XX

Y así paso todo la semana, tuve que aguantar a mis compañeros con las burlas del porque yo estaba tan distraído, el obispo intento hablar conmigo más de una vez pero siempre le sacaba evasivas y me iba al hotel a encerrarme en la habitación y ver hacia el techo pensando que hacer, el último día que tuve que estar en la capital, fui a comprar varias cosas que necesitaba, cuando iba saliendo de una librería, frente a esta había una joyería, no le puede importancia pero algo de la vitrina me llamó la atención, caminé hacia ella y vi una pulsera de plata con varios dijes, uno de un corazón y en el centro tenía una piedra color morado, ese fue el que más llamó mi atención, guarde en mi portafolio los libros y entre a la joyería.

—Buenas tardes, en que le puedo ayudar señor? —dijo una mujer joven en cuanto entre al lugar.

—Buenas tardes, quisiera saber qué precio tiene es pulsera que está en el mostrador?

—Si, claro padre, ya se la muestro.

En cuanto se dio la vuelta la mujer, sentí nervios pero que más da, nadie sabe para quien es y para qué es.

En cuanto la vi fuera de ese vidrio me di cuenta que eso era mi redención.

—La quiero, no importa el valor, solo quiero que la empaque en forma de regalo.

—Si, señor, es para alguien especial?

Solo asentí y ella se dispuso a hacer lo que le faltaba, en cuanto termino me la entrego y yo pagué, salí del lugar cuanto antes.

En cuanto llegue al hotel, empaque mis cosas y pedí un taxi en la recepción, llegue a la estación de buses y cogí uno para la poblaciones de dónde era párroco, ya no aguantaba un segundo más lejos de esa niña, a la cual le debo mis ganas de vivir de nuevo, y por un error la lastime.

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