CAPÍTULO 20: EL BAILE
CAPÍTULO 20: EL BAILE
El final del curso sólo podía significar una cosa, baile. Dalton, al ser una academia sólo para chicos, no organizaba una fiesta. Sólo los de último curso, junto a las alumnas de su misma edad de la academia Crawford sólo para chicas, preparaban una fiesta en un local de Westerville.
Sin embargo, McKinley sí celebraba un baile y todos los New Directions tenían que asistir porque eran los encargados de cantar. Sam no quería ir, el último baile al que había asistido había sido en el que le habían golpeado, en el que, de no ser por la llegada de su padre, probablemente habría tenido consecuencias realmente duras para él.
Blaine comprendía a su novio y había decidido apoyarlo. No era algo agradable de recordar para ninguno de los dos, pero evitar hablar del tema no hacía que sus sentimientos desaparecieran.
El resto de chicos del Glee Club comprendían que no tuvieran muchas ganas de ir al baile, pero eso no significaba que les gustase pensar que ellos no querían ir. Para ellos era una noche en la que divertirse, cantar juntos, bailar y pasar un buen rato. Y querían compartir eso con Evans y Anderson.
Kurt no quería ser el único abiertamente gay en el McKinley y en el baile, por lo que tenía que convencer a Sam de que fuera con Blaine. Comprendía que debía respetar la decisión de los chicos pero decidió convencerlos sutilmente de que tenían que ir, de que era una oportunidad para superar antiguos traumas y mostrarle al mundo que ellos eran más fuertes que nada.
Por eso, para sorpresa de muchos, la pareja acudió juntos al baile. Fueron conscientes de las miradas y los murmullos cuando ellos entraron cogidos de la mano. Para muchos era incomprensible que Sam, que era jugador del equipo de fútbol americano y que durante unos días había sido el Quaterback, alguien relativamente popular y respetado, fuera gay.
También se dieron cuenta de que Puck, Finn, Mike, Santana y el resto de New Directions estaban atentos por si tenían que intervenir si alguien decidía meterse con ellos. Sin embargo, ellos decidieron no mostrarse demasiado cariñosos.
Era cierto que habían entrado cogidos de la mano y que no podían ocultar la manera en que se miraban, pero ni un beso ni una caricia se dedicaron durante la noche. Sin embargo, sus amigos, cansados de que no fueran ellos mismos, decidieron hacerles una encerrona.
Kurt acababa de cantar una canción y se suponía que cantaría con Blaine Just The Way You Are de Bruno Mars. Sin embargo, Quinn había engañado a Sam para que creyera que esa canción la cantarían juntos de manera que, los cuatro se encontraron durante un segundo en el escenario. Fabray y Hummel dieron un pequeño empujón a la pareja para que quedaran en el centro del escenario antes de desaparecer.
Sam y Kurt sabían que tenían que seguir ante todo, por lo que cantaron cada uno tal como habían ensayado con los que se suponía que eran sus parejas, simplemente confiando en que habían preparado todo para que el dúo quedara perfecto.
Al principio se mostraron algo tímidos, parecía que sólo eran amigos que cantaban una canción, pero poco a poco se dejaron llevar por la canción y por lo que realmente sentían, hasta que acabaron casi abrazados.
Aunque la canción estaba dedicada para una chica, ellos realmente la hicieron suya. Llegó un momento en el que no les importaba nada y que disfrutaron como deberían haberlo hecho desde el principio.
Cuando dos alumnos de último curso son nombrados rey y reina del baile, ellos acaban viéndose en un rincón en el que están alejados de miradas curiosas. Sus amigos están cerca de ellos, de manera que es casi imposible que alguien los vea. Sam pone sus manos en la cintura de su novio y Blaine en su nuca. Los dos están tan cerca que entre ellos no cabría ni un alfiler y el moreno se apoya en el pecho de su amado, dejándose arrastrar en el baile con suavidad y amor.
Durante unos segundos, el resto del mundo dejó de existir para ellos. Todos sus sentidos se enfocaban en el otro. El olor les embriagaba, la suavidad de sus pieles les hipnotizaba... Tanto así que acabaron juntando sus labios para besarse. Fue un beso casto, puro y lleno de amor.
– ¿Te lo estás pasando bien? – El ojimiel preguntó, sin separarse un milímetro.
– Muy bien. Me alegro que hayamos decidido venir. – Evans respondió en un susurro.
– Mis padres... – Las mejillas del Warbler se tiñeron de rojo. – Mis padres han ido a Los Angeles a visitar a Cooper. Si no tienes nada que hacer...
– ¿Quieres que salgamos antes del baile para ir a tu casa para estar a solas? – Sam quería estar seguro de lo que le estaba pidiendo porque no quería malinterpretar nada.
– ¡Sí! ¡No! Quiero decir... Yo... – Anderson sintió que toda su sangre se había concentrado en sus mejillas.
– Relájate, no voy a juzgarte... Además... A mí también me apetece estar un rato a solas contigo. No tiene que pasar nada si no queremos... Pero, si queremos, tampoco tenemos que buscar excusas o justificaciones. Sólo somos tú y yo. – El rubio se agachó un poco para poder besar a su novio.
– ¿Nos quedamos unos minutos más antes de irnos? ¿O tus padres se enfadarán mucho si llegas tarde? – Blaine quiso saber.
– Como no sabía qué plan habría, le dije a mi padre que igual hacíamos planes con el resto de New Directions para después del baile. Aunque no le gustó, me pidió que le mandara un mensaje cuando supiera algo. Creo que no quiere negarme que, al menos por una noche, me sienta como el resto de mis amigos, como si en casa no tuviéramos problemas. – El ojiverde explicó.
– En ese caso, podemos quedarnos un rato más.
La pareja siguió bailando durante tres canciones más. Estaban tan a gusto que perdieron la noción del tiempo nuevamente. Las manos dejaron de ser inocentes, Sam puso una de sus manos en la espalda del otro y la fue bajando hasta que se situó en el trasero de su novio, agarrándolo con firmeza. Blaine se acercó más y acabó presionando su cadera con el miembro semierecto del otro.
Las caricias perdieron su inocencia, los labios del rubio comenzaron a besar el cuello de su pareja, el moreno se frotaba intentando disimular lo que estaba haciendo.
– Creo... Creo que deberíamos irnos. – Sam susurró. Su voz era áspera y grave, reflejo del deseo que sentía en ese momento.
– Sí...
Los dos se separaron aunque no les apetecía mucho. Sólo la seguridad de que pronto volverían a estar abrazados en privado les animaba a dar ese paso. Se despidieron de sus amigos, ganándose varias miradas comprensivas y alguna broma subida de tono (principalmente de Puck).
A pesar de todo, hasta que no estuvieron en el coche de Blaine, ninguno de los dos estuvo tranquilo. Sin embargo, consiguieron salir del McKinley sin que nadie les molestara y habían podido disfrutar de un baile como cualquier otro chico de su edad. Sólo les quedaba disfrutar del momento a solas que muchas parejas tenían tras el baile.
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