yo no debía tenerle miedo a fallar, debía tener miedo a no intentarlo.

—Gracias nana— susurré mientras me inclinaba a su pequeña estatura y la rodeaba entre mis brazos.

(...)

Estaba en mi cuarto observando la carta detalladamente. Mi madre tuvo que haber colocado algo entre líneas, pero no lograba comprenderlo.

Pero, después de estar más de una semana encerrado en mi cuarto no me sorprendería que afectara a mi cerebro.

— ¡Andrew vamos a divertirnos!

Y aquí comenzaba mi locura.

Fue lo primero que pensé al escuchar la chillona voz de Alice haciendo eco en toda la casa.

—¡¡Andrew vamos a divertirnos!!

Ahora escucho la voz de Alice.

Reí ante mis pensamientos mientras cerraba mis ojos. Era imposible que ella estuviera en la mansión gritando a todo pulmón.

—¡¡Andrew vamos a divertirnos!!

Fruncí mi ceño al escuchar el alarido de Alice demasiado cerca. Por inercia, mis pies me llevaron a la puerta, en donde la abrí abruptamente y escuché de nuevo aquel chillido.

—¡¡¡Andrew vamos a divertirnos!!!

Y allí estaba ella.

Con el brillo natural de sus ojos, con la forma particular de sus labios cuando sonreía y con su cabello oscuro que enmarcaba su pálido rostro.

— ¿Qu... qué haces aquí? — fue lo único que pude decir al impresionarme por verla allí, al frente de mi puerta. Tan real pero al mismo tiempo tan imaginaria.

—Andrew, vamos a divertirnos— repitió por undécima vez con esa sonrisa característica que solo ella podía esbozar.

Me extrañé al no ver ningún guardaespaldas, pensé incluso que era obra del destino que ya no jugaba a mi contra. Sin embargo no podía abusar de mi suerte.

Rápidamente sostuve su pequeña mano y la halé hasta la habitación para después cerrar la puerta cerciorándome que no hubiera un hombre de seguridad que le avisara a mi madre.

— ¿Cómo entraste? ¿Por qué estás aquí? — pregunté desconcertado. — ¿La bruja te hizo algo?

—¡¡¡Andrew vamos a divertirnos!!! — gritó nuevamente con todas la fuerza que sus pulmones le permitían.

Por inercia tapé su boca con mi mano para evitar que emitiera otro sonido que alertara al personal de la casa.

— ¿Estás loca? ¿Qué comiste?

—Andrew, vámonos de día de campo— sugirió soltándose de mi agarre.

— ¿Eh?

—El almuerzo— mencionó elevando una cesta de comida que traía en sus manos.

(...)

Salir de mi casa fue una labor excesivamente fácil a diferencia de la última vez que me había escapado para estar con Alice.

Y algo que también me sorprendió fue la simplicidad al coger uno de los autos de la mansión. No era algo propio de la bruja desproteger la casa de esa manera mientras yo estaba castigado.

Lo primero que cruzó a mi mente fue que ella asistió a un viaje de negocios y tuvo que disponer de los guardaespaldas para que protegieran las sedes de la compañía. No me convencía con totalidad esa hipótesis, pero era lo mejor que podía pensar y al estar al lado de Alice, lo que menos me preocupaba era saber lo que estaba haciendo la bruja.

Escuchar los alaridos de Alice al cantar a todo pulmón en el auto fue sorpresivamente gratificante. Solo deseaba escuchar su voz para saber que yo no estaba en alguna clase de sueño.

Alice deseaba ir a la playa, pero por obvias razones no podíamos ir a Cardiff Bay. Ese lugar era excesivamente cerca de mi casa y un lugar poco complejo para escondernos.

Así que preferí manejar por 3 horas hasta Anglesey.

Era una Isla rodeada de 125 millas de costa. Sus playas eran ideales para hacer un picnic y disfrutar del bello entorno.

