54. SIRVIENTA PERSONAL
MARATÓN 1/4
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ABBY POV'S
Mientras estaba en clases de cerámica recordé lo que había sucedido después de que yo me fuera iracunda de la cita con David.
Él se había comportado como un verdadero idiota, sin embargo David estaba en mal estado y mi conciencia no me permitió dejarlo solo a la deriva.
Ese día caminé hasta su casa y lo observé sentado en la entrada bastante ebrio... Un poco dudosa decidí acercarme y recoger las llaves del suelo para poder abrir el taller. Al entrar sosteniendo a David para ayudarlo a caminar, lo dejé en una banca rústica de la casa.
Después de verlo unos minutos como dormía tranquilamente decidí marcarme, sin embargo él me detuvo cogiendo mi mano.
"Tenía mucho miedo de hacerla llorar. Como su padre y su madre... Hui porque pensé que la haría llorar. No quería verla triste."
Recordaba perfectamente sus últimas palabras antes de que él cayera en los brazos de Morfeo... No entendía muy bien a qué se refería, sin embargo me daba una pequeña idea.
Él había amado a alguien y la había perdido.
Eso explicaba su forma de actuar y su fachada de Playboy y mujeriego.
—Estás trabajando duro —mis pensamientos fueron interrumpidos por la profesora Rachele... En ese minuto me había dado cuenta que las clases habían terminado y yo seguía en el taller desarrollando mi casi nula habilidad en la cerámica.
—Quiero hacer algo que valga la pena —mencioné con una sonrisa nerviosa.
—Bien, me iré primero —dijo cogiendo su bolso blanco, sin embargo observé que tenía una ficha de rompecabezas hecho de cerámica... Era muy bonito y no se veía tan difícil de hacer. Además tenía escrito la letra D de una forma hermosa.
— ¿Qué es eso?
—Lo hice cuando era pequeña.
—Es precioso —comenté mientras lo admiraba.
— ¿Te gusta?
—Sí —era imposible que no me gustara. —Profesora, ¿Puedes prestármelo por un par de días? Quiero hacer algo así —insistí con una sonrisa.
—No es muy difícil y de seguro te quedará hermoso. Está bien, pero esto es muy importante para mí, así que devuélvemelo a salvo —dijo Rachele antes de soltarla cuerda de la cerámica y entregármelo en mis manos. —Nos vemos mañana.
Ya era de noche, sin embargo yo deseaba terminar de hacer el pequeño jarrón que había iniciado... No estaba quedando muy lindo, pero era mi primer intento.
De la práctica nacía el maestro ¿No?
—Haces demasiada fuerza en tus muñecas —giré mi rostro hacia la entrada y observé que David estaba recostado en el marco de la puerta.
Pensé que lo había olvidado, sin embargo mi corazón decía otra cosa.
— ¿Y esto? —preguntó palideciendo su rostro mientras veía la cerámica que la profesora me había prestado.
—Es bonito ¿No? Creo que es un diseño original y no es tan difícil de hacer.
— ¿De dónde lo sacaste? —preguntó rápidamente así que me extrañé un poco por la reacción de David.
— ¿Por qué?
— ¡Maldita sea! ¡¿Dónde lo conseguiste?! —gritó haciendo que me sorprendiera y me asustara un poco... David nunca actuaba así.
—Le pertenece a mi profesora —susurré con mi voz temblorosa y no podía comprender lo que sucedía.... Sin embargo no recibí ninguna respuesta, porque inmediatamente observé que David salió corriendo del lugar.
"Era un amigo de la infancia.... Mientras otros niños jugaban a la casita, nosotros aprendíamos cerámica."
"Él se convirtió en un gran alfarero... Sin embargo, no es mi novio."
"Para mí, ese amigo fue mi horno y mi rueda de alfarero."
"Tenía mucho miedo de hacerla llorar. Como su padre y su madre... Hui porque pensé que la haría llorar. No quería verla triste."
Mi mente comenzó a reunir toda la información que tenía, así que me fue inevitable pensar que David y Rachele se referían uno al otro... Ellos fueron sus almas gemelas...
Y gracias a mí se habían reencontrado.
No sabía si sentirme bien por ambos o sentirme una idiota por haber perdido completamente a David.
¿Qué había hecho?
ALICE POV'S
Estaba asustada, tenía frío, tenía hambre y tenía sueño.
