62. ETAPA DE CRISIS

1 SEMANAS DESPUÉS

—Vuelva pronto —mencioné antes de ver al cliente irse del restaurante de avena.

—Últimamente no hay mucho trabajo —murmuró Abby sentándose en una silla con la mirada un poco perdida.

—Sí —susurré mientras observaba un periódico en la parte de la finca raíz. Nuevamente me encontraba buscando una habitación en que vivir.

Obviamente no podía seguir viviendo en la mansión Rickford.

— Esta vez ¿Solo porque no vienes a mi casa? ¿Cuál es el punto de seguir buscando? Esa bruja destruirá tu casa o te echará en medio de la noche.

—Debería empacar mis cosas —recordé que mis pertenencias estaban en la mansión Ricford y yo no deseaba volver a poner un pie en esa casa. Me causaba algo de escalofríos. —Estoy en muchos problemas —murmuré observando el periódico, hasta que escuché la campanita que anunciaba la llegada de un cliente.

—No hay necesidad de eso —me alerté al ver que la Sra. Rickford cruzaba la entrada acompañada de 4 hombres de seguridad.

Todo esto me inquietaba aún más. Hace una semana que no hablaba con Andrew. Él no atendía mis llamadas ni respondía a mis mensajes. Nathan dijo que solo debía esperar, Andrew estaba cruzando una situación un poco difícil.

—Sabía que eras un tipo especial de chica, pero nunca te vi como alguien que pretendía ser inocente pero que hiciera cosas maliciosas a las espaldas de las personas —comentó después de que un hombre dejara dos mochilas encima de la mesa —Cada día me sorprendes —espetó con dureza pero sin perder la paciencia.

Yo solo pude bajar mi mirada y recibir calladamente todos los insultos de la Sra. Rickford.

—Fue mi culpa haber dejado que todo avanzara de esa manera —mencionó bajando el tono de su voz. —No sabía que lo lamentaría tanto.

—Disculpe, pero ¿Por qué trata a Alice de esa manera? —interrumpió Abby sin titubear, así que rápidamente me alarmé. —Alice no ha hecho nada malo... —tomé la mano de mi amiga con el fin de detenerla.

Me causaba algo de miedo de que la Sra. Rickford actuara en contra de ella.

—Si tienes ojos, mira esto —espetó arrojándome un periódico.

Observé que había una foto de Andrew y Allie, así que decidí leer el título de la noticia.

"Devastadora consecuencia tras la ruptura de un gran compromiso"

Tenía un cierto miedo de seguir leyendo el artículo, pero de todas formas lo hice al sentir la presión de la mirada de Helena Rickford.

"La fusión de la compañía Rickford y A.K ha roto, esto ha llevado que las acciones del grupo Rickford en los mercados Americanos haya bajado considerablemente. El grupo Rickford había planeado convertirse en parientes políticos de A.K, ahora, debido a que el compromiso se rompió, la corporación Rickford cruza una etapa de crisis tras haberse expandido."

— ¿Sabes cuantos problemas has causado? —gruñó enfurecida y me era imposible no temblar sutilmente. —Una mocosa como tú, ni siquiera se imagina del gran daño que ha ocasionado. ¡Mira lo que le hiciste a mi hogar! ¡¿Para esto Darell trabajó arduamente?! ¡¿Para que llegara una niñita y arruinara las cosas a su antojo?! No voy a sentarme con los brazos cruzados y sufrir más. No creas que voy a dejar las cosas así como están.

¿Han sentido el peor momento de su vida?

Yo pensé que ver a mi familia alejarse o saber que Andrew y Allie se habían comprometido era lo peor que podía vivir. Pero me equivocaba.

En definitiva, que la Sra. Rickford me haya buscado para encararme y decir todo lo que había hecho en su contra era lo peor que podía sentir.

Me sentía profundamente culpable y no sabía qué hacer para remediarlo.

