Era una tarde gris en Londres. Las luces de la ciudad parpadeaban, creando un brillo cálido en medio del frío invierno. Kylie Centrall, una joven artista con un alma curiosa, entraba en un café pequeño y acogedor, buscando refugio del viento. Malia Baker, una escritora tranquila y observadora, estaba sentada en una mesa junto a la ventana, perdiéndose en las páginas de su novela.

Kylie se acercó al mostrador, pidiendo un café con leche, y luego notó a Malia por la ventana. Era imposible no mirarla, con su aire melancólico y su rostro iluminado por las luces de la ciudad. Con una sonrisa tímida, Kylie se acercó a ella.

Kylie: ¿Te importa si me siento aquí? El lugar está bastante lleno.

Malia (mirando hacia arriba, sorprendida): "Claro, adelante. Me alegra tener compañía."

Kylie se sentó frente a Malia, notando la tranquilidad que emanaba de ella.

Kylie: ¿Lees? No puedo evitar ver que te sumerges tanto en ese libro.

Malia (sonriendo suavemente): Sí, soy escritora. A veces, los personajes me absorben tanto que olvido el mundo real.

Kylie: Eso suena... fascinante. Yo también soy artista, aunque mis trabajos son más visuales. Me encanta capturar momentos, emociones.

Malia: Eso suena como un mundo maravilloso... Debes ver la vida de una forma única.

Kylie: Lo hago... y ahora, parece que estoy viendo Londres con nuevos ojos. ¿Te gustaría mostrarme tus rincones favoritos de la ciudad algún día?

Malia (sonrojándose ligeramente): Me encantaría. Es un trato.

El tiempo pareció detenerse en ese café mientras ambas se sonreían, el comienzo de algo que ambas sabían que cambiaría sus vidas para siempre.