Caminaba por el andén mientras observaba a las únicas luces que me iluminaban; eran los faroles de la carretera. No tenía a donde ir... No poseía nada de dinero, ni siquiera para comprar algo de comer... Todo lo había gastado en el pasaje del tren para mi hermanito.
Mi estómago rugía demandando que debía recargar mis fuerzas, sin embargo no tenía ninguna posiblididad de saciar aunque fuera un poco mi hambre. Saqué de mi bolsillo el celular que me regaló Allie y llamé rápidamente a Abby, sin embargo ella no contestó... Ninguna de mis llamadas.
Mis opciones se limitaban y se acabaron cuando escuché la contestadora al llamar a Adam.... Estaba sola, completamente sola... Seguí caminando y llegué al subterráneo. Comencé a cargar la maleta rosada que algunos meses Andrew me había regalado y me asusté demasiado cuando observé a los indigentes dormir en el subterráneo de la estación.
Eran hombres ebrios y al parecer sin familia y sin hogar... Yo solo era una niña de 17 años que por infortunio quedó atrapada entre la espada y la pared.
Me senté en un rincón donde había una caja estirada... Tenía frio y hambre y aunque tuviera miedo de ser asaltada era imposible que un ladrón me encontrara algo de valor.
Quería llorar... quería a mi mamá y a mi papá...
—Lárgate de aquí —gruñó un señor mugriento bastante ebrio. Al parecer el lugar en donde yo estaba le pertenecía a él... No dudé en levantarme y acatar su orden.
¿Qué era lo que debía hacer?
¿Adónde debía ir?
Aunque estaba de pie, sentía que me estaba muriendo.
Eran las 3:00 am y yo arrastraba mi maleta por todo Cardiff esperando un milagro... Yo continuaba caminando a pesar de que quería irme a un rincón a llorar.
Comencé a ver borroso... Mi cabeza me daba vueltas y las luces de los faroles cegaban mi vista, además un fuerte nudo en mi estómago intensificaba su vacío.
Y de un momento a otro no pude ver absolutamente nada... tampoco sentir ni escuchar...
...
Abrí mis ojos y mis párpados me pesaban, sin embargo estaba acostada en una cama muy cómoda con un agradable olor, observé que la pared estaba pintada de color crema y verde pardo así que recordé que fue la habitación en donde desperté el día en que me embriagué.
— ¿Andrew? —pregunté un poco confundida mientras intentaba abrir los ojos sin embargo no escuché su voz, sino una femenina.
—Lo siento, no soy Andrew soy...
— ¡Isabelle! —interrumpí al ver a Isabelle sentada a mi lado con una hermosa sonrisa. — ¿Qué sucedió?
—Te desmayaste en la calle —explicó, así que traté de recordar lo que había sucedido. — ¿Qué hacías caminando sola a esa hora?
— ¿Cómo fue que me encontraste? —susurré un poco apenada... Yo estaba evitando explicar mi pésima situación. Isabelle ya me había ayudado lo suficiente.
—Por casualidad te llamé en ese instante, así que una señora contestó el teléfono y me informó que te habías desmayado, además de eso me dio la dirección. ¿Dime que hubiera ocurrido si no hubiera llamado? ¿No te dije que me llamaras si tenías algún problema? ¿Ya no confías en mí? ¿Ya no soy tu amiga?
—No es eso —susurré nuevamente.
— ¿Acaso te da pena? —preguntó, así que me vi obligada a asentir con mi rostro.
Minutos más tardes me encontraba en el comedor principal de la mansión Rickford mientras admiraba todo los manjares servidos en la mesa. Tenía demasiada hambre y me sentía en el paraíso.
—A partir de hoy serás mi invitada —comentó Isabelle mientras abría una servilleta de tela roja. —Ya que tus padres te dejaron sola, vas a quedarte a vivir aquí ¿Entiendes? —la observé como si ella tuviera tres cabezas y hubiera dicho el disparate más grande de este mundo...
¿Isabelle se había enloquecido? Yo no podía vivir bajo el mismo techo que Andrew, además la Sra. Rickford deseaba verme muerta.
— ¿Y la presidenta? —pregunté un poco nerviosa. Ella contrataría a un asesino si descubría que vivía en su casa.
—No te preocupes por mi madre, ella estará afuera del país por un tiempo —comentó con desinterés.
—Pero... ¿Y tu hermano?
