Un Amor Añejo Naciente

Los dias pasaban volando rápido como Cronos con el tiempo que maneja a su antojo.

En el típico juego del gato y ratón que no entendía porque razón le llevaba la corriente al castaño.

Dame un beso, oye viejo.

Treinta dias de encuentros casuales dentro y fuera de la oficina con aquel joven que era peor que un paparazzi siguiendolo a dónde fuera.

La osadía de aquel mocoso en ese encuentro en el restaurant hindú tan sólo reavivó la llama que por mucho tiempo estuvo apagada.

Una pequeña chispa se volvió un fuego incontrolable.

Con el castaño que lo acechaba cuál depredador.

Las notas que le dejaba y que prefería ignorar ya que tan sólo estaba para concentrarse en su labor humanitaria.

El atrevimiento que se tomaba el de ojos aguamarinas cuando se lo encontraba por accidente o casualidad.

Pero cada acercamiento fue calando en lo profundo derribando sus murallas de piedra.

En que momento cayó en el hechizo de aquel joven que como una gitana lo cautivó con sus encantos natos.

Hasta en sus sueños aquel joven osado no lo dejaba en paz.

Le encantaba como el castaño mordía sus labios para no gemir alto mientras arremetía con fuerza en su interior.

Los besos lascivos cargados de pasión y erotismo.

El sudor en sus pieles.

- Gime mi nombre. Susurró el de cabellos plateados dando un mordisco en el lóbulo de la oreja del castaño.

- No te daré ese gusto viejo. A modo de venganza arremetió más fuerte tocando ese punto de placer.

Clavó sus uñas en el brazo del mayor y ahogó un gemido que amenazaba con escapar de su garganta.

Debían ser silenciosos, ya suficiente tenían con las personas que empezaban a sospechar del licenciado y el coqueto castaño que usaba tontas excusas para según entrevistas al diplomático o una sesión de fotos por ser alguien que ayudaba a las personas.

La cima del placer llegó como una oleada salvaje, su esencia bañó el cálido interior de Aioros que su cuerpo se estremeció por completo por el eminente orgasmo.

El castaño le dio un beso que sólo fue un suave roce labial y alisar sus ropas para fingir que nada pasó en esas cuatro paredes.

Al mayor le sorprendió que Aioros no le dijera una burla después de culminar ese encuentro ya que no faltaba su sarcasmo combinado con su seducción, nada de eso pasó tan sólo lo miró por unos efímeros segundos.

Despertaba exaltado y con una terrible erección que prefería bajar con agua helada, siempre el mismo sueño a las dos de la madrugada, comenzaba a frustrarse, nunca en la vida le había pasado.

El destino los quería separar temporalmente porque no imaginó que tras practicarle sexo oral Aioros en su oficina sería la última vez que lo vería.

Antes de discutir por algo que el de cabellos plateados creía tonto.

Un capricho del mocoso.

De la noche a la mañana ese jovencito desapareció de su vida sin dejar rastro alguno.

Preocupación era lo que sentía Odysseus al no saber nada de Aioros trató por todos los medios comunicarse con él pero la respuesta era negativa.

Se fue, desapareció como una estela de luz.

Tal era su desesperación por saber de él que iría al departamento de policía para levantar un acta de desaparición.

Le parecía raro que ya no fuera a acosarlo como siempre en su oficina o coquetearle de forma descarada incitándolo a que lo poseyera en ese mismo instante.

No le tomó tanta importancia pero al ver que los días transcurrían convirtiéndose en semanas hizo que una alarma se activará.

¿Aioros dónde estás?

Era lo que se preguntaba a cada momento.

¿Porque desapareciste tan de repente?

Te extraño mocoso.

Jovencito osado.

Fue un duro golpe para el mayor ver que nadie sabía el paradero de Aioros.

Jamás creyó extrañar a alguién de una manera tan necesitada.

Sus sueños dónde lo poseía tan sólo eran borrosos los recuerdos y ese exquisito olor de su perfume que lo percibía en su oficina tan sólo era una suave brisa que se percibe a la lejanía.

Pasajero y efímero.

Sus pensamientos sólo tenían un nombre, Aioros.

En su trabajo tan sólo más lo recordaba, cada coqueteo y el último acercamiento que tuvieron en ese escritorio que fue testigo mudo de su encuentro "casual".

No prestaba atención en las juntas que se hacían cada mes con sus compañeros de trabajo para saber como iba cada uno en su puesto.

Y saber si las personas eran atendidas correctamente.

No tenía cabeza para pensar en otra cosa que el fotógrafo y si estará bien.

