XXXIX
Me desperté por la luz que me daba directo a la cara, al principio estaba desubicado, normalmente en las habitaciones en las que había vivido como sacerdote, eran muy oscuras o no tenían ventanas, así que esta vez hasta no ver dónde estaba no me quedé tranquilo.
Sentía un peso en el cuerpo, pero después de un rato entendí el por qué, Alejandra tenía la cabeza sobre mi pecho y los pies descolgado en el borde de la cama, yo solo estaba en la orilla, me dieron ganas de reír.
—Ale, amor, corre un poquito, me vas a tumbar de la cama.
—Uhmm?.
—Vamos un poquito, me tengo que levantar y solo quiero estar un rato más contigo.
—No molestes.
Se corrió y me dio la espalda, definitivamente esta niña es imposible, me acerque por atrás y la abrace, le di varios besos en el cuello y de su boca salió un gemido, no sabía si en protesta o de placer, preferí dejar así, tenía mucho que hacer.
Me levanté, me puse una playera blanca y una pantaloneta, fui a ver a Mateo y seguía durmiendo, tenía por lo menos una hora antes de que empezara a llorar.
Abrí el resto de puertas del segundo piso, había un baño con ducha y una pequeña bañera, tenía que lavarlo, se veían las marcas del agua por la falta de uso, las habitaciones que habían tenían camas una sola de ellas matrimonial, el resto individuales y en una había una habitación arreglada para un recién nacido.
Limpie todo, barrí, limpie polvo y abrí las ventanas, igual que las puertas.
El plan de trabaja era el siguiente, iba a empezara a barrer, limpiar polvo, abrir ventanas y cuando tanto el primer piso como el segundo estuvieran sin polvo, iba a trapear y lavar baños y lo que hiciera falta, definitivamente tenía demasiado trabajo por hacer, antes de que Alejandra y Mateo se levantarán.
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Ya había pasado una semana desde que habíamos llegado aquí, todo estaba limpio, el prado recortado, don Marcos a los dos días de haber llegado vino, me ayudó a poner los vidrios, a pintar y doña Elizabeth le explicaba a Alejandra según ella el sutil arte de conquistar a un hombre: cocinar.
No les voy a mentir, prefería cocinar yo, pues solo para evitar posibles incendios o percances de salud para alguno de los tres.
Mateo se había acostumbrado bastante bien a esto, teníamos energía eléctrica, agua, gas, los electrodomésticos funcionaban, don Marcos trajo un televisor, que Alejandra había ordenado, poner en la sala.
Esa era otra cuestión Alejandra, tenía la energía de alguien de su edad, yo no podía seguirle el paso, ella quería tener relaciones todas las noches desde que llegamos, la había podido complacer dos veces, pero aún así, todo lo que hacía me cansaba, y mi cuerpo ya no era el de un niño de 17 años.
Ya hacia rato, Mateo se había quedado dormido viendo televisión con Alejandra en el suelo de la sala, yo terminé de lavar la ropa que había, y salí a cargar a Mateo y dejarlo en su cama, en cuanto lo tuve en mis brazos empecé a subir, lo deje dormido y tapado, Alejandra le dio un beso en la frente y salió a nuestra habitación.
Después de un rato de cerrar todo, fui a dormir, hoy había sido igual a los últimos días, sin contar con que Mateo o bueno Alejandra se había empeñado en que hiciera un columpio con una llanta, por complacer a mi hijo a mi mujer, lo hice y seguí con lo que faltaba en la casa.
Entre a la habitación y solo estaban las lámparas prendidas, mala señal, Alejandra quería algo, tome aire y me senté a la orilla de la cama, me empecé a quitar los zapatos, me quite la sudadera y la camisa, estaba en solo boxer viendo a la nada, cuando sentí besos en la espalda.
—Ale, pequeña, déjame, por favor, hoy no, mañana o cuando termine de arreglar lo que falta si?.
—Nop, yo quiero hoy y punto, además no quieres tener un hijo propio?.
—Ale, no, tú tienes que terminar colegio y yo conseguir trabajo, no tenemos el dinero suficiente para alimentar a dos niños, con Mateo sobra y basta por ahora, ya después si.
Me di la vuelta y le di un beso en la frente, esto iba a ser para problemas.
—¡¿Por qué últimamente, contigo todo es no?! ¡Ale, hoy no estoy cansado! ¡Pequeña mañana si?! ¡Te prometo recomendarte luego, hoy tengo sueño! ¡Y mil excusas más! —yo solo respire profundo y me quedé callado —¡Carajo, imbécil responde, o es que no estar en una iglesia, te pone importente... —se quedó callada y abrió los ojos como si acabara de hacer algo malo.
—Dos cosas, la primera, no grites, te oigo bien y Mateo está dormido, por favor, la segunda, si no te respondo como hombre, no es porque no quiera, sino que no puedo, estoy cansado, llevo una semana trabajando, arreglando, cortando, limpiando, lavando y cocinando, tú solo te sientas con Mateo a ver televisión o subes con el a dormir, no me ayudas con lavar tu ropa, todo me toca a mí, si te digo que no es un problema, si te digo que si, no tenemos protección, no puedo dejar que no termines el colegio, no tenemos cómo alimentar una boca más, no podemos depender toda la vida de tus papás o por lo menos yo no, necesito ir a buscar trabajo, pero aún no llega la carta y si voy a buscar trabajo y el obispo se llega a enterar que estoy por aquí, va a venir y si te ve, va a ser para peor, entiende por favor, no tengo 17 años tengo 35, no puedo seguirte el paso.
Ella se quedó de rodillas en la cama, lágrimas silenciosas rodaban por su mejilla, me pare y cogí una cobija y mi almohada, no iba a dormir aquí esta noche eso ya era una desición.
—Erick, a donde vas?, Amor por favor perdóname, solo que me exasperó, la situación, amor, ven si?.
Me había tenido la mano, pero definitivamente no iba a aceptar y si que menos a premiarla después de todo lo hiriente que había dicho, no la grite porque no soy así, pero me estaba colmando la paciencia.
—No Alejandra, duerme sola por hoy, si mañana sigues con tu berrinche, me voy con Mateo, no me importa si tengo que vivir bajo un puente o en un callejón con el niño, peor no te voy a permitir tratarme como quieras y que todo quede así, hasta mañana.
Salí dando un portazo y me fui a otra habitación, si me tocaba irme con mi hijo, porque eso era Mateo para mí, pues me iba y punto.
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