—De modo, que sabes cuántos problemas has causado, haré que lo lamentes —amenazó con voz áspera y no cabía en mi imaginación lo que ella haría.

Cerrar el negocio de mis padres, humillar a mi mamá, acabar con el negocio ambulante, hacer que mis padres viajaran lejos, derribar mi casa, hacer que mi hermanito también se fuera...

Yo estaba sola, ¿Qué más podía hacer?

Tal vez expulsarme de la escuela Rickford, pero eso era muy sencillo después de su fuerte amenaza.

Quizás me generaba más miedo la Sra. Rickford que Freddy Krueger o Jigsaw.

—Suficiente. Parece que has ido demasiado lejos en la manera de hablarle así a una joven —el responsable de ese gruñido era el Sr. Philippe y eso hacía que más de mil pensamientos cruzaran por mi mente.

—Ex-ministro, ¿Cómo es que está en este lugar? —preguntó la Sra. Rickford bastante conmocionada.

—Ha pasado tiempo Helena, o ¿Debería llamarla presidenta Rickford?—mencionó tranquilamente sin sentirse intimidado por la presencia de la Sra. Rickford.

Podría decir, que la intimidada era ella.

—Has cambiado mucho —la Sra. Helena bajó su mirada algo acobardada, y esa era la primera vez que la veía en ese estado. — ¿Crees que Darell estaría orgulloso al saber todo lo que estás haciendo? ¿Crees que estaría feliz por como tratas a Andrew y a Isabelle?

—Hago esto por el bien de ellos. Estoy pensando en el futuro de mi hijo —explicó con su mirada agachada sin poder mirar al Sr. Philippe. — ¿Crees que Darell estaría feliz si dejo acabar a la compañía?

—Hablaremos de eso después. Primero hablemos de ella —el Sr. Philippe me observó fijamente y sentí como si él fuera mi ángel guardián; mi protector.

— ¿Cómo es que conoce a esa... chica? —preguntó la Sra. Rickford con desprecio en su voz y en sus ojos.

—Ella va a ser mi nieta política.

¿Qué?

¿Nieta... política?

Describir mi rostro en palabras era una labor imposible, solo pude percibir una sutil sonrisa en los labios de Helena Rickford.

—Esa es la chica que escogí para mi nieto.

— ¿En serio?... Tu nieto ¿Cuál es su nombre?... ¿Adam? ¿Cierto? —inquirió la Sra. Rickford elevando su ceja.

—Esa es la chica que escogí para Adam. Todo este tiempo solo la he estado observando, pero ahora, ella es como parte de mi familia —explicó el Sr. Philippe con dureza haciendo que la sonrisa de la Sra. Rickford se ensanchara. —Le pediré encarecidamente, que no trate a Alice Lawler tan severamente en el futuro.

—Bien, ex-ministro. Entiendo su punto. Pero le daré un consejo que espero que le comuniqué a su nieto Adam. "Vigílela, tal vez no es el tipo de chica que aparenta ser" —el Sr. Philippe observó fijamente a la Sra. Helena después de escuchar su burdo comentario. —Espero no tener que volver a ver a esa niña.

— ¿Qué estás haciendo Alice? Trae tus cosas y sígueme —dijo el abuelo de Adam sacándome de mi estado de shock, así que la Sra. Rickford señaló las dos maletas de la mesa.

Rápidamente las tomé y seguí al Sr. Philippe, porque esas maletas eran mis pertenencias que había dejado en la mansión.

Supongo.

Había probabilidad de que la Sra. Rickford hubiera instalado alguna clase de bomba.

Después de ir a la clínica y atender a las personas que esperaban, el Sr. Philippe me llevó a una casa que reconocí fácilmente.

La casa de Adam.

—Adam —solo pude murmurar su nombre al ver qué Adam dejó de tocar la guitarra y observó mis maletas algo confundido.

—A partir de hoy, ella va a vivir con nosotros —mencionó el Sr. Philippe algo autoritario después de ver el rostro de Adam.

