3 | Lagrimas Negras
La puerta de su departamento se abrió violentamente, Jimin sabía que detrás estaría el trastornado de su padre. No se equivocó. Se paró delante de él y recibió un violento golpe en el ojo que le hizo caer hacia atrás.
—Eres un maldito desviado, Jimin. ¡Qué asco que seas mi hijo!
Jimin quedó atontado en el piso, su padre siempre fue violento pero los últimos tiempos se había tornado realmente tortuoso. Aunque hubiera querido defenderse no hubiera podido hacerlo porque detrás del violento estaban sus dos matones que medían dos metros cada uno.
—¡Te dije que dejaras de meter tipos aquí —Propinó otra cachetada—. Voy a hacer que te gusten las mujeres aunque tenga que matarte en el proceso, Jimin, créeme.
Su padre lo tomó de los pelos y le golpeó el rostro con la culata del arma que llevaba, porque él siempre andaba armado.
Cayó hacia atrás y debió incorporarse para no ahogarse con su propia sangre que salía de la nariz.
¿Qué clase de animal golpea así a un hijo?
Solo una bestia que es incapaz de aceptar que su hijo es distinto a lo que él desea que sea.
Jimin, huérfano de madre desde muy pequeño, había quedado atrapado en ese círculo de violencia y poder que ese hombre ejercía.
Su padre, un hombre poderoso y peligroso, era dueño de una importante cadena hotelera que aquí en Japón se trataba del lujoso hotel enclavado en la estación de esquí Sapporo Teine. Jimin trabajaba para su padre administrando todas las instalaciones del centro. Él pasaba la mayor parte del tiempo allá arriba en la montaña y una vez al mes bajaba a la ciudad a recrearse y estar lejos de la obsesiva vigilancia de su padre.
Precisamente en esta oportunidad que él llegó a la ciudad fue cuando conoció a Jungkook, lo llevó a su departamento y el resto ya lo conocemos. Con lo que Jimin no contaba, era que su padre lo hubiera hecho seguir también aquí y peor aún que se hubiera quedado esperando a JK saliera del departamento para atacarlo vilmente.
El desquiciado hombre tomó el teléfono móvil y le obligó a desbloquerlo usando la huella digital, borró la agenda de contactos y lo estrelló contra el piso saltando con furia sobre el dispositivo. Jimin ya había vivido episodios de esta naturaleza, muchos, muchísimos así que solo esperó allí, sentadito en el piso a que la bestia se fuera por donde llegó.
—Ni se te ocurra regresar a la motaña con esa cara toda rota —el descaro para decir eso era mayúsculo, ni siquiera se hacía cargo de haber sido él el responsable de que su hijo tuviera la nariz y el ojo en carne viva— Y te advierto, Jimin, si veo a ese tipo cerca de ti nuevamente, no dudaré en dispararle en la nuca.
Jimin sintió miedo anticipado porque sabía perfectamente que su padre era un mafioso de temer y sobre su espalda cargaba más de una muerte dudosa.
—¿Te quedó claro, Jimin? Te juro que le meto un plomo al pervertido.
Pero el disparo en la nuca le llegó a él. Tres días después de que el padre de Jimin lo atacara, el viejo fue emboscado y le dieron muerte como a un perro en callejón de mala muerte. Él podía ser el magnate de la industria hotelera pero también era un mafioso que se había ganado el odio de medio continente. Y murió como vivió, como el maldito hijo de puta que era.
Jimin ni siquiera lloró, tampoco fue a su funeral. Sintió un alivio en su alma y fue libre por primera vez en sus veintiocho años de vida. Heredó no sólo el hotel y el centro de esquí sino una cantidad obscena de emprendimientos y negocios que él ignoraba que su padre poseía.
Un mes entero le llevó a su rostro volver a la normalidad, fue entonces que Jimin se atrevió a salir de su casa para poner en orden lo heredado tras la muerte de la bestia, él no tenía hermanos, ni madre ni familia, estaba solo frente al mundo y se sintió… ¡Exultante!
Antes de partir a la montaña, fue hacia el único lugar al que deseaba ir con su alma, el Black Velvet. Se vistió de negro pensando en la bebida que le pediría al hermoso bartender que aún le quitaba el sueño.
Se veía tan hermoso y tan feliz que le costó reconocerse en el espejo.
Cuando ingresó al bar solo tenía una cosa en mente, ver a su chico tatuado, explicarle su ausencia, beber con él un Amor Brujo y besar esa boca de fuego que deseaba más que a la vida misma.
Los días pasaron y Jungkook no recibió ni un mísero mensaje de Jimin. Se sintió decepcionado, hasta llegó a pensar que lo que a él le había parecido delicioso a Jimin, no.