—Andrew ya no es importante, ¿Acaso no me dijiste que éramos amigas? —mencionó en tono indignado así que asentí. Aunque no quisiera, debía aceptar su oferta... No tenía otra opción. — ¿Hay alguna otra preocupación o impedimento?
—Aunque me dé un poco de pena, creo que aceptaré tu ayuda —admití bastante avergonzada.
—Claro, ya te habías tardado —prosiguió dándole un sorbo a una copa con jugo de naranja.
—Pero... lo haré con una condición —aclaré con el mimo tono de vergüenza. Yo no acepto ayuda a cambio de nada. Si recibía la ayuda de Isabelle yo debía dar algo por eso. —Para poder comer y dormir en esta casa quisiera trabajar —mencioné con una sonrisa dejando perpleja a Isabelle.
(...)
Unos minutos más tarde, Isabelle entró a mi "cuarto" con una bolsa en mano.
—Isabelle, ¿Puedo preguntarte algo? —mencioné mientras miraba mis zapatos. — ¿Por qué eres tan buena conmigo? Si lo piensas bien, Andrew ya está comprometido.... y sí la presidenta se entera de que me estás ayudando...
— ¿Por qué eres tan preguntona? —interrumpió Isabelle con tono burlón. —Esto es para ti —mencionó con una sonrisa mientras sacaba de la bolsa un vestido corto negro con encajes blancos, un delantal blanco, un lazo negro con encajes, unas medias largas negras y unos zapatos negros de tacón mediano.
Ese era el traje de una mucama... Yo me convertiría en una de las mucamas de la mansión Rickford. Solo podía rezar para que mi trabajo no relacionara mucho a Andrew.
Después de vestirme baje con Isabelle hasta la planta inferior en donde estaban unas 20 mucamas organizadas perfectamente en dos filas.
—A partir de hoy la señorita Alice trabajará con nosotros —anunció Isabelle con elegancia mientras conservaba su sonrisa. —Es una buena amiga mía. Me ofrecí a ayudarla, pero ella insistió en que debía trabajar.
—Mi nombre es Alice Lawler y espero que podamos ayudarnos —mencioné con una sonrisa a las otras mucamas.
—Aquí nadie ayuda a nadie —dijo una anciana muy elegante mientras bajaba unos escalones con ayuda de su bastón.... Era una versión más vieja de Helena Rickford.
—Nana, te la encargo mucho —comentó Isabelle con una sonrisa cuando la señora se acercó a nosotras con aire de superioridad. ¿Ella era la nana de Isabelle? ¿También sería la nana de Andrew?
—Pues si vas a pedirme esa clase de consideración no tiene caso que ella trabaje aquí —en definitiva, esa señora era muy parecida a la presidenta Rickford.
—Nana, se amable con ella ¿Si? —pidió nuevamente Isabelle, así que supe inmediatamente que debía intervenir.
—No es necesario, daré lo mejor de mí, y puede tratarme igual que a las demás —comenté con una gran sonrisa mientras deseaba quitarme las trenzas de mi cabello. Odiaba usar trenzas, sin embargo eran órdenes estrictas al trabajar.
—Hacer lo mejor no será suficiente —espetó esa señora de edad. —Perfección. No espero nada más que perfección en esta honorable casa — ¿Honorable casa? Lo único honorable eran las mucamas e Isabelle. — ¿Crees estar preparada? —observé a Isabelle quien sonrió así que le asentí a la señora. — ¡Siempre debes responder! ¿Entendido? ¡Con fuerza y claridad! —bramó la mujer antes de que las otras mucamas rieran en tono bajo.
— ¡Sí entendí! —dije en voz alta, sin embargo con algo de temor. Pobre las chicas que trabajaban aquí... Tal vez Andrew no sería mi único problema al vivir en esta mansión.
—Debo volver a EEUU, ¿Estarás bien si te dejo sola? —mencionó Isabelle, así que formé un rostro de horror.
—No te preocupes por mí —comenté con una risa nerviosa.... Sabía perfectamente que nada estaría bien.
—Tú, chica nueva —dijo la señora mientras me veía con ninguna expresión en su rostro. — ¿Qué haces ahí parada? Vamos, sígueme.
—Sí ya voy abuela —mencioné, sin embargo instantáneamente supe que cometí un error. Yo y mi tonta costumbre de decirle abuelos a las personas de tercera edad.
