CAPÍTULO 4: A TU LADO

CAPÍTULO 4: A TU LADO

Noviembre llegó frío y lluvioso a Ohio y Blaine y Sam seguían siendo los mejores amigos. Todo parecía normal entre los dos, ninguno había dejado que sus sentimientos salieran a la luz. Era algo que ambos temían porque valoraban su amistad por encima de todo.

El rubio estaba en el equipo de fútbol americano y jugaba su primer partido. Iba a estar en el banquillo de inicio pero el moreno había querido ir a verlo de todos modos. Convenció a Sarah, una chica de su clase de Historia, para que lo acompañara al partido. No eran realmente cercanos, pero se llevaban bien. Sospechaba que a ella le gustaba Sam y que por eso se acercaba a él, pero eso sólo conseguía que él se compadeciera de ella. Era imposible que conquistara a Evans si no se acercaba.

Se sentaron en las gradas cuando faltaban aun unos minutos para el comienzo del partido cuando Blaine lo vio. Reconocía a ese chico y sabía que no era nada bueno que estuviera ahí. Era un año menor que él y el año anterior habían ido juntos al mismo colegio. Eso implicaba que sabía su "secreto", de hecho, era uno de los que se burlaban de él por su sexualidad.

A pesar de que Anderson intentó olvidarse de la presencia de su antiguo compañero, pero era casi imposible. Le daba miedo pensar que esa presencia tuviera consecuencias. Sin embargo, el entrenador sacó a Sam al campo y en ese momento se le olvidó todo. Comenzó a animar a su mejor amigo sin importarle nada más.

Cuando el partido terminó, Evans se encontró con Blaine para celebrar la victoria y su debut. Fueron a una hamburguesería los dos solos porque Sarah iba a ir con sus amigas. Eso les alegró a los dos porque preferían estar solos. El moreno le contó lo que había pasado a su amigo y éste intentó tranquilizarlo. Era mejor no ponerse nervioso por lo que pudiera pasar porque podían estar equivocados.

El lunes siguiente las sospechas de Blaine se confirmaron. Paseaba por los pasillos de su instituto en busca de Sam cuando sintió un fuerte empujón que lo hizo chocar contra las taquillas.

– Marica. – El matón lo insultó antes de alejarse.

El moreno intentó tranquilizarse. Sabía que tendría un feo moratón en el hombro por culpa del golpe. Sólo podía esperar que nadie lo notara y que no le doliera mucho si le tocaban. Su mejor amigo era una persona muy cariñosa y solían abrazarse o darse golpes amistosos. El pensamiento de que el pudiera darle un golpe en el hombro conseguía que se estremeciera.

Sin embargo, no iba a contarle nada a Evans. Esperaba que todo quedara en eso, un matón metiéndose con él. Podía lidiar con eso, ya lo había hecho antes.

El miércoles, Blaine ya tenía claro que no sería sólo un matón el que se encargara de acosarlo por ser gay. La noticia de su sexualidad había corrido por todo el instituto porque, según había descubierto, uno de los compañeros de Sam en el equipo de fútbol es hermano del chico que vio durante el partido. ¿No era eso tener mala suerte?

Lo peor era que el rubio se había enterado de que sus compañeros lo sabían y eso hacía que el moreno se sintiera mal. No quería que eso afectara a su amistad pero estaba seguro de que tarde o temprano todo explotaría.

Esa tarde, los dos amigos estaban en casa del ojiverde, jugando a los videojuegos. Todo parecía normal hasta que, después de que el ojiverde consiguiera vencerlo, le dio un golpe a su amigo en la espalda con la mano abierta que acabó en uno de los moratones más dolorosos. La cara de dolor de Anderson no pasó desapercibido.

– ¿Estás bien? – Evans preguntó preocupado.

– Sí, claro... ¿Por qué no habría de estarlo? – El ojimiel intentó parecer tranquilo, pero no engañó al otro.

– Te ha dolido el golpe y no ha sido fuerte... ¿Por qué? – Sam insistió.

– El otro día me di un golpe ahí en la ducha, no es nada. – Blaine intentó calmarlo.

– ¿Puedo verlo? – El rubio preguntó, conocía a su mejor amigo lo suficiente como para saber que estaba mintiendo.

– No es necesario. – El moreno quería disuadirlo.

– Por favor...

El ojimiel suspiró, no podía negarse cuando su amigo lo miraba así, pero no quería que viera todos los golpes que tenía. Sin embargo, mientras pensaba, Evans levantó su camiseta y vio todos los moratones, con distintos colores y distinta antigüedad.

– Esto no son consecuencia de un golpe en la ducha. ¿Qué está pasando? – El ojiverde preguntó angustiado.

– Estoy bien, no te preocupes. – Anderson repitió.

– ¿Quién te ha hecho eso? – Esa vez Sam se mostró firme, no iba a aceptar una respuesta que no le convenciera.

– Está bien, te lo contaré. ¿Recuerdas que te dije que reconocí a alguien de mi anterior colegio? – Blaine preguntó y el otro asintió. – Parece que es hermano de uno de los chicos del equipo de fútbol y le contó que soy gay. El resto te lo puedes imaginar.

– ¿Quién ha sido? – El rubio quiso saber. Estaba realmente enfadado.

– Han sido varios, no sabría decirte quién exactamente porque a algunos no los conozco. – El moreno confesó arrepentido. Evitaba mirar a su amigo porque estaba avergonzado.

– Voy a devolvérsela a todos. – El ojiverde sacó su furia, levantándose porque no soportaba estar de pie un segundo más.

– No, eso sólo traería más violencia... Quiero que todo pare. – Anderson pidió.

– Pero yo no quiero que sigas sufriendo. – Evans se agachó frente a él para mirarlo a los ojos por primera vez. Esos ojos color avellana estaba brillando por culpa de las lágrimas.

– Yo tampoco quiero sufrir, pero no voy a consentir que te enfrentes a ellos. No vas a cambiar su forma de pensar con una pelea. Lo único que harán es ponerte a ti como su objetivo y eso me haría sufrir más. De momento sólo tengo que preocuparme por mí pero si empiezan a golpearte a ti no podré soportarlo. Cada segundo que estemos ahí pero no estemos juntos voy a estar preguntándome si estás bien y no quiero eso. – Blaine susurró, sin dejar de mirar los ojos verdes que tanto le enamoraban.

– ¿Entiendes que es así como yo me voy a sentir? La diferencia es que yo sé que tú no me dirás si te hacen algo porque me lo vas a seguir ocultando. Yo te lo diría... – Sam se sintió dolido, sabía que habían pasado varios días desde el primer golpe, suponía que desde el lunes.

– Te prometo que te contaré todo lo que ocurra y dejaré que veas los moratones para que compruebes que no es nada grave. Por favor, sólo quiero que mi mejor amigo me apoye y no se preocupe porque quiero que sigamos siendo los mismos. No quiero que también me quiten eso. – El moreno rompió a llorar y el otro lo abrazó.

– Te prometo que nada cambiará entre nosotros. Te prometo que no dejaré que nos afecten, pero me gustaría que me cuentes lo que pasa. Voy a estar a tu lado. Siempre.

Los dos estuvieron un rato abrazados hasta que ambos estuvieron calmados. Después, tal como había pedido el ojimiel, volvieron a lo que siempre hacían, sin dejar que nadie afectara su amistad.

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