63. BELLÍSIMO PROBLEMA

Caminaba con profundo cansancio pero me motivé al ver entre la multitud a cierta cabellera ondulada que tanto reconocía.

—Hola —mencioné con una sonrisa haciendo que Andrew levantara su mirada y me sonriera como únicamente él sabía hacerlo, sin embargo su sonrisa se esfumó al ver al niño de 5 años que yo estaba cargando.

— ¿Qué es eso?

—Querrás decir quién —corregí después del desprecio de Andrew hacia Freddy. —Es un niño.

— ¿Y por qué demonios lo trajiste a nuestra cita? —espetó un poco enojado y pude escuchar el sniff de la nariz de Freddy.

Oh no! Pronto lloraría.

—Freddy, ¿Por qué no vamos a ver los animales? —sugerí señalando el sector de los osos y Freddy inmediatamente dejó de lagrimear.

—Ya se me hacía extraño que me citaras en el zoológico —refunfuñó Andrew después de soltar un suspiro.

Fue mi idea de que nuestra cita fuera en el zoológico debido a que Freddy estaría con nosotros.

Pero, de todas formas, el lugar era lo menos importante.

— ¡Vamos a ver a los flamencos! —comenté con alegría mientras saltaba con Freddy hacia el espacio de dichos animales.

— ¡Hay muchos! —gritó con alegría mientras señalaba las aves rosas de largas patas.

Freddy era adorable, ahora entendía porque mi abuela le gustaba apretar mis mejillas cuando era una niña.

Yo seguía cargando a Freddy en mis brazos hasta que sentí que Andrew lo cargó, observé que lo dejó en el suelo y luego se acercó nuevamente a mí para depositar su mano derecha en mi hombro.

Obviamente me fue imposible no soltar una fuerte carcajada.

¿Era posible que alguien de 20 años sintiera celos de un niño de 5?

Seguimos viendo más animales, como las jirafas, los osos, los delfines y mucho más. Freddy se estaba divirtiendo demasiado, y aunque deseaba estar más tiempo con Andrew, simplemente no podía dejar de lado al pequeño.

— ¿Segura que estás bien? —preguntó Andrew por milésima vez en el día.

—Si.

—Aunque no lo estuvieras no me lo dirías —refunfuñó mientras me entregaba un helado de vainilla y a Freddy uno de chocolate. —Necesito que seas sincera conmigo. Me preocupa lo que pueda suceder.

— ¿A qué te refieres?

—Conozco a la bruja, y sé que está planeando algo para vengarse —murmuró observando su vaso de café. —No voy a dejar que se salga con la suya —le sonreí amargamente a Andrew. Quería que él pensara que yo estaba bien, pero era una completa mentira. Tenía miedo del próximo movimiento de la Sra. Rickford. —Voy a protegerte, no tengas miedo.

—No lo hagas.

— ¿Qué?

—No me protejas. No me gustan las relaciones en donde uno tiene que proteger al otro. Es injusto —murmuré observando el helado. —En los últimos meses recibí mucho apoyo de los F4 y de Allie. Quiero que estemos en igualdad de circunstancias. Tenemos que vivir lo bueno y lo malo de una relación.

— ¿Sabes qué?

— ¿Qué? —comenté en tono de burla.

—Admito que no hay nada de ti que no me agrade, y lo digo enserio Alice —sentí que la sangre ascendió a mis mejillas, así que tontamente le sonreí. — ¿Qué? —preguntó Andrew al ver que Freddy comenzó a jalar de su garbandina.

— ¿Qué pasa Freddy? —pregunté acariciando su cabello.

— ¿Por qué esa cara? ¿Qué te pasa? —insistió Andrew acuclillándose para estar a la altura de Freddy... Aun así, Andrew era mucho más alto.

Solo pude observar que el niño le susurró algo al oído de Andrew y él abrió sus ojos con sorpresa. Freddy simplemente rió.

— ¿Y porque te causa gracias? No lo puedes hacer aquí —mencionó Andrew con diversión. —Espera, hay que llegar al baño —fue lo último que escuché antes de ver a Andrew correr con Freddy en sus brazos.

Hubiera amado grabar eso.

Era demasiado tierno.

Después de unos minutos, observé que Andrew regresaba con Freddy tomados de la mano, y Freddy en su mano libre cargaba un algodón de azúcar.

— ¿Ves eso? Es muy lindo.

—Es muy guapo.

— ¿Ese será su hijo? ¿Debería acercarme?

— ¿Estará soltero? Que sexy.

Ante los comentarios de las desvergonzadas mujeres que observaban a Andrew con lujuria, decidí acercarme a él, para luego cargar a Freddy en mis brazos.

Minutos después, nuevamente estábamos observando más animales a petición del pequeño Freddy.

—Mira lo que está allí —mencioné mientras señalaba a un búfalo. — ¿Lo puedes ver Freddy?

