XIV
Después de un silencio incómodo, me levanté con la idea de salir de allí.
¿Y ahora qué? No me puedo ir, la otra opción que tengo para salir de aquí, es un retiro espiritual, pero son solo tres días o más, pero no toda la vida ¿ahora que puedo hacer? ¡Piensa Erick!
Iba a salir en medio de mis pensamientos, cuando oí, que alguien lloraba, se me había olvidado que ella estaba allí, el dolor de cabeza que tengo y mi más grande prueba de fe.
—¿Por... ¿Por qué padre? ¿Yo qué le hice? —lágrimas yacían sobre su rostro llorando.
—Usted no me hizo nada, pero no puedo seguir aquí, no soy de los hombres que van con rodeos, así que se lo voy a decir de una vez por todas —empecé a caminar devuelta a mi silla—, por favor, siéntese y oiga las cosas sin preguntar.
Vi como ella trataba de calmarse, pasaron unos segundos y ya estaba bien, tome aire y saque el valor de donde no lo tenía.
—Mira, nunca me había gustado nadie, desde que estoy ejerciendo como sacerdote, si antes de haber llegado a esto, me enamoré, viví con ella, pero ella se fue y yo me quede solo, así que tome la decisión de ser cura, llegó aquí y de solo verte, mi mundo cayó en mil pedazos, cuando te vi, con esa alegría, esa chispa que yo no tengo, con ese humor y esa forma para que el mundo gire a tu alrededor, me empezaste a gustar —tome aire para continuar —. Cuando cambie tanto no sabía cómo hacer o qué hacer para sacarte de mi mente, no salías de allí, no te hablaba sino lo necesario, pero el día de las fiestas, todo cambio, me dio rabia de ver cómo ese niño te hacía daño, verte llorar y no poder hacer nada me causo dolor, ¿qué más podía hacer? Luego llegó la reunión en la capital, no tenía tiempo para nada, solo el día que me internaron en el hospital, me di cuenta que todo estaba mal, por eso le pedí a la doctora, no dejarte entrar ni quedar, ¿que más podía hacer? Preferí quedarme solo, le conté a la doctora mis sentimientos hacia ti, y me amenazó que si algo llegaba a pasar entre los dos ella se encargaba de que me metieran a una cárcel ¡Carajo niña! ¡Eres menor de edad! ¡¿Qué más quieres de mí?! ¡Dime que más! —empecé a desesperarme de verla callada y solo con expresión de sorpresa.
—Yo... bueno... yo no pensé que eso fuera así, la verdad, no sé que más decir, creo que mejor me voy, que tenga buena tarde.
Me quedé quieto, le acababa de decir mis sentimientos y solo sale corriendo de allí, sin decir más ¡Mierda, Erick, mejor te hubieras quedado callado!
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