— ¿Qué?

—Muchacho, ¿Qué estás haciendo? Ve a mostrarle su habitación —ordenó ignorando la confusión de Adam.

El abuelo después de hablar se fue hasta su habitación dejándome a solas con Adam.

Simplemente pude esbozar una sonrisa nerviosa.

¿Qué debía hacer? No podía quedarme en la casa de Adam.

—Ven —murmuró Adam sin ninguna emoción antes de emprender su camino hacia un pasillo.

Segundos después estaba en una habitación algo rústica pero muy acogedora.

—Vine porque tu abuelo me arrastró. Puedo ir mañana a la casa de Abby —comenté con una risa nerviosa mientras soltaba mis maletas.

—Ustedes dos. ¿Quién dijo que podían estar juntos en la misma habitación con la puerta cerrada? —de la puerta apareció el Sr. Philippe dando una sutil reprimenda.

Que vergüenza.

El abuelo de Adam había malinterpretado todo desde un inicio.

—Señor, lo siento y estoy agradecida  —mencioné con mis mejillas algo sonrojadas después de escuchar ese comentario.

—Dime abuelo. Te doy el permiso de decirme abuelo. Además no hay nada que agradecer. No pienses en escapar porque por tu culpa estoy viviendo en esta casa con ese muchacho —dijo el Sr. Philippe en tono de amonestación. —Te traje aquí como castigo.

— ¿Qué?

— ¡¿Sabes lo difícil que es vivir con mi nieto?! —exclamó un poco enojado, sin embargo sabía que en el fondo él amaba vivir con Adam. —Me causaste problemas, así que tienes que ser responsable y recibir el castigo.

—Señor...—murmuré al ver que el Sr. Philippe salía del cuarto, así que únicamente pude sonreírle nerviosamente a Adam. —Yo... esto...es... porque...No sé qué hacer—Adam rió sutilmente y luego imitó la acción de su abuelo.

Esto en definitiva iba a ser muy incómodo.

Me concentré en acomodar el cuarto para mi disposición y luego me arrojé a la cama pensando en todas las posibilidades que tenía.

Ninguna.

No tenía otra opción.

Estar en la casa del ex-ministro era mi protección por el momento.

(...)

Al siguiente día tuve que asistir al colegio, lamentablemente –y como lo supuse- Andrew no había asistido a la universidad.

Intenté concentrarme en clases, pero era algo casi imposible con los murmullos de los estudiantes al hablar de la gran noticia de la caída de la compañía Rickford.

Solo un comentario me motivo un poco, aquel estudiante dijo que "La compañía Rickford es demasiado grande, solo acabaron sus acciones en todo América, pero aún tienen fuerza en Europa y Asia, no hay que preocuparnos·"

Quería mentalizarme que Andrew y su compañía estarían bien.

Deseaba creer eso ciegamente.

—Señorita Alice, ¿Puede subir por favor? —me alerté al ver que el Sr. Tanne bajó de una limosina negra y me invitó a subir.

Eso es plan de la Sra. Rickford

Fue lo primero que cruzó en mi cabeza, pero al ver la mirada suplicante del señor rubio sentí un poco de compasión.

— ¿Qué quiere la Sra. Rickford? —pregunté con un poco de temor pero me sorprendí al ver que él negó con su rostro.

—No vengo de parte de la Sra. Rickford. Vengo a proponerle algo... Puede ser más un favor.

— ¿Un favor? —pregunté algo anonada.

¿Por qué el gerente de seguridad de la familia Rickford me estaría pidiendo un favor? ¿Por qué a mí? No era lógico.

Minutos después, estaba en un cuarto demasiado grande y muy lujoso decorado con colores cálidos y agradables.

Pero lo que llamó mi atención no fue la habitación, sino la persona postrada en una cama con una mascarilla de oxígeno y muchos cables conectados a su cuerpo.

El Sr. Tanne hizo una pequeña reverencia hacia el hombre adulto –algo canoso- que tenía los ojos cerrados.