—Sipi —respondió mientras yo lo cargaba y Andrew acariciaba su cabello. — ¡Leones! —chilló con emoción al ver la jaula de leones, así que caminamos hasta ellos, sin embargo el muro era demasiado grande y mi altura hacía que Freddy no pudiera verlos. —No veo. No veo leones.

Andrew observó la escena con ternura y decidió cargar a Freddy en sus hombros.

Podría decir que a Freddy le encantó ver los leones, pero estaría mintiendo.

Se entretuvo más jugando en los hombros de Andrew. Las personas simplemente podían admirarlos.

Andrew parecía un padre. Un padre ejemplar que amaba a su hijo.

— ¿Te estás divirtiendo? —le pregunté a Freddy mientras estiraba mi mano para poder alcanzar la de él, debido a que se rehusaba a bajar de los hombros de Andrew.

Pero eso no le molestó a Andrew a pesar de estar caminando. Él lo estaba disfrutando.

No era la cita que teníamos planeada, pero fue sencillamente hermosa.

—¡¡Me estoy divirtiendo mucho!!

Al finalizar el día, caminábamos en dirección a la clínica para regresar a Freddy con su madre. Mientras avanzábamos simplemente observaba con ternura a Andrew cargar un dormilón de 5 años.

— ¿Viste eso? ¿Será el hijo de ellos?

—Que ternura, aunque son muy jóvenes.

Estábamos caminando en una solitaria calle, a excepción de dos señoras adultas quienes no disimularon en tomar una foto de Andrew cargando a Freddy.

—Esto es extraño —murmuró Andrew mientras caminaba. —Parece un sueño... uno que tuve hace tiempo —comentó con una sonrisa y eso hizo que yo esbozara una aún más grande. —Pero a diferencia de mi sueño, este niño sí que está pesado —dijo con diversión refiriéndose al pequeño-y no liviano Freddy-

Todo lo que estaba sucediendo parecía tan irreal y difuso.

Siempre pensé que yo era una persona fuerte. Que sabía distinguir entre lo que merecen la pena y los que no. Estaba convencida de que nunca me dejaría engañar, que mi orgullo superaría todo lo que se pusiese en mi camino.

Pero entonces, llegó él.

Andrew apareció con su sonrisa egocéntrica y sus comentarios que cambiaban mi ánimo a su antojo.

— ¿Que sucede Nathan? —masculló Andrew después de escuchar el tono de su celular. — ¿La bruja lo descubrió?... Pensé que lo de Londres le tomaría más tiempo... Yo...—Andrew me observó, así que le brindé una sonrisa.

—Anda ve —le insistí. No deseaba que Andrew tuviera más problemas por mi culpa.

Él con resignación me entregó al pequeño dormilón –el cual estaba muy pesado-

—Nos vemos —susurró inclinándose a mi altura.

Nuestras narices se chocaron. Ambos sentíamos nuestras respiraciones, cerramos nuestros ojos y finalmente nos besamos.

Nuevamente sentí el caos más hermoso del universo.

DAVID POV'S

Caminé alrededor del taller y me fue imposible no detenerme en el cuadro de rompecabezas que decoraba estratégicamente un rincón de la casa.

Aquel objeto era mi recuerdo más preciado.

Con la yema de mis dedos rocé las fichas que resaltaban con la letra D y R y una sensación de vacío inundó cada parte de mi ser.

FLASHBACK

Parecía como si cientos de personas martillaran mi cabeza una y otra vez sin querer descansar.

Suponía que era culpa de la anterior noche al haber accedido salir con Nathan.

Usualmente controlaba mi límite hacía el alcohol. Resistía mucho más que Andrew y obviamente más que Adam, sin embargo la noche anterior ni siquiera me preocupé por saber cuánto había bebido.

Además, combinar más de un trago solo significaba una resaca segura.

Observé que el reloj de mi muñeca marcaba las 19:00, normalmente salía a esa hora, sin embargo la resaca no disminuía y opté por que la mejor decisión sería dormir plácidamente.

—♪Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti♪

Al abrir la puerta de mi casa, tuve que detener mis pasos al deleitarme por una delicada mujer de cabello castaño que caminaba con un pastel en sus manos.

La habitación estaba en completa oscuridad, a excepción de las velas encendidas de aquella torta que Rache cargaba con delicadeza.

—♫Feliz cumpleaños querido David, feliz cumpleaños a ti ♫— Rache esbozando una cálida sonrisa se acercó paulatinamente hacía mí, al mismo tiempo que cantaba la reconocida canción. —Pide un deseo y sopla las velas.

Sin objetar, debido a que no solía celebrar mi cumpleaños de una manera tan tradicional, me incliné a la altura de las velas, y sin rechinar, las soplé.

No medité ni curioseé por mi deseo, debido a que ya se había cumplido.