Debía admitir que estaba tentado –en más de una ocasión- de soltar el manubrio del auto y besar a Alice como tanto lo deseaba.

Y quizás algo más, si ella accedía.

— ¡Ya llegamos! — chilló con emoción al tocar tierra firme. —Vamos, caminemos en la playa.

Durante todo el día, obedecí hasta sus más ridículas peticiones, y por alguna razón, solo me era suficiente al escucharla reír con diversión.

Eso era lo que necesitaba. Escucharla reír y no llorar.

—No mastico tan rápido — reclamó con la boca llena después de que se comiera un sándwich en dos mordiscos.

Por comer, me refiero a que yo cogí el sándwich y lo puse entre sus labios para obligarla a comer. Los últimos meses ella había bajado demasiado de peso y eso me inquietaba.

—Mi turno —refunfuñó cogiendo un sándwich, para después embutirlo en mi boca con el fin de que yo lo tragara. —Aquí hay, queso, salami, almendras, rollos de huevo, pan, frutas, verduras y los Sándwiches —comentó con orgullo mientras señalaba todo de la canasta. Por mi parte tomé una fresa y la puse entre sus labios.

—Vaya, hiciste los rollos de huevo —mencioné al recordar que ella prometió hacerlos hace algún tiempo... 

De hecho habíamos planeado tener una cita de día de campo antes de la muerte de mi papá. Antes de que me fuera de viaje por 6 meses, y antes de que todo se complicara. 

—Ese es mi pago porque me salvaste de la nieve. Yo te dije que te haría rollo de huevos e iríamos de picnic ¿No? — comentó con una sonrisa así que llevé a mi boca los rollos de huevos que sabían a lo más cercano a la gloria.

—Oye, no me dejaste nada de los rollos de huevos — refunfuñó.

— ¿Qué es eso? —pregunté señalando una cajita que llamó por alguna razón mi atención.

—No es nada— dijo rápidamente con nerviosismo y con intenciones de coger la caja, sin embargo yo fui más rápido.

Al abrirla un sentimiento de deja vú se coló en mi pecho.

— ¿Vas a decirme otra vez que los hiciste para otra persona, pero que te quedaron mal? —comenté con una sonrisa al ver las galletas que tenía o parecía tener mi rostro y mi cabello.

Eran exactamente iguales a las galletas que Alice me había preparado para San Valentín de hace un año.

—Nop. Esta vez voy a admitir que los hice para ti.

Después de eso, me acosté en sus piernas mientras ella acariciaba mi cabello. Nuevamente, su fragancia natural se colaba en mis fosas nasales y sabía perfectamente que su olor se había impregnado no solo en mi nariz, sino también en mi cabeza.

— ¿Hoy es un día especial? —indagué mientras caminábamos en la arena junto al mar que reflejaba el anaranjado del cielo.

— ¿Eh?

—No estoy seguro, pero ¿es así como se siente festejar un cumpleaños o ganar la lotería?

— ¿Estás contento? — preguntó inclinando su cabeza hacia mi brazo mientras caminábamos.

—Sí — en realidad deseaba que todos los días fueran así. —Ahora que lo pienso, es la primera vez que me pides una cita. Además no nos hemos peleado ni una sola vez.

—Tienes razón — admitió con una sonrisa.

—Entonces, ¿Te puedo preguntar algo importante?

—Sí, dime — comentó elevando sus hombros. Adelanté mi paso y me posicioné al frente de ella, así que yo estaba caminando a espaldas para poder observar a Alice. — ¿Por qué nunca me has dicho que me quieres?

Ella se detuvo, así que por consiguiente también lo hice.

—Yo sí te lo he dicho, muchas veces —admití observando el brillo de sus ojos marrones.

— ¿Tengo que... decírtelo con palabras? —preguntó con su rostro ruborizado, así que asentí.

Necesitaba escuchar esas dos palabras. Esas dos palabras que había demandado desde que la había conocido.

