CAPÍTULO 6: AL DESCUBIERTO

CAPÍTULO 6: AL DESCUBIERTO

Sam había disfrutado de su domingo con su amigo y estaba preparado para un nuevo entrenamiento con sus compañeros. Mientras estaban en el vestuario, los chicos preguntaron que había hecho ese domingo. El rubio dijo la verdad porque no se sentía avergonzado de lo que había hecho. Notó que sus compañeros se miraban de manera cómplice sin decir nada.

– ¿Qué? – Evans preguntó.

– Sam... – El capitán del equipo se sentó junto a él. – Entendemos que antes no tuvieras más amigos y tuvieras que pasar tiempo con el marica del instituto pero ahora tienes amigos y puedes llegar a ser popular. Deberías empezar a poner en orden tus prioridades.

– Blaine es mi mejor amigo, no voy a darle la espalda porque vosotros no lo aceptéis. Creo que si lo conocierais comprenderíais que no es diferente a nosotros. – El rubio defendió a su amigo.

– Lo siento amigo, pero no me gusta hacerme la manicura o jugar con las muñecas. – Uno de los chicos comentó y todos rieron.

– A él tampoco le gusta. – Evans insistió pero se dio cuenta de que no podría convencerlos.

Sam estaba convencido de que, aunque no había convencido a sus compañeros de fútbol para que conocieran a Blaine, al menos había conseguido que dejaran de acosarlo. El moreno por su parte estaba asustado porque el acoso no desaparece de la noche a la mañana.

Estaba caminando hacia su siguiente clase cuando sintió unas manos que lo agarraban y lo dirigían a un aula vacía. Varios jugadores de fútbol estaban ahí, mirándolo de manera amenazante.

– Queremos que te alejes de Sam antes de que le contagies tu enfermedad. – Uno de ellos habló y lo empujó contra la pared. Anderson sintió que su cabeza golpeaba la pared y sintió algo de dolor, pero prefirió no quejarse.

– También queremos que te quede claro que aquí no consentimos este tipo de comportamiento. – Otro de ellos se acercó.

– Y que te prohibimos que le cuentes a Sam lo que está pasando.

– Y para que te quede claro, vamos a darte una muestra de lo que haremos si no nos obedeces. Y que sepas que tu amigo también pagará si no haces lo que te decimos.

Después de estas palabras, todos los miembros del equipo empezaron a golpearlo. Tenían cuidado para no dejar marcas visibles que no estuvieran cubiertas por ropa pero no les preocupó causar algunas heridas que sangraron.

Blaine llegó a su casa realmente agotado y con mucho dolor. Ese día había sido demasiado para él y se sentía aliviado por llegar a casa. Dejó la bolsa con sus cosas en su habitación antes de ir corriendo al baño para darse una ducha. A pesar de que se había lavado un poco en el instituto y se había cambiado de ropa, se sentía sucio.

Pam entró a la habitación de su hijo para avisarle de que la cena estaría en 20 minutos. Escuchó el agua de la ducha y decidió esperar para hablar con él. Vio la mochila de su hijo y decidió abrirla. No era una madre controladora, simplemente sabía que el menor solía cambiarse en el instituto algunas veces si se manchaba a la hora de comer y le molestaba que siempre fuera él el que hiciera esa colada. Iba a comprobar si esa vez podía ahorrarle ese trabajo ya que ella tenía ropa preparada para lavar.

Al sacar la ropa de su hijo, su corazón se detuvo. Las manchas que había eran de sangre, de eso estaba más que segura. En ese momento intentó recordar si en algún momento ella había sido capaz de ver la ropa sucia que su hijo traía del instituto. Sin embargo, por más que lo pensaba no creía que eso hubiera pasado. ¿Acaso su niño le estaba ocultando que le agredían sus compañeros?

No se iba a engañar, sabía que había grandes probabilidades de que eso sucediera por la sexualidad de su hijo. Le dolía pensar que los adolescentes, por el hecho de ser gays, tuvieran que sufrir de esa manera, en especial, su pequeño.

Decidió darle algo de privacidad a su hijo, esperaría a después de cenar para preguntarle sobre eso. Sin embargo, decidió que iba llevarse la ropa para evitar que Blaine la lavara, eliminando con ello cualquier prueba de la agresión.

La cena terminó y Pam no había escuchado ni una palabra por parte de su hijo sobre lo ocurrido. Ella no había tenido tiempo de contárselo a su marido, por lo que esperaba que no se enfadara. Cuando se dirigieron al salón para pasar un rato en familia, ella decidió comenzar esa conversación.

– ¿Qué ha pasado hoy en el instituto? – La mujer preguntó.

– Nada. – El menor respondió rápidamente.

– ¿De dónde venía la sangre que hay en tu ropa? – Ella insistió y vio la mirada aterrada de su hijo. James también se dio cuenta y decidió intervenir.

– ¿Sangre? Blaine, ¿estás bien? – El hombre preguntó preocupado.

– Estoy bien... Sólo ha sido un mal golpe... Nada de lo que preocuparse. – El adolescente explicó.

– Deberías aprender a mentir antes de intentar hacerlo con tus padres. – Pam intervino, conocía muy bien a su hijo.

– Está bien, os lo diré... Pero por favor, no hagáis nada...

El joven le contó a sus padres lo que había pasado. Para su desagrado, ellos decidieron que no iban a dejar pasar esa situación.

Pam y James estaban en el despacho del director del Westerville High School. Acababan de informarle a él y al orientador del instituto de lo ocurrido con su hijo y Blaine había tenido que contar con todos los detalles que pudo aportar, lo sucedido.

– ¿Tienen alguna prueba? – El director preguntó.

– La ropa ensangrentada de mi hijo. – La mujer habló con confianza.

– Lo siento mucho, señores Anderson, pero es la palabra de su hijo contra la de todo el equipo de fútbol.

– ¿Va a dejar que se salgan con la suya? – El padre del joven se mostró enfadado.

– Lo siento, señores Anderson. No hay ninguna prueba de lo ocurrido por lo que no podemos expulsar a varios alumnos sólo por lo que su hijo dice. Ningún profesor ha presenciado ningún acto violento por parte del equipo de fútbol, de ser así yo habría sido informado. Por lo que nosotros sabemos, son unos chicos ejemplares. Por otro lado, Blaine es gay y eso supone ciertas cosas. – El director se mostró serio.

– ¿Qué cosas? – James preguntó, su enfado crecía conforme escuchaba al hombre que estaba sentado frente a él.

– A pesar de estar en el siglo XXI, la homosexualidad todavía se considera algo repulsivo por algunos sectores de la sociedad. Ser abiertamente gay puede suponer ser insultado, humillado o agredido en diferentes situaciones. Debería acostumbrarse.

De todo lo que los Anderson habían escuchado en ese despacho, esa frase había sido la peor. Su hijo no debía acostumbrarse a ser insultado, humillado o agredido, eran esos sectores de la sociedad los que debían cambiar y, al menos, dejar que los gays vivieran su vida como ellos quieren.

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