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Sientes frio al ver amor entre dos seres que no te conocen, y calor al verlos separarse.






La oscuridad me rodeaba, no podía observar nada a mí alrededor. Tenía miedo.

-Tu hermano no tiene fuerzas. Esta débil. – Odiaba decirlo, pero tenía razón. Greg estaba a punto de morir. – Dame la linterna y pondré el alma de tu hermano en ella, aliméntala y tu hermano seguirá con vida dentro de ella.

No sabía si era obra de la oscuridad o si solo veía las cosas sin pensar, sencillamente cedí ante todo, solo quería proteger a mi hermano. Estaba a solo un paso de ceder y dejar que la oscuridad consumiera mi vida creyendo que podría salvar la de Greg.

Entonces razoné por un segundo... No tenía sentido. Las almas no pueden mantenerse en objetos materiales, el alimentar sus almas con aceite tampoco tenía sentido. ¿Y si realmente no es el alma de Greg la que quiere que alimente?

Me enderecé en mi lugar con la linterna aun en mano. Lo miré confundido, atento a sus reacciones.

-No tiene sentido, – Sentí como se endurecía la mirada de la Bestia. Se estaba impacientando. – no voy a estar el resto de mi vida alimentando una linterna con aceite, es sencillamente ridículo.

-Tienes que hacerlo si quieres salvar el alma de tu hermano.

-¿Por qué estás tan obsesionado con esta linterna? – Era obvio que el pobre leñador había caído en la trampa de la Bestia. Pensándolo bien, si el alma de su hija no está aquí, entonces... – A menos que... Tú alma este aquí, por eso quieres hacerme creer que Greg está aquí dentro, ¿No es así?

Un horrible sonido y la penumbra extendiéndose a mí alrededor hicieron que toda la valentía que tenía se me esfumara. No podía ver a Beatrice o a Greg, solo podía ver los profundos ojos de la Bestia. Se veía más atemorizante que antes.

-¿Estás listo para presenciar la verdadera oscuridad?

Empecé a tiritar, no sabía si era por el frio o el miedo que me producía esta situación. Pero no podía ceder así de fácil, Greg aún estaba en peligro.

-Y... – Respiré hondo. Esto era por Greg. – ¿Y tú? – Entonces apagué la llama de la linterna escuchando el estridente grito de la Bestia.

Si yo no podía irme, al menos Greg merecía salir de este lugar en penumbras.








El pasto estaba fresco al tacto.

Los arboles bailaban sin pudor con las aguas.

Al son del hermoso acto; las aves cantan con las brisas del mar.

Tratando de llegar a Nunca Jamás.

-¿Intentas distraerte? – Preguntó esa gélida voz que siempre obstruía mis pensamientos.

-Es solo un poema.

-No me digas. – Distante; cortante; helada; era una tonada que te llenaba de espinas el corazón y quemaba tus cuerdas vocales.

El tiempo ha sido solo un cuento para niños desde que me condene a mí mismo por mi hermano. La soledad que me rodeaba me hacía sentir débil, sin explicación aparente, solo podía escuchar la brisa golpeando las hojas de los árboles que ahí residían. Personas y demás almas ya no habitaban la penumbra, aunque ya hace tiempo dejé de habitarla, no tenía razón para quedarme después de todo.

Entre el gélido silencio solo podía escuchar la voz distante de la Bestia, sin contar mi débil voz. Ya hace mucho mi voz dejo de ser tan apagada siendo ahora seria y severa, casi seca. Aunque de todos modos nadie me escucha.

-¿No piensas hacer algo por tú vida? – La voz gélida volvió a invadir mis pensamientos.

Realmente, no sabía qué hacer. Solo caminaba por los desolados senderos del bosque con la única intención de llegar a un solo lugar.

A Summerland.

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