Alice y yo habíamos compartido y luchado contra tantas cosas uno al lado del otro. Nos habíamos abrazado, nos habíamos besado e incluso habíamos hecho el amor.

Pero ahora, lo único que necesitaba era escuchar esas dos palabras de su boca.

—Dímelo. Di que te gusto — insistí al ver que ella cubrió su rostro con sus pequeñas manos.

—Te amo.

Alice haló de las solapas de mi traje haciendo que yo me inclinara hacia ella. Un gruñido sordo salió de mi garganta cuando sus labios tocaron los míos. Nuestras lenguas juguetearon y competían por ver quién era más rápido, más profundo y más placentero.

Alice soltó un pequeño gemido y se separó unos segundos para coger aire notando mi cálida mano introducirse bajo su camisa. No tardamos más que unos instantes para unir nuevamente nuestras bocas. Esta vez en un beso lento y profundo que nos dejó a los dos sin aliento.

Había confirmado que esa era la mujer que yo amaría para toda mi vida.

No me importaban los comentarios de los demás. Solo la necesitaba a ella.

¿Qué no tenía dinero?

Que importaba, a mí me sobraba.

¿Qué no tenía status?

Con el mío era suficiente.

¿Qué no era inteligente?

Pues si ella pudo sobrevivir en la institución con todas esas humillaciones y logró cambiarme a mí y a los demás de F4, la inteligencia le sobraba.

¿Qué no era bonita?

Los que decían eso estaban ciegos. Ellos no podían apreciar el brillo de emoción de sus ojos cuando hablaba de lo que le gustaba, la forma particular en la que sus labios se curvaban al sonreír, su cabello oscuro que enmarcaba su pálido rostro, sus espesas pestañas y sus mejillas suaves...

Sus palabras aunque normalmente fueran transmitidos en gritos de exasperación, eran una de las tantas cosas que me gustaba. Pero quería no solo ser el responsable de sus quejas. Quería más.

Quería ser el causante de sus sonrisas, de su alegría, de su felicidad. Quería ofrecerle el mundo entero, que era lo que ella se merecía.

Sin darme cuenta, mi encaprichamiento fue transformándose en amor.

Alice era la primera y única mujer a la que amé y amaré. Así que no podía concebir una vida sin ella.

(...)

—Andrew, ¿Puedes detener el auto? — preguntó mientras aún faltaba una hora para llegar a Cardiff.

— ¿Aquí? ¿Por? — observé el lugar y no hallaba una explicación. Estaba de noche y quizás era un poco peligroso.

—Nada más detén el carro— insistió, así que obedecí al ver su mirada decidida. Parqueé el auto en la orilla de la autopista con el fin de no causar tráfico. — ¿Puedes abrir la cajuela?

Fruncí mi ceño, pero de todas formas lo hice. Presioné el botón para quitarle el seguro.

Alice abrió la puerta de su lado y se apeó para caminar hasta la cajuela en donde sacó dos maletas rodachines.

— ¿Y esas maletas? — pregunté con curiosidad. Ella había insistido en que yo manejara esa camioneta azul en específico, y por alguna razón, todo cobraba sentido.

Alice había guardado esas maletas en la camioneta, pero la pregunta era ¿Por qué?

¿Era alguna sorpresa o algo de plebeyos?

—Oye Andrew —Alice tomó un suspiro y mordió su labio. —No pienso verte nunca más.

— ¿Qué? —comenté con incredulidad.

—Hoy nos vimos por última vez.

¿Qué?

— ¿Estás molesta porque no peleamos en todo el día? Deja de bromear, no es gracioso.

—Esto no es broma — insistió.

— ¿Por qué lo haces? ¿Es culpa de la bruja? — pregunté contando mentalmente hasta 10 con el fin de no golpear a alguien.

—Te borraré de mi vida. Esa es mi decisión.

— ¿Qué?

—Te agradezco todo esto. Cuídate.

