64. CHICO MALO Y CHICA BUENA
ADAM POV'S
Observaba desde una silla plegable la caña de pescar alrededor del mar. Era fin de semana y mi abuelo y yo aún conservábamos la costumbre de salir a pescar a medio día, al igual que lo hacíamos hace más de 15 años.
Ninguno de los dos emitíamos algún sonido, pero muy en lo fondo, sabía que mi abuelo concordaba con mis pensamientos.
—Fue mi culpa —admitió con sus ojos cansados a punto de derramar lágrimas.
— ¿Qué?
—La muerte de tus padres. Fue mi culpa— susurró con dolor.
—Yo cubrí los ojos de mi papá— mencioné con voz alta reconociendo mi grave error. —Y un sujeto ebrio chocó contra nosotros... Si tan solo mi padre hubiera podido ver el auto...
—No fue tu culpa —repitió nuevamente en un sollozo. —El accidente no fue un accidente. Fue algo planeado.
Su confesión hizo que mis manos vibraran al igual que mi espanto. Un frío helado recubrió mi espina dorsal y me fue imposible emitir algo más que simples e incoherentes monosílabos.
—Querían atacarme a mí, y lo lograron al asesinar a mi hijo y a mi nuera —manifestó entre lágrimas sin consuelo. —Querían que se tomara la muerte de tus padres como una excusa política para comenzar un conflicto.
Era una labor imposible emitir una palabra. La verdad era revelada antes mis ojos y no me había preparado mentalmente ante esa posibilidad.
—Guardé ese secreto durante tantos años para no causar un conflicto civil. Eso hubiera sido el deseo de tus padres.
— ¿Por qué te alejaste de mí cuando más te necesitaba?
—No quería que te lastimaran, mi pequeño Adam. Me alejé de ti y renuncié a mi cargo de ministro para protegerte.
Al escuchar su confesión, un fuerte nudo de dolor explotó en mi pecho. Quería gritar y llorar, pero estaba demasiado espantado como para hacerlo.
—No sentí miedo ni remordimiento porque pensé que estaba haciendo lo correcto... Pero después me di cuenta de que era un arrogante. Tenía miedo de perderte también. No tuve en cuenta tus sentimientos. Debí haberte dicho la verdad, pero supongo que los años en que no te pude ver fueron mi castigo. El castigo que yo mismo me impuse.
—Abuelo...
—Viviste con una culpa que no te correspondía. Si no le hubieras tapado los ojos a tu padre, eso no cambiaría lo que sucedió, mi pequeño niño....
—Abuelo...
—Si muero, ya no tendré nada de que arrepentirme— susurró esbozando una sonrisa amarga que enmarcaba su envejecido rostro. — ¿Te puedo pedir el favor de que te hagas cargo de la fundación de Artes y la clínica?
Cerré mis ojos y mordí mi labio hasta sentir un difuso sabor a hierro en mi lengua. Deseaba confirmar que no estaba soñando.
—Tus padres deseaban curar las enfermedades del alma y el cuerpo, con música y medicina.
—No me siento preparado— confesé después de armarme de valor para poder hablar.
— ¡Ya pueden venir! ¡Preparé una rica sopa de pescado! —todos mis pensamientos y los de mi abuelo fueron abruptamente interrumpidos al escuchar el grito de Alice quien estaba sentada al lado de una gran olla.
—Esa jovencita grita demasiado— murmuró mi abuelo con diversión. —Vas a espantar a todos esos peces con esos gritos.
Mi abuelo y yo nos levantamos de las sillas y nos acercamos a una Alice risueña quien estaba sirviendo la sopa en las vasijas.
—Veamos, ¿La sopa está lista?
—Síp, aquí tiene— Alice en respuesta le entregó una cuchara a mi abuelo y le invitó a sentarse para poder apreciar la sopa— ¡Tarán! Pruebe, pruebe.
Él obedeció y tomó un sorbo de la sopa de pescado.
—Me la voy a comer porque no me gusta desperdiciar— comentó en tono bromista haciendo que ella riera aún más fuerte. —Hijo, vamos pruébala —recibí la cuchara de mi abuelo y me incliné para poder probar el caldo, el cual no sabía nada mal.
Debía admitir que Alice poseía cierto talento en la cocina hogareña, y eso me inquietaba un poco. No sabía exactamente por qué.
—Sabe casi igual a la sopa que hacía tu madre.