—Aquí está tu regalo —informó, así que hábilmente encendí el interruptor que estaba a pocos centímetros de mi brazo.

Sin preguntar, abrí la bolsa de regalo y divisé un rompecabezas hecho de cerámica, las fichas tenían diferentes letras del abecedario, pero en su centro, resaltaban dos letras en específico.

La R y la D.

El rompecabezas de cerámica estaba pegado en un marco, y las únicas fichas movibles eran aquellas dos que resaltaban. Con curiosidad, observé el reverso del marco y leí un emblema en letras cursiva.

"Un encuentro, una oportunidad"

Toqué la escritura con peculiaridad, y fue cuestión de segundos para que Rache explicara la razón del emblema.

—Es algo que se presenta una sola vez en la vida.... Un encuentro especial.

FLASHBACK END

Cerré mis ojos mientras acariciaba la cerámica y hacía un esfuerzo sobrehumano para no caer en llanto.

Inhalaba y exhalaba sonoramente al mismo tiempo que pestañaba repetitivamente.

Dolía tanto amarla sabiendo que ya la había perdido. Me lastimaba tanto su ausencia en mis brazos.

—David —abrí mis ojos al escuchar una voz delicada haciendo eco en el taller.

— ¿Abigail? —la observé con sorpresa y en una fracción de segundo estaba a su lado al escucharla respirar sonoramente y ver las grandes bolsas oscuras debajo de sus ojos verdes. — ¿Estás bien?

—David, tardé mucho... pero te juro que lo encontré.

Fruncí levemente mi ceño ante su confesión. No entendía en ese entonces a lo que ella se refería, y solo me preocupaba ver el estado exhausto de Abigail.

Después de unos minutos en donde ella logró descansar, insistió en que debía seguirla. No estaba seguro de lo que sucedía, pero solo sabía que no era correcto dejarla sola en ese estado.

Sin rechinar más, decidí acompañarla y me sorprendí al ver que eran las 6:40 am.

A las 6:58 am, estaba en la azotea Pierhead Building, un edificio histórico situado en la bahía de Cardiff. No estaba en mi comprensión la razón por la que yo estaba en la terraza de aquella edificación tan temprano en la madrugada.

—Ya van a ser las 7—aseguró Abigail con una pequeña sonrisa después de observar su reloj. Segundos después, sentí que sus pequeñas y delicadas manos cubrieron mis ojos.

Pequeños rayos de luz provenientes del sol se colaron entre los dedos de Abigail y después de otros eternos segundos, ella alejó sus manos de mi rostro.

Fruncí inconscientemente mi ceño mientras acostumbraba a mis ojos a aquella luz impetuosa y lo primero que logré observar fueron varios carteles publicitarios que ocultaban rastros del sol.

Sin embargo, en unos breves segundos, la luz logró cubrir parte de los carteles, así que solo fue posible leer unas letras que formaban una oración.

"Te amo David"

—Ese día, el sol salió a las 7 de la mañana y solo lo puedes ver por unos cuantos segundos. Ese era el mensaje que quería darte Rachele.

Escuché difusamente las palabras de Abigail y al sentir que el suelo se derrumbaba ante mis pies, inconscientemente caí en mis rodillas.

Un intenso dolor en mi pecho se incrementaba a cada segundo y me fue una labor imposible controlar o regular mi respiración agitada.

Un encuentro, una oportunidad.

Es algo que se presenta una sola vez en la vida. Un encuentro especial

— ¡Tonta! ¡¿Por qué lo hiciste tan complicado sí sabías que yo era un idiota?! —gruñí y vociferé con mis fuerzas arrodillado en la azotea con una mano en mi pecho. — ¡Tú lo sabías mejor que nadie en el mundo! —lloraba y gritaba las cosas que siempre había callado. — ¿Por qué lo hiciste tan complicado?

Siempre la había considerado como un problema de matemáticas que tenía una solución compleja, pero no estaba al alcance de mi imaginación que Rachele sería un problema sin solución.

Un bellísimo problema que desgarraba mi alma.

La brisa, una vez que pasa, no puede regresar al mismo lugar.

Gritaba, lloraba y gritaba aún más fuerte, como si la única labor de mis pulmones fuera hacer emitir esos sonidos.

En cualquier otra ocasión hubiera sentido vergüenza ante Abigail por mostrar una faceta tan débil y bochornosa en donde hice a un lado mi coraje... Pero en esos momentos no pensé en nada.

Solo en que fui el idiota más grande del mundo.

Por un simple error la había perdido.

Y no fue hasta ese momento en que comprendí la gravedad de mi error.

Solo necesitaba la luz cuando esta se había apagado. Solo extrañaba el sol cuando comenzaba a nevar. Solo odiaba la carretera cuando estaba lejos de mi casa.

Y solo sabía que la amaba tanto cuando la había dejado ir. 

KATHERINE PIERCE

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