No podía sacárselo de la cabeza, era el último pensamiento al dormir y el primero al despertar.
Jimin, Jimin, Jimin… mierda.
¿Lo había hechizado?
Cuando llegaba al “Black Velvet” se olvidaba un poco, pero solo un poco, él deseaba con todo su ser que Jimin llegara, que se sentara en el rincón de la barra y poder mirarlo mientras trabajaba.
Pero no sucedió. Yoongi tampoco tenía novedades de Jimin, en realidad no tenía por qué tenerlas, después de todo no eran tan amigos.
El tiempo pasó y él se resignó a que el rubio lo hubiera ignorado, «No le gusté, no le gustó lo que hicimos» se torturaba una y otra vez con las trampas que le ponía su mente.
Él continuó saliendo con chicas pero nunca más hizo el intento de ligar con un hombre. Eso de andar experimentando con el sexo opuesto, quedó en el olvido y entre las piernas de su rubio hermoso.
La última noche que él trabajaría en el bar, los amigos y amigas le hicieron una despedida como a cualquier otro que deja el puesto de trabajo. Finalmente lo habían convocado del centro de esquí para ser instructor de snowboard. Él no era profesional del deporte pero era un experto y en la estación Snowmass de Aspen Colorado, había recibido una capacitación intensiva que lo acreditaba para dar clases.
Estaba feliz, se alejaría de la noche, ganaría mejor dinero y sobre todas las cosas, pondría distancia al recuerdo doloroso del hombre que quiso amar y no pudo
Tan distraído con el festejo estaba que cuando por acto reflejo, hizo lo que hacía mil veces cada noche y miró el rinconcito y lo vio, se le aflojaron las piernas. Llegó hasta donde estaba el chico y su corazón se salía de la boca, no quiso demostrarle que se moría de alegría de verlo allí, después de todo, Jimin había puesto una distancia horrible entre ellos con lo cual, él también quiso mostrarse distante.
Solo le guiñó el ojo como lo hubiera hecho con alguna chica con la que no quería tener nada, solo que con él quería tener todo, pero no iba a demostrárselo. Así que se acercó a Jimin con su mejor actitud de galán rompecorazones para pagarle con la misma moneda de indiferencia y poco interés.
Jimin le devolvió el guiño con una sonrisa que él hubiera besado.
¿Cómo era posible que una persona que recién conoces te tenga tan loco?
—¿Qué desea tomar el caballero?
—Un Amor Brujo. ¿Lo tomamos juntos?
—No podrá ser esta vez, Jimin, lo siento.
Jimin sintió el hielo y la indiferencia. Se sintió triste pero entendió que había pasado mucho tiempo y era lógico que JK ya lo hubiera tachado de su lista de conquistas.
Lo que tuvieron fue demasiado hermoso para ser real, la conexión que había tenido con el chico de los tatuajes no la había sentido con nadie, ni siquiera con aquel que creía que había sido su primer amor.
Así que aunque sintió cómo su corazoncito se empezaba a quebrar, mantuvo una actitud amigable y aceptó lo que venía porque no le quedaba ninguna otra opción, él sabía que Jungkook era un hetero probando cosas nuevas y si entre ellos había surgido algo después del encuentro tan especial, él lo había echado a perder no dando señales de vida por un mes entero.
Acarició su ojo, ese que aún le dolía tras la golpiza y que hoy había maquillado con delicadeza para que los rastros amarillentos de los hematomas que aún quedaban, pasaran desapercibidos.
Jungkook ajeno a lo que Jimin había pasado, le dejó ver qué con él no se jugaba. Jimin hizo el último intento de hacer contacto visual para que Jungkook le diera la oportunidad de contarle la verdad pero la frialdad se cortaba con cuchillo.
El precioso bartender con total desinterés, le entregó la copa de líquido negro, él le pagó y se retiró del rincón a beber en soledad.
Terminaría el cóctel y regresaría por donde vino.
Se quedó a lo lejos para poder mirarlo y apreciar la belleza del chico que perdió sin haberlo tenido.
JK se divertía con sus amigos y bailaba sexi con las chicas, Jimin notó que de vez en cuando, lo buscaba con la mirada pero Jimin se escabullía entre el gentío para no encontrarse con esos ojos enormes.
Acabó el último sorbo de la oscura bebida y con él también se acabó la pequeña esperanza de reconquistar al straight cuando lo vio comerle la boca a la rubia tonta que se frotaba contra su pierna.
Ese era el fin, fue el momento que supo que todo se había ido a la mierda y se dirigió a la salida. Esta sería la última vez que pisaría ese antro.
Afuera llovía, en su corazón también.
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