Abrí mis ojos en señal de sorpresa por lo que dijo mi abuelo y todo cobraba sentido. Me inquietaba ese sabor porque me recordaba a la comida de mi madre.
Y ahora que lo pensaba, Alice era muy similar a mi madre.
Alice me hacía recordar a mamá.
ABBY POV'S
Tomé un suspiro y miré la entrada del taller. Me sentía muy inquieta y nerviosa.
Debo entrar o no debo entrar.
¿Sería mejor solo regresar a casa y leer un libro?
Miles de probabilidades aparecieron en mi mente, pero sería imposible concentrarme en una lectura si estaba pensando en David.
¿Les ha sucedido que cuando leen un libro sumiso en pensamientos, no sabes que estabas leyendo hasta que te das cuentas que leíste toda una página entera?
Odiaba tener que leer muchas veces un mismo párrafo porque estaba pensando en otra cosa, y el que reinaba mis pensamientos era David.
Podrían pensar que yo era una tonta por seguir insistiendo con alguien que no iba a amarme. Supuestamente yo no cumplía sus estándares.
Pero simplemente no podía desaparecer después de lo que observé en la mañana. Él había llorado a gritos sin ningún consuelo.
Pero, tal vez, David necesitaba eso. Él necesitaba cerrar un capítulo de su vida para poder reabrir otro.
Reuní todas mis fuerzas y abrí la puerta y me sorprendí a ver a David descalzo encima de una pequeña montaña de barro y arcilla.
—Tengo una mala y una buena noticia. ¿Cuál quieres oír primero? —preguntó mientras seguía pisando el barro en medio del taller. Lo curioso es que aquel barro estaba tomando forma, al igual que las esculturas que David había hecho anteriormente.
—Bueno...
—Conozco tu estilo... ¿La mala primero? —sugirió, así que en respuesta asentí. —Probablemente no pueda ser tan bueno como antes— comentó elevando su mano derecha. —No estoy seguro que pueda recobrar mi anterior movilidad.
—Por supuesto que lo harás—motivé haciendo que él esbozara su típica y perfecta sonrisa. —Pero, ¿Cuáles son las buenas noticias? —pregunté.
Después de una mala noticia, lo único que anima es una buena noticia ¿no? Se necesita algo que balanceé las desgracias. Eso era la ley natural.
—A pesar de todo... seguiré haciéndolo. No voy a esconderme más. Gracias a una persona, me di cuenta que si me rindo, luego lo lamentaré— comentó haciendo énfasis en persona mientras me sonreía.
—David...
— ¿Qué dices Abigail? ¿Lo intentamos? —preguntó extendiéndome su mano, así que después de pensarlo durante breves minutos, me quité mis zapatos y caminé encima del barro.
Pronto, David me estaba explicando que debía hacer para moldear la gran escultura.
Juntos, lo estábamos haciendo. Solo los dos.
— ¿Cómo sabías que quería escuchar la mala noticia primero? —pregunté mientras moldeaba la arcilla.
—Porque a las niñas buenas le gustan los finales felices —tontamente una sonrisa se escapó de mis labios y de la misma manera, me resbalé con el lodo.
Sin embargo, antes de caer, David me sostuvo en sus fuertes y confortables brazos.
Era como mi príncipe azul de mis cuentos de hadas, o tal vez como mi príncipe oscuro de una historia nunca imaginada.
—Puede que yo sea un tipo genial, pero no soy un buen chico— susurró cerca de mi oreja y sentí que todo mi cuerpo vibró ante su voz y su esencia.
—Necesitas sacarte esa idea de la cabeza. Las chicas buenas no siempre buscan los chicos buenos.
Y tenía más de 100 libros que apoyaban mi idea. Una chica buena al lado de un chico malo. Eso era lo hermoso de la vida. Ambos necesitaban complementasen uno al otro.
Ese era mi caso y el de David. Él y yo éramos una balanza que nos nivelábamos. Yo era demasiado inocente y gentil, él era demasiado astuto y seductor. Ambos teníamos mucho que aprender del otro.
David fue inclinándose a cada segundo, al mismo tiempo que recortaba nuestra distancia. Mi corazón pedía a gritos sus labios y cerré mis ojos para dar comienzo a nuestra bella calamidad.
Lamentablemente –cosa del destino o no- aquel hermoso beso –nunca dado- fue interrumpido desgraciadamente por mi celular resonante.
Estúpido celular.