— ¿Cómo acabas de decirme? ¿Desde cuándo me convertí en tu abuela?
— ¿Cómo puedo llamarla?
—Mira, a diferencia de ti, he trabajado mucho tiempo en esta casa —comentó con algo de paciencia. —Tendrás que llamarme señora.
—Sí señora.
—¿Cuánto tiempo más planeas estar allí parada? ¿No ves que hay mucho trabajo que hacer? —espetó la mujer así que decidí seguirla mientras observé que las mucamas se inclinaron levemente.
Minutos más tardes yo estaba limpiando el pasamano de la gran escalera estilo victoriano mientras me preguntaba por qué eso estaba allí. Nadie iba a subir esas eternas escaleras sí había ascensor.
Mientras limpiaba intentaba recordar todas las palabras que había dicho esa señora.
"Las sirvientas de esta casa no solo son simples ayudantes. Nos especializamos en cumplir con todos los deseos y expectativas de nuestros patrones. Debes saber planchar una camisa en menos de 1 minuto, saber limpiar una costosa obra de arte e inclusive conocer todos los vinos que hay en la cava"
Después de limpiar la eterna escalera con ayuda de otras tres chicas, pasé a un gran cuarto que al parecer era una oficina. Me encargué del escritorio mientras otra mucama limpiaba un estante con libros, después de eso tuve que limpiar un gran cuadro y aunque en un inicio recibí demasiadas amonestaciones de la Sra. Ellen, finalmente pude quitarle de manera correcta el polvo a la obra de arte.
Luego de eso, tuve que planchar algunas camisas y... eran demasiadas. Yo no era la única que lo estaba haciendo, sin embargo seguían siendo muchas para solo 3 personas. Observé que las otras chicas manejaban la plancha con mucha habilidad y destreza, así que la Sra. Ellen ordenó que debía apresurarme.
Y eso intenté... Pero no salió muy bien.
— ¿Alice que sucede? —preguntó Mary (Una de las mucamas) al verme observar una camisa con algo de horror.
—Está bien, la Sra. Ellen no está cerca. ¿Pasó algo? —continuó Jess.
—Creo que la he dañado —susurré mientras levantaba una camisa masculina blanca con un gran quemado en forma de la parte inferior de la plancha. Mary, Jess y zara inmediatamente rieron, sin embargo se detuvieron al ver que a mí no me causaba gracia.
Me despedirían por ese error.
—Tranquila Alice, cuando yo llegué también me pasó lo mismo —dijo Zara con ánimos de consolarme. —Tienes suerte que Ellen no esté aquí, así que quema esa camisa y es como si nada hubiera pasado... Pero sé más precavida para la próxima.
— ¿Y no se darán cuenta que falta una camisa? —pregunté mientras me acercaba a una chimenea encendida.
—El joven amo tiene demasiada ropa. No creo que note que le falta una prenda —respondió Mary haciendo que yo palideciera.
Genial, había quemado una camisa de Andrew en mi primer día de trabajo.
Yo era una completa tonta.
Luego de eso, bajé a la cava en donde había cientos de botellas de vinos. Ellen repitió que yo debía aprenderme el nombre de los vinos y su madurez.
—Shanberten —dije después de leer la etiqueta del vino... Sin embargo era algo difícil de pronunciar.
—Chambertin —corrigió Ellen después de soltar un suspiro. —Bien, sube. Tienes que memorizar los diferentes menús.
Subimos hasta la enorme cocina en donde había más de 7 chefs profesionales haciendo su trabajo.
—Lentejas con aceites de albaca —mencionó mientras yo veía el platillo... Realmente era una cosa muy pequeña, sin embargo se veía muy costoso. —Filete de res acompañado con espárragos —dijo señalando otro plato. —Pato asado con pimienta...
Estaba algo cansada por tener que aprender todas esas comidas y por tener que limpiar demasiado. Por suerte no me había tocado limpiar la cocina.
—Ahora lleva el platillo principal al comedor y haz lo que te dije —ordenó Ellen mostrándome un plato con camarón, así que asentí mientras otras tres chicas llevaban una crema y aderezos. Al llegar al comedor principal estaba una persona en la cabecera de la mesa leyendo un periódico, así que no me fue difícil suponer que se trataba de Andrew.