Él no era de esas personas sentimentales y mucho menos creer en el amor pero ¿Qué era esa sensación que lo invadía en el pecho?

Dolor, preocupación, amor, que sentimiento era porque no sabría indetificarlo ya que nunca antes lo sintió.

Aioros decidió huir de lo que creía le sofocaba.

Dejó de molestar a Odysseus ya que al parecer su presencia le molestaba.

Sabía que hizo mal desde un principio acercarse a él de una forma atrevida, tal vez creyendo que era una persona que sólo gustaba de pasar el rato pero todo lo contrario desde que lo vio en el aeropuerto quedó cautivado por lo guapo que era el viejo.

Sabía que era el correcto para estar en su vida.

Él no era de esos típicos clichés de romance rosa, él prefería que se lo demostrarán con hechos.

Saberse deseado y querido.

Le bastaba saber que el sentimiento era mutuo.

Ahora con lágrimas en los ojos veía las fotos que le tomó a Odysseus cuando fue recibido en el aeropuerto, su porte misterioso lo atrajo como abeja en la miel.

Esos ojos verdes que parecían dos serpientes al acecho.

El poder que desprendía todo su ser.

Tomó cada ángulo de ese guapo viejo concentrándose más en su cara, para verlo mucho mejor en cuanto tuviera su foto.

No le fue difícil el investigar quién era.

De ahí se la pasó acosandolo mandando notas eróticas hasta que finalmente lo recibió en su oficina y sucediera el primer acercamiento.

Tenía que olvidarlo ya que él tontamente se enamoró.

Tan sólo lo recordaría en esas fotos que ya mojadas se encontraban por sus lágrimas.

¿Porqué no fuiste a buscarme a mi trabajo?

¿Acaso sólo fui tu juego?

Le dolía cómo una flecha clavada en su pecho.

La culpa lo mataba lentamente como un veneno que poco a poco recorría todo su cuerpo.

No debió hablarle así a Aioros pero por un momento lo sacó de sus casillas y sabía que él no tenía la culpa de lo que pasaba.

Sólo era de él ya que estaba confundido en esos sentimientos que él dudaba tener hacía una persona pero cuál posima de amor le dieron éste nacía de lo profundo de su corazón.

Siempre creía que el amor sólo existía en los libros de romance porque en la vida real ese sentimiento no es verdadero, tan sólo una mentira creada, algo ficticio.

Pero ahora todo eso que pensaba se vino abajo al conocer a Aioros.

Su mente le remordía el día que salió enojado de su oficina dejando sólo al castaño pero necesitaba serenarse, pensar mejor aunque su conciencia le pidiera a gritos volver y abrazarlo.

Presentía que ya no volvería más.

Ahora su semblante una vez jovial se reemplazó por una más cansada, se veía más viejo de lo normal.

Por ese día se retiró temprano de su oficina, necesitaba relajarse.

Sabía el lugar correcto para pensar mejor las cosas, dónde se libró la batalla entre los griegos y persas, un combate brutal, el más importante de las guerras ya habidas en Grecia.

La isla de Salamina.

Tomó el ferry para viajar y fue una suerte que no tardará en llegar para abordarlo.

El aire golpeaba suavemente en su rostro cómo una leve caricia que le recordaba a Aioros.

Sus platinados cabellos se mecían al compás del viento que el Dios Eolo mandaba para calmar sus pesares.

El atardecer se veía espectacular.

La isla era hermosa se quedó admirando el atardecer.

Suspiros salían de su boca.

Como fue que terminó así, loco por un mocoso que bien podría ser su hijo.

Darse cuenta que lo amaba con locura y que le hacía falta la osadía de ese chiquillo.

Aioros.

Escuchó una leve risa, acompañada de otras más sonoras.

Aioros.

Dio un giro sobre sus talones para ver si no estaba alucinando o escuchando algo que bien podría ser a causa de su imaginación.

Viajar a la isla de Salamina fue lo mejor, su amigo Shura lo invitó a estar ahí unos días.

Le tomó la palabra a su compañero que también era fotógrafo y periodista.

Ya que estar en la misma ciudad que él no le hacía bien a su sangrante corazón.

Sin saber que el destino los pondría en el mismo camino de nueva cuenta para que se cruzarán pero ésta vez para siempre.

Su amigo español era todo un bromista que lo hacía reír con cada ocurrencia que decía sacándole muchas risas en todo el día que se la pasaron caminando.

Olvidó por completo todo lo que pasaba en su vida.

Pero una mano borró toda felicidad obligándole a girarse para que lo viera a la cara.

