XXXII

Ya había pasado un mes de mi nueva vida, todo iba bien, mi sobrino, ahora hijo adoptivo, estaba creciendo, tenía el cabello negro, los ojos negros y la piel demasiado blanca, los niños de la pastoral juvenil, iban y me pedían permiso para sacarlo a jugar, era chistoso ver como las señoras y otras personas, lo habían acogido, los domingos, se turnaban para cuidarlo, y lo traían a en la noche ya dormido.

Al principio tenía que dormir en el suelo para que el durmiera cómodo, después de un tiempo le compré una cuna, y ya los dos en esa pequeña habitación vivíamos, Mateo llegó a mis manos sin ropa, sin nada y extremadamente delgado, poco a poco con el cuidado de las personas, de mi pequeña y el mío subió de peso, y más de uno lo acogió como un nieto, así que en cuestión de días llenaron de detalles a ese enano que se había vuelto parte de mi vida.

Las cosas con Alejandra no iban bien, no teníamos tiempo para nada, ya no podíamos tener intimidad, Mateo cuando no estaba fuera de la parroquia con alguien, había mucho gente aquí, ella cuidaba a Mateo también, y como si la vida se ensañará conmigo el enano ese la quería y sin ella no podía dormir.

Era chistoso ver como venía y me saludaba a mi, mientras que Mateo le brincaba a los brazos solo con oír cuando llegaba.

Del trasladó no había noticias, el obispo me había dado más tiempo aquí, sabía de la situación de mi hermana y de mi sobrino, me dio la orden de educarlo y en cuanto cumpliera la mayoría de edad lo metiera al seminario o al ejército, yo acepté aunque no lo iba a cumplir, si iba a educar a Mateo bajo la ley de Dios y como un hombre de bien.

Mi otro hermano no volvió a llamar, sabía que se iba a desaparecer y nunca más iba a aparecer, aunque si lo pensaba bien era lo mejor, odiaba la hipocresía de Camilo.

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En mi país es costumbre decir felices pascuas, además aprovecho para darles mi regalo de navidad a ustedes.

Saludos desde Colombia.....
Nos vemos pronto
😉😉😉😉

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