La vergüenza me consumió con demasiada rapidez. Sentí que me quemaba con su tacto, así que me separé en la fracción de un segundo para poder tomar mi celular y observar quien era el responsable de aquel desastre.
Mamá.
¿Era irónico pensar que las madres tenían un detector que avisaran cuando sus hijos estaban haciendo algo malo?
Porque al parecer, la mía había hecho un pacto con el diablo.
Blanqueé mis ojos y me excusé con David para poder contestar la llamada.
Que oportuna, mamá.
Pensé con sarcasmo al aceptar la llamada.
—Hola mamá.
—¿Hi..hija... do..donde estás? —preguntó entre sollozos que hacía imposible escucharla bien.
— ¿Qué?
—Re...regresa a... casa. Tu padre te necesita.
— ¿Qué sucedió?
—Lo despidieron. No tenemos más ingresos. Por favor ven a casa rápido.
— ¿Es cierto eso? —pregunté con confusión al escuchar los grandes sollozos de mi madre.
Esto me partía el corazón e inmediatamente las mariposas de mi estómago se ahogaron para remplazarse por un dolo en mi pecho.
ALICE POV'S
—Gracias a la ayuda de mucha gente, esta fundación cumple con su objetivo— comentó el abuelo de Adam mientras ingresa con orgullo al centro de Artes del Milenio de Gales. —Sin ellos, este sitio no existiría... Alice, ¿Quieres que te muestre lo demás?
—Sí— comenté con una sonrisa mientras admiraba la fundación. Era la primera vez que podía observar la estructura sin tener que limpiar sus ventanas, y ahora que lo pensaba, el Centro de Artes era bellísimo.
—Mira eso, ¿Es impresionante no? —mencionó el abuelo señalado unas escaleras en forma de las teclas de un piano, así que corrí rápidamente hacia ellas. —Suenan y todo—informó pisando un escalón haciendo que se reprodujera un sonido agudo.
—Es hermoso— comenté subiendo las escaleras con mucha diversión.
—Recuerdo que jugaba mucho en estas escaleras cuando era pequeño— dijo Adam observando las gradas con una sonrisa radiante.
Solo podía imaginarme a un pequeño Adam subiendo las escaleras mientras descubría su pasión por la música. El imaginarme eso, hizo que una sonrisa se escapara de mis labios.
—Esas son las salas de conferencias— informó el Sr. Philippe señalando un pasillo lleno de cuartos lujosos. —Un segundo —se excusó al recibir una llamada. — ¿Si diga?... ¿Me estás hablando enserio? —Adam y yo nos detuvimos al ver la preocupación del abuelo mientras atendía la llamada. — ¿Pero quién sería capaz? ¿Cómo demonios llegamos a esta situación?... ¡No! Pase lo que pase, primero está la fundación.... ¡Dije que no!
Todo sucedió en un segundo. Observé que el Sr. Philippe tocó su pecho al dificultarle respirar, y fue cuestión de segundos para que se desplomara en el suelo. Pude con rapidez sostenerlo antes de que cayera.
Él estaba teniendo un infarto.
—Abuelo Philippe, ¿Dónde está su medicina? — pregunté con preocupación, y él señaló el bolsillo de su camiseta, cogí el frasco de las pastas y obligué a que se las tomara con un poco de agua. — ¡Llama a la ambulancia rápido! —le grité con desespero a Adam quien seguía observándonos con espanto y horror.
(...)
—Adam, no quería que lo supieras. Él me dijo que estaría bien si se cuidaba.
"Niña, estoy bien. Conozco mi enfermedad. No tienes que preocuparte"
Recordaba lo que el Sr. Philippe me había dicho unos meses atrás. Esa fue la razón por la que hice que Adam y él vivieran juntos... Además le había prometido al abuelo que no se lo contaría a Adam.
— ¿Vamos a la casa y le traemos cosas? — sugerí al ver que Adam seguía con su mirada apagada sin ninguna expresión.
No sabía si él estaba triste, confundido o enfadado.
Ni siquiera deseó pasar al cuarto del hospital en donde estaba su abuelo dormido.... Quizás era mejor que no lo viera en ese estado tan débil. Con muchos cables en su cuerpo y con una espantosa mascarilla de oxígeno.
La situación estaba excesivamente difícil, y al parecer, las malas noticas aún no acababan. Al siguiente día, cuando fui al trabajo en el restaurante, Abby entre lágrimas me contó sobre el despido de su padre en una compañía de electricidad.