Odysseus ardía en celos al ver a Aioros feliz con otro hombre que era apuesto, de buen porte pero sobre todo joven.

No se comparaba con él en belleza ya que estaba viejo.

Pero ver que ese pelinegro lo tomaba de la mano y el castaño no rechazaba el contacto fue todo para que sus pupilas brillarán de enojo al punto que tomaron la forma de dos líneas verticales parecidas a una serpiente al acecho.

Caminó rápido hacía ellos para encarar a Aioros.

Que no creía lo que miraba.

Odysseus.

¿Qué hace él aquí?

- Sueltame por favor. No quería verlo a la cara así que la bajó hacía el suelo.

- No hasta que me digas porque tan de repente desapareciste. Ni siquiera te despediste.

- Jajaj no me hagas reír si yo te dejé una nota de despedida aquel día en que peleamos sobre tu escritorio.

- No mientas ya que no había nada.

- Pues no es ninguna mentira.

Se zafó del agarre en su brazo encarándolo, viéndolo con muchos sentimientos encontrados.

El pelinegro se mantenía al margen pero si era necesario intervenir lo haría por Aioros.

- Debemos platicar.

- No quiero.

- Aioros por favor debemos aclarar ésta situación.

- No, no quiero saber nada de , lo dejaste en claro en tu oficina, yo no te importo es por eso que mejor dejé de molestarte.

Lo miró con el ceño fruncido, como si fuera un berrinche suyo.

El de cabellos plateados debía ser paciente, ya que la actitud infantil del castaño a veces lo exasperaba.

- Te lo suplico Aioros hay que aclarar todo ésto y te prometo que no te molestaré interrumpiendo tu magnífica salida con tu amiguito.

Lanzó una mirada furtiva al de cabellos negros que entendió esa indirecta, iba a golpearlo pero lo detuvo su amigo.

- Dejanos sólos por favor Shura.

- No amigo y si algo te pasa.

- Sé cuidarme perfectamente lo recuerdas.

Le dio una mirada rápida a ese viejo que no paraba de verlo.

- Está bien te espero en casa. Se acercó al castaño y le dejo un beso cerca a la comisura de sus labios.

Odysseus gruñó y el castaño se sonrojó por la repentina acción de Shura.

- Y bien?. Que era eso que ibas a aclara....

No lo dejó hablar ya que las acciones cuentan más que las palabras.

Besándolo con posesividad y deseo acumulado.

Aioros correspondió de inmediato ya que también quería sentir lo embriagante que eran esos labios al punto de volverse adictivo.

Amor se transmitía en ese contacto.

- Te deseo. Susurró el de ojos verdes cuándo se separaron con sus respiraciones agitadas.

Juntó su frente con la del castaño para verse a los ojos.

Ésta vez tomó la iniciativa Aioros de volver a unir sus labios, también lo deseaba.

Todas las noches soñaba con él, anhelaba sentir el contacto de piel contra piel.

Sin pensarlo más se dirigieron a un hotel que estaba a unas cuántas calles.

La pasión que sentían ambos era intensa.

La cama los invitaba a dejar salir sus más bajos instintos.

Odysseus se desnudó con parsimonia, deleitando al castaño que su mirar aguamarina brillaba como las estrellas en una noche de luna llena.

Ese viejo tenía el cuerpo de un joven.

Le encantaba su perfecta anatomía.

Aioros seducía al de cabellos plateados con sus sensuales movimientos a la hora de quitarse cada estorbosa prenda dejando ese escultural cuerpo que hasta los dioses del olimpo se arrodillarían a sus pies por tan sublime belleza.

La mezcla de pasión y erotismo se vivía a flor de piel en aquella habitación de hotel.

Repartía caricias en cada rincón de esa piel bronceada.

Los suspiros que le dedicaba al mayor.

Sentir ese toque quemar su piel de una forma deliciosa.

Ver como se desarmaba toda esa faceta de jovencito osado, su piel erizada cuándo la suya se rozaba ligeramente.

Como vibra su ser al estar unidos de esa forma.

La unión de dos almas distintas en personalidad pero tal era la atracción, el deseo y amor que no les importaba lo que dijeran los demás.

Preparó aquella estrecha entrada siendo cuidadoso para no lastimar al castaño.

Pero ser delicado a la hora de penetrarlo no quería decir que lo fuera para el encuentro que es dónde sacaba esa bestia que dormía profundamente.

Le amarró las manos con su corbata en la cabecera de la cama.

Recorrió con la yema de sus dedos toda su espina dorsal hasta llegar a ese lugar que lo volvía loco.

Un mocoso que lo cautivó cayendo en sus juegos.