— ¿Podría venir a visitarlo como trabajo de medio tiempo? —mencionó observando al Señor acostado en la cama. No me fue difícil suponer que aquel hombre estaba en coma.

— ¿Quién? ¿Yo? —pregunté un poco confundida.

—Usted solo tiene que contarle historias y hablarle mucho —explicó sin dejar de ver al hombre –que supongo que está en coma-

—Bien, pero una pregunta, ¿Quién es él? —observé detenidamente al hombre canoso y de tez blanca que yacía en la enorme cama.

—Para mí, es como un hermano mayor. Es como si fuera mi propia familia.

—Ahh —asentí un poco confundida por su –casi nula- explicación. —Otra pregunta, ¿Por qué me lo está pidiendo a mí?

—Porque lo que él necesita es amor —aclaró con una sonrisa nostálgica y eso era suficiente para que yo me motivara a hacerlo. —De todas las personas que conozco, usted es la más cálida y amorosa... ¿Contesté sus dudas?

—Sí...—susurré observando al hombre canoso.

—Claro que usted recibirá un pago.

— ¿Ah? No, no. De ninguna manera —negué con mis brazos. Solo tenía que contarle cuentos y hablar con él. Era algo sencillo y me divertiría haciéndolo. —Si es un favor, no se preocupe por eso.

—Recuerde que es un favor personal. No deben saberlo ni el joven Andrew ni la presidenta.

—Bien —asentí con una sonrisa, y después me acerqué al hombre de la cama y di una pequeña reverencia. —Buenos días señor, mi nombre es Alice Lawler, aunque soy un poco despistada, espero ser una gran compañía para usted —comenté con una gran sonrisa mientras juntaba mis manos. —Hmm, a partir de hoy, nos estaremos viendo. No se vaya a rendir, usted puede —motivé elevando mi mano y después solté una sonora carcajada.

(...)

Al siguiente día, como usualmente ocurría, esperaba que el reloj avanzara para poder irme de la institución.

Esperanzadamente caminé hacia el salón de clases de los F4, y el puesto de Andrew seguía intacto, al igual que las últimas semanas.

Andrew aún no regresaba y eso me inquietaba. Tampoco contestaba mis llamadas. Yo simplemente me resignaba a ver como el reloj se movía lentamente.

— ¿Alice? —volteé mi mirada al escuchar mi nombre, y pude ver a Nathan con las manos en sus bolsillos. —Te invito un café ¿Sí?

Seguí a Nathan y en pocos minutos estaba dándole un sorbo al café caliente.

—últimamente esto ha estado muy aburrido —mencionó después de soltar un sonoro suspiro. —David parece un muerto viviente, Adam está más callado que siempre y Andrew está bajo arresto domiciliario.

— ¿Arresto que...?

Pregunté rápidamente sintiendo un dolor en mi pecho. Supuse que la Sra. Rickford se había encargado de que Andrew no saliera de su casa.

—Ayer me enteré. Hay más de 30 hombres vigilando la mansión... Pero no te preocupes, no es nada grave. Solo lo tienen castigado. Ya sabes, por arruinar una boda al frente de gente importante.

Guardé silencio y sentí que mis lágrimas amenazaban por derramarse. Pero no lo haría. No podía hacerlo.

—De todas maneras, tenía pensado verlo. ¿Quieres que le dé un mensaje? —negué con mi rostro hacia la oferta de Nathan. No tenía nada que decirle a Andrew. —Alice, ¿Estás bien?

—Hmm... ¿Qué si estoy bien?... Estoy de maravilla.

Mentí.

En ocasiones, decir "Estoy bien" quería decir que estaba sufriendo, pero no quería preocupar a nadie.

(...)

Después de salir de la escuela, me encaminé a la gran finca en donde estaba el señor canoso. No sabía cómo tratar con alguien en coma, pero finalmente pensé que no sería tan difícil.

Solo era cuestión de cuidados y atención.