— ¿Qué sucede? —pregunté masajeando el puente de mi nariz.

1...2...3...4...5...6...7...8...

Eso no me calmaba.

— ¡Dijiste que me querías! — bramé. —Mi madre te hizo algo. ¿No es así?

—Ya te lo dije. Es mi decisión. Me di cuenta de algo muy importante. Tú y yo vivimos en mundos muy diferentes. Haberte encontrado fue como un sueño para mí... Pero ahora, es momento de volver a nuestra realidad.

—Estás mintiendo. ¡¿Dime por qué estás mintiendo?! — vociferé. —Dime que es, y me encargaré de todo. Si no me lo dices no puedo protegerte.

No lo comprendía. No entendía nada.

¿Por qué demonios Alice estaba haciendo eso?

Ella blanqueó sus ojos y caminó en dirección de un bus ensordecedor que se había estacionado para recibir pasajeros.

— ¡No te vayas! —grité entre el bullicio.

Aceleré mi paso y logré hacerme detrás de ella antes de que subiera los escalones del autobús.

Alice se detuvo y me observó... con desprecio.

—Dijiste que me amabas — susurré sintiendo un nudo en mi pecho. — ¿Esta es tu forma de amar? ¿Me dices que me quieres para luego terminar conmigo?

Había luchado por ella. Había sacrificado tanto por Alice.

Incluso a mi propia empresa. Estaba dispuesto a renunciar a la compañía si era necesario.

Así que no la entendía.

—Tal vez mi límite para amarte es este — dijo con sus ojos cristalinos. —No importa lo mucho que te ame. Esto es todo lo que puedo soportar.

Ahora solo podía recolectar derrotas y podía darle nombre a su dolor. Solo podía ver hielo en su mirada y sé que fui yo quien tropezó.

¿Qué había hecho mal?

Solo deseaba hacerla feliz.

—Dime una cosa. Aparte de ser el heredero de la compañía Rickford, ¿Alguna vez me viste como una persona normal?

—No — admitió con una sonrisa socarrona. —Para mí, siempre serás Andrew Rickford, el futuro presidente del grupo Rickford —espetó observándome sin titubear. —Fue algo que tuve presente desde el día en que te conocí.

¿Tal vez este era mi límite?

Alice subió al autobús y se sentó en los últimos asientos antes de que este emprendiera su camino a no sé dónde y a quién demonios le importaba.

Me odiaba a mí, y por alguna razón me era imposible odiarla a ella.

Odiaba haber creído que Alice era diferente.

— ¡Detenga el autobús! —grité corriendo detrás del colectivo que no tenía intenciones de detenerse. —Alice, ¡Alice! —palmaba con fuerza la ventana cerrada del bus, sin embargo Alice no se inmutó y simplemente permaneció su vista al frente.

Mis piernas no podían seguir el ritmo del autobús y pronto tuve que detenerme a mitad de la autopista.

Mi vista se tornaba borrosa e imprecisa. Solo me era visible su cabello oscuro que llegaba a mitad de su espalda.

¿Todo había sido una mentira?

¿Solo fui el heredero de una gran corporación para ella?

¿Alice solo me vio por mi apellido y no por mi nombre?

Mi problema fue haber esperado demasiado de una persona que no estaba dispuesta a sacrificar nada.

¿Abrazarla, besarla y hacerle el amor también fue una mentira?

¿Desde cuándo inició ese engaño?

No había beso más triste que aquel que no sabía que era el último. La cita de hoy era solo una despedida.

Era un adiós.

. . .

Pero de nosotros dos, ella perdería más que yo.

Quizás con el tiempo, podría amar a otras como la amaba a ella. Pero nadie amaría a Alice como lo hice yo.

Vota si te entristeció el capítulo, en 4 días publico la siguiente parte ;)

¿Por que crees que Alice se fue? ¿Será verdad todo lo que le dijo a Andrew?

KATHERINE PIERCE

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