La flecha de Eros los atravesó tan profundo ya que en ningún momento dejaron de pensarse, casualidad o destino debían estar juntos.

Cuando toda su hombría estuvo dentro comenzó con las estocadas de manera lenta pero era para desesperar a su amante y le rogara ir más rápido.

Esos movimientos desesperaban al castaño para su gusto que siempre era amante de lo rudo.

- ¿Que pasa viejo acaso ya te cansaste? Y eso que apenas comenzamos.

Era su forma de provocarle, sabía que el mayor odiaba que lo subestimaran.

- Claro que no cariño. Estoy esperando que me ruegues ir más rápido.

- Ja! Seguirás esperando a que eso pase.

La penetración se hizo más profunda los anillos de carne apretaban su tronco.

Ahogaba lo más que podía sus gemidos, mordiendo sus labios ya que la profundidad de las embestidas tocaban su punto de placer.

Se rindió.

- Más rápido con un demonio viejo.

Gritó soltando un sonoro gemido.

La habitación tan sólo se llenó de una bella sinfonía con el sonido de sus cuerpos fundiéndose, le dio un par de nalgadas que desbarató más al castaño en sonidos llenos de placer.

- Gime ni nombre. Se apegó a la espalda bronceada susurrando de manera seductora a su oído.

- OO-Odysseusss ahhh. Sigue y no pares mmm.

Su cuerpo vibraba por las miles de sensaciones que le recorrían cada fibra de su ser.

El de cabellos plateados pellizcaba los pezones que estaban tan duros y masturbando el caliente miembro de Aioros al ritmo de sus estocadas.

Diamantes parecían impregnados en sus cuerpos, en la habitación el calor parecía sofocante pero para los amantes nada importaba.

La labor siguió hasta que el orgasmo hacía acto de presencia avisando con una fuerte descarga eléctrica de mil voltios.

Un beso obsceno se daban para descargar su liberación que fue alucinante, el mayor eyaculando dentro de esas estrechas paredes y Aioros dejando su esencia en la mano de Odysseus.

Desató al castaño que se tumbó en el colchón, sus piernas temblando por el reciente orgasmo y el mayor lo siguió haciendo lo mismo.

Volvía a sentirse con energía y joven de nuevo, el castaño cambió su vida por completo sacándolo de su zona de confort.

- Vaya viejo, no me decepcionaste desde un principio ya que desde que te ví supe que eras como esos vinos añejos.

Se volteó para verlo a la cara.

- ¿Y eso porque?.

Alzó una ceja interesado por su comparación.

- Porque un vino recién producido no es tan bueno como uno que tiene años guardados en las cavas para que se añeje con el paso del tiempo así su sabor y exquisites lo vuelven embriagante, atractivo de sabor y tus papilas gustativas se deleitan. Tú eres como ese vino me gustaste desde que te probé y ahora no puedo dejar de embriagarme de ti, pero Odysseus tú, tú eres mi amor añejo.

- Aioros sobre mis sienes brillan escarchas que deja el tiempo y de la vida tendré un montón de conocimientos te pido que le des a mi vida la inmensa dicha de tu presencia para ofrecerte noches divinas con mi experiencia.
Sé que junto a mi eres muy joven, sé que en realidad yo soy más viejo.
Pero te puedo amar y hacerte feliz con este amor añejo sólo te pediré que seas leal y sincero a mi lado; cariño, amor ni nada te faltará.
Presiento que hasta mi corazón ha llegado el amor porque cuando te ví, en el cuerpo sentí su dulce sensación.
Al contemplar tu modo de reír y tu modo de mirar no pude contener mis ansias de vivir pues me enamoré de ti.
que yo no soy de esos que creen en el romance de cualquier color pero lo que siento por ti es verdad.

- Si según tú lo que dices es cierto, dime porqué no fuiste a mi trabajo para buscarme y darle nombre a ésta relación si sólo me vez como un juego, sexo casual, aunque también tengo la culpa de mi osadía al acercarme a ti pero diablos viejo yo tampoco soy de romanticismo ya que prefiero ser directo. Me gustas pero me dolió que no me buscarás el día que discutimos, te dejé una nota en tu escritorio esperando horas como un idiota pero nunca apareciste por eso preferí alejarme de ti y no molestarte más.

- ¿Nota? En cuánto llegué a mi oficina tu ya no estabas era lógico que te fueras pero te juro que no había nada sobre mi escritorio. Te mandé miles de correos para disculparme, no sabes cuánto me hacía falta tu presencia acosadora jamás pensé extrañar mucho a una persona. En qué momento te volviste importante en mi vida no lo con exactitud.