—Bien, voy a limpiar su mano —susurré mientras levantaba su mano derecha y la limpiaba con una toallita húmeda. — ¿Cómo se siente hoy? —observé que sus uñas estaban un poco sucias y algo largas, así que decidí cortarlas un poco.

Luego, busqué un libro del gran estante que había en la habitación y finalmente elegí uno de una portada linda.

¿Qué leerían las personas mayores?

Bueno, el señor no era un anciano, pero podía asegurar que cruzaba los 50. Comencé a ojear el libro, y consistía de pequeños fragmentos.

Era perfecto.

—Muchas personas dicen que el peor tipo de encuentro es con un pez, porque deja un horrible olor a pescado —leí detalladamente el fragmento que se titulaba El encuentro. — El encuentro en el que uno debe ser más cauteloso es con las flores porque en el momento de florecer tienen una exquisita fragancia, pero cuando se marchitan el olor es insoportable —creía recordar ese cuento y difusas imágenes de primaria se cruzaron en mi mente. —Pero el más bello encuentro es con un pañuelo ya que puede secar...el sudor y las lágrimas.

El pañuelo que Adam me había regalado se encontraba guardado en una cajita al lado de los Goggles del nadador Peaty.

Se había convertido en uno de mis tesoros preciados. Debía agradecerle tanto a Adam, ni siquiera en toda mi vida podría pagarle lo que él había hecho por mí.

No solo era mi bombero, sino que se había convertido en mi pañuelo.

Mi más bello encuentro.

—Que frase tan bella ¿No lo crees? —comenté con una sonrisa mientras cerraba el libro. —Espero ser un pañuelo para usted y estar cuando me necesite.

(...)

Varias horas después estaba en el gran hogar de los Walcott, aunque el Sr. Philippe insistiera que vivir allí era parte de mi castigo, sentía que era un estorbo.

Un estorbo para Adam.

Él siempre se ha considerado como un tranquilo solitario, así que la aparición de dos personas en su casa ha sido una gran conmoción para él.

En silencio bajé hasta el jardín con tijeras en mano y un espejo cuadrado. Coloqué el espejo en la mesa y tomé las tijeras para poder cortar mi cabello.

Mi madre solía ser mi estilista, sin embargo, sin ella, ahora era mi deber cortar mi propio cabello.

Estaba demasiado largo para mi gusto y eso dificultaba mis trabajos. Pero... mi fuerte no era ser peluquera.

Soy un desastre. Mañana iré a la escuela trasquilada.

Fue lo primero que pensé después de cortar erróneamente un mechón de mi cabello y luego corté sutilmente mi dedo. Era una pequeña cortadita, pero eso no debía suceder si estaba cortando mi pelo.

Soy en verdad un desastre.

— ¿Te ayudo? —inquirió Adam al ver mi intento inútil cortándome el cabello y su entrada sorpresiva hizo que cortara nuevamente un mechón de este.

Agradecí que fuera solo las puntas, porque si no fuera así estaría llorando.

— ¿Ah? No, no. Estoy bien. Gracias —mencioné con una sonrisa fingida.

No deseaba ser un estorbo para Adam.

—Si no me dejas, no serás capaz de ir a la escuela así —comentó señalando mi cabello, y después de unos segundos admití que él tenía razón.

¿Saben que fue lo que más me sorprendió al ver el resultado?

Que Adam lo hizo estupendamente. No había algo que Adam no pudiera hacer bien.

— ¿Cómo es que lo haces tan bien? —pregunté observando mi cabello que ahora ya tenía forma y volumen.

Había quedado mucho mejor que mi anterior corte de cabello.

—Hace algunos años, Kathe perdió una apuesta conmigo. Como castigo, el ganador debía cortarle el cabello al perdedor —mencionó con una sutil sonrisa. —En ese entonces, yo tenía 13 y ella 16. Tenía miedo de arruinar su cabello, así que estudié y practiqué un poco antes de tocar su cabellera.