— ¿Tu padre no trabajó allí por más de 20 años? — curioseé observando a Abby con muchas lágrimas en su rostro. —Lo ascendieron hace poco, ¿Por qué lo despidieron?
—No lo sé— respondió con un nudo en su corazón.
No sabía qué hacer para apoyar a mi amiga. Si era cuestión de dinero, lamentablemente yo no podía ayudarla. Tal vez le daría mis ahorros, pero eso no era suficiente para sostener una gran familia como la de ella.
Sin dejar de pensar en cómo ayudaría a Abby, tomé un bus que me dejó cerca de la gran finca en donde residía el conocido del Sr. Tanne.
No observaba mejora ni decadencia y agradecí que el cuarto en donde él dormía, era muy diferente al hospital en donde estaba el abuelo Philippe.
Este lugar parecía un hogar, a excepción de las máquinas que le ayudaban a respirar al señor.
—Hola señor. ¡Soy de nuevo yo! —anuncié con un grito. Por alguna razón, cuando hablaba con él, acostumbraba a elevar mi voz.
Guardaba la esperanza de que él me escuchara.
— ¿Quieres escuchar otro cuento? —pregunté retóricamente y tomé el libro de la mesa de noche. Ojeé rápidamente algunas páginas y por decisiones del azar me detuve en el texto, El libre albedrío. —Algunos lo han llamado el mayor regalo otorgado a la humanidad. Es nuestra capacidad para controlar lo que nos ocurre y exactamente cómo nos ocurre. Somos los dueños de nuestro destino y nadie nos puede imponer su voluntad a no ser que nosotros lo permitamos.
Personalmente concordaba con esa cita. Desde mi punto de vista, nosotros controlamos a nuestro destino.
— ¿Crees en el libre Albedrío? Yo sí.... Aunque creo que tomar las decisiones correctas es un poco difícil— comenté cerrando el libro. —Hay decisiones más importantes que otras, pero de todas formas, todas tienen sus consecuencias.
Me levanté de la silla y guardé el libro. Mientras regresaba al asiento, decidí sacar el celular y llamar a Abby... Sin embargo ella no contestó. Todo esto me generaba mucha preocupación.
—Estoy llamando a una amiga. Estoy muy preocupada por ella. Su padre fue despedido del trabajo de casi toda su vida— comenté al guardar mi celular. —Él ya es muy adulto, no creo que sea fácil conseguir empleo a esa edad— susurré mientras mordía mis uñas.
Observé el reloj y me di cuenta que debía ir rápidamente al hospital. El tiempo era algo que avanzaba a gran rapidez.
—Lo siento, debo irme por hoy. El abuelo de un amigo está enfermo y debo ir a visitarlo. Nos vemos después.
Salí corriendo de la finca y tomé un bus para que me regresara a la ciudad, específicamente al hospital en donde residía temporalmente el abuelo.
— ¡Abuelo Philippe! —chillé con emoción al verlo sentado en la cama leyendo un libro. Observé que Adam estaba a su lado, de igual manera; leyendo un libro.
—Alice, me alegra mucho verte— mencionó el abuelo guardando el libro de portada azul.
— ¿De verdad? ¿No me digas que me extrañabas? — curioseé de manera burlona.
— ¿Estás loca o qué, niña? — gruñó con una sonrisa que lo delataba. —Alice, ya que has venido, ¿Serías tan amable de sacarlo? — preguntó haciendo un gesto con su rostro para referirse a Adam, quien rápidamente levantó su cara del libro. —Ha estado sentado aquí todo el día, y ya me siento... ehm... claustrofóbico.
Observé que Adam soltó una pequeña sonrisa y continuó con su lectura.
— ¿No me oyeron? ¿Por qué no salen a pasear? No pueden desaprovechar un clima así— insistió el abuelo elevando su voz. —Egh, son patéticos, sí que son extraños.
Adam levantó nuevamente su rostro y me observó, yo solo hice un ademán para negar.
— ¡Salgan de aquí ahora, mocosos!
Después de aquella impetuosa orden del Sr. Philippe, Adam y yo nos resignamos a obedecer sin rechinar. Por lo menos me alegraba que el abuelo Philippe tuviera ánimos como para gritar.
Sí sus pulmones funcionaban de esa manera, no significaba nada malo.
El siguiente cap es un POV'S de Andrew y será más largo que los demás capitulos. Vota si te gustó :) Dedico al primer comentario
KATHERINE PIERCE
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