- Te perdono viejo guapo ya que tampoco puedo vivir sin , me gustas y también te amo. Sólo por ésta vez lo diré no te acostumbres de escuchar palabras melosas salir de mi boca porque eso no pasará. Con mis acciones bastará para que lo sepas. Se acercó para darle un pequeño beso y abrazarlo.

Con su relación que ya era oficial y haber aclarado cualquier mal entendido.

Para ser una pareja estable planearon un viaje al Tíbet para poder purificar sus almas, encontrar la iluminación y saber como alcanzar la perfección en sus vidas.

Los monjes les dirían como hacerlo para estar en paz.

Aioros nervioso asintió ante la amable mirada del sabio cuyas canas indicaban la inmensa sabiduría que por años gozó.

Odysseus ávido por conocer más se remojó los labios y preguntó...

-¿Qué hay que hacer para alcanzar la paz?

El sabio de cabellos como la nieve, entendió que ese hombre era un alma que a través de sus estudios y labores buscaba ser guía de aquellos considerados por la sociedad como "desvalidos", seres que en realidad podían enseñar más que un artículo científico o libro actualizado, su aura desprendía sabiduría era el elegido para salvar a aquellos en desgracia.

Y sin demorarse, contestó:

-Solo lo que tu corazón inundado de bondad dictamina, no necesitas rodearte de fórmulas ni de flashes, solo haz lo que harías si esa persona perteneciera a tu familia.

Y prosiguió.

- Eres de esos que no te enfrascas en lo que dicen aquellos que dicen saber el destino, no eres de esos que cree que un signo zodiacal dictamina la personalidad, eres de esos que busca alimentar su alma con conocimiento significativo, no con falacias.

Aioros ansioso por saber que consejo le daría el anciano no tardó en preguntar.

- ¿Que hay de mí, que puedo hacer para alcanzar la paz y ser de gran ayuda?

Enfocando su oscura mirada, mirada que parecía una galaxia antigua pero igual de imponente y sobrecogedora, respondió.

- Eso querido muchacho, lo sabes bien... sabes que has vivido tantas vidas y en cada una de ellas ya sea con fortuna o con nada lograste curar heridas.

- ¿Cómo, no entiendo?. Confuso Aioros se estrujó las manos.

- ¿Recuerdas tus vidas?

Aioros miró largamente al anciano cuyo hábito del color de las naranjas brillantes lo hechizaba como si fuese un hipnotizador, respondió:

- No, además no creo en eso... pero éste viejo. Señaló a Odysseus quién frunció el entrecejo por la descripción. - Sí y dice que fue un tipo que enfrentó a invasores abusivos. Pero yo creo que, si la tuve seguramente fue horrenda.

- Nadie recuerda sus vidas porque cada vez que encarnamos en el vientre de una madre que nosotros mismos elegimos, todo lo que vivimos en una vida previa se guarda en el subconsciente el cuál es como el manto invisible de nuestro cerebro.

- ¿Entonces?. Interesado preguntó, Odysseus posó una mano sobre su hombro para calmar la ansiedad que hacía mella en su ser. - ¿Cómo sé que debo hacer?

- Tu aparente osadía es nada más el reflejo de que vida tras vida buscabas ser amado con intensidad, pero te consolabas ayudando a otros que te veían como un ángel caído del cielo...

- No eres malo, nadie lo es, aquellos que practican la maldad son almas que no aceptaron su misión en esta vida y por ende tú y este caballero que te acompaña y al cual haz entregado tu corazón henchido de amor, deben evitar que más almas caigan en el pozo, ayudándoles como sus corazones dicten.

La visita con el sabio fue de gran ayuda, sus almas ya sabían qué hacer.

Tomados de la mano como una pareja estable basada en ese amor que sienten ayudarían a las personas que necesiten aquellos actos humanitarios con tal de verlos felices.

Su amor aunque fuera juzgado por la sociedad por la diferencia de edades no les importaba, su misión en ésta vida era ayudar pero también el amarse hasta que la parca los llame para partir a ese sueño eterno llamado muerte.

Un joven osado que se cautivó por aquel viejo de apariencia misteriosa.

Él que creía estar viejo comprobó que para el amor no hay edad y disfrutar de los placeres tampoco.

Odysseus y Aioros dos almas con el mismo propósito se reecontraron en ésta vida para ser Ángeles Guardianes de aquellas personas que caen en desgracia pero también para encontrar ese amor añejo que les daba algo distinto a sus vidas rutinarias, el elixír perfecto para estar siempre jóvenes.

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