Agradecí que él estaba leyendo el periódico y no me estaba viendo... Y ahora que lo notaba, el periódico estaba en japonés o mandarín. ¿Desde cuándo Andrew sabía ese idioma?... Pero ¿Desde cuando alguien de 20 años leía el periódico?
Las otras chicas ordenaron el acompañante del platillo principal, así que yo me acerqué para dejar en la mesa el plato con camarón, sin embargo lo solté un poco brusco y se escuchó el sonido de la vajilla contra la mesa. Por suerte no se derramó y Andrew ni se inmutó.
Claro que Ellen me estaba matando con la mirada.
—Carpaccio de camarón con... tru...—intentaba memorizar el platillo, sin embargo el nombre era muy raro. — ¿Tru...fas ai...?
—Con trufas aioli blancas —continuó la Sra. Ellen al ver que yo no recordaba eso.
—Trufas aioli blancas —repetí bastante apenada e inmediato me escondí detrás de Ellen al ver que Andrew iba a bajar el periódico.
— ¿Nana? ¿Sigues viva? —preguntó Andrew un poco sorprendido. Eso fue muy grosero de su parte.
—Sí, lamentablemente todavía sigo en este mundo —mencionó la Sra. Ellen formalmente.
—Ah... yo... no quise decir eso... Es que no te había visto en mucho tiempo. Pensé que tenía una academia de servicios domésticos —mencionó Andrew intentando excusarse mientras yo seguía detrás de Ellen.
—He vuelto porque esta casa es un desastre y no puedo quedarme con los brazos cruzados... El Sr. Morrie me suplirá en la academia mientras estoy por aquí —explicó conservando el tono formal. — ¿Por qué? ¿Hay algún problema, joven?
—No, para nada. ¿Quién es ella? ¿Una de tus estudiantes? —pregunté Andrew así que supuse que se refería a mí. — ¿De dónde conseguiste a una chica tan tonta que ni siquiera puede memorizar el menú? —preguntó mientras yo seguía dándole la espalda a él.
—La tomé como aprendiz porque se encuentra en una situación difícil —explicó Ellen con formalismo. —Date la vuelta y saluda —mencionó esta vez para mí.
—Mucho gusto en conocerlo —dije rápidamente mientras me volteaba haciendo reverencia e inmediatamente volví a girarme viendo a la pared.
—Date la vuelta y saluda al amo Andrew Rickford.
Después de maldecirme internamente me vi obligada a girarme para observar a Andrew comer elegantemente ese carpaccio de camarón.
—Es un gusto servirle señor —mencioné después de soltar un suspiro.
— ¿Alice? —preguntó Andrew retóricamente bastante sorprendido después de soltar el tenedor de su mano.
Solté otro suspiro y comencé a revaluar mis opciones. Tal vez podía irme a vivir en la pequeña clínica del Sr. Philippe, sin embargo en la mansión Ricford tenía asegurada la comida.
—He decidido que a partí del día de hoy, Alice será la sirvienta personal del joven Andrew —anunció Ellen asiendo que Andrew y yo quedáramos perplejos. ¿Sirvienta personal? —Que disfrute la comida joven amo —finalizó Ellen mientras se retiraba del comedor así que yo la seguí, sin embargo ella se detuvo. —Las sirvientas deben esperar a que el amo termine —mencionó haciendo que yo mirara a las otras chicas que seguían perfectamente organizadas al lado derecho del comedor.
Después de que Andrew terminará de comer salí corriendo en busca de la Sra. Ellen. Yo no podía ser la mucama personal de Andrew.
—Por favor, haré cualquier cosa que usted me pida. Menos ser la sirvienta personal de Andrew. —le insistí a Ellen, sin embargo ella hizo caso omiso a mi súplica.
— ¿Tú le dijiste Andrew? —preguntó en tono ofendido. ¿Acaso ese no era el nombre de él o qué? —En esta casa no puedes referirte al amo de esa manera tan informal. ¿Quedó claro?
—Sí...—susurré ante su amonestación.
—No me importa si ustedes dos se conocen o sean amigos. Mientras trabajes en esta casa deberás llamarlo señor o amo.
—Bien —susurré nuevamente. —Como le decía, yo no puedo ser su sirvienta personal. Ayúdeme, se lo suplico —insistí mientras juntaba mis manos, sin embargo la Sra. Ellen seguía ignorándome.
—No me hagas repetírtelo. Una mucama jamás elije las tareas solo porque le agrade hacerlas.
KATHERINE PIERCE
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