—Supongo que lo hiciste excelente. Muchas gracias Adam.

(...)

Al siguiente día, después de desayunar salí hacia el jardín con el objetivo de dar una pequeña caminata debido a que era sábado, pero me distraje al ver que Adam estaba lavando su carro blanco.

—Si quieres te ayudo —mencioné con una sonrisa mientras me acercaba a él.

—Estoy bien, yo lo puedo hacer.

—Al menos déjame pagarte el corte de cabello —insistí formando un puchero (Bastante fingido) y no me importó su aprobación para acercarme al auto con la manguera.

Pude admirarlo unos breves segundos y de alguna u otra forma, sentí que la sangre subió a mis mejillas. 

— ¡A lavar el auto! —chillé con diversión al mismo tiempo que abría el chorro de la manguera con el objetivo de mojar Adam.

Él con dificultad pudo coger la otra manguera y comenzamos a esparcirnos el agua infantilmente.

Esto era guerra.

Vale mencionar que el jardín terminó hecho un desastre, pero el carro estaba completamente limpio.

(...)

El lunes por la tarde – como habitualmente lo hacía- estaba en el restaurante de avenas. Después de atender a un cliente, decidí auxiliar a Abby quien dejó caer dos vasijas.

—Abby, ¿Qué pasa? —pregunté al verla tan distraída y fuera de sí. —Te ves pálida —obligué a que ella se sentara y que me explicara lo que sucedía. —Oye, ¿Qué has estado haciendo estos días? Parece que no duermes bien. Dime que te pasa, ¿Puedo ayudarte en algo?

—No te preocupes, solo tengo que hacer algo. Pero todo volverá a la normalidad —aseguró con una sonrisa, sin embargo eso hacía que me inquietaba un poco más.

Después de las horas en el restaurante de avena, me encaminé hacia la clínica en donde trabajaba el Dr. Philippe, casualmente ese día no había muchas personas, a excepción de una mujer que pidió que cuidara a su hijo.

Yo no era niñera ni nada parecido, pero la mujer casi me suplicó para que lo hiciera. Ella debía ir a unas entrevistas de trabajo y me sentiría culpable si no la ayudaba.

Además la Sra. Morrison era una paciente frecuente debido a que sufría de diabetes y cuidar a un niño de 5 años no sería una labor difícil.

—No se preocupe, yo lo cuidaré —aseguré con una sonrisa. —Usted váyase tranquila.

—Muchas gracias, volveré lo antes posible —la Sra. Morrison abrazó a su hijo y le dio un cálido beso en la mejilla antes de irse.

—Vamos a divertirnos tú y yo, ¿vale? —mencioné acariciando el cabello de Freddy, él simplemente asintió.

Comencé a jugar con él los últimos 15 minutos, hasta que escuché vibrar a mi celular, con desinterés lo saqué de mi bolsillo y sentí que mi sangre se heló al ver el nombre;

Andrew Rickford.

Sin titubear un segundo más, tomé la decisión de contestar.

— ¿Aló?

—Hola lavandera —el mundo caía a mis pies al escuchar su voz. Mi corazón latía aceleradamente y mi respiración se dificultaba.

—Andrew... ¿Estás bien?

—Sí, veámonos ahora.

— ¿Ahora? —observé al pequeño niño de 5 años que estaba a mi lado y me debatí mentalmente por lo que debería hacer.

No podía dejar al niño simplemente a la deriva, pero tampoco podía rechazar a Andrew. Dos semanas había sido suficientes para que mi corazón lo extrañara con profundidad.

Si no veo a Andrew ahora, quizás no lo volvería a ver en un largo tiempo. 

El siguiente capítulo es muy importante para la historia de David! Cómo él siempre dice, hay que cerrar capítulos de la vida para seguir adelante. ¿El cerrará su capítulo con Rachele? ¿Podrá abrir nuevamente su corazón a otra persona?

KATHERINE PIERCE

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